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miércoles, 30 de octubre de 2019

La casa de Teresa.



por Bruno Mateo
Twitter: @bruno_mateo
IG: @brunomateoccs

Querida amiga, por fin te puedo escribir, el doctor me dio el permiso para hacerlo. Te cuento que aquí las cosas no son tan malas como dicen por ahí. ¿Recuerdas aquella vez abajo en el Litoral, no recuerdo la playa, recogimos aquella cantidad de conchas marinas? Mi mamá se puso furiosa, nos queda viendo y dice: “¡Estas niñas! ¡Estas niñas!” Tú y yo juntas éramos un terremoto. No te niego que en ocasiones me siento sola, más que sola, desolada, desterrada. Tengo la sensación de que en este rellano de paz es mi prisión. ¿Por qué no has venido a visitarme? Ayer… ¿Ayer?… ¡No sé! Uno de estos días me asomé por la ventana porque creí oír tu voz que se acercaba, pero no eras tú. Había un niño arrojando piedras al techo de la casa. Mi mamá no dijo nada. Te digo algo en secreto: mi mamá se fue de la casa. ¿No lo crees? ¡Sí! En serio… No la he visto desde hace mucho tiempo. Creo que me abandonó como hizo papá con ella.

Amiga Lydia, eres lo único que me queda. Nunca pude casarme. Yo no quería casarme con ningún hombre. No tengo hijos y de eso me arrepiento un poco. No tengo ánimos de hacer nada. Me siento en la mecedora, aquella que me regalaste, la primera vez que peleamos. No sabía que tenías novio y te apareciste con él. Me molesté mucho porque no me dijiste nada. Eso fue cuando te fuiste a Buenos Aires y yo me quedé en Macuto, de pronto, me dices: “Teresa, te presento a mi novio”, para mí fue un duro golpe a nuestra amistad. ¿Por qué lo hiciste?  No debiste. Pero eso pasó hace tiempo, te perdoné. ¿Cómo no hacerlo? Ahora estoy sola en la casa que una vez ocupamos tú, mi mamá y yo. Los muebles, la casa se me vienen encima. Estas líneas que escribo son para pedirte que vengas a visitarme de vez en cuando. Ahí está la mecedora. Más allá el juego de comedor. ¡Mira! El reloj aún está pegado en la pared. La alfombra vinotinto  en medio del salón. Ellos  no tienen valor. No tienen valor porque no hay nadie que las disfrute. Son sólo recuerdos. Lydia, por favor, ven para que conversemos. No quiero estar en un mundo escindido. Todas esas imágenes que vienen a mi mente forman un caleidoscopio de mi persona. Ahí está todo lo que nos gustaba: la mecedora, la radio vieja de tu abuelo en Cuba, el parabán que trajimos de Paris, amiga mía, cuando te fuiste terminaban los objetos por escurrirse de la memoria que transportaban.  

A veces, oigo gente que entra, no se dan cuenta de que estoy arriba, escucho que hablan de mi como si perteneciera al pasado. Cada semana viene alguien diferente, me les acerco para preguntarles qué hacen en mi hogar, pero no responden, sólo dicen: “Muchas gracias, pero esta casa es extraña, se siente una energía muy fuerte, no la vamos a comprar”. Salen. Quedo sola otra vez.

Amiga del alma, voy a finalizar de escribir, estoy un poco cansada, me recostaré pensando en aquellos días, cuando éramos niñas, a orillas de las playas de Macuto.



Caracas, julio 2011.

sábado, 28 de septiembre de 2019

Fin-Fin


En las noches de El Amparo, junto a las impenetrables aguas del Arauca, vaga por los campos el “Fin-Fin”, poblando de espanto los sueños campesinos. Cuentan que los silbidos con que llama a su caballo se escuchan desde lejos, y al oírlos, los perros aúllan de pavor, las vacas mugen en sus establos y las gallinas cloquean enloquecidas. Según la leyenda, es el alma atormentada de un joven que mató a su padre para robarlo.  Ahora recorre incansable aquellos lugares, en un caballo cerrero por toda la eternidad.

Muchos campesinos de El Amparo tienen sus propias técnicas para defenderse del “Fin-Fin”, y una de las más comunes es construir los tranqueros y cercas formando una cruz. Los portones de las casas también se fabrican de esta manera. Y algunos dejan fuera de la casa una totuma llena de ajíes, lo cual se supone que basta para ahuyentarlo, nadie sabe realmente por qué.

Dicen que una noche, un llanero llamado Carlitos Núñez iba a la casa de su amada, la bella Jacinta. La noche era oscura y el joven silbaba para darse ánimo. De pronto, a sus espaldas, resonó otro silbido leve, como el rechiflar de alguien que llama con insistencia a su caballo. Pero nada se veía, por la oscuridad de la hora.

El rucio de Carlitos frenó de golpe el trote suave que llevaba. Dio unos pasos hacia atrás, resopló y sacudió las crines, nervioso. Se negaba a avanzar. Desconcertado, el llanero sintió de pronto un golpe en el rostro, con tanta fuerza que lo derribó del caballo. Lo golpeaban, en el mentón, en los pómulos, pero no se veía nada.  Rodó por la hierba húmeda de la sabana. Mientras aquel ser invisible lo golpeaba sin tregua.

A tientas, hurgó en el bolsillo de su pantalón. Encontró la cruz de palma bendita que le metía todas las noches su novia.

Espíritu Santo, sácame de este trance!-bramó con el poco aire que le quedaba en los pulmones, blandiendo la cruz de palma bendita.

Cesaron los golpes. Sólo el silencio galopaba por la sabana abierta.

Carlitos se vio solo, de cara al alba. A su lado, el rucio mordisqueaba unos matojos, ya calmado. Ensangrentado el rostro y arrastrándose por las dolorosas magulladuras de los golpes, logró montar de nuevo a la bestia, que resolló con tranquilidad. A paso lento tomó de nuevo la senda que llevaba.


Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.


sábado, 7 de septiembre de 2019

Pozo de Caruao.


Pozo de Caruao.


A poca distancia de Caruao, en nuestro estado Vargas (hoy llamado estado La Guaira), existe una leyenda que espanta a propios y extraños.

Se trata del “Pozo del Cura”, fresco remanso formado por el río Aguas Calientes.

Cuentan que hubo antiguamente un convento entre Orituco y la Sabana, cerca del río. Según la leyenda, habitaba allí un sacerdote que frecuentaba el pozo y protagonizaba en él,  grandes escándalos, con algunas mujeres del lugar. La gente, horrorizada, temía reclamarle su conducta, pues además, el individuo en cuestión era bastante violento.

Un día, mientras se bañaba en aquel pozo, el perverso cura fue, literalmente, tragado por las aguas, ante la presencia de sus amigas. Pese a ser experto nadador, nada pudo hacer para salvarse. Su cuerpo no fue encontrado jamás. Dicen que desde ese entonces su espectro aparece, agitando los brazos, pidiendo ayuda y tratando de salir de aquel pozo

Los vecinos de Caruao advierten a los viajeros y vacacionistas que no se bañen en el “pozo del Cura”, mucho menos de noche. El fantasma de aquel desdichado podría apoderarse de ellos y hacerlo desaparecer entre las aguas.

Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.

lunes, 1 de abril de 2019

El Gaté



En el estado Trujillo es muy conocida la leyenda de este terrorífico habitante de las sombras. Cuando llega la noche es muy raro ver a alguien en la calle, mucho menos si está lloviendo.

En los años setenta un estudiante de nombre David Rafael se encontraba pasando unos días en un pequeño pueblo trujillano. En la feria campesina había visto a dos hermanas que le parecieron muy adineradas, y por tanto, compradores potenciales de la mercancía que traía para vender. 

Lo único malo era que según le habían comentado las posibles clientas no vivían en aquel pueblo, sino en una hacienda vecina. Pero no había ningún problema. La finca no estaba muy lejos, apenas a unos cuantos kilómetros.

La noche que escogió David Rafael a sus eventuales clientas fue la peor que hubiese tenido el pueblo en mucho tiempo.

Desde el atardecer todos los faroles estaban encendidos, por la torva oscuridad del cielo, que lucía opaco y amenazante. Se acercaba un temporal.

Los dueños de la pensión le aconsejaron que no saliera. Le advirtieron del “Gaté”, pues las noches tormentosas son las preferidas de este personaje sobrenatural. Se contradecían describiendo al nocturno ser indefinible. Hablaban al mismo tiempo, sin parar, del espantoso fantasma: 

-Tiene una sola pierna.
-Lleva un machete amolado.

Además de  una cruz de palma bendita, David aceptó al fin llevar un sombrero de ala ancha. Según la creencia popular, tales objetos podrían alejar al Gaté.

Se desesperaban los ancianos suplicándole que desistiera de salir con aquel mal tiempo. Pero súbitamente un gran trueno, precedido de un relámpago cegador, acalló las sabias voces de advertencia. 

Sin arredrarse por la inminente tempestad, calándose hasta las orejas su sombrero y envuelto en un amplio poncho andino, David encendió su carro y se fue.

A menos de dos kilómetros del pueblo el vehículo se detuvo. Intentó encenderlo nuevamente, pero no daba señales de vida. Echarlo a andar era tan difícil como detener la implacable tempestad que se cernía sobre el camino y los montes cercanos.

David no se decidía entre volver  a la seguridad de la pensión o esperar dentro de su carro a que cesara aquel diluvio. Decidió regresar a pie al pueblo, y mandar a buscar el vehículo en la mañana. Caminó unos quinientos metros hasta llegar a un enorme ceibo del camino, y se refugió bajo la amplia fronda estremecida.

De pronto, a la intermitente luz de los relámpagos, divisó la silueta de un hombre joven. Al rato se iluminó completamente el cielo con el fogonazo de un rayo y pudo observar claramente en la lejanía el aspecto de aquel delgado campesino. Llevaba el pecho desnudo. Se aproximaba poco apoco, saltando sobre la única pierna que le quedaba y en su mano centelleaba un filoso machete.

El muchacho reflexionó unos segundos. La figura de aquel hombre misterioso encajaba perfectamente con el espectro descrito por los dueños de la pensión.

Una larga carcajada lejana, como un tropel de piedras del páramo, le cortó la respiración. Convencido de hallarse en presencia del Gaté, David empezó a correr a toda  velocidad hacia el pueblo mientras el fantasma corría frenéticamente tras él, cojeando y lanzando siniestras carcajadas. En su carrera, el perseguido dejó caer no sólo la cruz de palma bendita, sino también el sombrero que llevaba. Entonces, el Gaté se detuvo y lo recogió.

A pesar del terror que sentía, el caraqueño pudo ver como su perseguidor  examinaba el sombrero con detenimiento, lo contemplaba y lo olía de vez en cuando, con evidente satisfacción. Si el Gaté permanecía así hasta el amanecer estaría salvado.

El anciano cura del pueblo oyó una historia que ya conocía. Y David Rafael se enteró allí de que el “Gaté” era el espíritu errante, no de un campesino sino de un rico hacendado de la región, que había muerto en un pelito a machete por causa de una mujer. Sentía al parecer una extraña fascinación por los sombreros, que le recordaban su antigua vida terrenal de lujos y diversión.

El cura hablaba quedamente, como rezando, y mientras se acercaba el alba, confundidos con los truenos y relámpagos, se escuchaban los sordos gruñidos y las risas estentóreas del Gaté, que rondaba alrededor de la iglesia sin poder entrar.


Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.


lunes, 25 de marzo de 2019

El Ceretón y Aparecida del Espejo.



Ceretón.

Duende enamoradizo, habitante de la Sierra de Falcón. Es llamado también “Cachuchón” por llevar un amplio sombrero. Su morada son los “aitones” de la Sierra, enormes agujeros que normalmente habitan los coy-coy o guácharos.

Los ceretones es una herencia que dejaron en Falcón los Welser, temibles conquistadores alemanes que despoblaron la región durante el siglo XVI. Al igual que muchos duendes teutónicos, son enamoradizos y declaran su pasión a las jovencitas. En ocasiones las secuestran y se las llevan a las montañas.

Muchos brujos falconianos dicen conocer el secreto para “ceretonizar” a las personas, volviéndolas invisibles: matar un gallo negro, enterrarlo bajo la luna llena y al tercer día, desenterrarlo, sacar el hueso del muslo, limpiarlo y llevarlo en la boca atravesado. De esta forma, el hombre rechazado por una joven podrá “ceretonizarse”, es decir, hacerse invisible para poder acercarse a su amada sin ser visto por ella ni por sus familiares.

Aparecida del espejo.

Una familia de la Pastora, un barrio caraqueño de los más antiguos, se mudó a una casa vieja. No tenían muebles y la dueña de la casa decidió venderles algunos de los que amoblaban la casa. Se quedaron con las camas, unas cuantas sillas y una peinadora antigua, con un buen espejo. Aquella misma noche, cuando la nueva dueña fue a peinarse, vio reflejada en  el espejo la imagen de una muchacha rubia y pálida. Esa noche durmió con sus hijos y al amanecer puso inmediatamente en venta el mueble embrujado, lo compró una vecina quien también lo vendió porque cada vez que se miraba, veía el rostro de la aparecida del espejo. La peinadora antigua fue pasando de mano en mano, hasta que no se supo más de ella. Tal vez se encuentre en alguna venta caraqueña de antigüedades.


Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.

jueves, 21 de febrero de 2019

La Fiera.



Es este uno de los más espantosos fantasmas o aparecidos de los Andes. Aparece en su forma humana como una bella y tentadora mujer, que seduce a los viajeros en los solitarios caminos parameros.

Así ocurrió con Rogelio y Braulio, dos compadres que salieron del pueblo de Tovar, en Mérida, y tomaron el camino de la montaña. Al llegar la noche se cruzaron con una hermosa desconocida, que llevaba un burro cargado de leña. Como buenos caballeros, se ofrecieron a escoltarla. Traspusieron una cuesta y un riachuelo y llegaron a un valle solitario, donde se alzaba una mísera cabaña. Era la casa de la dama.

Al entrar hicieron fuego. Ella les dio miche y preparó un suculenta cena. Coqueteaba descaradamente con los dos, pero sólo aceptó dormir con Braulio.

Mañana te toca a ti”-le dijo dulcemente a Rogelio, quien tranquilo, se quedó dormido junto al fuego.  

Despertó en la madrugada, con un frío aterrador. Sólo se oía el viento, y en la plena oscuridad, un crujido continuado, como de ramas quebrándose.

Intrigado, Rogelio encendió una vela y se acercó al cuarto de la mujer, para despertar a Braulio. Pero de su compadre quedaba ya muy poco. Aquella mujer diabólica transformada en una suerte de animal aterrador, lo estaba devorando poco a poco. Lo que Rogelio había estado escuchando eran los huesos de Braulio, entre las fauces enormes  de  aquel demonio.

El espantado campesino dejó caer la vela, en el colmo del horror y salió corriendo, perseguido por aquel ser monstruoso que gruñía como un tigre feroz.

Al pasar el riachuelo, las luces del alba comenzaron a aparecer tras las montañas. Desde la orilla opuesta la mujer rugió:

“¡Esta vez te salvaste por la luz del sol, pero trata de no cruzarte de nuevo en el camino de la fiera!”


Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.


lunes, 18 de febrero de 2019

El Dianoche.


El Dianoche.

La niebla cubre al atardecer el vasto territorio Yekuana. Desde lo profundo de la selva amazónica, los habitantes del misterio sonríen, elusivos y eternos. En el corazón de Venezuela, en pleno escudo guayanés, se halla el Parque Nacional Duida Marauaca. Allí, como mudos vigías, los tepuyes observan el tiempo y al hombre. El Parque Duida Marauaca está ubicado en el área centroriental de nuestro estado Amazonas. Es el Departamento de Atabapo, donde predominan los bosques húmedos de la cuenca orinoquense. Viven allí importantes etnias indígenas, como la Yekuana, Yanomami, y Piaroa. Muy cerca se desliza el Orinoco, siempre vigilante, siempre observando el paso de la gente y de los fantasmas.

Entre estas etnias indígenas es conocida la leyenda del Dianoche, un fantasma antropófago y tejedor de cestas. Un joven excursionista llamado Perucho que no creía en fantasmas, contaba que una noche se internó entre los árboles y logró llegar a un lugar extraño. Una hipnótica luminiscencia de cocuyos lo inundaba todo, revelando un cuadro aterrador: dos rugientes pumas echados junto a un gran tronco caído, y sobre el tronco un hombre fuerte, relamiéndose los labios con gula. Más allá dentro de una cesta, estaba, una joven, paralizada por el miedo, muda y con una expresión de pánico en sus ojos desorbitados.

Buenas noches, amigo- dijo el hombre con una gran sonrisa, que dejaba ver sus enormes dientes puntiagudos, ¿qué le parece lo que cacé? Creo que la pieza es buena, pero es aún muy poco. Debo atrapar algo más. Así no pasaré hambre al menos por un mes, ¿verdad?

Enseguida el Dianoche le alargó una cesta y le pidió que la terminara. Perucho recordó lo que sabía del terrorífico ser y la tejió totalmente defectuosa. Entonces el Dianoche lo regañó  por su feo trabajo y se entretuvo arreglando la cesta, concentrado en su tarea.

Así Perucho pudo salvar a la muchacha y escapar. Si la hubiese tejido bien, el fantasma seguramente se los hubiese comido a los dos.



Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.


domingo, 17 de febrero de 2019

El Silbón y La Mula Maneada.




El Silbón.

El Silbón es un personaje muy popular en los llanos de Portuguesa. Se dice que era un muchacho indómito, hostil y de mal proceder, que en un arrebato de ira se enfrentó a su padre y lo mató. Por eso fue condenado a vagar por siempre con los huesos de su padre en un saco. Sus tétricos silbidos se escuchan en la sabana. Si se oyen cerca es porque está muy lejos. Pero si escuchan lejos hay que prepararse para correr.

Mula Maneada.

Esta extraña aparición data del siglo XIX. Es una muía espectral, con las patas amarradas. Resopla furiosa, lanzando llamaradas por el hocico.

Cuenta la tradición que una mujer perversa llamada Doña Ramona Esqueda, tenía una mula entrenada para dar mortales coces. La usaba para castigar a sus esclavos. El animal se fue volviendo cada vez más peligrosa. Fue preciso “manearla”, es decir amarrar sus patas para evitar terribles patadas.

Comenzó la Guerra de Independencia y la hacienda fue quemada. Los animales huyeron, menos aquella mula, que por estar maneada no pudo escapar.

Concluida la guerra, comenzó a aparecer en los bosques la mula infernal, aterrorizando a los pacíficos campesinos que reiniciaban sus siembras devastadas por la larga lucha.

Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.

La Dama de los Perritos y El Descabezado de Sabaneta.



Dama de los perritos.
En el estado Falcón (Venezuela) se encuentra la playa de Judibana, de blancas arenas interminables. Al atardecer, contra el oro del crepúsculo, muchos han visto pasar a una enigmática mujer. Viste un antiguo traje blanco y lleva un sombrero, lleno de encajes y flores. Pensativa y solitaria, pareciera querer hundir sus recuerdos en las olas.

Quienes han logrado ver a la misteriosa mujer, aseguran que lleva dos pequeños perros. Por eso la llaman “la dama de los perritos”. Camina por la orilla y desaparece a lo lejos, en la bruma del atardecer. Pero… ¿Quién es la hermosa desconocida? ¿Por qué se pasea tan sola y triste, en la playa de Judibana?

Cuentan los más ancianos de la región  que es el espíritu de una bella muchacha coriana del siglo XIX. Comprometida con un oficial español, vio truncas sus esperanzas cuando él partió a la guerra, en 1813, para no regresar jamás. La familia no quiso enviarla fuera del país, pero se quitó la vida.

Desde entonces, se dice que su espíritu atormenta recorre la playa. Quizá pensando en su amado, recordando los dulces momentos de idilio. Seguirán rompiendo las olas, continuarán los jóvenes bañándose en las aguas espumosas. Y ella seguirá fiel a su memoria, paseando su dolor eternamente, por las doradas arenas de Judibana.

Descabezado de Sabaneta.

En el estado Barinas hay una alegre población, llena de encanto y tradiciones. Se trata de Sabaneta, fiel representante de la típica hospitalidad llanera. Suena en cada casa el cuatro, desgajando sus arpegios, y sonríen las más bellas muchachas. Pero en las noches sin luna, una misteriosa  leyenda recorre las calles de Sabaneta. Afuera sopla el barinés, y su voz poderosa quiebra la soledad de la sabana, como un lamento espectral.

Desde  los tiempos de la Colonia se conoce la historia del “Descabezado de Sabaneta”. Muchos dicen que se trata de un hombre que murió decapitado en una pelea a machete, por una bella mujer. Desde entonces su alma doliente vaga por los alrededores buscando la cabeza que perdió en aquel duelo, hace más de medio siglo. Hasta no hace mucho existió a las afueras de Sabaneta una vieja hacienda colonial. Se dice que allí era donde aparecía con mayor frecuencia el “descabezado”. Se paseaba por los amplios corredores y aterrorizaba a los extraños, cuando se les acercaba tratando de indagar si alguien, por pura casualidad, habría visto su cabeza. “El Descabezado de Sabaneta” es una más de las extrañas y sugestivas leyendas de nuestro llano.

En las largas  noches de ese verano insomne, los viejos se entretienen contando esas antiguas historias a sus nietos.


Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.

sábado, 16 de febrero de 2019

La Llorona y María Francia.



La Llorona.

Con sus desgarradores lamentos interrumpe el silencio nocturno, en los más apartados pueblos de Venezuela. Cuenta la leyenda más conocida que la Llorona era una mujer española. Vivió durante la Colonia en un pueblo y tuvo varios hijos con un indígena. Sus hermanos se enfurecieron al descubrir tal “aberración”. Debemos recordar que para entonces se decía que los indígenas no tenían alma. Eran considerados animales, seres inferiores, de origen diabólico.

Los hermanos de aquella dama mataron a sus hijos, y la casaron con un español. Pero la pobre mujer enloqueció y se escapaba en las noches de su casa. Vagaba por los campos, suelto el largo pelo, en una amplia bata de noche, llorando y lamentándose tristemente por la muerte de sus hijos. Los campesinos se santiguaban al oírla.

Al poco tiempo murió de pena, pero los campesinos aún la escuchaban. Y aún la oyen y algunos hasta la han visto pasar arrastrando el peso de su tristeza por los campos de Venezuela.

María Francia.

Los jóvenes venezolanos conocen muy bien la leyenda de María Francia, la amiga de los estudiantes. A ella se encomiendan, le encienden velas y solicitan su ayuda cuando hay un examen difícil, o cuando tienen problemas amorosos. ¿Pero quién es esta misteriosa protectora de la estudiosa juventud?

Cuenta la tradición que María Francia era una bella estudiante universitaria. Vivía en Caracas con sus padres y estaba a punto de graduarse con notas sobresalientes. Al concluir sus estudios realizaría su sueño: casarse con su prometido, con el que llevaba varios años de noviazgo. Como todas las jóvenes, era alegre, amaba la vida y las flores.

Se acercaba el día de la boda y todo parecía perfecto, ideal. Hasta que tocaron la puerta. Al abrirla sólo vieron un tiesto de flores. Un bello regalo. María Francia lo recibió emocionada, pero antes de que pudiera darse cuenta caía al suelo, fulminada por la mordedura de una serpiente venenosa, que había salido de aquellas rojas flores. En pocas horas la infortunada muchacha estaba muerta. Una antigua amante del novio, celosa y despechada, era quien había enviado el mortal regalo.

Los padres de María Francia la enterraron  en Caracas y luego abandonaron el país.  Pasaron muchos años, y hoy en día, hay un hermoso mausoleo en el Cementerio General del Sur, lugar de veneración de muchas personas. La mayoría son jóvenes estudiantes, quienes solicitan con fervor el amparo de su protectora, María Francia.



Tomado del libro: Diccionario de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco. Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas, Venezuela.


Por favor, aún no.