lunes, 9 de abril de 2018

Insisto: Una metáfora

Escena "Baño de damas" de Rodolfo Santana. Compañía Nacional de Teatro. Venezuela. 2018
 
Por Rodolfo Porras.


 
Creo que polemizar sobre el acontecer teatral en Venezuela o en cualquier parte siempre es sano, necesario y puede resultar nutritivo. 
 
Óscar Acosta escribió un comentario en el que decía que “Baño de Damas” era una pieza inocua y aburrida, y que se había salido antes de terminar el espectáculo que fue a ver hace unos años. Sobre ese comentario escribí unas notas en las que afirmaba, para iniciar el texto, que la adjetivación y la caracterización que hacía Acosta, era repetitiva, baladí. Y, aunque después, en una segunda nota desarrollé todo un cuerpo argumental, que más adelante pasaré a comentar, sigo insistiendo en la misma valoración de ese primer texto de Acosta: hizo una valoración a partir de pareceres, tal veces y supuestos, ya que -como el mismo afirma- se había salido de la función. El segundo texto está más pensado. Se ve que esta vez no dejó la obra por la mitad ¡Bien por el esfuerzo!

Sin embargo, creo que en esta oportunidad hay demasiada adjetivación que descansa en sí misma y que es difícil entender como argumentación.

Dice Acosta que el texto que generó su “derecho a réplica” parece escrito en plan de estudiante universitario. Ya que en el texto hay alguna referencia a Piscator, Brecht y completa “hasta Aristóteles”, pero no desarrolla, ni explica si eso es un desacierto, un acierto o si sirve o no para introducir el asunto del teatro político. Se refiere, también, a la mención que se hace sobre una polémica entre Julio Cortázar y Oscar Collazos. No explica porqué hace tal señalamiento. Eso sí, informa que esa discusión fue hace 50 años. Pero no aclara que significa el que haya ocurrido hace medio siglo ¿Qué ya está caduca? ¿Qué es muy nueva si se compara con la Carta de Jamaica o con Hamlet? No se manifiesta al respecto. Pareciera que le parece pedante el haberlo mencionado. Afirma que se plantea como un bastón para “tamaña inconveniencia”. ¿Cuál es la tamaña inconveniencia? No lo dice. ¿Será poner a Aristóteles al lado de Brecht? ¿El que sobra es Piscator? ¿Se refiere a la pieza de Santana? No lo explica. Después al referirse a la argumentación que sigue sobre la estructura de la obra, pasa a enumerarla y luego refuta con un “Mira pues” ¡más nada! Pareciera que con un “mira pues” quedara saldado el asunto. 
 
Más adelante afirma que “Baño de damas” se ha “convertido en un lugar común en la escena latinoamericana” (o sea que ha tenido muchas representaciones y mucho éxito) debido a su poca o nula carga de crítica y al tratamiento superficial ya superado del tema sexual…”

Pereciera, entonces, que si la pieza ha tenido tal propagación por los países nuestro americanos, es porque tanto los directores, grupos, actores, productores y el público son unos insubstanciales, superficiales, acríticos, unos agalluos; y eso da cuenta de lo inocua y baladí de la pieza. 
 
Si nos atenemos a la premisa que se desprende de tal afirmación, podríamos concluir que si nadie la monta y no va público, entonces la pieza es crítica, necesaria y realizada por verdaderos artistas y gente comprometida. 
 
Según la lógica de esa argumentación, existe una postura ética, ideológica, estética que no tienen ninguno de esos miles o quizás cientos de miles que han convertido la pieza en un “lugar común de la escena latinoamericana”. Podríamos alegrarnos de que haya alguien, entre millones, que sí tenga la claridad necesaria. Lástima que no expone la razón por la cuál, quienes disfrutan y ven virtudes en “Baño de Damas”, son un “montón incontable de alelados”. La explicación más cercana que se puede inferir en el texto, es una adjetivación de los recursos de lenguaje que utiliza Santana. Lo califica de chabacano y adjetivos del mismo orden. Lo que no dice es que ese recurso surge del habla diaria de muchísimos venezolanos y de cierto humor característico en un ambiente como un baño femenino de discoteca. Habrá que preguntarse si no es conveniente utilizar el lenguaje y las formas que usa la gente, o si se debería poner chistes de altura, discursos políticos a lo Gramsci, planteamientos avanzados y sesudos sobre la sexualidad, en un baño de damas.

Yo creo, y ahí aparece alguna coincidencia con Acosta, que el uso de ese tipo de lenguaje y la recurrencia de chistes fáciles podría terminar siendo cansón y hasta chocante para algunos. Sin embargo, el uso se justifica, dado el ambiente en donde se realiza la acción. El público, sin lugar a dudas, reconoce la cercanía de una realidad que ha vivido. Todo le es familiar. Lo que no le es familiar es la conjunción de circunstancias. Y esta extraña conjunción de elementos que suelen producirse aislados, es lo que produce que deje de ser un baño normal y se transforme en un micro universo, eso es lo que le da un carácter teatral, lo que le permite construir la metáfora. 
 
Tal vez “Baño de Damas” no le gusta a algunas personas, pero sería interesante saber porqué le gusta a tanta gente… no creo que descalificar al público sea una buena estrategia para la comprensión de este fenómeno, entre otras cosas porque es para el publico que se escribe, se dirige, se actúa, se hacen escenografías, se diseñan vestuarios. 

Es como afirmar “la pieza es para ellos, pero sólo si piensan y reaccionan como yo concibo el mundo”. No quiere decir que hay que escribir y producir piezas que de cuentan del discurso alienante que impone el poder económico, pero creo que es válido utilizar recursos que identifiquen y que atraigan a un público general y no sólo a un grupo que va a reforzar sus creencias. Si el teatro de verdad puede influir en alguien ese alguien debe ser llevado a la sala.

Una metáfora es la caracterización de un referente a través de signos distintos y distantes a ese referente. “Baño de Damas” metaforiza una estructura de país, guste o no la metáfora. 
 
Cuando el cine de Hollywood convierte una historia de amor en un alegato para invadir un país… estamos frente a una metáfora terrible, quizás poco poética, pero que penetra en la psique del público.

Cuando Medea mata a sus hijos, no se está proponiendo una apología al filicidio, lo que se está estableciendo es un universo de relaciones en el que la mujer opta por circunstancias de vida ajenos a la maternidad. Cuando la mujeres de “Baño de damas” matan al diputado, se aproximan más al “todos a una” de Fuenteovejuna, que al de un asesinato por borrachera. Están aniquilando el abuso contra la mujer, están acabando -en acto simbólico y teatral- con ese sometimiento. Y si alguien piensa que hoy en día ese abuso se acabó, creo que está de espalda a una realidad muy contundente. “Baño de Damas” no es una tragedia griega o un drama del siglo de oro, pero maneja mecanismos universales de metaforización en el teatro, que celebramos y que nos parecen muy eficientes.

Insisto que una polémica sobre cualquier aspecto de nuestro teatro puede ser muy alimenticia y generadora de conceptos y reflexiones. Puede que a veces sobren despropósitos, descalificaciones, pero discutir sobre lo que hacemos y pensamos es ganancia.

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