Parece
ser la trayectoria personal de Gregorio Rivera, un hombre que nació en Mérida,
en 1710, y murió allí mismo, condenado a muerte, en 1740. En la navidad de
1738, el 30 de diciembre, Gregorio y Josefa Ramírez de la Parra contraen
matrimonio, pero la unión no fue lo que se esperaba, pues comenzó a ser notorio
que el esposo vejaba constantemente a la mujer. El día que la persiguió con un
puñal , Josefa huye y se refugia en el convento merideño de las Hermanas Clarisas,
donde profesaban como monjas dos de sus hermanas y una tía, y una hermana de su esposo…Enterado Gregorio, se dirige,
iracundo, al convento, cuya abadesa se niega a entregarle a Josefa y luego de
un espectáculo de gritos e improperios, que la memoria del suceso califica de
posesión satánica, Gregorio decide hablar, para que medie en el conflicto, con
Francisco de la Peña y Bohórquez, capellán del convento, funcionario del Santo
Oficio y vicario juez eclesiástico, ante quien Gregorio exige la devolución de
Josefa…La situación, al parecer, se hizo tan tensa, que como recurso final de
su enorme molestia por lo que consideraba un ultraje a su honor, Gregorio mata
al cura de un disparo de carabina, el 5 de marzo de 1739, ante los ojos
atónitos de quienes se congregaban frente al recinto del encuentro, y
presionado, quizá, por el vocerío que reclama justicia, el hombre se
encarama en su bestia y huye hacia los
montes…
Aquí
se incrustan los elementos sobrenaturales que nutrieron la especie, porque dice
la leyenda que luego de cabalgar toda la noche, la bestia lo regresó al
amanecer a los predios del crimen…La cara de sorpresa y de espanto de Gregorio parecía
confirmar que un espectro aterrador, “especie de dragón, en cuyos ojos, como
oscuras, ardía el furor de los infiernos”, lo había seguido muy de cerca en su
huida…Escondida al pie de la montaña, el hombre divisó una casita y sorteando
al espectro, logra el tan ansiado refugio, pero apenas lo atranca el diablo
arremete contra la débil puertecita y cuando está a punto de tumbarla, como
recurso final Gregorio la protege con su cuerpo de frente y sus dios manos
apoyadas en el marco interior…La anatomía en cruz del perseguido ahuyentó al diablo
y no otra cosa parecen explicar los gritos demoníacos que Mérida escuchó antes
de las primeras luces de la mañana en que Gregorio se entregó a la justicia…Fue
excomulgado y tras realizarse un juicio fue condenado a muerte en 1740. Se
comenta que el alma de Gregorio Rivera reveló a una monja en Bogotá, de donde
eran sus padres, que Dios le había dado la gracia de hacer aparecer las cosas
perdidas a quien rogase por su alma (Febres Cordero, T., III:36-332).
Tomado del libro “El Diablo
en Venezuela” de Rafael Strauss K. Fundación Bigott. Primera edición, 2004.
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