Es
este uno de los más espantosos fantasmas o aparecidos de los Andes. Aparece en
su forma humana como una bella y tentadora mujer, que seduce a los viajeros en
los solitarios caminos parameros.
Así
ocurrió con Rogelio y Braulio, dos compadres que salieron del pueblo de Tovar,
en Mérida, y tomaron el camino de la montaña. Al llegar la noche se cruzaron
con una hermosa desconocida, que llevaba un burro cargado de leña. Como buenos
caballeros, se ofrecieron a escoltarla. Traspusieron una cuesta y un riachuelo
y llegaron a un valle solitario, donde se alzaba una mísera cabaña. Era la casa
de la dama.
Al
entrar hicieron fuego. Ella les dio miche y preparó un suculenta cena. Coqueteaba
descaradamente con los dos, pero sólo aceptó dormir con Braulio.
“Mañana te toca a ti”-le dijo dulcemente a Rogelio, quien
tranquilo, se quedó dormido junto al fuego.
Despertó
en la madrugada, con un frío aterrador. Sólo se oía el viento, y en la plena
oscuridad, un crujido continuado, como de ramas quebrándose.
Intrigado,
Rogelio encendió una vela y se acercó al cuarto de la mujer, para despertar a
Braulio. Pero de su compadre quedaba ya muy poco. Aquella mujer diabólica transformada
en una suerte de animal aterrador, lo estaba devorando poco a poco. Lo que
Rogelio había estado escuchando eran los huesos de Braulio, entre las fauces
enormes de aquel demonio.
El
espantado campesino dejó caer la vela, en el colmo del horror y salió
corriendo, perseguido por aquel ser monstruoso que gruñía como un tigre feroz.
Al pasar el riachuelo, las luces del alba comenzaron a aparecer tras
las montañas. Desde la orilla opuesta la mujer rugió:
“¡Esta vez te salvaste por la luz del sol, pero trata de no cruzarte de
nuevo en el camino de la fiera!”
Tomado del libro: Diccionario
de Fantasmas, Misterios y leyendas de Venezuela. Mercedes Franco.
Editorial CEC, SA. Los libros de El Nacional. 1era. Edición, 2001. Caracas,
Venezuela.
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