miércoles, 21 de marzo de 2018

Baño de damas: una metáfora que está a la vista.


Baño de Damas. Compañía Nacional de Teatro. año 2018


Por Rodolfo Porras




Por ahí leí que “Baño de Damas” era una pieza aburrida, inocua, que es una mala escogencia de la Compañía Nacional de Teatro y que habiendo obras más comprometidas con la realidad social, escritas por el mismo autor, no se entiende que, etc., etc…


Los dos etcéteras que cierran el párrafo antecedente se incluyen con el propósito de dar a entender que el resto de la argumentación es harto conocida, que la parrafada le ha sido endilgada a muchísimas piezas teatrales y que la persona que lo escribió es una entre millones que la han expresado a lo largo del tiempo. 


Cuando se escriben textos que se han escrito miles de veces, podría afirmarse que ese texto es aburrido, inocuo una mala decisión por parte de quien lo escribe pero, aunque podría decirse, no lo vamos a hacer porque va a a parecer una parodia a lo comentado sobre la pieza de Santana.


El propósito de este escrito es distinto, se menciona el comentario porque fue el disparador de la reflexión sobre lo que es el teatro comprometido o la dramaturgia comprometida, una vieja dicotomía entre un teatro que refleja la realidad y otra que se regodea en lo formal.  


Hace décadas se inició una polémica muy rica y sustanciosa entre Oscar Collazos y Julio Cortázar sobre la novela latinoamericana, pero cuyos contenidos son fácilmente extrapolables al hecho teatral. Esta polémica terminó convirtiéndose en dos cosas: en una referencia ineludible cuando se aborda el tema del arte comprometido y en un librito igualmente referencial que se titula Literatura en la revolución y revolución en la literatura  (en la que también se encuentra un texto de Vargas Llosa antes de que este escritor se convertirse en esa cosa patética que es hoy).
 

Collazos  afirmaba, básicamente, que algunos de los escritores del boom y especialmente  Cortázar,  no encaraban  la realidad latinoamericana y la lucha revolucionaria,  y lamentaba que entendieran a la literatura como un universo en sí mismo. Cortázar argumentó que la literatura y el arte en general, tenían un compromiso con la revolución de otro talante, que aludir directamente el asunto no era necesariamente revolucionario, que repetir fórmulas literarias era más reaccionario y más alejado de la realidad que no nombrar la lucha revolucionaria o hacer denuncia social.  Acuñó una frase que se hizo legendaria: “uno  de los más agudos problemas latinoamericanos  es que estemos necesitando más que nunca los Che Guevara del lenguaje, los revolucionarios de la literatura más que los literatos de la revolución” y hacía, efectivamente, una separación entre el compromiso del escritor revolucionario y lo que escribe, en tanto la temática que aborda. Años después estos dos escritores confesaron que habían cambiado radicalmente su punto de vista y, entonces, Cortázar apostaba a una literatura con contenidos sociales y revolucionarios directos, mientras Collazos se inclinaba por las posturas del Cortázar de antaño. 


En el teatro específicamente, tenemos a Bertolt Brecht, quien se dedicó, en su incansable actividad revolucionaria y artística, a construir una poética marxista. Su teatro se fue estructurado, tanto dramatúrgicamente como en la puesta en escena, con un fin didáctico en el que se exponía las diferentes tensiones dialécticas de la sociedad, es decir las contradicciones sociales a partir de la lucha de clases. Para ello elaboró historias, situaciones, formas de actuación que le permitieran al público divertirse y reflexionar sobre las circunstancias expuestas. Su teatro no abordaba la realidad social con anécdotas o situaciones del acontecer inmediato. Brecht no era apologético, ni cronista, ni citador de frases o conceptos. Sus historias eran más bien argumentos que daban cuenta de las estructuras que generaban un tipo de circunstancias y cómo estas respondían a tensiones dialécticas de la sociedad. Esta es una alternativa estupenda para el hacedor de teatro pero no es ni debe ser la única. Otros dramaturgos y directores, como E. Piscator, también optaron por poner su teatro al servicio de las luchas libertarias y con ellos surgieron distintas proposiciones como por ejemplo las alternativas de dramaturgia y puesta en escena que planteó Augusto Boal. Otros teatreros enarbolaron una obra abierta, decidida y expresamente panfletaria, casi siempre en respuesta a contingencias puntuales. También contamos con textos teatrales que utilizan el humor, la tragedia, la estructura de los grandes clásicos para exponer su visión política y filosófica de la realidad. Otras que son –apenas- un discurso político y que se alejan claramente del hecho teatral.


Baño de Damas es una pieza escrita por Rodolfo Santana, un dramaturgo que junto con Cesar Rengifo llevaron a la escena venezolana y al resto del mundo las mejores piezas del país sobre el proceso revolucionario, la gesta libertaria, la problemática social, y sobre todo de los conflictos humanos en cualquiera de sus circunstancias. Mientras Rengifo utiliza preponderantemente un referente histórico, Santana se valió de distintas temáticas y estilos para realizar su trabajo. En la pieza que nos concierne abordó asuntos políticos y sociales de envergadura, como es la situación de la mujer, que en el momento de estrenarse la obra era mucho más invisibilizada y desvalorizada que hoy, en tanto sujeto histórico. Santana se valió de una serie de clichés teatrales y publicitarios para desmontarlos y con ello evidenciar el estatus de la mujer en el espectro social, fuese de la clase económica que fuese. Trata el tema del aborto, del maltrato doméstico, de la desvalorización, del machismo, de la homofobia, y deja muy en claro que si las mujeres no se unen para tratar sus problemas no se van a liberar. Es evidente que hoy sigue siendo importante y necesario exponer estos asuntos. Además, Santana con ese baño de damas elabora una metáfora del país de aquellos tiempos.


No entender eso, y asumir los clichés como parte del ethos de la pieza, es consecuencia de no atender a la estructura conceptual de la obra y tampoco haber comprendido el discurso general de Rodolfo Santana, quien se encargó de parodiar tanto el discurso oficial y sus mecanismos como a las mitologías de la modernidad occidental y los valores burgueses, a lo largo de su trabajo. 


Bien por la iniciativa de soltar los pensares y las críticas a las obras que se escriben y se montan en el país. Eso siempre abre caminos a la discusión, ahora bien, sería bueno desarrollar pensamiento crítico que es distinto a criticar con pareceres, lugares comunes  y talveces.  


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