lunes, 23 de noviembre de 2015

Entre boleros y frases clichés de amor vive la Señorita Rasch. Crítica de “Las noches celestiales de la Señorita Rasch”

Diana Volpe es la Señorita Rasch

Por Bruno Mateo
@bruno_mateo

La nueva producción de La Caja de fósforos en la  Concha Acústica de Bello Monte, “Las noches celestiales de la Señorita Rasch”, bajo la dirección y puesta en escena de Orlando Arocha, interpretada por Diana Volpe, vuelve a sorprender al público; el  texto es  de Franz Xaver Kroetz, sin decir palabra alguna. Sin oralidad. Sólo la frase “está ocupado” dirigida a un teléfono que suena dando número equivocado se oye a través de la hora y media de espectáculo. El personaje de la Señorita Rasch realiza sus labores metódicamente frente a un público vouyerista que observa lo que hace. El montaje se ubica dentro del teatro hiperrealista. Podemos ver una escenografía funcional y muy de verdad, cuyo diseño de Ricardo Morales con la pintura escénica de Carla Baratta, Daniela Bueno y Evelia Di Genaro nos introduce al mundo, a la ritualidad de la Señorita Rasch.

Arocha logra darnos la esencialidad de un trabajo stanislaskiano; la verdad en escena de Volpe se convierte en  ritual. El elemento de la ritualidad que es la naturaleza misma del teatro como arte.

“La Señorita Rasch” realiza, dentro de una soledad que ella hace patética, las acciones normales de una persona que entra a su hogar en donde  el público se convierte en una especie de observatorio morboso que ve. Solamente el silencio se acaba con el encendido de la televisión, sonido que ella enciende para sentir que hay alguien, pera al cabo de un momento la apaga, acaso porque interrumpe su maniática manera de hacer sus actividades. El ambiente de soledad  que logra reproducir la puesta en escena de Arocha, ayudada por la iluminación del mismo Arocha y Alexander Malinowki, incomoda al público quien intuye que algo va a pasar, sin saber exactamente que será.

Diana Volpe logró una interpretación muy conmovedora a la vez que, sin palabras, nos irradia todas y cada una de las emociones por la que transita el personaje; la manipulación de los objetos del significante escénico detona el tsunami emocional de una persona solitaria y que se siente sola, tal vez, sin escoger dicha soledad. Volpe se desenvuelve por todo el espacio como “pez en el agua”, con una pátina de algo contenido que no puede aguantar. Escuchar su programa de radio “Las noches celestiales” con sus frases clichés sobre el amor aumenta el dolor y el peso de la soledad hasta hacer que ella sienta que su vida no es útil.

Las noches celestiales de la Señorita Rasch” es un montaje estético, muy bien logrado en cuanto a los elementos constitutivos del teatro (actuación, escenografía, vestuario, iluminación y otros), también es un montaje escuela porque los aspirantes a actores y actrices deberían verlo para que “les caiga la locha” de cómo lograr una composición de personaje. Otra vez La Caja de fósforos conquista al público.

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