Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
¡Los docentes no se jubilan!,
escuché decir, enfáticamente, a una colega, cuando comencé a dar clases en el
extinto Consejo Nacional de la Cultura Conac, ahora Mppp Cultura, hace 18 años
atrás. Esa frase siempre resonó en mi cabeza y lo llegué hasta creer porque
mientras duró el Conac, no hubo ni una sola jubilación, a pesar de que conocí
a profesores con más de 30 años de
servicio.
Muchos docentes me alegaban, con recriminación, que
es imposible que a un enseñante no se le pueda ni deba jubilar porque la
docencia no se jubila. Es absurdo que prescindan de los servicios de un
maestro, y sobre todo, de arte porque mientras más longevo es el docente más
adquiere conocimientos. No lo niego, tal vez, y es lo más seguro, alcanza más
conocimientos de su técnica y de su arte, pero, ¿será verdad que obtiene más
razonamiento sobre la vida misma? Escuché otro argumento, un poco arbitrario, como que no importa que el
Reglamento del Ejercicio de la Profesión Docente contemplé que hay que jubilar
después de 25 años de labores porque “ningún burócrata puede determinar hasta
cuándo un profesor puede enseñar”. ¡Es cierto! Sólo el mismo docente prescribe su momento de culminación de la
profesión. Ahora me pregunto, ¿por qué un pedagogo quiere permanecer hasta el fin de los tiempos
en una misma Institución ejerciendo la docencia? ¿Es que no la puede ejercer en
otro espacio? ¿Acaso es justo que ocupe un puesto de manera vitalicia sin
importar que hay jóvenes en formación que requieren de ese puesto para poder
desarrollarse como individuo y como profesional, como una vez lo hizo él o
ella? Y peor aún, ¿para qué los profesores formamos a las y los muchachos?
¿Para no dejarlos ejercer por querer quedarnos en un curul de una Institución
educativa? Hay maestros en el arte muy especializados que nunca deben dejar de
dar clase porque no son desechables. ¡Válgame Dios! ¡Claro que quisiéramos que instruyeran y formaran a
muchas generaciones! Pero el Sistema Social hace que estas personas dejen de
trabajar en una Institución Pública cuando cumplen un determinado número de
años; lo que no implica que no lo puedan seguir haciendo en otro terreno.
Pienso que esto se hace para darle oportunidad a las generaciones de relevo,
aunque duela en el ego, ¡Sí son generaciones de relevo! Y como docente que soy,
me siento orgulloso de formar a mi propio relevo. Es la dinámica de la vida.
Ahora me doy cuenta de que los docentes sí se
jubilan, a pesar de que existe una estrategia, para mí, un poco perversa, de
contratar como Honorarios Profesionales a los profesores jubilados. Digo
perversa, porque con esto quedamos en más de lo mismo; ejercer
indefinidamente la profesión docente,
sin tomar en consideración a las generaciones sin experiencia y que,
posiblemente, nunca tendrán experiencia porque no se lo permitimos. Es de
acotar que sí hay profesores que merecen volver a dar clase, bajo la figura de
HP, pero no se debería convertir en una práctica constante porque, aunque el
maestro sea un especialista en un área determinada, se hace menester que se
traspasen los conocimientos a los más jóvenes, porque si no se hace, me
pregunto, si el docente fallece, ¿fenecería con él, su sapiencia?
Para finalizar, opino que no debe haber pugnas
internas cuando se nos jubila, más bien, debe llenarnos de regocijo el hecho de
haber cumplido un hermoso ciclo de enseñanza.
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