Arreo de la sabana.
De esta aparición maligna hablan aún en Maturín. Cuentan que
Papá Juan Ruiz, un ganadero de recio carácter, iba cruzando la noche sabanera,
con su propia recua de mulas y sus peones de confianza, cuando vieron venir a
lo lejos un arreo. Se dieron cuenta de que era de burros, por los fuertes
rebuznos. Pero aquellos rebuznos parecían carcajadas. Arreció una fuerte
ventolera, como amenazando aguacero y todos sintieron escalofríos. Una súbita
pestilencia revolvía las tripas y se sentía un frío agudo y repentino. La noche
pareció detenerse, la luna se escondió tras gruesas nubes, no se veían las
estrellas.
Cuando estuvieron cerca vieron que el primero de la comitiva,
el hombre que conducía el arreo, no tenía cabeza. Tampoco la tenía ninguno de
los otros jinetes, ni siquiera los burros de los arreos, que eran más de una
docena y seguían rebuznando y riéndose.
Uno de aquellos descabezados, un hombre oscuro, brincó a la
grupa del caballo de Papá Juan cuando éste enfurecido disparaba al aire. El
caballo echó a correr monte adentro, como arrebatado por el mismo Lucifer,
mientras seguían estallando alrededor los rebuznos o carcajadas de aquellos
burros infernales.
El que se topa con el “arreo de la sabana” tiene que invocar a
la Santísima Trinidad, esa es la contra.
Y no se le puede maldecir, ni dispararle, porque el espanto “se le pega
a la pata”, como pasó a Papá Juan. Y dicen que no suelta a su víctima hasta que
se la lleva.
Monja de la buena suerte.
Hay un fantasma que la gente en falcón ansía ver. Se trata de
Sor Lérida, la monja de la buena suerte. Según la tradición, esta monjita vivió
en Coro en el siglo XIX. Amaba a los animales y al ver a un capataz golpeando a
un pobre burro con un enorme garrote, Sor Lérida intervino. No se sabe si fue
adrede o por accidente, pero la buena mujer recibió sobre su cabeza el golpe
dirigido al asno y falleció en el acto. Poco tiempo después, un hacendado la
vio, y desde ese día, su hacienda prosperó. Contaban que todo aquel que la veía
obtenía instantáneamente una increíble buena suerte. Desde entonces los
corianos anhelan poder ver algún día a Sor Lérida, la monja de la buena suerte.
Monstruo del Ávila.
Muchos campesinos aseguran que en el Ávila existe un monstruo y
que sus rugidos pueden escucharse algunas noches. La causa de esta leyenda es
un misterio total. Sin embargo, los temores de los campesinos pudieran estar
relacionados con un médico alemán que vivió en Galipán durante el pasado siglo
y que según cuentan, conservada momificada a toda su familia a medida que
morían, pues era un experto embalsamador. Desarrolla experimentos.
Tomado del libro: Diccionario
de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco.
Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas,
Venezuela.
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