NOVILUNIO (1997)
Por Bruno Mateo
Sonidos apagados que encienden mi alma,
luces de mediodía que alumbran mi existir
caminamos juntos por los senderos del tiempo
¡Callados!
¡Aves de viento!
Cierro mis ojos y logro enfocarlos
abro mi espíritu y logro tocarlos,
respiro y ando el aroma dulce del silencio
¡Que no haya sombra!
¡Que no haya luz!
De aquel momento, recuerdo el dolor,
el Sol y la Luna juntaron sus cuerpos,
se quema mi cara
se escarcha mi razón.
Arriba de mí o abajo, tal vez.
¡El cielo se fue!
Las puertas se abrieron,
el secreto se vió.
Me regocijo al pensarlo;
el sueño de anoche se repite otra vez.
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