viernes, 17 de enero de 2020

DE ASESINO A ÁNIMA BENDITA.





Parece ser la trayectoria personal de Gregorio Rivera, un hombre que nació en Mérida, en 1710, y murió allí mismo, condenado a muerte, en 1740. En la navidad de 1738, el 30 de diciembre, Gregorio y Josefa Ramírez de la Parra contraen matrimonio, pero la unión no fue lo que se esperaba, pues comenzó a ser notorio que el esposo vejaba constantemente a la mujer. El día que la persiguió con un puñal , Josefa huye y se refugia en el convento merideño de las Hermanas Clarisas, donde profesaban como monjas dos de sus hermanas y una tía, y una hermana  de su esposo…Enterado Gregorio, se dirige, iracundo, al convento, cuya abadesa se niega a entregarle a Josefa y luego de un espectáculo de gritos e improperios, que la memoria del suceso califica de posesión satánica, Gregorio decide hablar, para que medie en el conflicto, con Francisco de la Peña y Bohórquez, capellán del convento, funcionario del Santo Oficio y vicario juez eclesiástico, ante quien Gregorio exige la devolución de Josefa…La situación, al parecer, se hizo tan tensa, que como recurso final de su enorme molestia por lo que consideraba un ultraje a su honor, Gregorio mata al cura de un disparo de carabina, el 5 de marzo de 1739, ante los ojos atónitos de quienes se congregaban frente al recinto del encuentro, y presionado, quizá, por el vocerío que reclama justicia, el hombre se encarama  en su bestia y huye hacia los montes…

Aquí se incrustan los elementos sobrenaturales que nutrieron la especie, porque dice la leyenda que luego de cabalgar toda la noche, la bestia lo regresó al amanecer a los predios del crimen…La cara de sorpresa y de espanto de Gregorio parecía confirmar que un espectro aterrador, “especie de dragón, en cuyos ojos, como oscuras, ardía el furor de los infiernos”, lo había seguido muy de cerca en su huida…Escondida al pie de la montaña, el hombre divisó una casita y sorteando al espectro, logra el tan ansiado refugio, pero apenas lo atranca el diablo arremete contra la débil puertecita y cuando está a punto de tumbarla, como recurso final Gregorio la protege con su cuerpo de frente y sus dios manos apoyadas en el marco interior…La anatomía en cruz del perseguido ahuyentó al diablo y no otra cosa parecen explicar los gritos demoníacos que Mérida escuchó antes de las primeras luces de la mañana en que Gregorio se entregó a la justicia…Fue excomulgado y tras realizarse un juicio fue condenado a muerte en 1740. Se comenta que el alma de Gregorio Rivera reveló a una monja en Bogotá, de donde eran sus padres, que Dios le había dado la gracia de hacer aparecer las cosas perdidas a quien rogase por su alma (Febres Cordero, T., III:36-332).

Tomado del libro “El Diablo en Venezuela” de Rafael Strauss K. Fundación Bigott. Primera edición, 2004.


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