sábado, 20 de abril de 2019

El claroscuro de Lorca y Dalí.

De izq a der: César Yanes (Lorca) y Leandro González (Dalí) Cortesía de Google. 

Por Bruno Mateo
@bruno_mateo


Durante el Octavo Festival Internacional de Teatro de Caracas que se realizó del 12 al 21 de abril de 2019, se presentó en el Teatro de la esquina de Cipreses, una verdadera joya teatral, “Federico y Salvador. Las horas oscuras y doradas” a cargo del grupo Insularia Teatro de España, texto de Gerardo Barrios, interpretado por César Yanes como Lorca y Leandro González en el papel de Dalí, bajo la égida de puesta en escena de Severiano García.

Desde la perspectiva de la escritura, la narrativa teatral, que nos ubica entre los años 1923 y 1936,  nos muestra a dos jóvenes de distintas provincias españolas que se conocen en una residencia estudiantil artística en Madrid, que históricamente se  convertirán en genios en cada una de sus artes; la poesía y el teatro en el caso de Federico García Lorca y en la pintura hablamos de  Salvador Dalí.  A partir de allí, el intríngulis de la trama nos va metiendo sin tropiezos ni saltos escriturales en su “amistad”, en sus “horas oscuras y doradas”. El texto dramático se convierte así en una cascada de emociones y tesis sobre la vida de estos dos artistas, a la vez que nos muestra dos posiciones frente al hecho artístico y de la vida misma. Aunque la relación de Federico y Salvador, en el montaje, es una recreación de Barrios, las palabras nos rayan en una realidad demasiado cercana como para romper el vínculo invisible de la verosimilitud. El discurso escénico juega entre el realismo y el distanciamiento, el cual por cierto, no es brusco ni se sale del mismo desarrollo de la historia, más bien, envuelve al público en la performántica del escenario.  Un texto delicioso que fluctúa entre la crudeza de la vida de la relación entre los dos personajes y la comedia para no salir con el peso de una realidad que nos agobia históricamente.

Los personajes de Lorca y Dalí actuados por Yanes y González respectivamente, son una interpretación totalmente creíbles, se nota que hubo una investigación para lograr el producto final, sin caer en una caricatura. La voz altisonante de Leandro González para caracterizar a Salvador Dalí es fascinante, se convierte en una especie de canto de sirena, y los mohines y gestos de Yanes en la creación de Lorca hicieron del deleite de la audiencia.  La  relación lograda por los dos actores es un lazo invisible  sólido que sale del escenario para enganchar a quienes los observamos. El tema de la homosexualidad abierta de Lorca y la solapada bisexualidad de Dalí tuvieron  un tratamiento digno y respetuoso sin llegar a la burla descarnada.  Es de acotar que un punto de interés en el tema fue ver  otro lado de la moneda del gai, que muchas veces nos los venden como seres frívolos sin ninguna preocupación social, acá fue lo contrario, un tipo  tildado de “rojo y maricón”, un homosexual cargado de mucha sensibilidad social al servicio del pueblo. Ambos juglares Yanes y González le imprimen toda la tesis del autor y la hacen huesos, carne y sangre. Transforman ante  nuestros ojos el escenario del Teatro Nacional en los distintos espacios requeridos. En el montaje, Lorca representa el arte al servicio de la comunidad y Dalí el arte por el arte. Ya vemos aquí dos configuraciones distintas de la vida. Lo más atractivo escénicamente fue el vínculo creado por ambos intérpretes en sus respectivos personajes, sin muchos dispositivos teatrales ni aspavientos tecnológicos, los actores reconfiguran, por lo menos durante el tiempo que dura la representación, la realidad del público presente.

¡Bravo! A los organizadores del Festival Internacional de Teatro de Caracas por traer este tipo de pieza que divierten con una intención comunicativa y estéticamente atractiva.


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