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Junio 2012.
La desnudez con la cual
nacimos y que nos parece natural, en nuestra cultura occidental, en muchos
períodos históricos, se ha visto como
algo que hay que ocultar. El ordenamiento social, por un lado, ha inventado muchas maneras para ocultarlo,
censurarlo y dominarlo, pero por otro lado, en el eterno juego de la
hipocresía, se ha usado al cuerpo, sobre todo el femenino como “juguete” de erotismo con o sin imágenes
explicitas para provocar en el que mira una excitación sexual.
El
objetivo de este artículo es indagar en lo que el posmodernismo ha llamado la
tendencia pospornográfica desde una perspectiva artística y reivindicativa del
cuerpo desnudo usando para ello la bibliografía, sobre todo las de internet, que se encuentra disponible para así, de una
manera reflexiva y académica abordar la
manifestación (pos) pornográfica y
enmarcarla dentro de las ciencias sociales.
El ser humano
es por excelencia social y para ello usa lo que tiene a la mano, y lo más
cercano es el cuerpo y la palabra después. La visión artística o estética es
una forma de afrontar el conocimiento, la (pos) pornografía busca (re) encontrarse con el cuerpo simbólico. El
cuerpo que expresa y siente y no sólo el cuerpo depósito del “voyeur” que instrumenta en él para
llegar al “cum shot” máximo placer orgánico del hombre.
La idea de la pornografía en donde
se detallan cuerpos manteniendo relaciones sexuales con la idea de excitar al
consumidor ha traspasado los límites de un posible contacto físico que
vaya más allá del “cum shot”. La
representación de la eyaculación masculina es el signo por excelencia de la
discursividad de la pornografía. Así como dice Fabián Giménez Gatto en su
artículo “Pospornografía”, “las
estrategias de la representación pornográfica han convertido a la eyaculación
en el significante último de la discursividad triple X. Más que lo fálico, es
la eyaculación nuestro significante despótico, pareciera que ella es la engrasa
los engranajes de la lúbrica discursividad pornográfica”. Esta representación
de los cuerpos penetrados, de las imágenes que intentan atravesar las pantallas
para llegar al punto máximo del erotismo de quien las ve se debe leer, no desde
un punto de vista moral, porque de ser así, la pornografía es condenada a la
invisibilidad, sino desde una perspectiva de las formas, de la visibilidad
exacerbada, del goce que produce esta puesta en escena de la sexualidad. Sin
embargo, esta narrativa visual del erotismo fabricado por las empresas de lo
pornográfico en donde el fin último es la eyaculación masculina después de una
escena repetitiva de penetración no produce otra representación que no sea la del sujeto activo que penetra y
la del sujeto pasivo dominado. Aquí, los cuerpos son solamente trozos de masa
que responden a las exigencias de esa oposición erotismo/pornografía sin
conducirnos a alguna representación significativa.
En
palabras de Dominique Poggi (año sin especificar citado en el artículo de Lucía
Egaña titulado “La pornografía como
tecnología de género. Del porno convencional al post-porno. Apuntes frees style”),
se trata de “una puesta en escena de lo imaginario de los machos”. Bill Nichols
afirma que el porno no es más que la “historia de un falo”, donde el orgasmo y
el falo son elevados al nivel de un significante que representa poder y
autoridad (como símbolo de potencia sexual).
Para
Preciado la pornografía es un
“dispositivo virtual (literario, audiovisual, cibernético) masturbatorio”, que
se caracteriza por su capacidad de estimular al espectador, independiente de su
voluntad, y de los mecanismos que rigen la producción de (su) placer. Es
posible entonces que se presenten películas sin un argumento en el sentido
estricto. Sería este un espacio donde la sexualidad se transforma en
espectáculo (año sin especificar citado en el artículo de Lucía Egaña titulado
“La pornografía como tecnología de
género. Del porno convencional al post-porno. Apuntes frees style”), en
virtualidad representada públicamente. Un espacio que se publica como privado,
ejerciendo una validación entre líneas de la masturbación como materialización
del consumo pornográfico.
El cuerpo humano debe considerarse
como una categoría de análisis en las ciencias sociales, esto supone
“comprenderlo como función y condición simbólica expresiva, y como lugar de
diferencias posibles en oposición a la tradición higienista y medicalizada o de
división cartesiana entre pensamiento y espíritu y cuerpo y materia” Edgar
Giovanny Rodríguez (2010) Durante mucho
tiempo en la historia, el cuerpo femenino-la mujer- ha sido depositario de
fantasías por parte de la cultura heterosexista y patriarcal, lo que conlleva un establecimiento de una
representación social de la mujer como
alguien que debe ser penetrado. Cuando hablamos dl nacimiento de pornografía
como producto cultural nos referimos a los años 60 del siglo 20, la cual podría
verse como una manifestación de la contracultura. Lo porno se ve como un vía de
liberación de represiones sexuales; no obstante, en la actualidad el mensaje
central es que la mujer es el depositario de todo tipo de penetración desde el
propio falo del hombre hasta el pene de un caballo. Hay una humillación de la
mujer a través de la penetración. Estas imágenes son propiamente
misóginas. Se puede leer que la pornografía se ve como
algo denigrante, en donde la representación social del cuerpo de la mujer se
mercantiliza; no obstante, también se puede advertir que la pornografía surge
como una expresión de la contracultura, tal vez, es lo que podemos denominar
pospornografía. Desde esta perspectiva, la pornografía funciona de acuerdo a la cultura
heterosexista y cumple sus funciones dentro de una sociedad heteronormal y
capitalista. El término pospornografía lo acuña Annie Sprinkle -trabajadora
sexual y actriz porno norteamericana en el
año 1990 al referirse a su
espectáculo “The
Public Cervix Announcement”, en el que invitaba al público a buscar el
interior de su vagina con la ayuda de un espéculo. Aquí se vislumbra el
nacimiento de un nuevo género de representación del sexo, crítico tanto con la
imagen del sexo generada por la medicina como con la generada por los códigos
de la pornografía habitual.
En
realidad, el sujeto femenino es quien reacciona frente al poder político
ejercido por los hombres sobre el cuerpo de la mujer. El feminismo
contemporáneo surgido en los años setenta del siglo 20 emerge como un feminismo
de multitudes. Mientras que en la prehistoria del feminismo se luchaba por la
igualdad de derechos de las mujeres blancas, heterosexuales, en la actualidad,
desde los años ochenta, la lucha abre el
compás hacia las minorías dentro del grupo marginal de las mujeres. Ahora,
podemos ver como la mujer afrodescendientes, las y los transexuales, las
sexoservidoras, las marimachos, las musulmanas, las judías, o sea, todo el
universo afectado, entran en el juego
por sus reivindicaciones. Ya aquí la pornografía tradicional, con una narrativa
creada para excitar a la audiencia exclusivamente masculina, se convierte en
una estrategia de la posmodernidad para representar al sujeto femenino de otra
manera. Ya “estamos aquí frente a un
feminismo lúdico y reflexivo que escapa del ámbito universitario para encontrar
en la producción audiovisual, literaria o performativa sus espacios de acción”
(Beatriz Preciado, 2007) el discurso pospornográfico resulta ser una
consecuencia contemporánea de los movimientos feministas y de su interpretación
de los efectos de la pornografía en la representación de la mujer (Graziano,
Valeria, 2005). La mujer empieza a resignificar su propio cuerpo en un nuevo
territorio, una imagen distinta presentada en los filmes pornográficos. Ya no
se intenta censurar a la pornografía sino de crear representaciones alternativas
de la sexualidad hecha desde los grupos marginados. Los nuevos códigos son
enunciados críticos de lo que la cultura hegemónica considera normativo para la
feminidad, empiezan a aparecer distintas maneras estéticas como los cyborgs
(organismos cibernéticos), las películas porno kitsch y las de transgéneros,
los vampiros (seres sedientos de sangre para conservar su eterna juventud). “En
este sentido, el discurso que se está elaborando en torno a la pospornografía,
puede convertirse en un estilo de producción audiovisual performático que
desafía la producción de la imagen sexualizada tradicional, y que tiene efectos
sobre nuestros afectos, las narraciones identitarias de género, la construcción
del otro, la inclusión, entre otros asuntos” (Rodríguez Cuberos Edgar, 2010) Ya
la sexualidad, o mejor la representación
de la sexualidad podría ir más allá del pene. Ya el cum shot no es el fin
último de la pornografía. Fabián Giménez Gatto (2009) rastrea ciertas formas y
prácticas cercanas a la pornografía que emergen al interior del discurso
artístico contemporáneo, presentes en una serie de obras que "prefiguran
un nuevo entramado, un nuevo texto pornogramático, tejido ya no únicamente en
el Universo letrado de la literatura erótica, sino en el universo post-letrado
de la fotografía erótica y el body art." Las distintas experimentaciones
sobre el cuerpo hacen que éstos no sólo sean penetrados sexualmente, sino que
son diseccionados para observar el interior de ellos.
En
la serie
“Sex ray” (2001) de un
artista, citado por Fabián Giménez Gatto en su artículo “Pospornografía” (2009), de origen belga y de nombre Win Delvoye, el
cuerpo es auscultado debajo de la piel, en una especie de bone shot, el observante
o mejor voyeur, es llevado al interior del cuerpo para descubrir “su
intimidad más enigmática” . La estética pospornográfica corresponde a nuevos
códigos que transgrede los límites de lo pornográfico. “Aparatosidad de la
corporalidad que termina opacando a la
propia representación de los sexual, pasaje del sexo explícito del porno al
cuerpo explícito de lo pospornográfico” Giménez Gatto (2009:3). La
pospornografía encuentra en la fotografía, en el cine y los videos clips maneras de descifrar el
cuerpo de distintas maneras rasgando la piel y dejando a un lado el “cum
shot” (eyaculación) como la cúspide de la sexualidad, que de más está
decirlo, de la sexualidad masculina, así sea en filmes triple X gays. Las
nuevas manifestaciones artísticas ligadas a los avances tecnológicos permiten
mostrar la inconformidad por esas representaciones de la sexualidad en lo
porno. Es así como los videos clips favorecen las creaciones pospornográficas,
tal es el caso del video del cantante inglés Robbie Williams, quien por cierto
es muy respaldado por la comunidad gay masculina además de la femenina
heterosexual, llamado Rock DJ,
lanzado en el año 2000, incluido en su cuarto álbum Sing
when you´re winnig, donde se observa a un joven apuesto, el mismo Williams,
haciendo de estríper, mientras mujeres patinadoras giran alrededor de él sin
tomarlo mucho en cuenta; durante 4 minutos 7 segundos del video, el chico se
desnuda sin lograr captar la atención de las féminas hasta que decide
arrancarse la piel y mostrar su esqueleto, es allí cuando las mujeres se
enardecen hasta lograr el clímax de su excitación sexual con los pedazos de
carne de su cuerpo lanzados. Pasamos del “cum shot” al “mean y bone shot”. Aquí el pene no impacta como
centro de la sexualidad femenina. Ya el “macho” de la cultura falocéntrica es
desplazado por la interioridad del cuerpo.
La
pospornografía se puede considerar como una manera de criticar fuertemente los
parámetros de las representaciones sexuales. Estamos ante la sublevación de los
sujetos que históricamente han sido violados y penetrados por la industria del
porno, tales como, mujeres, las “locas” pasivas, las “cachaperas”, ahora son
quienes aparecen en la producción de su propia representación criticando y
transformando los códigos culturales, políticos, económicos, estéticos y
performánticos de la visibilidad de las prácticas sexuales y la relación entre
géneros que ahora se trata de ser una relación más horizontal.
En
México (2009) tenemos a la artista Boliver con un de sus performances en donde
procede, antes de la lectura de “Más vale plátano en mano que siento bonito”, a
desnudarse de la cintura para abajo e introducirse un plátano forrado con un
condón en su vagina, con la verdura dentro, comienza a leer un relato erótico,
y ella comienza a masturbarse con es “dildo” para luego despojarlo de su condón
y ofrecer una mordida al público presente
En esta performance pospornográfico
estamos frente a la sustitución del pene orgánico por la de un dildo (plátano).
Así, la performance de Bolívar hace posible una pornografía sin pene o, mejor
dicho, una puesta en escena del sexo que desnaturaliza el cuerpo y la
sexualidad, es decir, una puesta en escena pospornográfica.
Las
performances de la pospornografía
revisan el cuerpo, ya no desde la perspectiva
higienista o médico, intenta deslastrarlo de la visión del cuerpo que se
vincula con los preceptos morales, del decoro y del asco. En este sentido, la
antropología de lo asqueroso define en gran parte nuestra cultura sexual, y ha
sido tema central en las apuestas judeocristianas y, por supuesto, también, de
la obra psicológica, precisamente porque de su consideración aparecen las
prohibiciones y los vicios. Al respecto, considera Miller:
“Los
seres humanos son probablemente la única especie que experimenta asco y parece
que somos los únicos capaces de sentir aversión por su propia especie […] somos
el fundamento de todo asco: el hecho de que vivimos y morimos, y de que este
proceso es sucio y desprende sustancias y olores que nos hacen dudar de
nosotros mismos y temer a nuestros semejantes” (1998:16) (Citado en “Pospornografía: ¿vector colonial o
sofisticación de la maquina imperial?” de Édgar Giovanny Rodríguez. Año
2010) Es por ello, que los montajes explícitos del sexo, pueden
contribuir a la supresión del asco por el cuerpo. No obstante, la narrativa de
la pornografía se centra en el lenguaje del hombre blanco y heterosexual que
usa a la mujer como un cuerpo al que hay que someter o penetrar.
Ahora
bien, el discurso pospornográfico puede convertirse en un estilo de producción
audiovisual performático en contravía a la representación sexualizada histórica
y tradicional de las imágenes explícitas.
REFERENCIAS
1. EGAÑA,
Lucía. “La pornografía como tecnología
de género. Del porno convencional al post-porno. Apuntes frees style” Año
sin especificar en http://www.lafuga.cl/la-pornografia-como-tecnologia-de-genero/273 consultado el 8 de junio de 2012
2. GIMÉNEZ
GATTO, Fabián. “Pospornografía” en http://www.disidenciasexual.cl/2009/08/pospornografia/.
28 de agosto de 2009.
3. GRAZIANO,
Valeria. “Intersecciones del arte, la
cultura y el poder: arte y teoría en el semiocapitalismo”, en: José Brea
(ed.), Estudios visuales. La epistemología de la visualidad en la era de la
globalización, Madrid, Akal. 2005
4. PRECIADO,
Beatriz."Después del feminismo.
Mujeres en los márgenes"- El País. España. 13/01/2007
5. RIVAS
SAN MARTÍN, Felipe.” Re-escenificando el sexo: Pospornografía y contrasexualidad”
Equipo disidencia sexual. Año sin especificar. En: http://www.cuds.cl/articulos/10ene08pos.htm
6. RIVERA,
Amalia. “Andrea Dworkin y la Guerra
contra la Pornografía”. Año 2005 en internet: http://www.jornada.unam.mx/2005/07/04/informacion/83_andrea_dwork.htm
RODRÍGUEZ, Edgar Giovanny. “Pospornografía: ¿vector decolonial o sofisticación de la maquinaria
imperial?” Nómadas 33. Universidad
central. Colombia. Octubre 20
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