Esteban Herrera+ (Actor venezolano) |
Escrita por Alejo Carpentier el 03 de agosto de 1956.
Tomado del libro “Alejo
Carpentier. Visión de Venezuela” de Monte Ávila Editores, 2014.
El actor
latinoamericano se topa , en los inicios de su carrera, con un grave
problema que desconocen sus colegas de España: el que consiste en
hallar dicción que, sin incurrir en un remedo de castizo, enderece
un tanto las entonaciones propias. Debe encontrar un justo medio
entre el acento, las inflexiones características del país que lo
vio nacer y una tradición que le viene del mismo teatro escrito en
su idioma, base primera de su educación dramática. Podría decirse
a sí mismo, valientemente: “Este es mi acento y a él me atengo”.
Pero en ese caso se establecería un inevitable divorcio entre el
espíritu de ciertos textos y el modo de articularlos. ¿Tratar,
entonces, de hablar en buen castellano, marcando diferencias entre
las “eses”, las “zetas” y las “ces”? Bien. Pero ocurre
que el artista nuestro será llevado, por su destino, a actuar en los
países de un inmenso continente donde nadie las marca , por lo
mismo, su hispanidad verbal pecará de exótica viniendo de un
criollo, criollo rodeado de criollos, acaso menos escrupulosos en lo
de querer hispanizar el verbo. De ahí el problema consistente en
determinar un modo de expresarse que, sin ajustarse del todo a las
normas del decir castellano, resulte poco marcado por lo local.
Como el
problema ha sido confrontado con igual urgencia en todos los países
nuestros donde el teatro empieza a cobrar envergadura, puede decirse
que el actor del Continente pasa por tres etapas: 1) la de un
criollismo, al parecer irremediable; 2) la de un intento de remedar
el bien decir castellano; 3) la de expresarse con naturalidad, sin
esfuerzo aparente, como costumbre adquirida, en un idioma que será,
a la postre, el de todos los teatros creados en América...Cuando la
tercera etapa es alcanzada, puede afirmarse que se vencido uno de los
escollos más graves que se alzan ante la capacitación dramática de
nuestra gente.
Lo primero
que me impresionó gratamente en la magnífica presentación de Más
allá del horizonte, obra de Eugene O'Neill, interpretada el
martes en el Teatro Nacional, bajo los auspicios del Ateneo de
Caracas, fue observar que el problema de una norma general, lograda
en la dicción, comienza a ser rebasado. Para Esteban Herrera,
ese problema ha dejado de existir, acaso porque sus actuaciones en
España le obligaron a enfocarlo bajo sus ángulos posibles. Aún
subsiste ligeramente para Olga Corser, cuando se vigila demasiado,
como puede ocurrir siempre en un estreno que impone la máxima
tensión nerviosa a sus intérpretes. Fidias Elías va hallando su
tono. César Castillo López parece haberlo encontrado. Los demás
intérpretes siguen el movimiento general con mayor o menor fortuna.
Por lo pronto, se va logrando una laudable unidad en lo verbal, que
mucho actuó en favor del éxito de la obra.
En general,
la presentación del drama de O'Neill, dirigida por Horacio Peterson
, nos dio una reconfortante sensación de buen teatro, llevado con
ritmo amplio, dentro de un movimiento perfectamente observado. Ya
pasaron los tiempos de tanteos, de pruebas, de escarceos. Poco a poco
se afirman, entre nosotros, las virtudes del profesionalismo. Hay
seguridad en el comportamiento dramático de cada cual: armonía de
gestos y actitudes entre los personajes en presencia; fluidez en la
marcha de diálogos perfectamente dominados. La escenografía de
Federico Robles, realizada en Caracas por Antonio
Anguera, es de una magnífica propiedad. La dirección de
Horacio Peterson es la de un hombre que sabe lo que
quiere y lo logra dentro de un oficio que ya tiene estilo propio.
Flor Ascanio y María Gámez estuvieron
excelentes en sus respectivos papeles. ¿Reparos? Esteban Herrera
debe dar más volumen de voz en su última escena. En cuanto al
diálogo final entre Olga Corser y Fidias Elías, necesita un poco
más de “aire”, de tempo, de pausas. Por lo demás, sólo merecen
alabanzas.
Si esta
temporada auspiciada por el Ateneo de Caracas se mantiene en el nivel
de sus inicios, marcará una fecha capital en los anales del teatro
venezolano.
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