jueves, 14 de julio de 2011

Mi cuarto de matas

de Bruno Mateo

Siempre espero que sean las 4 de la tarde. A esa hora bajo de mi casa. Corro apurado las escaleras, pensando en mi guarida. Es un jardín tupido de matas, no hay flores. Se parece a mi cuarto, pero con paredes de árboles. Es medio frío y oscuro. Es buenísimo para ocultarme. Desde allí puedo inventar muchas cosas. A veces hago casa de piedras. Cada vez las hago mejor. Al principio, mis casas eran de hojas verdes y amarillas, sólo tiene cuatro paredes y un techo. Ahora, las hago de dos y hasta de tres pisos y ya no son de hojas. Las casas de hojas se desbarataban el mismo día, pero las de piedra son fuertes, no se caen tan fácil. En mi guarida secreta yo me escondo. Yo tengo amigos y otros que no lo son. Pero, con mis matas yo soy muy feliz. Es como si las matas fueran amigas porque ellas me oyen y no dicen nada, siempre les cuento todo. Les digo sobre mis clases, sobre mis compañeros, les hablo de todo. Una vez, les conté que a mí no me gusta hacer educación física, me gusta más leer, pero mi profesor me obliga a hacerla. Mis amigos se burlan de mí. Me siento extraño. Yo me pregunto: ¿por qué se ríen de mí si no me gusta la educación física? A ellos no les gusta leer. No me importa porque ellos son mis amigos. Las matas de mi guarida me dicen que nos les haga caso. Yo estoy feliz allí porque estoy solo, pero la verdad es que me gustaría hacer educación física para que me inviten a sus fiestas. Nunca me invitan. En mi casa de matas paso bastante tiempo. La otra vez, jugué con las pepas de mango. Después de comerlos todos, las tomé con la boca, luego les hice cabellos parados, como si tuvieran una cresta, entonces con un lápiz les puse ojos, boca, nariz, hasta corbatas les dibujé. Algunos mangos eran varones y otros eran niñas. Hice una fiesta por el cumpleaños de una de las pepas. Bailaron todos, varones con hembras juntos, hembras con hembras, varones con varones. Mi fiesta no es como las de la escuela. Esta era mi fiesta y los mangos hacen lo que quieren. Mi cuarto de matas tiene algo que me gusta mucho. No hay ruidos ni voces.

Una vez, en la escuela nos pusieron una tarea, tenemos que dibujar un huevo, de esos que mi mamá me da para comer, primero le abrimos un pequeño hueco en la punta y le sacamos lo de adentro. El huevo queda vacío. Entonces me puse a pintar con mucha alegría, lo pinto de amarillo, azul y rojo, como la bandera de Venezuela. Los huevos eran los adornos del árbol de navidad del salón. Yo vi mi dibujo muy bonito y se lo llevo a mi maestra. Ella se le queda viendo y me dice: “Este huevo está muy feo y no lo voy poner en el árbol”. Yo agarro el huevo con mucha rabia y lo aprieto duro, la maestra me grita y me castiga. Esa tarde, corro hacia mi casa de matas con colores y hojas blancas. Dibujo, dibujo y dibujo. Le enseño mis dibujos a las matas y a ellas sí les gusta mis dibujos. Entonces guindo todo en las paredes. Ahí está mi arbolito de navidad, por eso yo digo que mi casa de matas es mi lugar preferido.

Nota: la palabra "mata" es un venezolanismo que equivale a arbusto o planta.


Caracas, Julio 2011

Sacven No. 9070

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