Por Alejo Carpetier, escrita el 31 de
agosto de 1954.
Tomado de “Alejo Carpentier.
Visión de Venezuela”. Monte Ávila Editores 2014.
Con el propósito de aunar los
esfuerzos de los distintos grupos dramáticos que actuaban entre
nosotros, ha sido fundada, recientemente, una Sociedad Venezolana de
Teatro...No pretenden sus animadores constituir un núcleo nuevo,
sino, por el contrario, reunir en una programación coherente y
orgánica, los elementos que manifestaron su capacidad de trabajo
fecundo en realizaciones diversas, conocidas por nuestro público en
estos tiempos. Se trata de dar una orientación común en realidades
tales como las surgidas de la Escuela de Arte Escénico, del conjunto
del Ateneo de Caracas y de las distintas creaciones debidas a las
iniciativas de directores tales como Alberto de Paz y Mateos, y
Horacio Peterson. En una palabra: se quiere dar vida a un movimiento
sostenido, sin limitaciones ni rivalidades, que permita ofrecer, en
los meses venideros, una sucesión ininterrumpida de representaciones
dramáticas, con obras maestras del teatro clásico y moderno.
El día 24 de septiembre iniciará la
Sociedad sus actividades con una pieza policíaca, dada con gran
éxito en New York y Buenos Aires, y que acaba de sostenerse durante
seis meses en el cartel de un teatro en México: Un llamado a
Medianoche, de Frederick Knott. En su orden asistiremos,
después, a los estrenos y representaciones de La Casa de
Bernarda Alba, de Federico García Lorca; Romeo y
Julieta, de Shakespeare; Crimen en la Catedral,
de George Elliot; Fedra, de Racine; El delito en
la isla de las cabras, de Ugo Betti; y Un tranvía
llamado deseo, de Tennesse Williams, drama buien conocido en
el mundo entero, por su versión cinematográfica. No debe olvidarse
en esta lista el acontecimiento que significará, para las letras
nacionales, el estreno de El día de Antero Albán, de
Arturo Uslar Pietri, cuyas decoraciones han sido diseñadas ya por
Alberto de Paz y Mateos.
Como puede verse, una concertación de
propósitos nos coloca ya, de primer intento, ante un repertorio que
bastaría, por sí solo, para justificar el esfuerzo realizado.
Conocimos, hasta ahora, una etapa preliminar de realizaciones que
sirvieron a la formación y maduración de talentos con los cuales
pueden emprenderse jornadas dramáticas de alta jerarquía. El logro
total de Nuestro pueblo, cuya presentación en Maracay
obtuvo tanto éxito como en Caracas, nos permite abrigar grandes
esperanzas de superación. La construcción de un nuevo teatro en el
Este, la existencia del Anfiteatro de Bello Monte para determinadas
piezas que requieren un mayor espacio que el ofrecido por el
escenario cerrado hacían apremiante una intensificación y
coordinación de energías artísticas. La Sociedad Venezolana de
Teatro, en cuya constitución se han interesado numerosas personas,
viene, en su momento, a llenar una necesidad.
Porque, además, no debe olvidarse que
el proceso de creación de movimientos de arte dramático en América
Latina ha sido paralelo en todas partes. Disponiéndose del
instrumento humano, el grupo, el núcleo, el conjunto de actores, se
ha pasado rápidamente al fomento de una producción nacional. El
estreno de El día de Antero Albán abrirá un camino que habrá de
ser aprovechado, en un próximo futuro, por los autores venezolanos.
La Sociedad recién fundada ha de ser considerada por el público con
la mayor simpatía, aunque no fuera más que por ese motivo.
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