Por
@bruno_mateo
La
agrupación Cuenta Peregrino nos
trajo a escena el clásico de la literatura “El Lazarillo de Tormes”, versión de Cruz Noguera, dirección y
puesta en escena de Somar Toro, con las actuaciones de Yusbely Añez, Somar Toro
y Andy Pérez, bajo la producción general de Nancy Ortuño en la sala Horacio
Peterson de la Unearte el día 17 de octubre de 2015.
“La vida de Lazarillo de Tormes y de sus
fortunas y adversidades” (1554) es una narración considerada picaresca por
el tratamiento en primera persona, y las maneras cómo este Lázaro logra
sobrevivir en una España del siglo XVI llena de desigualdades sociales
profundas. Es de acotar que actualmente debe haber muchos Lázaros en España.
Este un texto irónico de la Sociedad del momento donde se muestran los vicios y
la hipocresía de varios sectores sociales, incluyendo la Iglesia católica,
además del maltrato infantil.
La puesta en escena de
Toro, llevada a cabo por tres actores, es dinámica con un toque bien marcado de
la comedia del arte, no sólo por la utilización de máscaras, sino por la forma
de concebir a los personajes. El uso de las máscaras, muy bien diseñadas y
realizadas, nos da los distintos personajes que se requieren en esta corta
versión de Noguera. Un elemento útil y atinado para el montaje.
En cuanto a las
actuaciones, sobre Andy Pérez recae el peso del protagonismo de ser el
Lazarillo y de contar, mediante la oralidad, todas las peripecias de tan
gracioso personaje, Pérez le imprime una energía ágil, su carisma llena todo el
personaje y sus gestos en la cara son el deleite del público. Lograda caracterización de Lázaro de Tormes; ahora
bien, Toro diseña con mucha maestría los personajes del ciego, el clérigo y el
elegante caballero, además del herrero y del hombre de la Ley, sus movimientos,
sus gestos, sus cambios de voces y su energía para lograr cada personaje hacen
que Somar Toro se consolide como un actor a quien se le debe seguir en su
carrera: Su trabajo de creación es premiable; no dejemos atrás a la fémina del
grupo, a Añez, quien logra, como personaje soporte, mantener el ritmo del
montaje, amén de que conquista con soltura sus personajes ayudados por las
máscaras.
Esta versión de “El
Lazarillo de Tormes” es un trabajo digno para el público caraqueño que,
sugiero, se presente en la mayor cantidad de salas posibles.
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