Diana Volpe es la Señorita Rasch |
Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
La nueva producción de La
Caja de fósforos en la Concha Acústica
de Bello Monte, “Las noches celestiales
de la Señorita Rasch”, bajo la dirección y puesta en escena de Orlando Arocha, interpretada por Diana Volpe, vuelve a sorprender al
público; el texto es de Franz
Xaver Kroetz, sin decir palabra alguna. Sin oralidad. Sólo la frase “está
ocupado” dirigida a un teléfono que suena dando número equivocado se oye a
través de la hora y media de espectáculo. El personaje de la Señorita Rasch
realiza sus labores metódicamente frente a un público vouyerista que observa lo
que hace. El montaje se ubica dentro del teatro hiperrealista. Podemos ver una
escenografía funcional y muy de verdad, cuyo diseño de Ricardo Morales con la
pintura escénica de Carla Baratta, Daniela Bueno y Evelia Di Genaro nos
introduce al mundo, a la ritualidad de la Señorita Rasch.
Arocha logra darnos la
esencialidad de un trabajo stanislaskiano; la verdad en escena de Volpe se
convierte en ritual. El elemento de la
ritualidad que es la naturaleza misma del teatro como arte.
“La Señorita Rasch”
realiza, dentro de una soledad que ella hace patética, las acciones normales de
una persona que entra a su hogar en donde el público se convierte en una especie de
observatorio morboso que ve. Solamente el silencio se acaba con el encendido de
la televisión, sonido que ella enciende para sentir que hay alguien, pera al
cabo de un momento la apaga, acaso porque interrumpe su maniática manera de
hacer sus actividades. El ambiente de soledad que logra reproducir la puesta en escena de
Arocha, ayudada por la iluminación del mismo Arocha y Alexander Malinowki,
incomoda al público quien intuye que algo va a pasar, sin saber exactamente que
será.
Diana Volpe logró una
interpretación muy conmovedora a la vez que, sin palabras, nos irradia todas y
cada una de las emociones por la que transita el personaje; la manipulación de
los objetos del significante escénico detona el tsunami emocional de una
persona solitaria y que se siente sola, tal vez, sin escoger dicha soledad.
Volpe se desenvuelve por todo el espacio como “pez en el agua”, con una pátina
de algo contenido que no puede aguantar. Escuchar su programa de radio “Las
noches celestiales” con sus frases clichés sobre el amor aumenta el dolor y el
peso de la soledad hasta hacer que ella sienta que su vida no es útil.
“Las noches celestiales de la Señorita Rasch” es un montaje
estético, muy bien logrado en cuanto a los elementos constitutivos del teatro (actuación,
escenografía, vestuario, iluminación y otros), también es un montaje escuela
porque los aspirantes a actores y actrices deberían verlo para que “les caiga
la locha” de cómo lograr una composición de personaje. Otra vez La Caja de
fósforos conquista al público.
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