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domingo, 15 de abril de 2018

Tres puntos finales sobre Baño de damas y varias preguntas sobre la Compañía Nacional.

Por Óscar Acosta.



1.- Voy a colocar entre comillas las pocas líneas que publiqué hace tres semanas por las redes, relativas al reestreno de la Compañía Nacional de Teatro, dando pie a un intercambio público de opiniones: "BAÑO DE DAMAS" de Rodolfo Santana, ME PARECE QUE ES UNA OBRA INTRASCENDENTE. Bien escrita, pero bastante superficial. En 1987, me salí aburrido de su estreno, no quise hacer el ridículo o faltar el respeto quedándome dormido. El momento que me resultó más interesante de esa función inicial fue cuando Haydee Balza, como por arte de magia y con una gran destreza corporal, cruzaba los brazos y movía las glándulas mamarias en un ejercicio para mantenerlas en su sitio (o sea, suspendidas y desafiando la Ley de la Gravitación). Por supuesto, la obra (aunque también la Balza) tiene sus méritos, pero no son los que estimo en el teatro. Divierte y entretiene, pero no trascenderá. Es incomparable con LA EMPRESA PERDONA UN MOMENTO DE LOCURA o EL ANIMADOR, entre otras piezas de este gran dramaturgo. No entiendo, en el momento actual, la pertinencia de su montaje por la Compañía Nacional de Teatro. Creo que Santana tiene obras mucho más críticas y/o ajustadas a la situación social y política que enfrentamos."
          
Cito el comentario completo, con los adjetivos tal como los usé, para evitar que los comentaristas los tergiversen como mejor les acomode.

2.- Rodolfo Porras, en dos notas se ha esforzado en ponderar unas virtudes que le supone a la pieza justificando su montaje, adversando mis puntos de vista. Seamos serios, Porras. Alucinas unas palabras y significados que no escribí: no califiqué Baño de damas de “aburrida”, me salí aburrido de su estreno que es diferente, eso quiere decir que puedes refocilarte viéndola una docena de veces  que no lo discutiré; tampoco tildo este drama de “chabacano”, sino de poco ingenioso y de recurrir “al inventario de personajes, pseudoconflictos y comiquerías (...) características del teatro humorístico de baja calidad”; jamás he escrito que es “inocua”, sino que es intrascendente y superficial, palabras que no son sinónimas y significan otras cualidades… ¡Hasta llegas a acusarme de  “descalificar al público”!, retorciendo falazmente mis palabras. Eso sí que es una pesadez del carajo, Porras. Que te conviertas en paladín de Baño de damas (o de la Compañía, sigo sin saber) se entiende, pasa y hasta conmueve como acto de sacrificio cristiano, pero que me endilgues semejante tontera es el colmo de la infamia.  No escribiría eso jamás. En mi auxilio acudo a Cervantes, “...no está la falta en el vulgo, que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa”,  y me permito una paráfrasis: la culpa nunca será del público que aplaude  Baño de damas, sino de los que no decidieron un mejor espectáculo para ofrecerle.

 Así, podría seguir varias páginas precisando palabras e interpretaciones que no expuse ni sugerí, pero no perderé más tiempo aclarando  la falsedad de los delitos que me encasquetas o lo que repites en favor de la pieza, esta segunda vez con un poco más de enredo. Confiando en la disposición y buen ánimo para el debate que manifiestas, reiteraré por cuarta vez en estos intercambios la  pregunta que resume mi comentario inicial: ¿Por qué se escogió Baño de damas para su montaje y no otra obra menos conocida o inédita del autor? Para responder algo de manera clara y concreta como para que todos lo entendamos,  no es necesario recurrir a Brecht o Piscator, como tampoco a los conceptos aristotélicos ni a polémica literaria alguna.  Mi intención es centrarnos  en lo que se cuestiona y no buscarle las cinco patas al gato o, mejor, el quinto bidet al baño, con rodeos pseudoteóricos  por los que no me pareces pedante, como crees, sino incomprensible y desubicado. Así cites el santoral completo, la pieza es un fiambre, independientemente de lo que opinemos sobre ella o la cantidad de público que vaya a verla. Es un refrito repetitivo en los circuitos comerciales latinoamericanos; tiene el hándicap en contra de parecerse mucho a otros espectáculos y a otro, en especial, demasiado, lo que la hace poco original. ¿Será necesario explicarte porqué la Compañía debe ofrecer novedades o excepciones que respondan a las necesidades culturales, políticas y sociales del país?
                    
 Me permito citar el ejemplo de Asesinas anónimas (1994), también de Rodolfo Santana, en la que cinco mujeres confiesan sus angustias, debilidades, frustraciones y rencores, resentidas con una sociedad dolorosamente contradictoria, en la que los machos representamos un poder que maltrata y oprime, a la vez que somos una esperanza de felicidad. Van describiendo los conflictos con sus parejas y representando -con teatro dentro del teatro-  sus asesinatos. Los diálogos están cargados de obscenidades, expresiones ordinarias y lugares comunes del lenguaje (las palabras “culo”, “puta” y “mierda”, aparecen en el texto 6, 7 y 10 veces, respectivamente), pero también de una intención dramática que invita a la reflexión sobre la condición femenina, sin concesiones ni mañas clicheteras para ganarse al auditorio. Cito un extraordinario parlamento que da constancia de la buena literatura que se dialoga en esta creación dramática:                                                            

Camila.- Si el amor fuera suficiente la vida sería menos complicada, Pedro de mis ansias. Cada quién viviría su nube rosa y seríamos otros. Amables. Veríamos al semejante sin derrotas mortales ni triunfos devorantes. Tú, vivirías. Claro, serías el que deseo. La humanidad estaría en Marte inventándole nuevos mares. Otra luz en tus ojos de ministro. Claro, si pudiéramos imaginar  que los ministros existieran en un mundo donde solo bastara el amor. Los crímenes del corazón no existirían. (Pausa. Desdobla la  carta. Lee) “Pienso en ti y una mecánica lenta y ávida salta sobre los paisajes y me conduce a tu piel. No estás y la olfateo.”

 No leemos  tampoco en este drama al mejor Santana, pero su  premisa, escritura y  conceptos, son más maduros y mejor elaborados que lo montado por la CNT.  Desde el siguiente enlace, se llega directo a Asesinas Anónimas, en formato doc, https://www.google.co.ve/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=7&ved=0ahUKEwiB9sf-krfaAhVpuVkKHcqoC7AQFghTMAY&url=https%3A%2F%2Frodolfosantanasalas.files.wordpress.com%2F2010%2F09%2F43-asesinas-anonimas.docx&usg=AOvVaw3nQ5ffEhcCKpuXcE3gGx9_

Paso al último punto.  Mis saludos, Porras.

3.-Algunas observaciones informales, señalan que debí ver la puesta en escena actual para asomar una opinión o conclusión más objetiva. No lo creo así.  Por supuesto, que puedo ir, disfrutar o volver a aburrirme del montaje, admirar o deplorar los tijerazos y arreglos que hizo el director, pero eso no es lo esencial del planteamiento. Se objeta no el montaje como resultado escénico, sino su conveniencia cuando hay posibilidades mejores. Casi que por disciplina patriótica, así como por el buen trabajo que siempre hacen y la consideración que merecen unas talentosas actrices a quienes respeto mucho, iré a ver una función de Baño de damas. No cuenta mucho que yo vaya, tampoco mi opinión entre otras muchas, pero me encantará sumarme a las estadísticas de asistencia de la Compañía.  En cambio acudiré con gran gusto, curiosidad y esperanza de disfrutar de un buen espectáculo a ver Develario de Porras que, dirigida por él mismo, estrenará la Compañía el mes de mayo. También asistiré gustoso a Oscuro, de noche de Pablo García Gámez, ganadora del premio Apacuana 2017,  un estupendo drama que tuve el placer de leer.

 Pregunto, ¿por qué, en lugar de la obra de Santana, a quienes deciden en la Compañía no se les ocurrió montar La furia de Dios, escrita por Jesús Farías, dramaturgo anzoatiguense?  Esta creación fue ganadora del concurso Apacuana 2016, certamen convocado por el Centro Nacional de Teatro y en el cual, por cierto, Porras fungió de jurado. Como vemos, es uno entre otros ejemplos de la  dramaturgia venezolana, de mayor pertinencia y justificación, que pudo ser asumido por la Compañía
(Inciso obligado: Váyalo Porras, de pana, tú que sabes pasa el dato a Farías de como hacer ahí para que la Compañía le monte su drama.)
           
Agrego algunas preguntas, con la intención de ampliar y profundizar las ideas, contextualizando  mis señalamientos en el funcionamiento e historia de la compañía.  ¿Por qué no se montó una obra de otro autor venezolano que merezcamos conocer? ¿Cuáles y cuantos dramaturgos que se desempeñaron o desempeñan en los estados han sido escenificados por el elenco estable de la Compañía desde su fundación, en 1984? ¿Cuáles trabajos escritos por dramaturgas?  ¿Cuántos del siglo 19 que forman parte de nuestro acervo histórico? Solo tres de los autores de esa época,  Vicente Micolao y Sierra, Heraclio Martín de la Guardia y Manuel Antonio Marín, suman más de 80 piezas.

Otra pregunta. ¿Por qué se montaron en 2017 tres versiones de El rompimiento de Rafael Guinand, existiendo más de un centenar de sainetes de diversos escritores de gran éxito en el pasado que hoy permanecen desconocidos? El rompimiento, desde su representación en los pasados 80 por la CNT, es una de las obras con mas puestas en escena en la historia del teatro criollo.                                                     
(Otro inciso, dirigido al amigo William Santana, presidente de la Cinemateca Nacional: Don Leandro, el inefable (1919), film restaurado por la Cinemateca Nacional y único conocido en el cual podemos observar a Guinand actuando, permanece ignorado; pronto cumplirá su centenario. ¿Será posible su proyección en los centros de enseñanza teatral? ¿Y una intensa pesquisa, en cuanto archivo hay, a ver si logramos dar con la película El rompimiento, basada en el sainete de Guinand, primer largometraje sonoro venezolano, en 1938?)

 Como se ve, la objeción a Baño de damas nos lleva a un tema de mayor envergadura y que, en el fondo, es más importante que las opiniones de los fastidiosos Porras y Acosta o el éxito de un montaje medido por la asistencia del público. Finalizo con el siguiente aterrizaje forzoso:  ¿Cuál es el papel que debe cumplir la Compañía Nacional de Teatro? ¿Cuál deber ser el perfil de su repertorio? ¿ Cuáles sus conexiones con el público y el movimiento teatral venezolano? Por favor, no salga algún otro comentarista (o el mesmo) a imaginar adjetivaciones que no he usado, interpretando que yo descalifico esto o lo otro.  Busco identificar características que, pese a los avances y éxitos logrados durante 30 años, evidencian problemas y deudas existentes en el teatro nacional que debemos saldar, independientemente de los colores, preferencias estéticas, simpatías políticas, susceptibilidades personales y afinidades amistosas o generacionales.

  Veremos.

Oscar Acosta

lunes, 9 de abril de 2018

Insisto: Una metáfora

Escena "Baño de damas" de Rodolfo Santana. Compañía Nacional de Teatro. Venezuela. 2018
 
Por Rodolfo Porras.


 
Creo que polemizar sobre el acontecer teatral en Venezuela o en cualquier parte siempre es sano, necesario y puede resultar nutritivo. 
 
Óscar Acosta escribió un comentario en el que decía que “Baño de Damas” era una pieza inocua y aburrida, y que se había salido antes de terminar el espectáculo que fue a ver hace unos años. Sobre ese comentario escribí unas notas en las que afirmaba, para iniciar el texto, que la adjetivación y la caracterización que hacía Acosta, era repetitiva, baladí. Y, aunque después, en una segunda nota desarrollé todo un cuerpo argumental, que más adelante pasaré a comentar, sigo insistiendo en la misma valoración de ese primer texto de Acosta: hizo una valoración a partir de pareceres, tal veces y supuestos, ya que -como el mismo afirma- se había salido de la función. El segundo texto está más pensado. Se ve que esta vez no dejó la obra por la mitad ¡Bien por el esfuerzo!

Sin embargo, creo que en esta oportunidad hay demasiada adjetivación que descansa en sí misma y que es difícil entender como argumentación.

Dice Acosta que el texto que generó su “derecho a réplica” parece escrito en plan de estudiante universitario. Ya que en el texto hay alguna referencia a Piscator, Brecht y completa “hasta Aristóteles”, pero no desarrolla, ni explica si eso es un desacierto, un acierto o si sirve o no para introducir el asunto del teatro político. Se refiere, también, a la mención que se hace sobre una polémica entre Julio Cortázar y Oscar Collazos. No explica porqué hace tal señalamiento. Eso sí, informa que esa discusión fue hace 50 años. Pero no aclara que significa el que haya ocurrido hace medio siglo ¿Qué ya está caduca? ¿Qué es muy nueva si se compara con la Carta de Jamaica o con Hamlet? No se manifiesta al respecto. Pareciera que le parece pedante el haberlo mencionado. Afirma que se plantea como un bastón para “tamaña inconveniencia”. ¿Cuál es la tamaña inconveniencia? No lo dice. ¿Será poner a Aristóteles al lado de Brecht? ¿El que sobra es Piscator? ¿Se refiere a la pieza de Santana? No lo explica. Después al referirse a la argumentación que sigue sobre la estructura de la obra, pasa a enumerarla y luego refuta con un “Mira pues” ¡más nada! Pareciera que con un “mira pues” quedara saldado el asunto. 
 
Más adelante afirma que “Baño de damas” se ha “convertido en un lugar común en la escena latinoamericana” (o sea que ha tenido muchas representaciones y mucho éxito) debido a su poca o nula carga de crítica y al tratamiento superficial ya superado del tema sexual…”

Pereciera, entonces, que si la pieza ha tenido tal propagación por los países nuestro americanos, es porque tanto los directores, grupos, actores, productores y el público son unos insubstanciales, superficiales, acríticos, unos agalluos; y eso da cuenta de lo inocua y baladí de la pieza. 
 
Si nos atenemos a la premisa que se desprende de tal afirmación, podríamos concluir que si nadie la monta y no va público, entonces la pieza es crítica, necesaria y realizada por verdaderos artistas y gente comprometida. 
 
Según la lógica de esa argumentación, existe una postura ética, ideológica, estética que no tienen ninguno de esos miles o quizás cientos de miles que han convertido la pieza en un “lugar común de la escena latinoamericana”. Podríamos alegrarnos de que haya alguien, entre millones, que sí tenga la claridad necesaria. Lástima que no expone la razón por la cuál, quienes disfrutan y ven virtudes en “Baño de Damas”, son un “montón incontable de alelados”. La explicación más cercana que se puede inferir en el texto, es una adjetivación de los recursos de lenguaje que utiliza Santana. Lo califica de chabacano y adjetivos del mismo orden. Lo que no dice es que ese recurso surge del habla diaria de muchísimos venezolanos y de cierto humor característico en un ambiente como un baño femenino de discoteca. Habrá que preguntarse si no es conveniente utilizar el lenguaje y las formas que usa la gente, o si se debería poner chistes de altura, discursos políticos a lo Gramsci, planteamientos avanzados y sesudos sobre la sexualidad, en un baño de damas.

Yo creo, y ahí aparece alguna coincidencia con Acosta, que el uso de ese tipo de lenguaje y la recurrencia de chistes fáciles podría terminar siendo cansón y hasta chocante para algunos. Sin embargo, el uso se justifica, dado el ambiente en donde se realiza la acción. El público, sin lugar a dudas, reconoce la cercanía de una realidad que ha vivido. Todo le es familiar. Lo que no le es familiar es la conjunción de circunstancias. Y esta extraña conjunción de elementos que suelen producirse aislados, es lo que produce que deje de ser un baño normal y se transforme en un micro universo, eso es lo que le da un carácter teatral, lo que le permite construir la metáfora. 
 
Tal vez “Baño de Damas” no le gusta a algunas personas, pero sería interesante saber porqué le gusta a tanta gente… no creo que descalificar al público sea una buena estrategia para la comprensión de este fenómeno, entre otras cosas porque es para el publico que se escribe, se dirige, se actúa, se hacen escenografías, se diseñan vestuarios. 

Es como afirmar “la pieza es para ellos, pero sólo si piensan y reaccionan como yo concibo el mundo”. No quiere decir que hay que escribir y producir piezas que de cuentan del discurso alienante que impone el poder económico, pero creo que es válido utilizar recursos que identifiquen y que atraigan a un público general y no sólo a un grupo que va a reforzar sus creencias. Si el teatro de verdad puede influir en alguien ese alguien debe ser llevado a la sala.

Una metáfora es la caracterización de un referente a través de signos distintos y distantes a ese referente. “Baño de Damas” metaforiza una estructura de país, guste o no la metáfora. 
 
Cuando el cine de Hollywood convierte una historia de amor en un alegato para invadir un país… estamos frente a una metáfora terrible, quizás poco poética, pero que penetra en la psique del público.

Cuando Medea mata a sus hijos, no se está proponiendo una apología al filicidio, lo que se está estableciendo es un universo de relaciones en el que la mujer opta por circunstancias de vida ajenos a la maternidad. Cuando la mujeres de “Baño de damas” matan al diputado, se aproximan más al “todos a una” de Fuenteovejuna, que al de un asesinato por borrachera. Están aniquilando el abuso contra la mujer, están acabando -en acto simbólico y teatral- con ese sometimiento. Y si alguien piensa que hoy en día ese abuso se acabó, creo que está de espalda a una realidad muy contundente. “Baño de Damas” no es una tragedia griega o un drama del siglo de oro, pero maneja mecanismos universales de metaforización en el teatro, que celebramos y que nos parecen muy eficientes.

Insisto que una polémica sobre cualquier aspecto de nuestro teatro puede ser muy alimenticia y generadora de conceptos y reflexiones. Puede que a veces sobren despropósitos, descalificaciones, pero discutir sobre lo que hacemos y pensamos es ganancia.

jueves, 5 de abril de 2018

¿Por qué Baño de damas?

La actriz Aura Rivas en "Baño de Damas". 2018

 Por Óscar Acosta.


El relanzamiento de la Compañía Nacional de Teatro con la restitución de un elenco estable en 2016 corrigió el grave error cometido hace años cuando, por una decisión inexplicada y menos entendida, se diluyó esta institución con la creación del Centro Nacional de Teatro. Mucho podríamos decir de sus cambios, aciertos y tropezones durante las últimas dos décadas, pero no es el objetivo de estas líneas. Bástenos acotar que su existencia y desempeño es responsabilidad no solo de los funcionarios que han estado y están a su cargo -algunos de ellos consecuentes y estimados compañeros de profesión- sino también de los que nos desempeñamos en las faenas teatrales, en tanto habrá malas políticas y orientaciones culturales oficiales, como tantas estemos dispuestos a convalidar los directamente interesados.

Recientemente la Compañía estrenó Baño de Damas, de Rodolfo Santana, que, según se informó en rueda de prensa previa a su remontaje, fue versionada o actualizada por el director. No comentaré nada sobre la puesta en escena que seguramente tiene méritos gracias al talentoso y experimentado plantel que la asumió, quiero referirme en esta nota casi exclusivamente al texto y su escogimiento por la directiva de la CNT. Una rápida indagación por vía de la web nos da cuenta de los montajes que se han realizado en el continente: México, Puerto Rico, República Dominicana, Chile, Argentina, Colombia, Chile, Perú, Estados Unidos… Hubo, por lo menos una movida, no sé si consumada, de llevarla al cine en México y otra versión cinematográfica rodada en Perú. El resumen, indica, sin lugar a dudas, que tiene suficiente atractivo para el público cuando se lleva a la cartelera; no discutimos eso. Pero es más que colas en la taquilla lo que esperamos de nuestra Compañía Nacional, si es que fue esa la intención. Viene al caso la pregunta, ¿por qué se escogió Baño de damas para su montaje y no otra obra menos conocida o inédita del autor? Solo en su blog contabilizamos varias docenas de piezas a disposición de quien le interese, buena parte de ellas mejor escritas y más ajustadas al momento que la seleccionada. Un éxito de asistencia parecido o incluso mayor tuvieron Oh Calcutta de Keneth Tynan o La jaula de las locas de Jean Poiret, espectáculos muy aplaudidos y sobreexplotados comercialmente que reventaron los aforos y las agallas de los productores en el siglo pasado. Hoy apenas son recordados, no por su contenido o significado, sino por el acierto comercial o la versión cinematográfica, en el segundo caso. 

El texto de Santana al que nos referimos es intrascendente y bastante convencional, sin filo polémico ni novedad alguna. El numeroso público cuando se escenifica se debe no a la calidad literaria o dramática, sino al evidente afán de complacer el mal gusto con una sucesión de chistes, retruécanos y chocarrerías callejeras que desvirtúan el intento de cuestionar ciertas taras, males y manifestaciones de la opresión social, condición presente en la mayoría de sus obras. Algún defensor de la Compañía (o de la pieza, no sé bien) arguye, en plan de estudiante universitario marisabidillo, una disputa literaria de hace 50 años y ensaya una lección usando a Brecht, Piscator y hasta a Aristóteles – y el ethos de su Poética- como bastón, ponderando forzosamente tamaña inconveniencia, dizque porque es una “metáfora del país de aquellos tiempos”, agregando que los señalamientos que se hacen no atienden “la estructura general de la obra”, ni comprenden el “discurso general de Santana” que se valió de los clichés para desmontar no se sabe que cosa y evidenciar el estatus de la mujer. ¡Miren eso pues! Lo cierto es que Baño de damas se ha convertido es un lugar común en la escena latinoamericana debido a su poca o nula carga de crítica y al tratamiento superficial ya superado del tema sexual, como también al inventario de personajes, pseudoconflictos y comiquerías acostumbradas características del teatro humorístico de baja calidad: paráfrasis puteriles, chismorreo sexual, mujeres embriagadas, travestidos que se creen estrellas del espectáculo y maridos celosos, entre otras palurderías recurrentes. Aclaro que esta apreciación no la escribo a partir de prejuicios o remilgos ante la temática. Tampoco creo que todo espectáculo que ofrezca tales elementos entre en la misma categorización; el arte que trasciende no depende de temas específicos. En la antigüedad griega, Aristófanes inauguró el trinomio mujeres+política+sexo como posibilidad de cuestionamiento al poder, con La asamblea de las mujeres y Lisístrata, comedias que después de dos milenios se siguen representando y buenos ejemplos de que la combinación puede ser empleada sin que la fuerte carga sexual anule la agudeza crítica. El Newton escénico venezolano que cojea como defensor de la iniciativa de nuestra CNT, único que pareciera haber descubierto la Ley de la Teatralización Universal para dictaminar la calidad teatral con más objetividad que los pareceres, siendo a la vez uno más del montón de los incontables espectadores o comentaristas que celebran alelados el redundante retrete, debería responder la interrogante ya hecha: ¿por qué se escogió Baño de damas para su montaje y no otra obra menos conocida o inédita del autor?

La mediana literatura que hay en Baño de damas, algo raro en la producción del autor que suma más de 80 dramas, se caracteriza por la falta de ingenio. Cualquier entusiasta pudiera pensar que es la matriz de tantos baños de damas, mujeres en el baño o secretos de señoras y señoritas revelados en los teatros hispanoamericanos. Pero no es así. Veamos con atención lo siguiente. El 3 de septiembre de 1987, dos meses antes que la comedia venezolana fuera presentada por vez primera en la sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas, se estrenó en Madrid Damas, señoras, mujeres de Juan José Alonso Millán 1, texto que fue editado al año siguiente. Las dos piezas tienen gran semejanza: la ambientación es el baño de una discoteca de moda; un tono coloquial y procaz en los diálogos; argumento que se desarrolla con el destape de las intimidades mujeriles; un travestido en la escena; una cuidadora de condición social humilde, la más comedida y sensata entre los personajes, es la encargada del orden en el baño; figuras del jet set o la farándula que conmocionan a los presentes al irrumpir en la discoteca... Hay también detalles argumentales menores idénticos: personajes que aspiran cocaína como tomarse un guayoyo; una mujer alterada por un grano en la cara; otra a la que se le rasga la vestidura, siendo asistida por la cuidadora quien hace el remiendo; otra más, propensa a las borracheras… Cito una crítica del montaje español, luego de su estreno en 1987, que calza perfectamente al tocador criollo recién montado, “La acción es morosa. En rigor no existe la acción dramática, sólo la referencia a sucesos fuera del espacio teatral. Así hay un desarrollo, descriptivo, carente casi siempre de tensión situacional, animado por la ligereza del diálogo y los hallazgos frecuentes de frase que hacen reír, demás o menos, a medida que el espectador se acostumbra a las alusiones a personajes conocidos y a políticos o acontecimientos reales. De cuando en cuando el poder satírico de la frase estalla alegremente. Al final, en un cuadro último, cuya composición está cargada de resonancias a obras ya olvidadas, la trama se desvela, se infantiliza un poco y el telón cae sobre un final convencional con moraleja.”2 Aunque el desenlace es diferente, las similitudes son demasiadas para ser casuales, pero no me interesan las disputas ni extenderme sobre el punto en concreto. Cualquiera que desee indagar puede buscar las ediciones respectivas, hacer las comparaciones y sacar su propia conclusión. Creí necesario mencionar los detalles como buen ejemplo de lo manoseado que estaba ya, hace 30 años, el pretexto del intercambio de intimidades en un baño para exploraciones sobre la condición femenina o leiv motiv teatral de alegatos feministas.

La fórmula del confesionario femenil en el arte es exitosa para vender desde la publicación en el Renacimiento del Ragionamienti de Pietro Aretino, traducido al español como Diálogos de casadas y cortesanas, en el cual unas prostitutas intercambian opiniones y dudas sobre el sexo, estimulando y satisfaciendo las inclinaciones voyeuristas de quien lo lee, supuesta confirmación por boca de las mujeres, del temperamento y las prácticas eróticas promiscuas que tanto interesan a los hombres. Le siguió, La academia de las damas de Nicolás Chorier, un monumento literario a la falofilia femenina, que abusa del mecanismo de las confesiones y consejos íntimos como triquiñuela para atrapar al lector. Antecedentes como los citados, entre otras decenas, fueron mal heredados por una retahíla de textos dramáticos y representaciones con parecida estratagema argumental y de corto vuelo en la premisa, auténticas perogrulladas histriónicas válidas para las diversiones de bulevar, pero inadecuadas como expresión de la línea cultural de cualquier gobierno. Pregunto por última vez pues la repetidera siempre aburre, ¿por qué se escogió Baño de damas para su montaje y no otra obra menos conocida o inédita del autor?

Al ser estrenada, en 1987,
estuvo acorde con las circunstancias sociales y políticas que vivíamos; independientemente de los gustos personales, no podemos negar la pertinencia temporal y habilidad en los diálogos con la cual se concibió. Un detalle eficaz como denuncia, fue la alusión que hizo Santana a las barraganas que eran blanco de los chismes políticos en 1987. Blanca Ibañez, amante de Jaime Lusinchi, entonces presidente en ejercicio, así como Cecilia Matos, concubina de Carlos Andres Pérez, electo presidente en 1988, se amancebaron cuando eran secretarias en el Congreso Nacional, tal como dos personajes del Baño de damas (Amanda y Mariluz), quienes se desatan en escena a relatar la decadencia y el tráfico sexual en el Palacio Legislativo, donde eran sorteadas para satisfacer el apetito erótico de los congresistas electos. La comidilla política que sueltan los personajes hoy resulta irrelevante por obsoleta. Otras son las controversias y comentarios sobre la Asamblea Nacional y los legisladores actuales. Otros los conflictos.

Conociendo al autor, podemos deducir su intención de conectarse con la temática social, motivando una reflexión trasformadora de la misma, pero fracasó con un desfile de caricatos estereotipados facilones que flotan en la superficie de los problemas, en favor de ganarse los aplausos. El final en el que es ajusticiado colectivamente un diputado maltratador, intentado como recurso para contrapesar la frivolidad desplegada en los diálogos, solo alcanza a ser una respuesta automática ante un energúmeno que dispara sin ver a quien, con tal de descargar su furor machista. La muerte no es lección ni metáfora de unidad que reivindica la liberación o una respuesta de la conciencia, sino una conclusión previsible en la cual unas mujeres aterrorizadas buscan salvar su vida, reaccionando en defensa propia. No faltará quien vea en tal desenlace, argumentando cualquier elucubración o charlatanería, un símil profético del Caracazo, pero ciñéndonos al argumento y los diálogos que transcurren, es un arrebato defensivo de unas mujeres esnifadas, pasadas de tragos e histéricas por sus ligerezas, indefiniciones y confusiones amatorias y existenciales. No venga nadie a caernos a coba con una profundidad subtextual que no existe por ningún lado en la trama. Lo de las supuestas cualidades polémicas del espectáculo es repetido en las gacetillas de prensa cada vez que se monta para darle un barniz de irreverencia libertaria, engatusar a la audiencia progre y engrosar la taquilla. Otras veces, la vehemencia de algunos despepitados cuando ensalzan unas virtudes e imaginan significados que la pieza no tiene, no es más que un gesto de indulgencia, explicable por el respeto a un dramaturgo de producción tan creativa y provechosa, por el cual, dicho sea para que quede claro, también tengo una gran admiración, pero al pan, pan, y al vino, vino; no a todos nos atrae ni confunde el estruendo de las carcajadas masivas. Quisiéramos que Baño de damas sobresaliera por tener cualidades en igual proporción que la cuantía de sus espectadores, pero no: es una comedia menor. Fenómenos tales son mas que frecuentes en el mundo del espectáculo.

Injustificable, invertir dinero y esfuerzo en este montaje por segunda vez, habida cuenta que ya en 2002, cuando Venezuela se debatía entre conspiraciones y agresiones internacionales, fue escenificada por la Compañía como si quisieran evadirse los antagonismos y la polarización política. No creo que sea ese el perfil ni la propuesta teatral del Estado actualmente, pero se le parece más de lo que debiera. Sería pedante hacer sugerencias puntuales sobre la selección de lo que se debe representar a propósito de este segundo remake en menos de seis meses, sin embargo, es bueno señalar que se cuentan por decenas los autores y dramas (del pasado o contemporáneos) que merecemos conocer y que también pueden llenar las salas.

1 Alonso Millán, Juan José . Damas, mujeres, señoras. Madrid : Ediciones Antonio Machado, 1988. 109 p.
2 http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1987/09/04/071.html

miércoles, 21 de marzo de 2018

Baño de damas: una metáfora que está a la vista.


Baño de Damas. Compañía Nacional de Teatro. año 2018


Por Rodolfo Porras




Por ahí leí que “Baño de Damas” era una pieza aburrida, inocua, que es una mala escogencia de la Compañía Nacional de Teatro y que habiendo obras más comprometidas con la realidad social, escritas por el mismo autor, no se entiende que, etc., etc…


Los dos etcéteras que cierran el párrafo antecedente se incluyen con el propósito de dar a entender que el resto de la argumentación es harto conocida, que la parrafada le ha sido endilgada a muchísimas piezas teatrales y que la persona que lo escribió es una entre millones que la han expresado a lo largo del tiempo. 


Cuando se escriben textos que se han escrito miles de veces, podría afirmarse que ese texto es aburrido, inocuo una mala decisión por parte de quien lo escribe pero, aunque podría decirse, no lo vamos a hacer porque va a a parecer una parodia a lo comentado sobre la pieza de Santana.


El propósito de este escrito es distinto, se menciona el comentario porque fue el disparador de la reflexión sobre lo que es el teatro comprometido o la dramaturgia comprometida, una vieja dicotomía entre un teatro que refleja la realidad y otra que se regodea en lo formal.  


Hace décadas se inició una polémica muy rica y sustanciosa entre Oscar Collazos y Julio Cortázar sobre la novela latinoamericana, pero cuyos contenidos son fácilmente extrapolables al hecho teatral. Esta polémica terminó convirtiéndose en dos cosas: en una referencia ineludible cuando se aborda el tema del arte comprometido y en un librito igualmente referencial que se titula Literatura en la revolución y revolución en la literatura  (en la que también se encuentra un texto de Vargas Llosa antes de que este escritor se convertirse en esa cosa patética que es hoy).
 

Collazos  afirmaba, básicamente, que algunos de los escritores del boom y especialmente  Cortázar,  no encaraban  la realidad latinoamericana y la lucha revolucionaria,  y lamentaba que entendieran a la literatura como un universo en sí mismo. Cortázar argumentó que la literatura y el arte en general, tenían un compromiso con la revolución de otro talante, que aludir directamente el asunto no era necesariamente revolucionario, que repetir fórmulas literarias era más reaccionario y más alejado de la realidad que no nombrar la lucha revolucionaria o hacer denuncia social.  Acuñó una frase que se hizo legendaria: “uno  de los más agudos problemas latinoamericanos  es que estemos necesitando más que nunca los Che Guevara del lenguaje, los revolucionarios de la literatura más que los literatos de la revolución” y hacía, efectivamente, una separación entre el compromiso del escritor revolucionario y lo que escribe, en tanto la temática que aborda. Años después estos dos escritores confesaron que habían cambiado radicalmente su punto de vista y, entonces, Cortázar apostaba a una literatura con contenidos sociales y revolucionarios directos, mientras Collazos se inclinaba por las posturas del Cortázar de antaño. 


En el teatro específicamente, tenemos a Bertolt Brecht, quien se dedicó, en su incansable actividad revolucionaria y artística, a construir una poética marxista. Su teatro se fue estructurado, tanto dramatúrgicamente como en la puesta en escena, con un fin didáctico en el que se exponía las diferentes tensiones dialécticas de la sociedad, es decir las contradicciones sociales a partir de la lucha de clases. Para ello elaboró historias, situaciones, formas de actuación que le permitieran al público divertirse y reflexionar sobre las circunstancias expuestas. Su teatro no abordaba la realidad social con anécdotas o situaciones del acontecer inmediato. Brecht no era apologético, ni cronista, ni citador de frases o conceptos. Sus historias eran más bien argumentos que daban cuenta de las estructuras que generaban un tipo de circunstancias y cómo estas respondían a tensiones dialécticas de la sociedad. Esta es una alternativa estupenda para el hacedor de teatro pero no es ni debe ser la única. Otros dramaturgos y directores, como E. Piscator, también optaron por poner su teatro al servicio de las luchas libertarias y con ellos surgieron distintas proposiciones como por ejemplo las alternativas de dramaturgia y puesta en escena que planteó Augusto Boal. Otros teatreros enarbolaron una obra abierta, decidida y expresamente panfletaria, casi siempre en respuesta a contingencias puntuales. También contamos con textos teatrales que utilizan el humor, la tragedia, la estructura de los grandes clásicos para exponer su visión política y filosófica de la realidad. Otras que son –apenas- un discurso político y que se alejan claramente del hecho teatral.


Baño de Damas es una pieza escrita por Rodolfo Santana, un dramaturgo que junto con Cesar Rengifo llevaron a la escena venezolana y al resto del mundo las mejores piezas del país sobre el proceso revolucionario, la gesta libertaria, la problemática social, y sobre todo de los conflictos humanos en cualquiera de sus circunstancias. Mientras Rengifo utiliza preponderantemente un referente histórico, Santana se valió de distintas temáticas y estilos para realizar su trabajo. En la pieza que nos concierne abordó asuntos políticos y sociales de envergadura, como es la situación de la mujer, que en el momento de estrenarse la obra era mucho más invisibilizada y desvalorizada que hoy, en tanto sujeto histórico. Santana se valió de una serie de clichés teatrales y publicitarios para desmontarlos y con ello evidenciar el estatus de la mujer en el espectro social, fuese de la clase económica que fuese. Trata el tema del aborto, del maltrato doméstico, de la desvalorización, del machismo, de la homofobia, y deja muy en claro que si las mujeres no se unen para tratar sus problemas no se van a liberar. Es evidente que hoy sigue siendo importante y necesario exponer estos asuntos. Además, Santana con ese baño de damas elabora una metáfora del país de aquellos tiempos.


No entender eso, y asumir los clichés como parte del ethos de la pieza, es consecuencia de no atender a la estructura conceptual de la obra y tampoco haber comprendido el discurso general de Rodolfo Santana, quien se encargó de parodiar tanto el discurso oficial y sus mecanismos como a las mitologías de la modernidad occidental y los valores burgueses, a lo largo de su trabajo. 


Bien por la iniciativa de soltar los pensares y las críticas a las obras que se escriben y se montan en el país. Eso siempre abre caminos a la discusión, ahora bien, sería bueno desarrollar pensamiento crítico que es distinto a criticar con pareceres, lugares comunes  y talveces.  


Por favor, aún no.