De izq a der: César Yanes (Lorca) y Leandro González (Dalí) Cortesía de Google. |
Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
Durante el Octavo Festival Internacional de Teatro de
Caracas que se realizó del 12 al 21 de abril de 2019, se presentó en el Teatro
de la esquina de Cipreses, una verdadera joya teatral, “Federico y Salvador. Las horas oscuras y doradas” a cargo del grupo
Insularia Teatro de España, texto de
Gerardo Barrios, interpretado por César Yanes como Lorca y Leandro González en el
papel de Dalí, bajo la égida de puesta en escena de Severiano García.
Desde la perspectiva de la escritura, la narrativa
teatral, que nos ubica entre los años 1923 y 1936, nos muestra a dos jóvenes de distintas
provincias españolas que se conocen en una residencia estudiantil artística en
Madrid, que históricamente se
convertirán en genios en cada una de sus artes; la poesía y el teatro en
el caso de Federico García Lorca y en la pintura hablamos de Salvador Dalí. A partir de allí, el intríngulis de la trama
nos va metiendo sin tropiezos ni saltos escriturales en su “amistad”, en sus
“horas oscuras y doradas”. El texto dramático se convierte así en una cascada
de emociones y tesis sobre la vida de estos dos artistas, a la vez que nos
muestra dos posiciones frente al hecho artístico y de la vida misma. Aunque la
relación de Federico y Salvador, en el montaje, es una recreación de Barrios,
las palabras nos rayan en una realidad demasiado cercana como para romper el
vínculo invisible de la verosimilitud. El discurso escénico juega entre el
realismo y el distanciamiento, el cual por cierto, no es brusco ni se sale del
mismo desarrollo de la historia, más bien, envuelve al público en la
performántica del escenario. Un texto
delicioso que fluctúa entre la crudeza de la vida de la relación entre los dos
personajes y la comedia para no salir con el peso de una realidad que nos
agobia históricamente.
Los personajes de Lorca y Dalí actuados por Yanes y
González respectivamente, son una interpretación totalmente creíbles, se nota que
hubo una investigación para lograr el producto final, sin caer en una
caricatura. La voz altisonante de Leandro González para caracterizar a Salvador
Dalí es fascinante, se convierte en una especie de canto de sirena, y los
mohines y gestos de Yanes en la creación de Lorca hicieron del deleite de la
audiencia. La relación lograda por los dos actores es un
lazo invisible sólido que sale del escenario
para enganchar a quienes los observamos. El tema de la homosexualidad abierta
de Lorca y la solapada bisexualidad de Dalí tuvieron un tratamiento digno y respetuoso sin llegar a
la burla descarnada. Es de acotar que un
punto de interés en el tema fue ver otro
lado de la moneda del gai, que muchas veces nos los venden como seres frívolos
sin ninguna preocupación social, acá fue lo contrario, un tipo tildado de “rojo y maricón”, un homosexual
cargado de mucha sensibilidad social al servicio del pueblo. Ambos juglares
Yanes y González le imprimen toda la tesis del autor y la hacen huesos, carne y
sangre. Transforman ante nuestros ojos
el escenario del Teatro Nacional en los distintos espacios requeridos. En el
montaje, Lorca representa el arte al servicio de la comunidad y Dalí el arte
por el arte. Ya vemos aquí dos configuraciones distintas de la vida. Lo más
atractivo escénicamente fue el vínculo creado por ambos intérpretes en sus
respectivos personajes, sin muchos dispositivos teatrales ni aspavientos
tecnológicos, los actores reconfiguran, por lo menos durante el tiempo que dura
la representación, la realidad del público presente.
¡Bravo! A los organizadores del Festival
Internacional de Teatro de Caracas por traer este tipo de pieza que divierten
con una intención comunicativa y estéticamente atractiva.
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