Por Jaime Galarza Zavala. (Cuenca, 28 de julio de 1930)
-Créame
míster. Lo que ofrezco es una ganga. Mire que este órgano ha sido chequeado por
los mejores especialistas y todos coinciden en sus óptimas cualidades. Mil dólares,
no, no, míster. Si fuera viejo, pase, pero el órgano es totalmente limpio.
¿Cómo dice? ¿Qué le interesa sólo el órgano y no el estuche? Vamos, míster, el
estuche en sí no tiene costo pero es indispensable para el traslado del órgano.
Aquí la exportación de órganos está prohibida; este es un país muy atrasado,
señor, y las autoridades son muchas y cuestan todas. Exacto, míster, exacto. Sólo
que aquí se llama aceite. El nombre es justo, pues se trata de mover una
máquina pesada, a fin de posibilitar los negocios, y las máquinas requieren de
lubricante para ponerse suaves. ¿Cómo dice? Ah, que si el negocio resulta
exitoso podemos dedicarnos a esta línea en calidad de socios… ¿Por eso pide
semejante rebaja? De tres mil a uno es demasiado, míster. Tome en cuenta lo del
lubricante, y el avión, todo eso. Bien, míster, sea por la sociedad. Quedamos en
dos mil, ni un dólar menos. ¿Okey? Okey.
El
vendedor se dirige al depósito y escoge el estuche: un niño de ocho años, que
guarda el órgano vendido. Ojos grandes, negros, inquietos, que aún no conocen
los beneficios de la libre empresa. Un niño cuyos riñones van a ser extirpados
de urgencia para implantarlos en otro niño, hijo de un filántropo de la
metrópoli. Presidente de la Fundación Amor y Vida., especializada en la
protección de pingüinos.
Tomado del libro: “Cuentos de piedra” de Jaime Galarza Zavala. Vice Rectorado
Académico. Universidad de Guayaquil. 1991.
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