martes, 28 de mayo de 2013

Bajo tierra



Por Bruno Mateo
@Bruno_Mateo

El sábado 25 de mayo de 2013, pude presenciar en la sala Anna Julia Rojas de la Unearte, “Bajo tierra” un ensamble de la tetralogía del petróleo del dramaturgo venezolano César Rengifo por Karim Valecillos, contentivo de las piezas:  Las mariposas de la oscuridad (1951-1956), El vendaval amarillo (1952), El raudal de los muertos cansados (1969) y Las torres y el viento (1969). Aunque debo confesar que no vi ésta última en ningún momento del trabajo excepto por el ambiente hostil y fantasmal logrado con la escenografía de Rafael Sequera. La responsabilidad del montaje estuvo a cargo del director Francisco Denis para la agrupación Río teatro caribe (1994) y Auyan tepui producciones (2006)  con la actuaciones de Verónica Arellano, Gladys Prince, Zair Mora, Antony Castillo,Jesús Carreño y Luis Domingo González.

Cuando, en mi experiencia como espectador, siempre me pregunté las razones por las cuales los montajes vistos de la dramaturgia de César Rengifo  eran tan estáticos. Esto no significa ningún juicio de valor, sólo es un elemento recurrente producto de mi observación.  Los trabajos rayaban en lo tedioso lo que traía como corolario el rechazo hacia el contenido de sus textos. Ver “Bajo tierra” me significó más que hacer una crítica basada en un epistemología positivista, me incita a realizar más bien una reflexión.

Yo soy un lector asiduo de César Rengifo, entre otros autores y autoras, y ver este montaje me produjo una gratísima satisfacción porque el trabajo es una visión completamente distinta de lo que siempre se ha hecho con Rengifo. Aquí hay  una energía dinamizadora de un contenido de crítica social llevado a los códigos de paradigmas contemporáneos, como lo son el género de la telenovela, latinoamericano y, ¿por qué no? venezolano por excelencia,  la desacralización del discurso social como algo necesariamente prístino de cualquier guiño de comicidad y la ruptura a voluntad del hilo conductor de la estructura dramática.

Esta lectura puede traer consigo , también, una estereotipación de los personajes, como me percate, por ejemplo, en la caracterización de los indígenas; esto no implica que no sea efectiva esta representación social, solamente apunto hacia el peligro de transitar en la frontera entre la comedia y la burla mordaz hacia ciertas personas vulnerables de la sociedad.

“Bajo tierra” resultó atrevido, algo que se debe  incentivar entre los creadores escénicos, un montaje al cual yo llamaría un  teatro necesario porque es vital la revisión de nuestros modelos imaginarios, insuflar las bases de esta Venezuela contemporánea, movilizar nuestros referentes ideológicos y ´pienso que Francisco Denis con su tropa lo logra con esta recomendable pieza.

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