martes, 29 de julio de 2008

ENTEREZA Y SENTIDO DE LA LIBERTAD Y DE LA JUSTICIA

Contaba Simón doce años cuando decidió fugarse de la casa de su tío y su tutor, don Carlos Palacios, para irse a vivir con su hermana la señora María Antonia Bolívar de Clemente, don Carlos, sumamente contrariado con la novedad recurrió a los tribunales para lograr la restitución del menor a su morada. Acudieron los agentes de la justicia derrochando consejos y razonamientos, mas el niño se mantuvo irreductible en su determinación de quedarse en donde estaba, por lo cual los funcionarios trataron de intimidarlo haciéndole saber que lo llevarían a la fuerza.

Entonces sucedió lo inesperado: el muchacho confundió a los circunstantes con las siguientes palabras, copiadas textualmente por el escribano:

"Ustedes pueden hacer con mis bienes lo que quieran, pero con mi persona, no. Si los esclavos tienen libertad para elegir amos, a mí no me la pueden negar para vivir en la casa que me agrada".

Temprano bullía en la mente de Simón Bolívar la idea de la justicia y de la libertad.

sábado, 26 de julio de 2008

José Rafael Pocaterra ante la condición humana - Revolucionario de la narrativa corta de Venezuela (III)


José Rafael Pocaterra ante la condición humana - Revolucionario de la narrativa corta de Venezuela (III)

Artículo de Piero Arria y Valmore Muñoz Arteaga - 17 de Septiembre de 2006

Revolucionario de la narrativa corta de Venezuela (III)

Luego de tantos años de revueltas y revoluciones caudillistas, la clase que se encontró al poder decidió renunciar a la moral y la dignidad a cambio de una paz a cualquier precio. Pocaterra descubre que el silencio cómplice por parte de la sociedad en nombre de esa “paz” es mucho peor que los crímenes cometidos por el mismo régimen. Mantiene, entonces, una permanente crítica al absurdo modo de vida de la burguesía venezolana, a la que no sólo acusa de burda, inútil, laxa, sino que arremete contra ella debido a su compromiso con el régimen establecido, y su completo menosprecio a las clases no favorecidas:
“A ti que esta noche irás a sentarte a la mesa de los tuyos, rodeado de tus hijos, sanos y gordos, al lado de tu mujer que se siente feliz de tenerte en casa para la Navidad; a ti que tendrás a las doce de esta noche un puesto en el banquete familiar, y un pedazo de pastel y una hallaca y una copa de excelente vino y una taza de café y un hermoso “Hoyo de Monterrey”, regalo especial de tu excelente vicio; a ti que eres relativamente feliz durante esta velada, bien instalado en el almacén y en la vida, te dedico este Cuento de Navidad, este cuento feo e insignificante, Panchito Mandefuá, granuja builletero, nacido de cualquiera con cualquiera en plena alcabala, chiquillo astroso a quien el Niño Dios invitó a cenar” (Cuentos grotescos. Pag 27)
Panchito Mandefúa, cuento popular que suele encontrarse en casi toda antología del cuento venezolano, esconde ciertamente un espejo para el lector para que quede comprometido con su sensibilidad y con una realidad que quizás comparta o quiera negar. Pocaterra lucha contra la hipócrita sensiblería romántica que se explaya en las tertulias afrancesadas de la burguesía, hundiéndose en la oscuridad de las vidas que se desmayan bajo la opresión de la desigualdad social, económica y política. Más allá de reivindicar desde sus vidas a las clases oprimidas creando falsas utopías que engañan a estómagos vacíos, Pocaterra intenta reivindicarlas desde la laxitud y estupidez de los poderosos, a quienes muestra incapaces de tener una muestra, aunque sea breve, de humanidad:
“Se arremolinó la gente, los gendarmes abriéndose paso…
-¿Qué es? ¿qué sucede allí?
-¡Nada hombre! Que un auto mató a un muchacho “de la calle…”
-¿Quién…? ¿Cómo se llama…?
-¡No se sabe! Un muchacho billetero, un granuja de esos que están bailándole a una delante de los parafangos… -informó, indignado, el dueño del auto que guiaba un “trueno” (Cuentos grotescos. Pag 34)
Las novelas y cuentos de Pocaterra distan de ser lecturas amables y complacientes. Por el contrario, son retratos crueles de escenas urbanas y rurales donde un puñado de personajes enfrenta una y otra vez condiciones terribles que cuestionan tanto sus valores como su humanidad. La Venezuela descrita por la pluma grotesca de Pocaterra no lleva disfraz, es un paisaje desolador con tintes claramente pesimistas. Bajo su despiadada lupa, señala y apunta a los males de la República.
Si bien parece que el diagnóstico que da Pocaterra es inapelable y no presenta soluciones fáciles, se pueden hacer aproximaciones a algunas de sus propuestas a partir de su vida y de su obra. José Rafael Pocaterra, al igual que muchos de los intelectuales del momento, asumió el tema de la educación como un planteamiento fundamental de la vida ciudadana. Si bien nunca elaboró nada que pudiese parecerse a un proyecto para la educación, o por lo menos un ideario educativo de donde emanara algo semejante, elevó su voz recia para denunciar las particularidades que conforman el proceso educativo. En tal sentido, formuló una serie de esbozos acerca del maltrato que recibían los maestros por parte de los gobiernos de turno, básicamente en lo económico:
“Un pedagogo, seco y avejentado que tiene su escuela pública a la vuelta de la esquina y en el bolsillo los recibos vencidos de quincenas que no le pagan” (Memorias T.I. Pag. 22).
Para él la escuela es el punto de partida para la formación de una nueva generación de hombres que pueda servir de puente entre la barbarie y la civilización. Pocaterra entiende que la educación debe ser una prioridad para todo pueblo que quiera alcanzar el progreso integral. No sólo como la base que sostiene los pasos de una sociedad, sino también, como la recuperación posible de la formación republicana.
Si hacemos hincapié en su vida debemos concluir que fue creyente de la educación autodidacta. El autodidactismo parece ser el puente que comunica a Pocaterra con cualquier planteamiento sobre las carencias del sistema educativo. De hecho en diferentes oportunidades hace burla de aquellos que recibiendo una educación formal, los pocos que podían acceder a ella, no cumplían con la sagrada misión de llevar esa formación a otros más necesitados; y que por el contrario se transformaban en mujiquitas del gobierno de turno:
“Así que su educación fue esa mezcla de vagabundería y sentimentalismo, base de la educación venezolana, terreno magnífico para los productos que hoy colman el comercio, las universidades y las oficinas; especie de epicenos capaces de todo lo malo y lo bueno, juventud sin fisonomía, con ambiciones ineducadas, que se emborracha a los doce años y padece de sífilis a los catorce, casi siempre servil, ahogada de compromisos por una magnificencia cursi, primer paso a los futuros expoliadores de la política si la suerte los lleva a lomos, o a los policastros de aldea que pululan en los tribunales, de muy mala conducta, pero con muy buen corazón” (Política feminista. Pag 41).
Para Pocaterra era más valioso en el orden del crecimiento de una república aquellos que se preparan para la vida, y no aquellos que luchan desde las academias para luego terminar calentando el sillón de la injusticia a la que cierran los ojos para mantener estómagos y carteras llenas. Toda reforma educativa debía partir, entonces, de la utilidad de los conocimientos adquiridos, y de la masificación de la instrucción a todas las clases sociales.
En las novelas de Pocaterra se define una suerte de sociedad patriarcal. Los personajes masculinos siguen un código victoriano del honor del hombre que difícilmente pueda atribuirse a un azar por parte del autor. Los códigos establecidos del momento le daban a la mujer una posición casi nula en la vida política y social de la Venezuela, siendo simplemente relegada a ser
"señorita de sociedad" para luego convertirse, simplemente, en madre y esposa. No obstante la definición clara de esta visión, Pocaterra insiste muchas veces en describir el flujo de pensamientos de sus personajes femeninos, lo que se revela, a la larga, como una tesis muy clara del papel de la mujer. Veamos lo que dice Marilala, la heroína de “Tierra del sol amada”, al contemplar el catatumbo:
"- Muy raro ¿verdad? -continuó ella-. Yo, cada vez que miro ese relámpago, ¡es muy particular lo que me pasa! Me imagino que él soy yo, es usted, somos nosotros, los de aquí... Es nuestro carácter, nuestro modo de ser: brillo sí, pero de un instante, de un segundo, ¡un relámpago pues!, como si le hubiesen encargado hacer constar, por raticos, que la luz existe... Así somos, brillantes por momentos, sin saber por qué ni de dónde ni cómo nos viene el brillo... Pero sin estabilidad ni firmeza, ni permanencia... Queremos un rato; reímos otro rato; admiramos otro ratico... Luego, ¡nada! Siempre el relámpago, la luz que se mete en la noche, y esa sí es permanente entre nosotros, siempre... Vea usted ahora, ya no hay relámpago... Me da angustia; o que ilumine desde una noche siempre, o que desaparezca y nos deje a oscuras, sin esa amenaza de luz que nunca llega..., y se la pasa asomada a la puerta." (OS. Pag. 392).
Una breve luz en la oscuridad, esa es la esencia de la vida para Pocaterra en esta novela. Personajes que van y vienen, que no permanecen. Se trata de la mutabilidad constante de las modas: los preferidos de la sociedad hoy, mañana no serán recordados; y la genialidad de un momento se extinguirá en la noche. Pocaterra sigue utilizando a este personaje para revelar las contradicciones de la cultura del momento con respecto a los géneros:
"Volvióse a mirarlo, de faz, cara a cara; no eran tío y sobrina, no eran acusador y acusada: eran dos principios frente a frente:
- Tío: ¿Usted se casó con las madres de esos hijos que tiene por ahí...?
- ¡Pero loca! ¡Eso es distinto! Yo con eso no deshonraba a mis padres, a mis hermanos, a mi familia... ¡Yo soy hombre!
- Sí, ya lo dijo en una sola frase: ¡Usted es hombre! Ellas eran mujeres... Probablemente esos hijos de usted, hombre, esos otros hombres, hijos de esas mujeres, reclamen, brutalmente, con las mismas palabras que usted emplea, su brutal derecho de hombres a quienes no alcanza la deshonra, ¡nunca...!" (OS. Pag. 472)
Como ya dijimos, esta lección moral no implica una victoria. Marilala, como personaje, no tiene un buen destino. Deshonrada, se escapa con un hombre lejos de Maracaibo, viviendo un corto período feliz. Luego cae enferma y muere consumida poco a poco por su mal. Pocaterra aprovecha y nos da su concepto de la patria mártir en el párrafo final:
"Porque aquella María que allí queda, es la revelación de la patria chica en el grande amor universal de los corazones. La sangre, la raíz de lo hereditario, la vida que se inmola para fecundar el egoísmo estéril, la duda y la indiferencia que llegan de afuera. Es la mujer que encarna la gran patria espiritual, que se entrega, que se ofrece íntegra, que florece en su carne y que luego se disgrega, abnegada, como las oscuras raíces de una raza, en el seno cálido de las arenas, bajo la clara luz solar, en la «Tierra del Sol Amada»..." (OS. Pag. 500)
Esta relación metafórica entre la mujer mártir y la patria se repite una y otra vez en la obra de Pocaterra. Poco se conoce que detrás de su apariencia adusta y de su pluma ácida y demoledora, se esconde un hombre con un particular culto al amor familiar, especialmente a la mujer. En un largo poema llamado Valencia, la de Venezuela, Pocaterra culmina sus líneas de la siguiente manera: “Madre eres tú: pariste a Venezuela” (Valencia, la de Venezuela. Pag. 38).
Entre los motivos de mujer mártir en la obra de Pocaterra destaca el de la muchacha seducida por el conquistador de turno que luego la abandona, ante lo cual ella adquiere dignidad y fortaleza. Los personajes femeninos ante la adversidad son los únicos que sostienen los valores importantes de la sociedad, en contraposición de los personajes masculinos, ávidos de riquezas fáciles y sin ningún sentido de la tradición nacional.
A pesar de la dureza de la pluma de Pocaterra, éste brinda unos conceptos generosos sobre la mujer. En ellas el escritor reconoce su sensibilidad ante la injusticia humana. Es la mujer la que se transforma en elemento disociador en el género humano. De hecho, su pluma abre paso en el corazón de la mujer simple y sencilla del pueblo, la que hace heroína de sus textos en detrimento de la mujer de clase alta que acusa de estúpida, atrasada, laxa, mustia, sin color alguno de sensibilidad:
“La enfermedad no nace en el hogar, como alguien dijo; no-es una injusticia que se comete contra la mujer venezolana, que hoy por hoy, vale mucho más que el hombre, en preparación para la lucha de la vida, las de la clase media; en resignación y firmeza doméstica, la del pueblo” (Memorias. T II. Pag 25)
Se trata una vez más de la oposición antes señalada entre Sociedad y Pueblo, ahora representada por la mujer. La mujer de clase alta es muchas veces cómplice de los males que sacuden la salud de la República. Una complicidad fundada en la corrupción del amor a través de la infidelidad en un matrimonio compuesto por un marido machista y por una mujer imbécil que es subyugada por su fragilidad intelectual.
“No se debe observar esas boquitas pintadas de la ciudad, muñecas con un mal mecanismo sexual que se ignoran como mujeres y casi nunca llegan a la maternidad sino por el medio de la concepción y de la expulsión: no pueden dar una educación moral cuando no poseen ninguna y viven, si ricas, inútiles, lánguidas, devorando noveluchas francesas o yendo al cine americano” (Memorias. T II. Pag 25)
La mujer pobre, la de la lucha diaria, la que hace de la cotidianidad un duro batallar por la dignidad de su familia, en ella siembra Pocaterra la semilla del hilo dorado de las tradiciones y la formación de los hogares:
“Y es la mujer a quien puede confiarse y en quien debe confiarse esta tarea: es la enseñanza de las viejas virtudes, caseras, criollas, hoy convertidas, por arte de birlibirloque, en un arribismo desaforado” (Memorias T. II Pag 25)
Pocaterra defiende esta mujer por encima del hombre, ya que como asegura, la mujer responderá con nuevos hombres útiles al país, y no mamarrachos serviles al poder de turno:
“La mujer de mi país, hoy, significa mucho más que su compañero; y sólo en ella aún resta la esperanza de una generación futura, no esta del “fox-trot” y de la torería del general Vicentico, partida de muchachejos desconceptuados, adulones y vacuos, sino otra que suma resueltamente el cometido de una renovación nacional y se resuelva a demoler los ídolos de ayer, los de hoy y los que quieran erguirse mañana” (Memorias T. II. Pag 25)
Como muchos autores de la época, José Rafael Pocaterra asumió una crítica visión histórica en su obra. Muchas de sus novelas enmarcan problemas específicos de la realidad del período gomecista, a la que describe con pluma aguda y punzante. Pero Pocaterra construye desde esta realidad venezolana, que lo angustia y lo subyuga, otra realidad. Es la construcción de otra historia, aquella que revela las incertidumbres del poeta, del creador. Por ello va tras las huellas de la otra Venezuela escondida en su escritura. Una Venezuela con posibilidades. Una Venezuela ficcionada. Esta historia ficcionada es el fermento de lo que trascenderá como literatura realista, ya que expresa la realidad desde su verosimilitud. Probablemente, Pocaterra construye otra Venezuela, que más allá de ser una mejor, es por lo menos la posible, la que germinará en sus lectores.
Su tarea como observador agudo que describe y presenta la radiografía de una país disgregado e inerte, busca ante todo la reacción desde la sociedad misma, haciendo oposiciones claras entre dos clases definidas una como garante de la tradición y el logro honesto y la otra como la arribista y aduladora del caudillo de turno. Firme creyente de la unión entre la visión y la acción, dedicó su vida a conformar una obra que persigue despertar, dentro del seno mismo de la élite capitalina, una inédita conciencia social a partir de la novedad, la honestidad y la irreverencia, como lo prueba este pasaje sobre su labor periodística juvenil:
“Caín se vendía en Caracas; gozaba de mucha popularidad y fue la excepción de una época y es uno de los mayores orgullos de mi vida: era algo puro, nuevo, fuerte, sincero frente a la ola politiquera y acomodaticia en que flotaban los “intelectuales” de entonces...” (Memorias T.I. Pag.34)
Y es precisamente la juventud, la sangre nueva, la que está llamada a tomar las riendas de un país cansado de cometer los mismos errores. Para Pocaterra existe la necesidad de convocar una nueva generación de venezolanos que no se queden cruzados de brazos ante la entronización de un Estado conformista y autocomplaciente. Para ello cita una y otra vez la gesta de una juventud que tan sólo buscando, descubre, y persistiendo, escribe quizá la primera página de una historia diferente.

viernes, 25 de julio de 2008

La madre negra del Libertador (Simón Bolívar)


El 10 de julio de 1825, Bolívar, desde el Cuzco, le escribía a su hermana María Antonia lo siguiente:

"Te mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella quiera; para que hagas por ella como si fuera tu madre; su leche ha alimentado mi vida, y no he conocido otro padre que ella"

Hipólita, la verdadera criadora del Libertador, negra vigorosa, de treinta años, fue traída especialmente de San Mateo con este objeto. Era de buen tamaño y de grueso regular, muejr inteligente, se apasionó del niño; lo cuidaba a la par de su madre, y lo acompañó mientras vivió en Caracas y durante las terribles luchas de San Mateo en 1814.

Es por eso por lo que Bolívar consideraba a Hipólita como madre y como padre, al mismo tiempo.

Tomado de: BOLÍVAR Y SUS ANÉCDOTAS por Manuel Pinto. Publicaciones de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Caracas, 1966

sábado, 12 de julio de 2008

El Príncipe y el Mendigo de Mark Twain


Argumento

Esta novela transcurre en Inglaterra, durante el reinado de Enrique VIII, en el siglo XVI. Un mismo día nacen, en diferentes partes de Londres, dos niños: el mendigo Tom Canty y el futuro rey Eduardo VI. El mayor anhelo del pequeño mendigo es conocer un príncipe y u deseo se hace realidad cuando la casualidad lo lleva ante la presencia del Príncipe de Gales. Durante su encuentro, los dos chicos se sienten tan parecidos que deciden, a modo de juego, cambiar sus ropas y durante unas horas cada uno representar el rol del otro.
El príncipe, ya como mendigo, descubre un mundo para él desconocido donde es maltratado, pasa hambre y fío, mienras Tom ocupa el lugar del heredero del trono en la placentera vida de palacio, pero termina por sentirse solo y cautivo.
Los dos chicos se enriquecen con las experiencias que les depara esta extraña aventura ya que aprenden una lección: en la vida hay que alimentar la inteligencia y el corazón, y también aprender a ser justo.

Ficción y Realidad

Publicada en 1882, la obra es una novela costumbrista bien documentada históricamente que, al mismo tiempo que alimentaba la curiosidad de la época por la Inglaterra monárquica, afirmaba la superioridad de los ideales democráticos.
Por sus páginas desfilan varios personajes históricos:

Enrique VIII
(1491-1547), Rey de Inglaterra
.

Se casó con la hija de los Reyes Católicos, Catalina de Aragón. Se alió con el Papa Julio II, con Fernando el Católico y con los venecianos contra Francia. Hizo la paz casando a su hermana María con Luis XII de Francia. Sus relaciones con la Iglesia de Roma sufrieron una crisis decisiva cuando quiso divorciarse de Catalina para casarse con Ana Bolena. El Papa se negó y el Parlamento suprimió las apelaciones a Roma en materia eclesiástica. De este modo Enrique VIII se convirtió en artífice y fundador del anglicanismo (al que se refiere el capítulo del ermitaño). De este modo, pudo anular el matrimonio con Catalina y fue coronada Ana Bolena, quien luego fue acusada de adulterio, por lo que murió decapitada. Ya viudo, se casó con su tercera mujer, Juana Saymour, madre de Eduardo VI. Muerta Juana, se casó nuevamente, esta vez con Ana de Cleves, para lograr su entendimiento con los protestantes alemanes. Se divorció y se casó en quintas nupcias con Catalina Howard, a quien mandó decapitar acusada por adulterio. Su sexta y última esposa fue Catalina. Durante su reinado el Parlamento irlandés lo designó Jefe de la Iglesia Irlandesa y Rey de Irlanda.
En la novela se lo presenta como "un hombre inmenso y muy gordo, de barba canosa y expresión severa, vestido con lujo..." (pág. 36). Cuando se dirige a Tom, creyendo que habla con su hijo, se muestra comprensivo y lo acaricia con ternura pero cuando ordena a todos los miembros de su corte que entretengan al pequeño príncipe, les advierte enérgicamente que "cualquiera que hable de este problema irá a la horca"
Cuando en el Capítulo 9 se anuncia la muerte del Rey, el pueblo exclama "¡Ha terminado el reinado de la sangre!", aludiendo a su crueldad y, en este aspecto, coincide con las características históricas del reinado de Enrique VIII.

Eduardo VI(1537-1553), Rey de Inglaterra.

Se distinguió por sus sentimientos humanitarios y su saber y encarna el príncipe que intercambia sus ropas con el pequeño mendigo. Hijo de Enrique VIII y Jane Saymour, tenía tan solo 9 años de edad cuando asumió como Rey. Era un chico enfermizo pero intelectualmente prec oz, enérgico y severo, pero mucho más consciente y bondadoso que su padre. Murió antes de cumplir sus 16 años. Dos hombres gobernaron en su nombre: su tío Seymour, el Protector Somerset, un hombre muy idealista y, después de él, John Dudley, conde de Warwick y Duque de Northumberland, hombre sin prejuicios y muy ambicioso.
Durante su reinado y bajo la iniciativa de los consejeros Somerset y Dudley, se intensificó la reforma religiosa iniciada por su padre. La crisis económica de aqel reinado provocó una insurrección campesina en 1549. La crisis económica de aquel reinado provocó una insurrección campesina en 1549. Educado en los preceptos protestantes, favoreció la extensión de la Reforma. Su gobieno fue testido de una larga serie de luchas sangrientas entre las fracciones que se disputaban el control del poder. Fue el último descendiente varón de los Tudor. Nom´bró sucesora a Juana Grey, pero tomó el poder María I.
En la novela se lo presenta como un rey benigno, que se preocupó por mejorar las condiciones tan precarias y difíciles en las que vivía su pueblo y que también modificó las leyes tan riguosas e injustas para con los humildes:
''El rey Eduardo vivió pocos años, pero los vivió de manera digna. Más de una vez ... algún gan dignatario o algún vasallo de la corona le reprocharon su blandura y su pasión por suavizar las duras leyes inglesas ... El reinado de Eduardo fue singularmente benigno para aquellos tiempos tan difíciles. Ahora, al despedirnos de él tratemos en su honor, de recordarlo con respeto y admiración (pág. 209).

Thomass Howard Norfolk, duque de (1536-1572):

Político inglés. La oposición de la reina Isabel a su proyecto de matrimonio con María Estuardo, lo hizo entrar en una conspiración para entregar Inglaterra a los españoles. Fue decapitado. Era jefe de los católicos ingleses.
En el Capítulo 7, cuando Enrique VIII siente que está muy débil y gravemente enfermo, se apresura a buscar el sello real porque el canciller le anuncia que "los pares del reino aguardan la sentencia del duque de Norfolk". El Rey quiere firmar rápidamente su sentencia de muerte, pero no se menciona cuál es el motivo.
Evidentemente el problema se debería al conflicto religioso, ya que Norfolk era católico y el Rey se había separado del catolicismo, fundando el anglicanismo.
En el Capítulo 9, cuando se anuncia la muerte de Enrique VIII, Tom solicita a Lord Hertford que se apresure y vaya a la torre porque el nuevo "Rey decreta que el duque de Norfolk no morirá" (pág. 58)
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Lord Protector
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Uno de los hombres que gobernó en nombre de Eduardo. Fue su tío Seymour, el Protector Ssomerset, un hombre muy idealista. En la novela aparece con el nombre de Lord Hertford y es el hombre de confianza de Enrique VIII, a quien transmite todas sus órdenes y que actúa como intermediario entre el Rey y el Príncipe, cuando no se encuentra el sello real.
Enrique lo define en la novela como el tío y consejero del príncipe y es el único que conoce que el supuesto príncipe está enfermo y se ocupa de ocultarlo a la corte. Enrique ordena a Tom que deberá tratar de recordar las caras que ha conocido antes de enfermarse, cuando no lo logre, deberá disimular haberlas olvidado, en las ceremonias oficiales..., deberá pedir consejo a Lord Hertford en caso de no recordar cómo proceder..." (pág. 40, Capítulo 6)
En el capítulo 28, Lord Protector es el que acompaña a Tom en la Procesión Cívica de identificación y que piensa, al final del capítulo, que el joven se ha vuelto loco otra vez y en el Capítulo 29, pide a la concurrencia que no haga caso de Su Majestad: Su enfermedad lo domina nuevamente .... Apresen al vagabundo. Es el que interroga al presunto impostor y trata de reflexionar sobre cual es la decisión a tomar y le pregunta como prueba final donde está el gran sello
También son verídicos el caso de la bruja, acusada de provocar tormentas quitándose las medias; la triste historia del "chico de los azotes" que era castigado en lugar del príncipe, así como las tradiciones de la Corona y las crueles condenas que imponían las severas leyes británicas de aquellos tiempos.

Vidas Paralelas

La novela se compone de treinta capítulos en los que se entrecruzan la vida de los dos niños. En el primer capítulo se da cuenta del nacimiento de Tom Canty en un sórdido barrio de Londres, y en contraposición con este nacimiento, el de Eduardo Tudor en el lujoso palacio de Westminster. A partir de este capítulo hasta el tercero, se describirá la vida de ambos chicos y su entorno familiar. Estas vidas paralelas se contraponen drásticamente: la de Tom, rodeada de miseria y violencia; la de Eduardo, de pompa y de lujo.
En el capítulo 3, se produce el encuentro que cambiaría radicalmente sus vidas. Tom accede al palacio de Westminster y luego de conversar con Eduardo, deciden cambiar sus ropas y representar la vida del otro por un día. Eduardo ansía comportarse como un niño, compartir juegos con otros chicos de su edad y ser libre, sin estar atado al protocolo real; Tom, que siempre soñó con ser un príncipe, tiene la oportunidad por un corto lapso de comportarse como tal. Pero todo no saldrá como lo planearon, ya que el intercambio se extenderá por mucho más tiempo que el deseado; hasta tal punto que ambos añorarán regresar a su vida anterior.
A partir del capítulo 4, el autor centrará dos o tres capítulos seguidos en las aventuras de cada uno de los chicos y, a través de las peripecias individuales, ambos realizarán un aprendizaje que les servirá cuando retornen a su verdadera vida.
Eduardo se enfrenta a castigos corporales infligidos por el padre de Tom en la humilde casa de la calle de los Desperdicios, es burlado y golpeado por chicos de su edad que no creen su discurso, vaga desalentado por los barrios bajos de Londres, casi muere a manos de un ermitaño loco, es coronado farsescamente como el rey de los mendigos, es culpado de un delito, va a la cárcel, conoce en carne propia las injusticias impartidas al pueblo por parte de la gente de sangre real. Todas sus ansias de libertad, su anhelo ferviente de sentirse un niño de su edad, alejado de sus compromisos reales, se ven frustrados. Pero ssí logra algo muy positivo: la amistad incondicional de Sir. Miles Henton, que lo defiende en las situaciones más peligrosas y es capaz de arriesgar su propia vida por él sin pedir nada a cambio.
Eduardo aprenderá a ver las necesidades de su pueblo, a conocer en carne propia las penurias de la pobreza y también a sentir que alguien lo quiere por lo que realmente es como ser humano, sin saber de sus investiduras reales.
Tom, quien -influenciado por las lecturas del padre Andrés- siempre soñó con conocer un príncipe y que delante de sus amigos se comportaba como tal, una vez en el palacio de Westminster en su papel de príncipe de Gales, se siente sofocado por sus obligaciones y, por momentos, ansía volver a su vida anterior. Una vez en su papel real, se comporta como un soberano sensible y juicioso, atento a las necesidades de su pueblo, ya que él ha experimentado personalmente la pobreza y la injusticia. Sale fortalecido también por este intercambio y recupera finalmente una vida más digna para él, su madre y sus hermanas, convirtiéndose en hombre de confianza de Eduardo VI y en Director del Orfanato, el mismo lugar donde había compartido tantos momentos de esparcimiento junto a pequeños huérfanos.
Recién en el Capítulo 29 ambos chicos volverán a encontrarse y cada uno volverá a su nueva vida realmente fortalecido. Eduardo asume como nuevo rey y en el capítulo 30 la novela se cierra con un final feliz para todos los personajes principales y se da una breve reseña de la labor de Eduardo VI como rey de Inglaterra.

Una obra que perdura

La proyección de El Príncipe y el Mendigo a lo largo de más de un siglo, revela la importancia de esta novela. Cualquier niño se sentirá atrapado con la historia de estos dos pequeños protagonistas, al sumergirse en una época remota y compartir interesantes aventuras que a su vez lo harán conocer cómo se vivía en el siglo XVI. La obra, además, es de fácil lectura, con una prosa ágil y diálogos directos que otorgan a la narración un estilo dinámico.
A su vez, el docente de Nivel Primario podrá solicitar a los niños que investiguen sobre los personajes que aparecen en la novela y su contexto histórico.
Varios temas que están presentes en la novela será importante destacar: el valor de la familia: Tom ama a su madre y a sus hermanas. . la recompensa por una vida honesta: Eduardo nombra conde a sir Miles, le concede tierras y lo considera su más fiel amigo y consejero. También recompensa a Tom por haber gobernado el reino con nobleza y misericordia. . El castigo a los culpables, que tarde o temprano llega: el príncipe despoja a Hugo de sus propiedades y lo destierra.
Los sueños que se persiguen con tesón se realizan finalmente: Sir. Miless recupera sus tierras y el amor de Edith, con quien finalmente se casa.
La reflexión final conjunta llevará a destacar que en toda época, cualesquiera sean las costumbres y el tipo de vida, el camino a seguir es el mismo: cultivar el espíritu y actuar con justicia y honestidad.

La vida de Mark Twain

Samuel Langhorne Clemens (Mark Twain) nació el 30 de noviembre de 1835 en Florida, Missouri. Twain es considerado el mejor humorista de la literatura estadounidense del siglo XIX. Sus novelas e historias sobre la vida en el Río Mississippi: Las aventuras de Tom Sawyer (1876) y Las Aventuras Huckleberry Finn (1894) aún hoy gozan de gran popularidad.
En 1839, la familia Clemens se mudó a Hannibal, Missouri, a la orilla del Río Mississippi donde Sam creció jugando frente al río.
Como varios autores de su generación, Twain no tuvo mucha formación académica. Toda su educación se llevó a cabo en las imprentas y oficinas de prensa donde trabajó de joven. En 1853, Clemens dejó Hannibal con deseos de conocer el mundo. En Nueva Orleans, persuadió a su capitán de barco que lo tomara como aprendiz. Para la primavera de 1859 Clemens ya tenía licencia de capitán de barco de río.
Al estallar la Guerra Civil (1861) Clemens decidió mudarse a Carson City, Nevada, donde, luego de un fallido intento de ser minero, consiguió trabajo en un periódico. Allí, comenzó a escribir bajo el pseudónimo de Mark Twain en 1863.
Mark Twain (literalmente marca dos) es una expresión de la jerga marinera del Mississippi con la que el sondeador indica que la embarcación está en un lugar donde el agua tiene doce pies (unos tres metros y medio de profundidad.
Twain tuvo su primer éxito con el cuento "La Famosa Rana Saltarina del Condado de Calaveras" en 1865.
Luego, se hizo corresponsal extranjero para varios periódicos y en 1869 sus cartas sobre sus viajes por Europa fueron publicados bajo el título de The Innocents Abroad. Tras este nuevo éxito, Twain se casó con Olivia Langdon y se mudó a Hartford, Connecticut donde tuvo sus mejores años como escritor.
Preocupado por el creciente materialismo de su época y amargado por desgracias personales, desarrolló un estilo narrativo en el cual la tradición folclorista del Oeste americano y la ideología puritana que contrapone a la decadencia de la cultura europea, alcanzó su máxima expresión literaria.
Entre 1873 y 1889 escribió siete novelas, incluyendo sus libros sobre el Río Mississippi y El Príncipe y el Mendigo (1882) y Un Yankee en la Corte del Rey Arturo (1889).
Pensó en ocultar que él era el autor de El Príncipe y el Mendigo porque deseaba que el público lo considerara como un libro serio, pero cuando salió al mercado con su nombre, a fines de 11981, pudo comprobar que había sido muy bien recibido.
Entre otras de sus obras más conocidas están: The Innocents Abroad (1869), Juana de Arco (11896) y El Extraño Misterioso (1916), obra póstuma.

Tomado de: www.formacion-docente.idoneos.com

martes, 1 de julio de 2008

¿Los analfabetas o analfabetos?


En nuestra literatura oficial y pedagógica es frecuente hablar de los analfabetas. No es raro que se diga" Ese profesor es un analfabeta", lo cual parece una "contradictio in terminis", y en realidad no siempre lo es. En 1907 escribía Manuel Díaz Rodríguez en carta a Gil Fortoul (Entre las colinas en flor) : "Pizarro, analfabeta"... Y en 1909 Rómulo Gallegos ( Una posición en la vida): " nuestros analfabetas preceptores".

El mismo uso de analfabeta en masculino se ha señalado en Colombia, México, Guatemala, Nicaragua, Puerto Rico, Cuba, Perú, Chile, etc. Pero en el castellano general se dice: " Juan es un analfabeto"; María es una analfabeta". El latín tardío formó, con raíces griegas, la palabra analphabetus para designar al que no conocía ni las letras: De ahí el analfabeto moderno, documentado en castellano ya en 1609. ¿ Cómo se explica entonces esa difundida forma en -a para el masculino?

Sanín Cano, en la Revista de Indias de 1945 , dice que fue el primero en usar analfabeta en Colombia, al traducir en 1887 Il secolo nevrotico de Paolo Mantegazza. la palabra no figuraba en ninguna forma en el Diccionario de la Academia y la adoptó del italiano por analogía con otros masculinos en-a: ilota, poeta, nauta, atleta, acróbata, autodidacta, esteta, etc. Pero hay que distinguir los acabados en -a etimológica (poeta, nauta, etc) de los que tienen una -a ultracorrecta, que no se justifica ni por el griego ni por el latín. De este tipo es autodidacta muy usado en Hispanoamérica, aunque hay actualmente una fuerte tendencia a favor de autodidacto, que es lo etimológico y académico . Del mismo tipo es anlfabeta.

Analfabeta y autodidacta no son de ningún modo casos excepcionales. Una cantidad de cultismos de origen griego tiene -a al final en masculino a pesar de que en griego acababan normalmente en -o (ómicron). En la lengua general parece impuesto políglota, que la Academia admite hoy junto a polígloto, que trató de imponer en vano....
Claro que no vamos a rehacer la lengua, porque tendríamos que retroceder dos mil años y hablar el latín de los clásicos, que por lo demás también había evolucionado bastante... La Lengua ha impuetso una serie de "incorrecciones", y sus razones tendrá, aunque a veces la razón gramatical no las entienda. Pero, ¿cuál será el criterio para determinar si una forma está bien? Me parece sencillo: si está impuesto en la Lengua general de España y América, en el habla de la gente culta, estará bien aunque rabie el criterio etimológico. El uso es señor absoluto de las lengua. Por eso, me parecen correctos autómata, pediatra, psiquiatra, etc. Pero si solo se emplea e una región ( o varias) y contrasta con el uso culto de las demás, no estará bien. La universalidad hispánica es criterio de corrección.


Tomado de: Buenas y malas palabras. Una selección de Ángel Rosemblat. Monte Ávila Editores Latinoamericana. 1º edición en Biblioteca de Autores Venezolanos, 2004








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