Por Bruno Mateo
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Sociedad de autores y compositores de Venezuela Sacven N° 9.070.
Personajes:
Cipriana: Niña de 9 años.
Simón: Niño de 9 años.
Mamá: Señora típica de clase trabajadora y ama de casa.
Cochinas: Personajes de unas cochinas (cerdas) vestidas a la moda del Barroco
Sr. De Blanco: Hombre vestido al estilo del Barroco.
Berta: Señora gorda de tez morena.
Chupulún: Esqueleto vestido con la moda de los años setenta del siglo XX y con un afro arcoíris.
Calicanto: Lechuza vieja muy sabia
ACTO I
ESCENA I
(Son dos edificios. Moles verticales que pretenden simbolizar el triunfo del hombre sobre la arquitectura prístina de la naturaleza. Uno frente al otro. De balcón a balcón conversan Cipriana y Simón. La noche profunda como los pensamientos ocultos, muestra una espléndida luna que brilla al centro del firmamento).
CIPRIANA: (Desde el balcón, llama a su amigo.) ¡Simón! ¡Simón! ¿Estás despierto? Cipri llama a Simón. ¡Contesta! ¿Dónde estás? Cipri llamando a Simón. Clave roja ¡Contesta! ¡Simón Andrés!
SIMÓN: Simón se comunica con Cipri.
CIPRIANA: ¡Por fin! ¿Dónde estabas?
SIMÓN: Estaba terminando de recoger los platos. ¿Qué pasa? ¿Alguna misión especial?
CIPRIANA: Te quiero contar una historia muy bonita que leí en un libro.
SIMÓN: ¿Es muy larga?
CIPRIANA: No. Es corta.
SIMÓN: No me vayas a contar la historia de la cucarachita Martínez y el Ratón Pérez.
CIPRIANA: ¿No te gusta?
SIMÓN: A mí me parece genial esa historia, (levanta un poco la voz) pero es que me las has contado como mil veces.
CIPRIANA: Baja la voz. Sino mi mamá me manda a dormir.
SIMÓN: Está bien. ¿Me vas a contar la historia si o no?
CIPRIANA: ¡Sí! ¿Te acuerdas de la clase de los indígenas en América?
SIMÓN: Si.
CIPRIANA: La historia es sobre cómo apareció la yuca
SIMÓN: ¿La yuca?
CIPRIANA: En Venezuela le decimos de esa manera, pero en otras partes de América le dicen Mandioca.
SIMÓN: ¿Me vas a dar clases?
CIPRIANA: No. Yo no soy maestra. Te voy a echar el cuento de la niña Mandioca. No recuerdo si se llamaba así o mandió. Bueno, le voy a decir la niña Mandioca.
SIMÓN: Lo que sea. ¡Cuenta! ¡Tengo sueño!
CIPRIANA: En un pueblo de indígenas llamado Guaraní, vivía una niña que se sentía muy fea… Se sentía tan fea que nunca jugaba con los otros niños y niñas. Ella era más alta que los niños de su comunidad. Tenía los brazos largos, casi le llegaban hasta el suelo…Siempre estaba parada frente a la puerta de su casa…Un día, el dios de los Guaraníes tuvo lástima de ella, entonces… ¿Simón? ¿Estás despierto?
SIMÓN: Claro Cipriana y ¿qué pasó después?
CIPRIANA: Entonces el Dios le dijo que mañana él iba a hacer que lloviera y que un relámpago muy potente caería sobre la tierra y la partiría en dos. Le dijo que fuera al lugar y que metiera sus pies en la tierra, pero que les pidiera a sus hermanos que fueran al día siguiente. Así se hizo la voluntad del Dios. Cuando sus hermanos llegaron al sitio se dieron cuenta que allí había una extraña planta que nunca habían visto.
SIMÓN: ¿Y la niña?
CIPRIANA: ¡Espérate! La planta tenía hojas en forma de manos largas, al acercarse más vieron que la planta tenía la cara de Mandioca. Era su hermana. Entonces decidieron arrancarla de la tierra. ¿Cuál sería su sorpresa? Al ver que los pies de la niña se transformaron en enormes vegetales y de allí surgió la mandioca o yuca… ¿Qué te pareció?
SIMÓN: ¡Extraña! Pero a mí me gustó
(Se escuchan ruidos en la calle).
CIPRIANA: ¿Escuchaste?
SIMÓN: O sea que cada vez que coma yuca me estoy comiendo los pies de la niña. (Se escuchan nuevamente los ruidos).
CIPRINA: ¿Escuchaste?
SIMÓN: ¿Qué?
CIPRIANA: ¡Escucha!
SIMÓN: No oigo nada.
CIPRIANA: (Observando hacia la calle) ¡Mira!... Allí hay alguien.
SIMÓN: No veo nada.
CIPRIANA: Alguien nos está viendo.
SIMÓN: ¿No será un fantasma?
CIPRIANA: ¡No te burles!
SIMÓN: Seguro que es un muerto viviente que te viene a buscar desde la tierra de los zombis.
CIPRIANA: Chico, no me asustes.
SIMÓN: Cipriana será mejor que te acuestes a dormir.
CIPRIANA: ¡Ahí se movió! Alguien está viéndonos.
SIMÓN: Simón le dice cambio y fuera a Cipri. (Simón se mete a su cuarto)
CIPRIANA: ¡No Simón! No te vayas todavía. Ahí está (Sin dejar de mirar hacia la calle) ¡Simón! ¡Es una señora! (De pronto la luz de la luna empieza a ser más clara. La figura de una señora gorda de piel oscura la está mirando muy sonreída. La desconocida saluda con un gesto amable a la niña asomada. Cipriana se asusta y se mete rápido a su casa. La señora ríe).
ESCENA II
(La luz lunar cae como velo que cubre la quietud de la ciudad. Unas nubes platinadas juegan a figurar las imágenes de quienes las observan. Poco a poco el sol, sin darnos cuenta, reclama su espacio vital. Es el día de la fiesta de cumpleaños de Cipriana. Cumple nueve años. Todo es alegría y colores brillantes. Se observan en la mesa central: una torta, gelatinas, flores y muchos regalos. Aparece Cipriana emocionada. Una señora, quien es la madre de Cipriana se encuentra arreglando la decoración).
CIPRIANA: ¡Mamá! ¡Mamá! Mira lo que me trajo la abuela. (Enseña un hermoso vestido).
MAMÁ: ¡Qué lindo! ¡Qué bello, hija!
CIPRIANA: ¿Verdad que es una nota?
MAMÁ: Te vas a ver tan linda. Ya eres casi una señorita.
CIPRIANA: Mira esta muñeca con su moto y todo.
MAMÁ: Tu abuela no debió haberse molestado.
CIPRIANA: Pero, ¿por qué mamá? Si a mí me gusta.
MAMÁ: Cipriana, recuerda que tu abuela está muy enferma. Ella no debería estar gastando tanto dinero en regalos.
CIPRIANA: No seas así, mamá. ¿Verdad que es lindo?
MAMÁ: Muy hermoso, hija.
CIPRIANA: Y tengo tantos regalos. Mira: una muñeca, una patineta, un vestido, un MP3: ¿Cuánto habrán costado?
MAMÁ: No sé, pero tu abuela no debió hacerlo
CIPRIANA: Pero es que estos regalos son caros
MAMÁ: Los regalos son lo de menos.
CIPRIANA: Mis amigos y mi abuelita bella sí son buenos.
MAMÁ: Ellos son buenos porque te quieren… Como Simón
CIPRIANA: Pero, en una fiesta de cumpleaños hay que traer regalos bonitos.
MAMÁ: No, hija. Lo que importa es que tus amigos te aprecian.
CIPRIANA: ¡Está bien! Yo regalo cosas a mis amigos cuando cumplen años. ¿No?
MAMÁ: Pero tú lo haces porque es una manera de decirles que los aprecias.
CIPRIANA: Y si no les hubiera llevado nada.
MAMÁ: Ellos de seguro entenderán que no tenías dinero y ya.
CIPRIANA: Pero entonces no me van a querer más.
MAMÁ: No hija. Eso no es así. Los regalos se aceptan o se dan si tienes dinero con que hacerlo, si no lo tienes no pasa nada. El cariño sigue siendo el mismo ¿entiendes?
CIPRIANA: Más o menos.
MAMÁ: Bueno, por los momentos recoge todas esas cosas y guárdalas en tu cuarto. Falta muy poco para tu fiesta de cumpleaños.
CIPRIANA: ¡Está bien! (Sale alegre con sus regalos).
ESCENA III
(En otro espacio: un apartamento modesto. Hay un niño, cuyo nombre es Simón Andrés, de aproximadamente nueve años compartiendo con su madre).
SIMÓN: Mamá tú crees que a Cipriana le guste lo que le compré.
MAMÁ: ¿Por qué lo preguntas?
SIMÓN: Ella es medio fastidiosa.
MAMÁ: ¡Simón Andrés!
SIMÓN: No me digas así.
MAMÁ: Entonces no digas eso de Ciprianita. Ella es tu amiga
SIMÓN: Pero ella es muy malcriada. Y habla mucho
MAMÁ: Cipriana es una niña. Además de que tú mismo me has dicho que cuenta unas historias muy bonitas.
SIMÓN: Por cierto anoche me contó una sobre cómo apareció la yuca
MAMÁ: Y ¿qué tal?
SIMÓN: A mí me gustó… ¿Dónde están los zapatos? (Entra hacia su habitación) No los encuentro.
MAMÁ: (Mientras forra el regalo) Encima de la computadora.
SIMÓN: No están... Estos no son... ¡Ya los encontré!... ¿Y ahora dónde está la gelatina?
MAMÁ: Están abajo.
SIMÓN: ¡Ya los encontré! No encuentro la gelatina.
MAMÁ: Te vas así.
SIMÓN: (Entrando) ¿Cómo voy a ir? Así sin nada. Voy a parecer un “gallo”. El propio pánfilo (se señala la cabeza).
MAMÁ: ¡Mi niño! Estás tan buen mozo. Ven para darte un beso. (Lo abraza) Estás tan grande mi hombrecito.
SIMÓN: ¡Mamá! Me vas a despeinar.
MAMÁ: Las carricitas se van a volver locas por mi muchacho.
SIMÓN: Mamá ¿cómo voy a ir sin gelatina?
MAMÁ: Déjame buscarla (Saliendo) A lo mejor la tienes en algún lado.
SIMÓN: (Saliendo detrás de su mamá) Pero es que no está. Yo no soy ciego ni loco.
ESCENA IV
(Es el momento de la fiesta. Hay música. La madre de Cipriana se encuentra atareada. Suena el teléfono. Alguien toca la puerta. Al fondo, una música festiva. Todo es alegría y confusión. Cipriana conserva su quietud como si no pasara nada).
MAMÁ: ¡Ay! Me voy a volver loca.
CIPRIANA: (Quien había tomado el teléfono) ¡Mamá, te llama la abuela!
MAMÁ: Hija; ¿Puedes abrir la puerta? ¡Apaga ese radio! ¡Va! ¡Un momento! Cipriana ¡Abre!
CIPRIANA: ¿Cómo estoy? ¿No estoy fea?
MAMÁ: ¡Abre! (Suena el reloj de la cocina) ¡La comida está lista!
CIPRIANA: Mi abuela te está llamando (Se escucha el timbre) ¡Ya voy! Mamá ¿no estoy fea? Dime la verdad...
MAMÁ: (Al teléfono) Ya le atiendo. Termina de abrir la puerta. Ese debe ser Simón (suena el teléfono móvil) ¡Ah! Me voy a volver loca.
CIPRIANA: (Abre la puerta) ¡Sí!...Es Simón Andrés.
SIMÓN: No me digas así (Cipriana se percata que detrás de su amigo hay alguien) Sabes que no me gusta ese nombre.
CIPRIANA: ¿Y esa señora?
SIMÓN: (voltea) ¿Qué señora? Ahí no hay nadie. Yo vine solo.
CIPRIANA: Pero es que había alguien parada...
SIMÓN: ¿Y tu mamá?
CIPRIANA: ¡Ah! En la cocina.
MAMÁ: (Desde adentro) ¡Hola, Simón! Ya salgo.
SIMÓN: ¿Cómo está, señora? Mi mamá le manda saludos (Cipriana está mirando hacia afuera como buscando a alguna persona) Cipriana ¿qué haces ahí?
CIPRIANA: Nada. ¿Y eso que llegaste tan temprano?
SIMÓN: ¡Qué importa! (Sale la mamá de Cipriana)
MAMÁ: Disculpa que no salí a recibirte. Es que con tanto ajetreo. ¡Ah! Estás buenmocísimo. ¿Quieres un refresco o jugo?
SIMÓN: No gracias.
CIPRIANA: (Al darse cuenta del paquete que Simón trae en las manos) ¿Ese es mi regalo?
MAMÁ: ¡Niña! No seas maleducada.
SIMÓN: Sí.
CIPRIANA: ¡Entonces dámelo!
MAMÁ: Espérate a que él te lo ofrezca.
CIPRIANA: Mamá es mi cumpleaños. No comiences con el fastidio.
MAMÁ: ¡Tú sí eres altanera!
CIPRIANA: Es que tu no me dejas ni un solo momento en paz. Siempre andas regañándome.
MAMÁ: No se trata de eso. Es que tú no sabes esperar. ¡Paciencia, niña!
CIPRIANA: ¡Ay! ¡No mamá! ¡No empieces!
MAMÁ: ¡No me hables así! No seas tan grosera.
CIPRIANA: La, la, la, la. La
MAMÁ: ¡Cipriana! Estoy hablando contigo.
CIPRIANA: La, la, la, la, la
MAMÁ: Yo soy tu mamá. ¡Respeta!
CIPRIANA: ¡Por favor!... es mi cumpleaños.
SIMÓN: No seas así.
CIPRIANA: Yo no estoy hablando contigo.
MAMÁ: ¡Cipriana! ¿Qué pasa, pues? Me vas bajando ese tono.
CIPRIANA: Entonces no me fastidies.
MAMÁ: Se acabó la fiesta. ¡No hay cumpleaños!
CIPRIANA: ¿Cómo que se acabó la fiesta?
MAMÁ: Como lo oíste. Simón disculpa. Nada de esto es tu culpa. Es que esta niña es una maleducada.
SIMÓN: Por mi no se preocupe. Está bien.
CIPRIANA: Claro, como él es perfecto. Simón nunca hace nada malo. Yo siempre soy la mala.
MAMÁ: ¡Baja la voz!
CIPRIANA: A ti nunca te gusta lo que hago.
MAMÁ: Mejor te callas...
CIPRIANA: Tú no me quieres.
MADRE: Piensa antes de hablar
CIPRIANA: Tú no me quieres. Ojalá que mi papá estuviera aquí. El si me quiere
MAMÁ: Cipriana cállate. No sabes lo que dices.
SIMÓN: ¿Qué hora es?
CIPRIANA: ¿Por preguntas qué hora es? ¿Tú como que eres gafo?
MAMÁ: ¡Cipriana!
CIPRIANA: Tú no me quieres. Tú quieres más a Simón más que a mí
SIMÓN: No digas eso.
MAMÄ: Si sigues no va haber fiesta
SIMÓN: Yo mejor me voy. Toma tu regalo
CIPRIANA: (Cipriana toma el regalo y lo arroja contra el suelo) ¡Yo no quiero tu regalo!
MAMÁ: ¡Se acabó la fiesta!
CIPRIANA: No sé por qué eres así. Tú no me quieres. ¡Ojalá que no fueras mi mamá!
ESCENA VI
(En ese momento la madre y Simón quedan paralizados. Se escuchan truenos. La luz del día se opaca. La habitación comienza a desaparecer. Se escucha a lo lejos unos tambores y ruidos de animales. Un frío hace su presencia. Una risa fuerte de hombre retumba en todo el espacio. Aparecen cinco cochinas bailando y cantando detrás de una extraña luz.).
Canción:
Cinco cochinas se fueron al teatro, cuando regresaron sólo eran cuatro
¡Cuatro!
Cuatro cochinas tomaron café y cuando terminaron sólo había tres
¡Tres!
Tres cochinas entonaron la voz, cuando terminaron sólo eran dos
¡Dos!
Dos cochinas se fueron a la Luna, cuando regresaron sólo había una
¡Una!
Una cochina lloraba dando brincos, cuando terminó volvieron a ser cinco
¡Cinco!
(Las cochinas bailan alrededor de Cipriana. Ríen estrepitosamente. Los tambores se confunden con las risas.)
CIPRIANA: ¿Quiénes son ustedes?... ¿Quiénes son ustedes? ¡Contesten! (Las cinco cochinas se burlan de la niña) ¡Déjenme tranquila! ¡Mamá! ¡Simón! ¡Mamá!
COCHINAS: ¡Mamá! ¡Mamá!
CIPRIANA: ¡Mamá! ¡Simón! ¿Dónde están?
COCHINAS: ¿Dónde están? ¿Dónde? ¿Dónde?
CIPRIANA: ¡Mamá! ¡Mamá! ¿De qué se ríen? ¡No se burlen! Ni que fuera payasa.
COCHINAS: ¡Payasa! ¡Payasa! ¡Payasa!
CIPRIANA: ¡Déjenme tranquila! ¿Dónde está mi mamá? ¿Y Simón?
COCHINAS: ¿Y Simón? ¡Simón! ¡Simón!
CIPRIANA: Ustedes sí son fastidiosas. ¡Pipotes!
COCHINAS: ¡Pipotes! ¡Pipotes!
CIPRIANA: ¡Cállense! ¡Mamá! ¡Mamá! (Los tambores comienzan a repicar más alto. Entra un viento que hace volar las cosas por los aires. Cipriana no deja de llamar a su mamá y a Simón. Por toda la habitación se escuchan las risas de las cochinas. Tambores y risas. De pronto, las burlonas cochinas quedan paralizadas y se escucha una risotada fuerte de hombre. La luz juega con su intensidad. Disminuye y aumenta. Cambia de colores hasta llegar a un rojo que enceguece. El hombre no deja de reír. Cipriana muy asustada por todo lo que está ocurriendo llama aún más fuerte a su mamá y amigo. Aparece un hombre rubio, alto y corpulento. Su traje es blanco con una gran capa de dos tonos: negro y rojo. La peluca que cae a los hombros es rubia como una cascada de oro fundido. Sus manos están cubiertas con guantes que hacen juego con el resto del traje. Su cara está maquillada como si fuera un payaso de circo. Lleva en su mano izquierda un elegante bastón que luce un enorme rubí que destella cuando la luz lo golpea).
SR. DE BLANCO: ¿Por qué llamas a tu Madre?
CIPRIANA: ¿Quién dijo eso? (Sin darse cuenta de la presencia del Sr. De Blanco) ¿Quién está allí?
SR. DE BLANCO: ¡Pobre niña! Aparte de maleducada es ciega.
CIPRIANA: (Se percata del Sr. De Blanco) ¿Quién es Usted? ¡No se me acerque! ¿Cómo entró a mi casa?
SR. DE BLANCO: ¿A tu casa? ¿Quién dijo que esta era tu casa?
CIPRIANA: Claro que esta es mi casa. Esta es mi fiesta de cumpleaños.
SR. DE BLANCO: Yo no veo ninguna fiesta (Avanza) Y esta no es tu casa… ¡Niña!
CIPRIANA: ¡No se me acerque! (Retrocede y tropieza con las cochinas) ¡Ay! No me toquen cochinas feas.
SR. DE BLANCO: Ya conociste a mis niñas (Chasquea los dedos y las cochinas adquieren nuevamente sus movimientos) ¿Verdad que son muy graciosas?
CIPRIANA: A mi me parecen odiosas y antipáticas... ¿Quién es Usted? (Las cochinas rodean al Sr. De Blanco) ¿De dónde apareció Usted? ¿Qué quiere?
SR. DE BLANCO: Puedes llamarme el Señor de Blanco y estoy aquí porque necesito un favor tuyo.
CIPRIANA: Yo no lo conozco y no tengo porque hacerle ningún favor
SR. DE BLANCO: ¿Quieres ver a tu mamá y a tu amigo Simón?
CIPRIANA: ¿Usted sabe dónde están? ¿Qué hizo con ellos? ¿Dónde están? Si les pasa algo, usted va a ver de lo que soy capaz.
SR. DE BLANCO: ¡Cálmate!... Si quieres verlos nuevamente tendrás que hacer lo que te pida.
CIPRIANA: ¿Y si no lo hago?
SR. DE BLANCO: Haré que no los veas nunca más, tal como lo pediste hace un rato en tu fiesta. Yo cumpliré tu deseo. Nunca más los volverás a ver. Tú eliges (Las cochinas ríen y giran alrededor de Cipriana).
COCHINAS: ¡Elige! ¡Elige! ¡Elige!
CIPRIANA: Yo no quise decir eso. Mi mamá es muy buena. Fue sólo un momento de rabia... Por lo de la fiesta...Nunca quise decir eso.
SR. DE BLANCO: Tus palabras fueron: “¡Ojalá no fueras mi mamá!” Y debes saber que cuando se dice algo hay que tener mucho cuidado. Las palabras siempre reflejan una intención o un deseo.
CIPRIANA: Yo no quise decir eso, además que no lo conozco y no me da la gana.
COCHINAS: ¡No me da la gana! ¡No me da la gana! ¡No me da la gana! (El ambiente se torna rojizo y una densa neblina cubre el lugar. Se escucha la voz de su mamá y la de Simón llamando a Cipriana)
CIPRIANA: ¿Mamá? ¿Simón? ¿Dónde están?
SR. DE BLANCO: En un lugar del que nunca saldrán a menos que…
CIPRIANA: ¿A menos que qué?
SR. DE BLANCO: Tienes que hacer algo por mí y no tienes mucho tiempo.
CIPRIANA: ¿Qué quiere que haga?
SR. DE BLANCO: ¡No mucho! (El ambiente vuelve a recuperar su tensa calma. Las voces han desaparecido y las cochinas se aquietan) ¡Es fácil! Te lo diré en el camino.
CIPRIANA: ¡No entiendo! ¿De qué me está hablando? Por favor, Sr. De Blanco dígame dónde está mi mamá... ¿y Simón?
COCHINAS: ¡No preguntes tanto!
CIPRIANA: ¿Por qué no se callan? Señor, dígales que se callen
SR. DE BLANCO: ¿Quieres ver a tu mamá? ¿Sí o no?
COCHINAS: ¿Sí o no? ¿Sí o no? ¿Sí o no?
CIPRIANA: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
SR. DE BLANCO: Entonces adelante (Conticinio de tiempo y el espacio).
ESCENA VII
(Un lugar bastante peculiar. Es un espacio blanco y vacío, sólo hay una mesa extraordinaria transparente, sobre la cual hay una rosa roja enorme, de dimensiones fantásticas y un extraño ser, cuyo nombre es Calicanto. Su apariencia asemeja a una lechuza. El personaje escribe sobre un pergamino con una enorme pluma negra. Escribe y canta. Canta y escribe).
CALICANTO:
Las olas del mar golpean con pasión a la orilla,
mis palabras vuelan en el espacio infinito,
sin tiempo, sin forma, con un loco deseo,
quizás encontrar a la niña,
cabellos negros que me recuerdan la profundidad de la noche.
¿Dónde estás, ángel?
Sin ti no hay razón para andar...
¿Ángel, dónde estás?
(En el ínterin de estas palabras, Cipriana y el Sr. De Blanco mantienen diálogo en sigilo).
SR. DE BLANCO: Tanto amor me da ganas de vomitar.
CIPRIANA: A mi parece muy bonito.
SR. DE BLANCO: Aquí comienza tu tarea.
CIPRIANA: No entiendo.
SR DE BLANCO: ¿Ves la pluma con que está escribiendo?
CIPRIANA: Por supuesto, no soy ciega.
SR. DE BLANCO: Él se llama Calicanto. Es un escritor
CIPRIANA: Ya veo que el señor escribe.
SR. DE BLANCO: Debes quitarle la pluma.
CIPRINA: ¿Por qué?
SR: DE BLANCO: ¡No preguntes tanto! ¿Quieres ver a tu mamá y a tu repulsivo amigo Simón Andrés?
CIPRIANA: ¿Cómo sabe que se llama Simón Andrés? A él no le gusta que le digan así
SR. DE BLANCO: El Sr. de Blanco todo lo sabe
CIPRIANA: Dígame ¿Dónde están?
SR: DE BLANCO: Debes arrancarle la pluma al miserable de Calicanto. La vieja lechuza no puede seguir escribiendo… Cuando lo hagas, tu mamá y tu querido amigo Simón… Simón Andrésssss estarán más cerca de ti (El Sr. De Blanco desaparece como un aire frío invernal, su voz resuena como una advertencia en los oídos de la niña) Y si no lo haces, puedes comenzar a despedirte de ellos (Desde algún lugar en la imaginación se escuchan las voces de Simón y de la madre de Cipriana).
CIPRIANA: Y ahora, ¿qué hago? (Una voz suave y aterciopelada de mujer que recuerda a su abuela flota en el aire, mientras una enorme bola de cristal atraviesa el escenario y desaparece).
VOZ: Haz lo que dicte tu alma (Cipriana sorprendida intenta infructuosamente ubicar a la persona dueña de la voz) Lo que dicte tu alma...Lo que dicte tu alma.
CALICANTO: ¿Quién está allí? (Silencio) Por favor, conteste, no le puedo ver.
CIPRIANA: ¡Soy yo! Mi nombre es Cipriana…Disculpe la interrupción.
CALICANTO: ¿Eres tú? (Al levantarse y tratar de dirigirse a la niña, nos percatamos que el hombre que asemeja una lechuza es ciego) ¿Realmente eres tú? Siempre supe que mis palabras te traerían de vuelta. ¡Eres tú! Mi hermosa niña de cabellos negros… negros como la crin de un caballo salvaje que galopa por la sabana de un atardecer tibio. Te he estado esperando desde hace tanto tiempo.
CIPRIANA: Disculpe, pero... yo no lo conozco.
CALICANTO: ¿No te acuerdas de mí? Soy yo. ¡Calicanto! (Se acerca a la niña y empieza a tocar su rostro, la emoción que lo embarga, hace que su voz se quiebre) ¡Sí! Eres tú, mi hermosa niña de cabellos negros. Sabía que algún día vendrías a visitar a esta pobre lechuza vieja y ciega. ¡Gracias! ¡Muchas gracias por recordarme!
CIPRIANA: Es que, disculpe, pero es que no lo conozco.
CALICANTO: Sí me conoces, Cipriana. Trata de recordar aquellas noches, cuando tu madre te contaba esas hermosas historias y todas comenzaban con “Érase una vez...” No recuerdas la zapatilla de la Cenicienta o al travieso muñeco de madera, las aventuras de Tío Tigre y de Tío Conejo, “las memorias de Mamá Blanca”, ¿o acaso quieres que te cuente el cuento del “gallo pelón”? y qué me dices de: “que le corten la cabeza”. Tú te tapabas con la sábana y tu mamá se reía. Sí me conoces, yo era esa voz. Yo soy la voz de todos, cuando, a través, de esos relatos mágicos y universales se llega al mundo de la imaginación. Cada vez que alguien lee un cuento fantástico de hadas a un niño, allí se abre la puerta de mi casa. Ese soy yo, Calicanto, el guardián de los mitos y la imaginación sin límite. El que escribe las leyendas e historias mágicas de todos los pueblos.
CIPRIANA: Esos son sólo cuentos para niños y niñas.
CALICANTO: Pero a ti te gustaban mucho. ¿No lo recuerdas?
CIPRIANA: Yo siempre era la cucarachita Martínez y Simón era el ratón Pérez.
CALICANTO: Sí mi niña, siempre serás lo que quieras ser, si confías en la pureza de tu corazón.
CIPRIANA: ¡Sí! Recuerdo aquellos cuentos que me hacían tanta gracia.
CALICANTO: ¡Qué grandioso es tratar de parecerse a lo que uno ha soñado de sí mismo!
CIPRIANA: Pero esas cosas no existen. Son mentiras
CALICANTO: Tus risas eran como suaves aleteos que abrían las puertas celestiales de la fantasía (De pronto, en medio de aquella felicidad tácita, se comienza a escuchar la canción de las cinco cochinas, la cual anuncia como un estribillo infernal la irrupción de cualquier armonía, trayéndole a Cipriana una enorme zozobra)
CIPRIANA: No siga diciendo esas mentiras. Los cuentos de hadas son puras necedades.
CALICANTO: ¿Qué te ha pasado hermosa niña de cabellos negros? Tú siempre fuiste muy alegre.
CIPRIANA: Ya no lo soy la misma. Soy una niña mala. Ya no puedo sonreír.
CALICANTO: Las risas siempre traen alegrías al mundo. Nunca dejes de sonreír.
COCHINAS: (Ríen sin que Calicanto note sus presencias) ¡Quítale la pluma!
CIPRIANA: ¡No puedo hacerlo!
CALICANTO: ¿Decías algo, hermosa?
CIPRIANA: ¡No! Señor Calicanto.
COCHINAS: ¿Quieres ver a tu mamá y al pequeño Simón? Trae la pluma. Él no te puede ver.
CIPRIANA: ¡No puedo! Calicanto es mi amigo. ¡No puedo!
CALICANTO: ¿Con quién hablas?
COCHINAS: ¡La pluma! ¡Quítale la pluma!
CIPRIANA: ¡No lo haré! (Calicanto que se encontraba escribiendo se sobresalta por la fuerza tonal de las palabras de la chica) ¡No puedo hacerlo!
COCHINAS: (Rodeando en una danza violenta a Calicanto) ¡Calicanto! ¡Calicanto! ¡Calicanto!
CALICANTO: ¿Qué pasa, Cipriana? ¿Quién me llama?
COCHINAS: (Aún danzando alrededor del lechuzo viejo y ciego) ¡La pluma! ¡La pluma!
CIPRIANA: (El estribillo fatídico de las cochinas hace su aparición) ¡Está bien! ¡Lo haré! (Las cochinas ríen estrepitosamente).
COCHINAS: ¡Calicanto! ¡Calicanto!
CALICANTO: ¿Quién me llama?
CIPRIANA: (La pluma resplandece con fulgurantes colores) ¡Es extraordinaria! Nunca había visto unos colores tan intensos. Por favor, señor Calicanto, perdóneme.
COCHINAS: ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Simón!
CALICANTO: No te entiendo. (La jovencita se acerca al rostro del hombre que asemeja a una lechuza y le estampa un beso en la mejilla derecha) No te entiendo.
CIPRIANA: Perdóneme... (La joven Cipriana en un arrebato toma y corre con la pluma) Perdóneme...Perdóneme (Las cochinas satisfechas giran por todos lados hasta desaparecer).
CALICANTO: Corre, niña, corre. Ese es tu destino. Lo que está escrito se tiene que cumplir. Nadie puede escapar de sus palabras. Corre, niña, corre y ojalá encuentres a tu madre y a tu amigo Simón (Detrás del dulce Calicanto aparece la sombra de la mujer gorda de piel morena que siempre se le aparece a Cipriana en los momentos más críticos de su aventura por este mundo raro). Vieja amiga, ¿La niña podrá vencerlo?
BERTA: Ese es su destino. Ella debe decidir.
CALICANTO: ¡Berta! Si la chica le entrega la pluma, nuestro mundo desaparecerá.
BERTA: Así es mi querido Calicanto. No podremos hacer nada para salvar a los libros mágicos de la imaginación. (Se desvanecen)
ESCENA VIII
(En un espacio vacío y oscuro se encuentran Cipriana y el Sr. De Blanco, éste último con una gran satisfacción por la pluma de Calicanto obtenida por la escaramuza de la niña, quien por cierto se nota bastante triste por la felonía que recién cometió).
SR. DE BLANCO: ¡Por fin la pluma del sabio Calicanto es mía! Ya las palabras me pertenecen. Nadie más podrá escribir esas horribles historias y relatos, sólo yo podré contar lo que desee (A Cipriana) y todo gracias a ti, Cipriana. (El Sr. De Blanco comienza a cantar “Ha llegado la hora”).
Gracias mi preciosa Cipriana,
Siempre soñé con ser el amo del mundo
Siempre soñé con hacer lo que me diera la gana,
por fin tendré un hermoso mañana,
¡Ha llegado la hora!
Nunca más habrá imaginación
Ni caminos a escoger
¡Ha llegado la hora!
Nadie lo evitará
Prometo ir al mar de la felicidad
Yo soy el dueño del mundo
nadie podrá opinar,
Sin la pluma de la libertad
Sólo mis deseos se cumplirán
¡Ha llegado la hora!
Nunca lo podrás evitar
CIPRIANA: Perdóname, Calicanto...Perdóname...Tuve que hacerlo. El Sr. De Blanco me obligó.
SR. DE BLANCO: ¡Ay, niña! Deja el drama.
CIPRIANA: ¿Cómo puede ser tan malo? Usted es malo.
SR. DE BLANCO: ¡Cuidado! Recuerda que fueron tus palabras las que te metieron en esto (Parafraseando las palabras de Cipriana) “Ojalá no fueras mi mamá”.
CIPRIANA: Nunca debí decirlo.
SR. DE BLANCO: Déjate de lamentaciones absurdas. La leche derramada no se puede recoger. Además, aún no has terminado tu misión.
CIPRIANA: Ya yo hice mi parte ahora usted debe cumplir.
SR. DE BLANCO: Aún no has terminado.
CIPRIANA: ¿Qué debo hacer?
SR. DE BLANCO: ¡Quieres ver a tu madrecita querida y a tu antipático amigo Simón Andrés?
CIPRIANA: No le diga así. A él no le gusta.
SR. DE BLANCO: ¿Quieres verlos si o no?
CIPIRANA: Sí quiero.
SR. DE BLANCO: No oigo lo que dices.
CIPRIANA. Sí quiero.
SR. DE BLANCO: Más alto niña. No oigo tus palabras.
CIPRIANA: Dije que sí quiero ver a mi mamá y a Simón.
SR, DE BLANCO: Entonces debes quitarle la llave del reino de Berta al estúpido esqueleto llamado… ¡Se me olvidó… llamado… ¿Cómo es que se llama?...
CIPRIANA: Termine de hablar.
SR. DE BLANCO. ¡Ay! ¡Qué agresiva! ¡Ya recordé su nombre!. El esqueleto llamado Chupulún. (El Sr. De Blanco comienza a dar voces llamando a sus cochinas) ¡Niñas! ¡Niñas! ¿Dónde están? (Histérico) ¡Niñas! (El estribillo repetitivo de las cinco cochinas se escucha en el espacio, anunciando su aparición).
COCHINAS: ¡Aquí estamos, amo! (Cada cochina aparece con un muslo de pollo y una copa que contiene alguna bebida) Es que estábamos comiendo.
SR. DE BLANCO: (A Cipriana) ¡Pobrecitas! Ellas siempre tienen hambre. (Con voz altisonante y contundente que se eleva por todo el espacio) ¡Boten el pollo! ¡Derramen sus copas! La hora ha llegado. ¡Niñas! Prepárense para el abordaje. Y tú, Cipriana, serás quien nos dará el triunfo. ¡Queridas! A colocarse en fila. (Las cochinas se acomodan en fila india) Cipriana será quien enarbole la bandera de nuestra batalla (Como en una marcha militar avanzan) ¡Hacia el triunfo! ¡Hacia el triunfo! ¡Hacia el triunfo! (Desaparecen).
ACTO II
ESCENA I.
(El espacio está lleno de colores psicodélicos, al centro del techo una bola enorme forrada de diminutos espejos gira y refleja la luz a manera de un calidoscopio, el ambiente es propio de los años setenta del siglo XX. Muebles en forma de labios femeninos al estilo del pintor catalán Salvador Dalí. Móviles de circunferencias dispuestos en una correlación de mayor a menor radio que caen desde el techo hasta el suelo. En los asientos se encuentran tres muñecas de tamaño humano; las tres son negras, sólo las diferencia el color del cabello: rubio, azul y rojo. Se puede tomar como referencia a las negritas de los carnavales de Caracas de la primera mitad del siglo XX. Al centro de las muñecas, se encuentra un personaje bastante pintoresco, se trata de Chupulún, un esqueleto vestido con la moda de los setenta y con un gran afro Arco iris. Tiene una forma especial de caminar, sólo lo hace dando saltos con las piernas juntas, acaso saltos de canguro).
CHUPULÚN: (Mientras limpia a las muñecas negras) ¡Siempre tengo que limpiarlas!... ¿Por qué yo?... Don`t worried, mis niñas. Chupulún las quiere mucho. Son tan lindas. Mira cómo están de sucias. Pronto quedarán beautiful. No preocuparse. Ahora Chupulún cantar la canción del Chupulún.
CUHUPULÚN:
Yo tengo oh, oh ,oh
Unas negritas muy bonitas oh, oh, oh
Que me hacen muchas cosquillitas oh, oh oh
Y no dejarme dormir
Con la “a”
Ya tanga ah, ah, ah
Anas nagratas muy banatas, ah, ah, ah
Ca ma hasan machas cascallatas ah, ah, ah
A na ma dajan darmar.
Con la “e”
Ye tengue eh, eh, eh
Enes negretes muy benetes, ah, ah ,ah
E ne me dejen dermer.
Con la “i”
Yi tingui ih, ih ,ih
inis nigritis muy binitis ih, ih ih
i ni mi dijin dirmir
Con la “o”
Yo tongo oh, oh oh
Onos nogrotos muy bonotos oh, oh, oh
O no mo dojon dormir
Con la “u”
Yu tungu uh, uh ,uh
Unus nugrutus muy bunutus, uh, uh ,uh
U nu mu dujun durmur
CIPRIANA: Cipriana entra y tose para llamar la atención) Perdón, señor.
CHUPULÚN: ¿Y de dónde saliste tú? (La examina cuidadosamente) Tú no ser una de mi niñas.
CIPRIANA: No señor. Mi nombre es Cipriana.
CHUPULÚN: Si venir a vender algo, te poder regresar por donde viniste. No compramos nada. Te puedes ir pa´tras.
CIPRIANA: No soy vendedora (Chupulún continúa con la tarea de limpiar a las muñecas). Le dije que mi nombre es Cipriana y estoy buscando a una señora llamada Berta.
CHUPULÚN: (La rodea para visualizarla mejor) Yo ser Chupulún... Y ellas ser mis niñas. Mis babies adoradas. ¿Verdad que ser únicas?
CIPRIANA: Pero, ellas son unas muñecas.
CHUPULÚN: (En secreto a Cipriana) No les digas así. Se molestan. En realidad no saben que son muñecas. Ven que te las muestro.
CIPRIANA: No tengo tiempo ¿puedo ver a Berta, si o no?
CHUPULÚN: Of course, my princess. Todo el mundo querer y poder ver, pero no está.
CIPRIANA: Entonces me voy.
CHUPULÚN: jun, jun, jun, ¡Chupulún! Quizás no era importante ver a her majestic Berta.
CIPRIANA: (Quien cree ver moverse a las muñecas negras) ¡Claro que si! Estoy Buscando a mamá y a mi pana Simón y ella me va ayudar.
CHUPULÚN: ¿Pana? ¿Qué es un pana?
CHUPULÚN: Es un o una amiga con quien vas para el cine, al parque, al teatro, lo llevas a tu casa. Eso es un pana.
CHUPULÚN: Mis muñecas ser mis panas. Desde hoy ser las panas negras.
CIPRIANA: No puedo quedarme. Me voy.
CHUPULÚN: Yo ser el guardián de la entrada del Reino. ¿Ves la llave en mi cuello? Pues con ella yo abrir.
SR. DE BLANCO: (Quien aparece detrás de Chupulún. Le hace señas para que se la arranque del cuello)
CIPRIANA: ¡No puedo!
CHUPULÚN: (Voltea y no ve al Sr. De Blanco, quien se ha escondido) ¿Con quién hablar? ¿Tú ser loca?
CIPRIANA: Con nadie (Una enorme mariposa negra muy hermosa surca el espacio) Por favor me puede abrir la puerta. Necesito hablar con Berta.
CHUPULÚN: Primero deber contestar una pregunta (En ese momento aparece el Sr. De Blanco detrás de Chupulún y lo toma por el cuello) ¡Suélteme! Help. Auxilio.
SR. DE BLANCO: No hay tiempo, Chupulún
CHUPULÚN: Pensé que Berta haberte encerrado en cárcel de la envidia.
SR. DE BLANCO: Pero esta niña me liberó con sus estupideces y malcriadeces. Y tú, toma la llave.
CIPRIANA: ¡No! Si lo suelta lo hago. Lo está ahogando.
CHUPULÚN: Thank you.. Aléjate de él. Recontra caramba. ¡My babies! I don´t know nothing. ¡Nada!
CIPRIANA: Disculpe, Sr. Chupulún. Él me obligó a hacerlo
SR. DE BLANCO: ¡Cállate! Toma la llave. No tienes derecho después de lo que les hiciste a tu Madre y a tu Simón. Agarra la llave.
CIPRIANA: Hágalo usted mismo.
CHUPULÚN: El no poder tocarla. Si lo hace...
SR. DE BLANCO: Cierra el pico. Niña toma la llave o nunca más veras a tu madre ni a Simón. Dos menos en el mundo más alimentos para otros.
CHUPULÚN: Tú Cipriana agarrar llave y correr. El no atreverse a tocarla.
SR. DE BLANCO: ¡Niñas! ¡Venid y ayudarme! ¡Niñas! Las llama su amo.
CHUPULÚN: Don`t worried por mi. Arrancar llave de mi cuello, con ella abrir el Reino de Berta. (Cipriana toma del cuello de Chupulún la llave e intenta huir, sin embargo, en ese instante se escucha el estribillo de las cochinas: “cinco cochinas se fueron al teatro, cuando regresaron sólo eran cuatro...)
CIPRIANA: ¡Las cochinas!
CHUPULÚN: ¡Correr! Buscar Berta, ella ayudar conseguir tu mamá y tu pana Simón. (Cipriana intenta escapar y las cochinas lo impiden, comienza una especie de juego del gato y el ratón. Al final, Cipriana logra escapar después de hacer algunas maromas.)
SR. DE BLANCO: (Suelta a Chupulún) Cuídate, esqueleto idiota.
CHUPULÚN: Nunca poder tu venganza. ¿Ok? Tú, malo. No querer a Chupulún ni a nadie. ¡My babies! ¡Mis negritas panas!
SR. DE BLANCO: No hay tiempo para encargarnos de éste. ¡Agárrenlo y enciérrenlo con la mamá de la niña! Volveré. Siempre volveré. ¡Niñas!. A movernos rápido. Hay que alcanzar a la traidora. Debemos quitarle la llave. El Reino de Berta será mío.
ESCENA II.
(Cipriana, después de su escapatoria, encuentra una puerta en su camino. Por el espacio gravitan dos hermosos Quetzales, quienes cruzan el cielo con un vuelo elegante y sutil. Conminan a la niña a abrir la puerta. Tal vez, por inercia o por cansancio Cipriana introduce la llave en el cerrojo y la abre. Al hacerlo se puede ver un hermoso lugar. Es la casa de Berta. La chica no sale de su asombro, hasta que una señora afro americana y gorda la saca de su arrobamiento. La puerta aún permanece abierta).
BERTA: ¡Bienvenida a mi casa, Cipriana!
CIPRIANA: ¿Cómo sabe usted mi nombre?
BERTA: Por favor, cierra la puerta.
CIPRIANA: Usted es la señora que estaba esa noche antes de mi cumpleaños
BERTA: Yo soy Berta y esta es mi casa. La casa de todos los niños y niñas que creen en los cuentos hermosos y en las historias llenas de fantasías. Esta es tu casa.
CIPRIANA: Yo estoy muy apenada.
BERTA: ¿Por qué?
CIPRIANA: Todo esto es mi culpa
BERTA: A veces decimos cosas que no debimos decir o que no sentimos.
CIPRIANA: Yo vine para acá porque Chupulún me dijo que usted podría ayudarme a encontrar a mi mamá y a Simón Andrés.
BERTA: ¿Yo? ¿Crees que yo pueda ayudarte?
CIPRIANA: Sí. Usted señora es mi única esperanza. Me siento tan mal por lo que hice.
BERTA: No te preocupes Ciprianita ¿Te puedo llamar de esa manera?
CIPRIANA: Sí puede hacerlo.
BERTA: No te preocupes tanto. Todo en la vida tiene una solución.
CIPRIANA: Usted me va a ayudar ¿cierto?
BERTA: Si. Voy a ayudarte a encontrar a tu madre y a tu amigo Simón Andrés.
SR. DE BLANCO: (Entra) ¿No me invitas a pasar, querida hermana?
BERTA: ¿Cómo lograste entrar?
SR. DE BLANCO: Gracias a esta niña que dejó la puerta abierta
CIPRIANA: Disculpe señora Berta
SR. DE BLANCO: Gracias a las palabras impertinentes de tu nueva amiguita logré llegar hasta aquí. (A Cipriana) ¿Las recuerdas?: “ojalá no fueras mi mamá”
CIPRIANA: Quisiera no haberlas dicho nunca.
BERTA: ¿Qué quieres?
SR. DE BLANCO: La felicidad me enferma.
CIPRIANA: Yo no quise traerlo. Él tiene presos a mi mamá y a Simón.
BERTA: ¿Y qué quieres?
SR. DE BLANCO: Lo que siempre he deseado: Tu Reino.
BERTA: Eso nunca.
SR. DE BLANCO: Entonces esta mocosa no verá jamás a su madre ni a su amigo. ¡Tú decides!
BERTA: Si te entrego el Reino se acabaría para siempre la imaginación.
CIPRIANA: Y todo es mi culpa.
ESCENA III.
(En un lugar oscuro, se encuentran Simón, la Madre de Cipriana. Las cochinas traen a Calicanto y a Chupulún. Los arrojan dentro. Caen a los pies de Simón).
COCHINAS: ¡Allí se quedarán hasta el final de la eternidad! (La Señora recoge con ternura a los dos personajes).
SIMÓN: ¿Quiénes son ustedes y por qué los han traído hasta aquí?
CHUPULÚN: Yo ser Chupulún. Porque salto, brinco y corro. Por eso ser Chupulún.
CALICANTO: Mi nombre es Calicanto. Estoy a su orden caballero Simón. (Entran en vuelo unos quetzales)
SIMÓN: ¿Cómo sabe mi nombre?
CHUPULÚN: El saber todo.
MAMÁ: ¿Los lastimaron?
CALICANTO: Gracias por su preocupación. Hermosa dama.
CHUPULÚN: Chupulún haber luchado como un guerrero. Proteger a mis babies y a mi pana Cipriana.
MAMÁ: ¿Usted sabe dónde está mi hija?
CALICANTO: Temo que es prisionera del salvaje Sr. De Blanco
MAMÁ: Y ¿quién es el Sr. De Blanco?
CHUPULÚN: ¿No saber quién ser el abominable, el horrible, el malvado, el terrible, el canalla, el villano de la historia, el egoísta, el envidioso…
SIMÓN: ¡Cállate! Y termina de hablar.
CHUPULÚN: Tú ser agresivo con Chupulún.
SIMÓN: ¡Disculpe, usted!
CALICANTO. El Sr. De Blanco fue quien capturó a Cipriana y nos encerró en este lugar.
MAMÁ: ¿Por qué hizo eso?
CHUPULÚN: ¿No saber por qué? (Simón lo ve fijo a los ojos)
SIMÓN: ¡No!
CALICANTO: Lamento decirles que fue por responsabilidad de Cipriana.
SIMÓN: ¿Qué hizo ella tan malo para que estemos en esta jaula?
CHUPULÚN: Ella portar mal en fiesta de birthday… Cumplir… años
MAMÁ. ¡Cumpleaños!
CHUPULÚN: ¡Gracias! Pero no ser mi birthday
SIMÓN: La señora quiso explicar que la manera correcta de decir BIRTHDAY no es cumplir años si no CUMPLEAÑOS. ¿Entiendes?
CHUPULÚN: Simón ser very inteligente
CALICANTO: Lo que quiero decirles es que Cipriana deseó el día de su cumpleaños que (A la mamá) Usted señora no fuera su mamá.
MAMÁ: Pero mi hija no quiso decir eso. Estoy segura. No quiso decirlo.
CALICANTO: Nosotros sabemos lo dulce que es su hija Cipriana, bella dama, sin embargo el malvado de el Sr. De Blanco se aprovechó de sus palabras y logró escapar del encierro al que lo mantenía nuestra reina Berta.
SIMÓN: Pero, entonces debemos hacer algo (Chupulún abraza a Simón)
CHUPULÚN: Muchacho inteligente (Se apaga la luz de esta escena)
(A partir de este momento, los diálogos se suceden en dos planos paralelos).
BERTA: La culpa no existe, sólo tienes que responsabilizarte por lo que haces o dices.
CIPRIANA: ¿Y qué puedo hacer para arreglarlo?
SR. DE BLANCO: Por fin, qué decidiste, querida Berta, Reina de los perdedores.
BERTA; Tu solicitud es imposible de satisfacer. Si te entrego el Reino, nunca más los hombres, mujeres, niños y niñas de buena voluntad tendrán imaginación. No podrán resolver sus problemas.
(En la cárcel)
CHUPULÚN: Hay que salir. Me da escalo...escalo...escalo, ¿cómo decir?
MAMÁ: ¡Escalofríos!
CALICANTO: Yo creo tener una respuesta.
(En el Reino)
SR. DE BLANCO: Termina de decidirte. Recuerda que también tus amigos Chupulún y Calicanto están en mi poder.
BERTA: ¡No puede ser!
CIPRIANA: Así es… y yo soy la culpable.
BERTA: Todo se solucionará, Cipriana.
(En la cárcel)
CHUPULÚN: Pero ¿por qué yo?
SIMÓN: Porque tú eres el único que puede hacerlo.
MAMÁ: Tienes que saltar por encima de esos barrotes y conseguir las llaves.
SIMÓN: Aprovecha que las gordas están dormidas.
CALICANTO: Todos confiamos en ti. Hazlo por el Reino y por tu pana Cipriana. Y ustedes (A los quetzales que se encuentran revoloteando por encima de ellos) Vuelen como luces de colores y avisen a Berta que pronto llegaremos. (Salen rápido por el espacio) Hay que confiar. Es lo único que podemos hacer.
(En el Reino)
BERTA: Si accedo a tu petición, dejarás libre a mis amigos, ¿cierto?
SR. DE BLANCO: ¡Palabra de Blanco!
CIPRIANA: Yo creo que no debemos confiar en él.
SR. DE BLANCO: ¿Por qué no te callas? Recuerda que siempre haces las cosas mal.
BERTA: No podemos hacer nada más. Si no acepto sus condiciones, tu madre y tu amigo corren un gran peligro.
CIRIANA: Pero no puede entregar el Reino, ¿qué sería de la imaginación y de la libertad a soñar?
(En la cárcel, Chupulún logró saltar por encima de los barrotes y está abriendo la jaula)
CHUPULÚN: Chupulún ser muy fuerte. Saltar. Saltar. Saltar. Enseñármelo mi mother.
SIMÓN: Debemos rescatar a Cipriana.
CALICANTO: Pero primero hay que encerrar a las gordas.
CHUPULÚN: Pero cómo.
MAMÁ: Dándole lo que a las cochinas les gusta.
SIMÓN: ¡Comida!
(En el reino)
BERTA: Está bien, hermano.
SR. DE BLANCO: No me llames así. Pronto seré el Rey. El Estado de la imaginación y la libertad soy yo.
CIPRIANA: Nadie puede controlar los sueños.
SR. DE BLANCO: ¡Basta de charlas! ¿Qué decidiste?
BERTA: Te entregaré lo que deseas.
SR. DE BLANCO: Entonces deberás firmar este contrato. (Llama a las cochinas) ¡Niñas! ¡Niñas! (No hay respuesta) ¡Niñas! ¿Dónde estarán estas cerdas?
(En la cárcel, los amigos de Cipriana lograron encerrar a las cochinas en la jaula)
SIMÓN. Debemos correr a rescatar a Cipriana.
CHUPULÚN: El pana Simón tener razón. (Con un pierna de pollo en las manos) Y ustedes mis gordas quedar quietas. No comer mucho. Recordar dieta.
CALICANTO: (A la madre de Cipriana) Señora, esta misión es sumamente peligrosa. Yo le recomiendo permanecer aquí.
MAMÁ: Pero se trata de mi hija.
CALICANTO: Le prometo que la salvaremos
MAMÁ: Pero es que…
CHUPULÚN: Mover paticas, Calicanto. ¡No tiempo!
CALICANTO: Por favor, quédese aquí. Le aseguro que traeremos a su hija sana y salva.
SIMÓN: Calicanto hay que apurarse. Tal vez, Cipriana está en peligro y nosotros sin hacer nada. (Salen. Chupulún se devuelve y habla con la mamá de Cipriana)
CHUPULÚN: No preocupar señora. Chupulún no tener miedo al Sr, de Blanco. Ser valiente y fuerte. Prometer traer a mi pana con usted. Cuidado con las gordas. Chupulún venir de los chupulunes más fuertes. Mi Reino ser Chupululandia. Allí yo ser el príncipe Chupulún. Hacer en nombre de mis panas las negras y de mi pana Cipriana (Entra Simón)
SIMÓN: Vamos Chupulún (lo arrastra)
ESCENA IV
(En el Reino)
SR. DE BLANCO: No importa dónde se metieron las puercas. (Saca de entre su ropaje un contrato y la pluma de Calicanto)
BERTA: ¿La pluma de Calicanto?
SR. DE BLANCO: Tu amiga Cipriana me la dio.
CIPRIANA: No pude evitarlo (Berta se acerca y la abraza).
SR. DE BLANCO: El abrazo de los perdedores. (En ese momento aparecen por el espacio, las delicadas aves. Revolotean y atacan en picada al Sr. De Blanco) ¿Qué es esto? ¿De dónde salieron estos cuervos? (Siguen atacando) ¡Aléjense!
BERTA: Esas son las aves de Calicanto.
CIPRIANA: ¿Qué estarán haciendo aquí?
SR. DE BLANCO: Estos pájaros son de mal agüero. Tendré que acabar con ellos.
CIPRIANA: No los lastime.
BERTA: Vamos a terminar esto de una buena vez.
SR. DE BLANCO: ¡Toma! (Le entrega el contrato) Y en cuanto a ustedes (A las aves) les llegó su hora (Intenta agarrarlas. Cipriana le sujeta la mano. Éste la arroja al suelo) Mira, niña entrometida y estúpida. Nunca más verás a tu madre.
CIPRIANA: Yo no le tengo miedo.
SR. DE BLANCO: Pero, lo tendrás. ¡Te lo juro! (Hace el amago de golpearla)
BERTA: Te prohíbo que lastimes a esa niña. En nuestro mundo existen leyes que protegen contra la violencia hacia los niños y niñas.
SR. DE BLANCO: ¿Qué vas a hacer? No tienes poder para detenerme (El Sr. De Blanco se enfurece cada momento un poco más) Inténtalo, vieja bruja. Mis poderes han crecido y ahora serás tú quien sufra las consecuencias. (Sigue enfureciéndose. El cielo se torna negro, con rayos y sonidos subterráneos) ¿Crees poder detenerme? ¡Firma! ¡Firma! (Agarra a Cipriana del cuello) Hazlo ahora, sino esta enana lo pagará muy caro (En ese instante, Simón arremete contra el Sr. De Blanco, quien se ha convertido en un monstruo) Lograste escapar, estúpido Simón. (Los quetzales vuelan desesperados) Pero, no te servirá de nada. (Arroja a Cipriana al suelo. Chupulún la recoge) ¡Qué lindo ejército! Un esqueleto, una lechuza vieja y ciega, un niño y un hada sin poderes. Tengo tanto miedo. ¡Estúpidos! ¿Creen que podrán vencerme? Esto es una conspiración en mi contra y los que no están conmigo están contra mí.
BERTA: Aún puedo hacer algo.
SR. DE BLANCO: No seas ilusa, hermana. (El cielo se ha vuelto aún más tenebroso y peligroso) ¡Vengan poderes del inframundo! Vengan y reclamen su lugar en este mundo infestado de alegría. No permitan que estos infelices restauren la imaginación. (Rompe la pluma de Calicanto).
CHUPULÚN: No hacer eso. Usted ser malo. (Chupulún salta contra el enorme cuerpo. El monstruo del Sr. De Blanco, lo golpea y cae al suelo)
SR. DE BLANCO: ¡Pobre esqueleto!
CIPRIANA: ¡No!... ¡Chupulún! (Silencio)
CHUPULÚN: (En el suleo) Creo que llegar hora para este esqueleto inútil.
CIPRIANA: No digas eso. Tú eres mi amigo….Eres mi pana.
CHUPULÚN: ¿De verdad ser tu pana?
CIPRIANA: Claro que sí y lo seguiremos siendo.
SR. DE BLANCO: ¡Qué ternura!
CHUPULÚN: Despedirme de mis babies. Mis hermosas muñecas. (Se desmaya)
BERTA: (A los quetzales) ¡Canten! Canten una hermosa melodía que llegue al cielo. Canten como los ángeles (Las aves obedecen) Todos tómense de las manos y no se separen, suceda lo que suceda. (Aparecen las muñecas negras de Chupulún)
SR. DE BLANCO: ¿Qué intentas hacer? (Todos se toman de las manos y hacen un círculo alrededor de Cipriana y Chupulún) No podrán vencerme. ¡Demonios! Seres de la oscuridad vengan en mi auxilio. Su amo los llama.
BERTA: Cuentos, canciones, dioses de la naturaleza, espíritus ancestrales, ángeles protectores de la imaginación y de la paz acudan en este momento. El Reino de la libertad los necesita. Todos en nombre del Dios de la luz reúnanse. El mundo se encuentra en peligro.
CALICANTO: Cuentos de todas partes, nanas, canciones de cuna, historias, arrullos de madres, escriban en el cielo las más bellas letras que jamás se hayan visto.
BERTA: Cantemos de alegría. Nunca dejemos de soñar. (Los quetzales emiten trinos suaves que gravitan en el aire). Cipriana, toma la llave que te dio Chupulún y arrójasela. (El Sr. De Blanco, aúlla como un lobo herido. Sus imprecaciones intentan detener a Berta. Cipriana lanza la llave contra el monstruo, la cual golpea la frente del Sr. De Blanco. Éste emite un grito desgarrador y comienza a caer)
SIMÓN: ¡Bien hecho, Cipri! Le diste en la mera frente.
SR. DE BLANCO: ¿Cómo te atreviste, niña infeliz? (El Sr. De Blanco disminuye, mientras grita) ¡Esto no puede ser!
BERTA: nunca el mal vencerá al bien.
SIMÓN: Cipriana te venció.
CIPRIANA: Todos lo vencimos. Si nos unimos conseguimos hundir al mal.
SR. DE BLANCO: Yo tengo el poder. Es imposible que estos insignificantes seres acaben conmigo (Desaparece).
BERTA: Pobre hermano. Siempre creyó que el poder está en la fuerza.
CIPRIANA: Me alegra tanto verte Simón.
SIMÓN: Puedes llamarme Simón Andrés
CIPRIANA: ¿Dónde está mi mamá?
CALICANTO: En un lugar tranquilo y seguro. En tu casa. Te está esperando
CIPRIANA: Sra. Berta. ¿Qué pasará con Chupulún? (No hay respuesta) ¿Por qué no me responde? (De pronto, como un espectro, Chupulún, se levanta)
CHUPULÚN: ¡Aquí estar Chupulún, Cipriana! (Ella intenta abrazarlo) No poder tocarme. Debo ir. Allá estar mi Madre y mis negras. Estar esperando a Chupulún. ¡Voy! Saltar, brincar y cantar. Ese ser yo.
CIPRIANA: No te puedes ir.
CHUPULÚN: Deber hacerlo, pana. Tú ser buena con este esqueleto. Parecer una de mis niñas. Deber irme. Tu tener a tu amigo y a tu Madre. Los míos esperarme en el cielo. Adiós, amiga. No olvidarte nunca de Chupulún. Bye, bye. (Chupulún comienza a saltar hacia la luz que se formó desde algún lugar en el horizonte) Quererlos a todos.
CIPRIANA: Nunca te olvidaré.
SIMÓN: Me alegra de que estés bien.
CIPRIANA: Yo también.
BERTA: Es hora de buscar a tu Madre.
CALICANTO: Y dejar nuestro mundo.
CIPRIANA: No quisiera volver. He cometido tantos errores. Yo soy una niña bruta.
BERTA: Nunca digas eso. Tú no eres una niña bruta. Tienes que tratar de mejorar tus errores. Nada más.
SIMÓN: ¿Y cómo regresamos, Calicanto?
CALICANTO: Sólo deseen estar en sus casas.
BERTA: El resto lo hacemos nosotros. Cierren los ojos y piensen en sus casas. (Los muchachos obedecen) Gracias por ayudarnos a combatir a mi hermano el Sr. De Rojo y como recompensa regresarán a sus casas. (De pronto, la luz baja de intensidad) Y ustedes (a los quetzales) guíen a nuestros invitados. (La luz forma un camino en el aire por donde comienzan a caminar Cipriana y Simón, junto con las hermosas aves. El resto de la iluminación, Berta y Calicanto desaparecen. Al cabo de unos segundos, aparecen los dos niños frente a las puertas de sus casas)
SIMÓN: (Al abrir los ojos) Cipriana...Cipriana. Estamos de vuelta.
CIPRIANA: Gracias Berta. Muchas gracias. (De adentro de la casa se oye la voz de la mamá de Cipriana que los llama).
SIMÓN: ¿Entramos?
CIPRIANA: ¡Entramos!
SIMÓN: Por cierto Cipriana, tengo que decirte algo muy importante.
CIPRIANA. ¿Qué me quieres decir Simón?
SIMÓN: ¡Feliz cumpleaños! Disculpa que no tengo un regalo para ti
CIPRIANA: El mejor regalo que me puedes dar es tu amistad Simón Andrés y la felicidad de tener una mamá como la que tengo. (Aparecen Chupulún, Calicanto y Berta)
LOS TRES: Feliz cumpleaños Cipriana.
CIPRIANA: ¿Ustedes? (La mamá de Cipriana la llama)
CALICANTO: Sólo vinimos a desearte Feliz cumpleaños
BERTA: Ahora debes ir a cortar la torta.
CALICANTO: Y este es nuestro regalo (Le entrega un libro. Cipriana lo toma) Para que nunca dejes de sonreír.
CIPRIANA: La historia de la Cucarachita Martínez y el Ratón Pérez.
CHUPULÚN: Tú siempre ser la Cucarachita Martínez y tu pana Simón el Ratón Pérez.
SIMÓN: Yo siempre seré tu Ratón Pérez (Los muchachos se abrazan y entran a la casa. Una pluma y los quetzales flotan en el espacio. La luz baja).
FIN.
RESERVADO TODOS LOS DERECHOS. Prohibido cualquier uso
que se le quiera dar a esta obra, incluyendo la reproducción total
o parcial de la misma, sin el consentimiento escrito del autor.
Para el permiso o cualquier información, escribir a:
Bruno Mateo bmateo@gmail.com
Sociedad de autores y compositores de Venezuela Sacven N° 9.070
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