Le Vésinet el 8 de septiembre de 1910/22 de enero de 1994 en París |
Escrita
por Alejo Carpentier el 02 de junio de 1956.
Tomado
del libro “Alejo Carpentier. Visión de Venezuela”. Monte Ávila
Editores Latinoamericana, Caracas, Venezuela, 2014.
La
presentación de Bautista, pantomima de Jaques Prevert, con música
de Joseph Kosma, por la compañía de Jean Louis Barrault, ha destacado una vez
más el interés suscitado en el gran actor y director francés por un género
teatral que parecía condenado al olvido. Y sin embargo, con los mimos ilustres
que fueron Severín y Debureau, ese género disfrutó
de grana aceptación durante todo el siglo XIX, respondiendo a una muy vieja
tradición que se remonta a las edades clásicas,. Cuando hojeamos los periódicos
que se publicaban en nuestra América hacecien años, nos tropezamos, en las
carteleras de espectáculos, con los
anuncios de pantomimas, incluidas en los programas que nos ofrecían las
compañías europeas en giras por el Continente.
Jean
Louis Barrault ha venido a renovar la pantomima, no solo con creaciones fieles
a la tradición, como Bautista, con sus decorados que evocan las
estampas de Épinal de antaño, sino con realizaciones modernas, tales como Las
consecuencias de una carrera, de Jules Supervielle, que estrenó en París poco
antes de iniciar su actual temporada americana. ¿Por qué?...Entonces, según lo
declaró él mismo en sus chispeantes confidencias de actor hechas el martes
pasado en el Centro Venezolano Francés, “la pantomima es un estilo de
teatro”. Un estilo que forma parte de la historia del teatro y que, por
lo mismo, el actor moderno debe ser capaz de dominar, al igual que otras
técnicas. Sus pantomimas actuales responden al mismo criterio que le hicieron
interpretar, junto a una Orestíada, de Esquilo, junto a las
comedias de Giraudoux, obras tan dispares en su como Ocúpate de Amelia,
de Georges Feydeau y El jorobado Enrique Lagardere, de Paul
Féval.
El
vaudeville es un estilo, dice Barrault. Y también el melodrama de
capa y espada es un estilo. Y ningún estilo teatral debe ser ajena a los medios
de expansión de un actor.
La
pantomima, tal como la concibe Jean Louis Barrault, impone al intérprete la
utilización de una serie de técnicas, que solo tienen oportunidad de ser
puestas en juego, ocasionalmente, en la comedia o en el drama. Haya que
prescindir de la palabra, compensándose su ausencia con una máxima elocuencia
en los gestos. El semblante debe multiplicar al infinito sus posibilidades de
expresión. El baile, los ejercicios acrobáticos, el lenguaje de las manos, de
todo el cuerpo, son movilizados para hacer inteligible la acción. Así, el actor
occidental, harto limitado, en muchos casos, por sus procedimientos de
interpretación habituales, se ve impelido a emularse con sus colegas del
Oriente, maestros en el arte de la mímica y hasta dela coreografía. Es una
disciplina fecunda, que saca al actor de sus rutinas, obligándole a renovarse
en cada caso, sometiendo su personalidad a nuevas leyes, que no por ser
diferentes, resultan menos teatrales.
Después
de asistir a la representación magistral del El perro del hortelano, Jean Louis
Barrault nos llevaba, con Bautista, a un mundo totalmente distinto. Era como si
una orquesta, después de interpretar una
música de Pergolesi o deScarlatti, hubiera pasado, súbitamente, al ámbito
sonoro de los compositores impresionistas. Dos géneros, dos estilos,
perfectamente dominados, con una abundancia de recursos que nos hizo evidente
la maestría alcanzada, en todos los dominios, por las huestes artísticas de
Jean Louis Barrault.
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