Por Bruno Mateo
@Bruno_Mateo
El sábado 25
de mayo de 2013, pude presenciar en la sala Anna Julia Rojas de la Unearte, “Bajo
tierra” un ensamble de la tetralogía del petróleo del dramaturgo venezolano César
Rengifo por Karim Valecillos, contentivo de las piezas: Las mariposas de la oscuridad (1951-1956), El
vendaval amarillo (1952), El raudal de los muertos cansados (1969) y Las torres
y el viento (1969). Aunque debo confesar que no vi ésta última en ningún
momento del trabajo excepto por el ambiente hostil y fantasmal logrado con la
escenografía de Rafael Sequera. La responsabilidad del montaje estuvo a cargo
del director Francisco Denis para la agrupación Río teatro caribe (1994) y
Auyan tepui producciones (2006) con la
actuaciones de Verónica Arellano, Gladys Prince, Zair Mora, Antony
Castillo,Jesús Carreño y Luis Domingo González.
Cuando, en mi
experiencia como espectador, siempre me pregunté las razones por las cuales los
montajes vistos de la
dramaturgia de César Rengifo eran tan
estáticos. Esto no significa ningún juicio de valor, sólo es un elemento
recurrente producto de mi observación.
Los trabajos rayaban en lo tedioso lo que traía como corolario el
rechazo hacia el contenido de sus textos. Ver “Bajo tierra” me significó más que
hacer una crítica basada en un epistemología positivista, me incita a realizar
más bien una reflexión.
Yo soy un
lector asiduo de César Rengifo, entre otros autores y autoras, y ver este
montaje me produjo una gratísima satisfacción porque el trabajo es una visión
completamente distinta de lo que siempre se ha hecho con Rengifo. Aquí hay una energía dinamizadora de un contenido de
crítica social llevado a los códigos de paradigmas contemporáneos, como lo son
el género de la telenovela, latinoamericano y, ¿por qué no? venezolano por
excelencia, la desacralización del
discurso social como algo necesariamente prístino de cualquier guiño de
comicidad y la ruptura a voluntad del hilo conductor de la estructura
dramática.
Esta lectura
puede traer consigo , también, una estereotipación de los personajes, como me
percate, por ejemplo, en la caracterización de los indígenas; esto no implica
que no sea efectiva esta representación social, solamente apunto hacia el
peligro de transitar en la frontera entre la comedia y la burla mordaz hacia
ciertas personas vulnerables de la sociedad.
“Bajo tierra”
resultó atrevido, algo que se debe incentivar entre los creadores escénicos, un
montaje al cual yo llamaría un teatro
necesario porque es vital la revisión de nuestros modelos imaginarios, insuflar
las bases de esta Venezuela contemporánea, movilizar nuestros referentes
ideológicos y ´pienso que Francisco Denis con su tropa lo logra con esta
recomendable pieza.
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