lunes, 7 de febrero de 2011

Discurso y manipulación: Discusión teórica y algunas aplicaciones


Discurso y manipulación: Discusión teórica y algunas aplicaciones*
Discourse and manipulation: Theoretical discussion and some applications

Teun van Dijk

Universidad Pompeu Fabra

Manipulación y cognición

Manipular a la gente implica manipular sus mentes, es decir, sus conocimientos, opiniones e ideologías que, a su vez, controlan sus acciones. Sin embargo, hemos visto que hay muchas formas de influencia mental basada en el discurso, tales como la información, la enseñanza y la persuasión, que forman y cambian los conocimientos y las opiniones de la gente. Esto significa que es necesario distinguir la manipulación de estas otras formas de manejo o control mental, tal como lo hicimos anteriormente en términos sociales, es decir, en términos del contexto del discurso. A fin de poder distinguir entre el control mental legítimo del ilegítimo, primero es necesario ser más explícito en cuanto a cómo puede el discurso ‘afectar’ la mente.

Puesto que la mente es extraordinariamente compleja, también la manera en la que el discurso puede influenciarla involucra intrincados procesos que solo pueden ser manejados en tiempo real, mediante la aplicación de estrategias eficientes. Para nuestros propósitos en este artículo, simplificaremos tal descripción en unos pocos principios y categorías básicas del análisis cognitivo (para mayores detalles, véase Britton & Graesser, 1996; Kintsch, 1998; van Dijk & Kintsch, 1983; van Oostendorp & Goldman, 1999).

1. La manipulación de la comprensión del discurso basada en la MCP

En primer lugar, el discurso en general y el discurso manipulativo en particular involucran el procesamiento de la información en la memoria de corto plazo (MCP), dando como resultado básicamente la comprensión (de palabras, cláusulas, oraciones, enunciados y señales no verbales), por ejemplo, en términos de los ‘significados’ proposicionales o ‘acciones’. Este procesamiento es estratégico, en el sentido de ser inmediato (on-line), dirigido a un fin, que opera a distintos niveles de la estructura del discurso e hipotético: se hacen conjeturas rápidas y eficientes y se toman atajos en lugar de hacer análisis completos.

Una forma de manipulación consiste en controlar algunas de estas estrategias que están parcialmente automatizadas. Por ejemplo, imprimiendo parte del texto en posición destacada (por ejemplo al inicio) y en letras más grandes o en negrita. Ello atrae más la atención y requerirá más tiempo de procesamiento o recursos mnemónicos, tal como sucede con los titulares, títulos o consignas –con lo que se contribuye a un procesamiento más detallado y a una mejor representación y recuerdo–. Los titulares y títulos también funcionan como la categoría textual convencional para la expresión de la macroestructura semántica o tópico, que organiza las estructuras semánticas locales; también es por esta razón que estos tópicos se representan y recuerdan mejor. Lo que queremos señalar aquí es que rasgos específicos del texto oral o escrito –tales como su representación visual– pueden específicamente afectar el control de la comprensión estratégica en la MCP, de modo que los lectores presten más atención a cierta información que a otra.

Por supuesto, esto no ocurre solo en la manipulación, sino también en otras formas legítimas de comunicación, como presentación de noticias, libros de estudio y un sin número de otros géneros. Esto sugiere que, en términos cognitivos, la manipulación no tiene nada de especial: hace uso de propiedades muy generales del procesamiento del discurso. Así pues, tal como fue el caso en el análisis social de la manipulación, necesitamos más criterios para distinguir entre la influencia legítima y la ilegítima en el procesamiento del discurso. La manipulación en esos casos puede consistir en el hecho de llamar la atención hacia la información A en vez de B, de modo que la comprensión resultante puede ser parcial o sesgada; por ejemplo, cuando los titulares enfatizan detalles irrelevantes más que los tópicos importantes de un discurso –perjudicando con ello la comprensión de detalles por la influencia del procesamiento de arriba hacia abajo de los tópicos–. La otra condición social que debiera agregarse en este caso, y tal como lo hicimos anteriormente, es que esa comprensión parcial o incompleta juega en favor de los intereses de un grupo o institución poderosa y en contra de los intereses del grupo dominado. Obviamente, esta no es una condición cognitiva ni textual, sino una normativa social y contextual: los derechos de los receptores de ser adecuadamente informados. Nuestro análisis cognitivo pretende explicar detalladamente cómo la gente es manipulada mediante el control de sus mentes, pero no se puede explicar porqué esto es malo. Procesos similares entran en juego en muchas formas de expresión no verbal, tales como la configuración o disposición general, el uso del color, fotografías o dibujos en la comunicación escrita, o gestos, muecas faciales y otras actividades no verbales en el discurso oral.
Dado que el procesamiento del discurso en la MCP incluye formas tan diferentes de análisis como operaciones fonéticas, fonológicas, morfológicas, sintácticas y léxicas, todas dirigidas hacia una comprensión eficiente, todos y cada uno de estos procesos de la MCP pueden ser influenciados por diversos medios. Por ejemplo, una pronunciación más clara o lenta, una sintaxis menos compleja y el uso de términos básicos, un tópico claro acerca de un tema que los receptores manejan bien, entre otras muchas condiciones, en general tenderán a favorecer la comprensión.

Esto también significa que si los hablantes quieren dificultar la comprensión, tenderán a hacer lo opuesto, es decir, a hablar más rápido, con menor claridad, con oraciones más complejas, palabras más abstrusas, tópico confuso acerca de un tema menos conocido por la audiencia –como puede ser el caso, por ejemplo, en los discursos legales o médicos que no están dirigidos, primordialmente, hacia una mejor comprensión por parte de los clientes y, en consecuencia, puede asumir formas manipulativas cuando se estorba intencionalmente la comprensión–. En otras palabras, si grupos o instituciones dominantes quieren facilitar la comprensión de información consistente con sus propios intereses e impedir la comprensión de la información que no favorece sus intereses (y viceversa para sus receptores) entonces puede típicamente usar estas formas de manipulación basadas en la MCP de la comprensión del discurso. Vemos que hay dimensiones cognitivas, sociales, discursivas y éticas implicadas en este caso cuando se dificulta o se prejuicia ilegítimamente la comprensión del discurso. La dimensión ética también puede involucrar otro criterio (cognitivo) referido a si este control de la comprensión es intencional o no lo es –como es el caso cuando se distingue entre asesinato y homicidio no premeditado o cuasi delito de homicidio. Esto significa que en los modelos contextuales de los hablantes o escritores hay un plan explícito para dificultar o prejuiciar la comprensión.

2. Manipulación episódica

La manipulación basada en la MCP se lleva a cabo en forma instantánea (on-line) y afecta el proceso estratégico para la comprensión de discursos específicos. Sin embargo, la mayoría de las veces la manipulación está dirigida hacia resultados más estables y por ello se centra en la memoria de largo plazo (MLP), es decir, en el conocimiento, en las actitudes y en las ideologías, como veremos en un momento. También forman parte de la MLP los recuerdos personales que definen la historia y las experiencias de nuestra vida, representaciones que tradicionalmente se asocian a la memoria episódica. Es decir, nuestro recuerdo de eventos comunicativos –que se encuentran entre nuestras experiencias cotidianas– está almacenado en la memoria episódica, a saber, como modelos mentales específicos con sus propias estructuras esquemáticas. Contar una narración significa formular el modelo mental personal y subjetivo que tenemos de alguna experiencia. Y comprender una noticia o un cuento implica la construcción de un similar modelo mental por parte de los receptores.
En la memoria episódica la comprensión de un texto o enunciado se relaciona, pues, con modelos más completos de experiencias. La comprensión no consiste solo en la asociación de significados y palabras, oraciones o discursos, sino en la construcción de modelos mentales en la memoria episódica, que incluyen nuestras propias opiniones y emociones asociadas con un evento oído o leído. Es este modelo mental el que constituye la base de nuestros futuros recuerdos, así como la base de nuevos aprendizajes, tales como la adquisición de conocimientos, actitudes e ideologías basados en la experiencia.

Nótese que los modelos mentales son únicos, ad hoc y personales: es mi interpretación individual de este discurso particular en esta situación específica. Por supuesto que estos modelos mentales también implican la ‘instanciación’ de conocimientos y creencias compartidas socialmente –de modo que de hecho podemos comprender a los demás y la comunicación y la interacción es posible–, pero el modelo mental como un todo es único y personal. Existen otros conceptos de modelo (mental, cognitivo) que se usan para representar conocimiento cultural, socialmente compartido (véase, por ejemplo, Shore, 1996), pero no es a ese tipo de modelo al que me estoy refiriendo aquí.

Los modelos mentales no solo definen nuestra comprensión de los enunciados y los textos en sí mismos (mediante la representación de aquello de lo que trata el discurso), sino también la comprensión de todo el evento comunicativo. Los resultados de esta comprensión se representan en ‘modelos contextuales’, que al mismo tiempo, para los hablantes operan como sus –dinámicamente cambiantes– planes para hablar (van Dijk, 1999).

Dado el papel fundamental que juegan los modelos mentales en el habla y la comprensión, es de suponer que la manipulación estará especialmente dirigida a la formación, activación y usos de los modelos mentales en la memoria episódica. Si los manipuladores quieren que los receptores entiendan el discurso tal como ellos desean, es fundamental que los receptores formen el modelo mental que los manipuladores quieren que ellos construyan para así restringir la libertad de interpretación o, al menos, la probabilidad que entiendan el discurso en un sentido contrario al interés de los manipuladores.

Posteriormente, vamos a examinar algunas de las estrategias discursivas que están dirigidas de este modo hacia la formación o activación de modelos ‘preferentes’. La mayoría de las veces, la estrategia consiste en enfatizar discursivamente aquellas propiedades del modelo que son consistentes con nuestros intereses (por ejemplo detalles acerca de nuestras buenas obras) y desenfatizar discursivamente aquellas propiedades que son inconsistentes con nuestros intereses (por ejemplo detalles acerca de nuestras malas obras). Culpar a la víctima, así, es una de las formas en las que el grupo dominante discursivamente influencia los modelos mentales de los receptores, por ejemplo, mediante la re-atribución de la responsabilidad de las acciones a favor de sus propios intereses. Cualquier estrategia discursiva que puede así contribuir a la formación o reactivación de modelos preferidos puede ser usada en el discurso manipulativo. Como es el caso en el procesamiento de la MCP, gran parte de la formación y activación de modelos están más bien automatizadas y el sutil control de los modelos mentales a menudo ni siquiera lo notan los usuarios, con lo que se facilita la manipulación.

3. Manipulación de la cognición social

Manipular discursivamente cómo los receptores comprenden un evento, acción o discurso es, en ocasiones, muy importante, especialmente en el caso de sucesos tan monumentales como el ataque al World Trade Center en Nueva York, el 11 de septiembre del año 2001 o el ataque con bombas en el tren de España el 11 de marzo de 2004. De hecho, el gobierno conservador español dirigido por José María Aznar trató de manipular la prensa y a los ciudadanos para que creyeran que el ataque había sido cometido por la ETA, en vez de por los terroristas islámicos. En otras palabras, a través de sus declaraciones, así como las de su Ministro del Interior, Acebes, Aznar quería influenciar la estructura del modelo mental correspondiente al evento, enfatizando el agente preferido del ataque –un modelo que sería consistente con sus propias políticas anti-ETA–. Dado que pronto se hizo evidente que esta vez no había sido ETA sino que Al Qaeda el responsable del ataque, los votantes en las elecciones venideras se sintieron manipulados y votaron para sacar a Aznar y al Partido Popular del gobierno.

Aunque estos sucesos y otros semejantes, así como los discursos concomitantes que los describen y explican, dan origen a modelos mentales que pueden ocupar un lugar especial en la memoria episódica de manera que son bien recordados durante largo tiempo, la forma más influyente de manipulación no se centra en la creación de modelos mentales preferidos específicos, sino en conocimientos abstractos más generales, como saberes, actitudes e ideologías. Por ello, si un partido político quiere aumentar su popularidad ante los votantes, típicamente tratará de cambiar positivamente la actitud de los votantes acerca de ese partido, porque una actitud general socialmente compartida es mucho más estable que los modelos mentales (y opiniones) de usuarios individuales de la lengua. Influir en las actitudes implica influir en grupos completos y en relación a muchas situaciones. Así, si los gobiernos quieren restringir la inmigración, tratarán de formar o modificar las actitudes de los ciudadanos (incluyendo a las de otras élites) acerca de la inmigración (van Dijk, 1993; Woodak & van Dijk, 2000). En ese caso, no necesitan realizar muchos intentos de persuasión cada vez que inmigrantes quieran entrar al país. La manipulación se dirigirá a la formación o modificación de representaciones sociales compartidas más generales –tales como actitudes e ideologías– acerca de temas sociales importantes. Por ejemplo, los gobiernos lo pueden hacer en temas como la inmigración, asociándola con (temores de) el aumento de la delincuencia, como lo hizo el ex Primer Ministro Aznar –y otros líderes europeos– en la década pasada.
Vemos que los procesos cognitivos de la manipulación suponen que la MLP no solo almacena experiencias personales subjetivamente interpretadas como modelos mentales, sino también creencias socialmente compartidas más generales, permanentes y estables, a veces denominadas ‘representaciones sociales’ (Augoustinos & Walter, 1995; Moscovici, 2001). Nuestro conocimiento sociocultural forma el núcleo de estas creencias y nos permite actuar, interactuar y comunicarnos significativamente con otros miembros de la misma cultura. Lo mismo sucede con muchas actitudes e ideologías sociales, compartidas con otros miembros del mismo grupo social, por ejemplo, pacifistas, socialistas, feministas, por una parte o racistas y machistas chauvinistas, por la otra (van Dijk, 1999). Estas representaciones sociales se adquieren gradualmente a lo largo de la vida, y si bien pueden cambiar, normalmente no cambian de un día para otro. También influyen en la formación y activación de los modelos mentales personales de los miembros del grupo. Por ejemplo, un pacifista interpretará un evento como el ataque de Estados Unidos a Irak, o noticias acerca de eso, de manera distinta a como lo hará un militarista, y por ello desde un modelo mental diferente de tal evento o secuencia de eventos.

Hemos supuesto que los modelos mentales, por una parte, incorporan la historia personal, las experiencias y opiniones de las personas individuales pero que, por otra parte, también representan una instanciación específica de creencias socialmente compartidas. La mayor parte de la interacción y el discurso es, en consecuencia, producido y comprendido en términos de modelos mentales que combinan creencias personales y sociales –en tal forma que explican tanto la univocidad de la comprensión y la producción del discurso como la similitud de nuestra comprensión del mismo texto. A pesar de las restricciones generales de las representaciones sociales sobre la formación de los modelos mentales y, en consecuencia, sobre la producción y comprensión de los discursos, no hay dos miembros del mismo grupo social, clase o institución, ni aunque estén en la misma situación comunicativa, que producirán el mismo discurso o interpretarán un discurso dado en la misma forma. En otras palabras, los modelos mentales de hechos o situaciones comunicativas (modelos contextuales) son la interfaz necesaria entre lo social, lo compartido y lo general, por una parte, y lo personal, lo único y lo específico en el discurso y la comunicación, por otra.

Mientras que la manipulación puede concretamente afectar la formación o el cambio de modelos mentales personales, únicos, los objetivos generales de los discursos manipulativos son el control de las representaciones sociales compartidas por grupos de personas, debido a que estas creencias sociales, a su vez, controlan lo que la gente hace y dice en muchas situaciones y por un tiempo relativamente largo. Una vez que la actitud de la gente está influenciada, por ejemplo, en relación al terrorismo, pocos son los intentos manipulativos necesarios para que se actúe en consecuencia, por ejemplo, votar a favor de políticas antiterroristas.

No es sorprendente entonces que, dada la importancia vital de las representaciones sociales para la interacción y el discurso, la manipulación se centre en la cognición social, y, por tanto, en grupos de personas más que en personas individuales y sus modelos personales únicos. También en este sentido la manipulación es una práctica discursiva que involucra tanto dimensiones cognitivas como sociales. Por ello, deberíamos prestar especial atención a esas estrategias discursivas que, típicamente, influyen en las creencias socialmente compartidas.

Una de estas estrategias es la generalización, que consiste en que un ejemplo concreto específico que ha impactado los modelos mentales de la gente se generaliza a conocimiento y actitudes o, incluso, a ideologías fundamentales. El más notable de los ejemplos recientes es la manipulación de los Estados Unidos a la opinión mundial acerca del terrorismo después del 11 de septiembre en el cual modelos mentales muy fuertes y pertinaces de ciudadanos acerca de estos hechos, se generalizan a temores, actitudes e ideologías más generales acerca del terrorismo y temas relacionados. Este es también un ejemplo genuino de manipulación masiva, porque las representaciones sociales resultantes no favorecen el interés de los ciudadanos cuando estas actitudes están siendo manipuladas con el fin de aumentar dramáticamente el gasto militar, legitimar la intervención militar y legislar severas restricciones a la libertad y los derechos civiles (tal como el Acto Patriótico). La manipulación en este caso es un abuso de poder porque los ciudadanos son manipulados para que crean que estas medidas son tomadas para defenderlos (de los muchos libros acerca de la manipulación de la opinión pública después de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos, véase, por ejemplo, Ahmed, 2005; Chomsky, 2004; Greenberg, 2002; Halliday, 2002; Palmer, 2003; Sidel, 2004; Zizek, 2002).

Este notable ejemplo de manipulación nacional e internacional por parte del gobierno de los Estados Unidos, en parte apoyada y llevada a cabo por los medios masivos de comunicación, también muestra algunos de los mecanismos cognitivos de la manipulación. Así, primero se usa un suceso muy emocional con un fuerte impacto en los modelos mentales de la gente con el fin de influir en estos modelos según la preferencia –por ejemplo en términos de una fuerte polarización entre Nosotros (buenos e inocentes) y Ellos (malos y culpables) –. En segundo lugar, mediante repetidos mensajes y la explotación de sucesos relacionados (por ejemplo otros ataques terroristas). Este modelo preferido se puede generalizar a representaciones sociales más estables y complejas acerca de los ataques terroristas o incluso a una ideología anti-terroristas. Es importante, en estos casos, que los intereses y beneficios de quienes tienen el control de la manipulación se oculten, oscurezcan o nieguen, mientras que los beneficios de ‘todos nosotros’, de ‘la nación’, etc. se enfaticen, por ejemplo, en términos de un aumento del sentimiento de seguridad. Que por las acciones antiterroristas e intervención militar las corporaciones comerciales y militares que fabrican armas y equipamiento de seguridad puedan profitar más, o que se pueda promover mayores actos de terrorismo y, por lo tanto, la seguridad de los ciudadanos pueda peligrar más, obviamente no son parte de las actitudes preferidas que persigue esta manipulación. En consecuencia, una condición cognitiva para la manipulación es que a los receptores (personas, grupos, etc.) se les haga creer que algunas acciones o políticas van a favorecer sus propios intereses, cuando, de hecho, favorecen los intereses de los manipuladores y sus asociados.

Los ejemplos de la inmigración, la violencia política e ideologías antiterroristas, involucran fuertes opiniones, actitudes e ideologías y son casos ejemplares de manipulación de toda la población por parte de los medios y el gobierno. Sin embargo, la manipulación de la cognición social puede también incluir las bases mismas de toda la cognición social: el conocimiento general compartido socioculturalmente. De hecho, una de las mejores formas de detectar y resistir intentos de manipulación es el conocimiento específico (por ejemplo acerca de los actuales intereses de los manipuladores) así como conocimiento general (por ejemplo acerca de las estrategias para mantener el presupuesto militar elevado). Será, pues, de interés de los grupos dominantes asegurarse que no se adquiera un conocimiento general relevante y potencialmente crítico o que solo se adquiera conocimiento parcial, mal dirigido o prejuiciado.

Un ejemplo bien conocido de esta última estrategia fue la afirmación con la que el gobierno de Estados Unidos y sus aliados legitimaron el ataque a Irak en 2003: “conocimiento” acerca de armas de destrucción masiva, conocimiento que luego resultó falso. Se oculta información que puede llevar a conocimientos que se podrían usar para resistir la manipulación, por ejemplo, acerca de los costos reales de la guerra, el número de muertos, la naturaleza del “daño colateral” (civiles muertos en bombardeos masivos y otras acciones militares), etc. característicamente es ocultado, limitado o de alguna manera hecho aparecer menos riesgoso y, por ello, discursivamente desenfatizado, mediante eufemismos, expresiones vagas, implícitos, etc.

La manipulación puede afectar las representaciones sociales de muchas maneras, tanto en su contenido como en su estructura. Aunque por ahora sabemos muy poco acerca de la organización interna de las representaciones sociales, es muy posible que incluyan categorías esquemáticas de los participantes y sus propiedades, así como las típicas (inter)acciones que (se cree) realizan, cómo, cuándo y dónde. Así, las actitudes hacia los ataques terroristas pueden incluir una estructura tipo guión, con los terroristas como actores principales, asociados con un número de atributos prototípicos (crueles, radicales, fundamentalistas, etc.) que usan medios violentos (por ejemplo bombas) para matar a inocentes civiles como sus víctimas, etc. Estas actitudes son adquiridas gradualmente por generalización y abstracción en este caso de modelos mentales formados a partir de noticias, declaraciones gubernamentales, así como de películas, entre otros discursos. Es importante que se hable o escriba acerca de ‘nuestras’ formas de violencia política, como las intervenciones militares o las acciones policiales, de tal modo que no den origen a modelos mentales que se puedan generalizar como ataques terroristas, sino como legítimas formas de resistencia (armada) o castigo. Y viceversa, los ataques terroristas deben ser representados en tal forma que no se puedan legitimar en ningún modelo mental o actitud. La idea misma de ‘terrorismo de estado’ es por ello controversial y usada principalmente por disidentes, haciendo, por lo demás, difusa la distinción entre acciones terroristas ilegítimas y acciones militares o gubernamentales legítimas (Gareau, 2004). Los principales medios de comunicación, consecuentemente evitan describir la violencia de estado en términos de ‘terrorismo’.

Finalmente, la manipulación de la cognición social puede afectar incluso las normas y valores usados para evaluar los sucesos y las personas y condenar o legitimar acciones. Por ejemplo, en la manipulación de opiniones globales mundiales, quienes abogan por ideologías neoliberales de mercado, típicamente, enfatizarán y tratarán que se adopte el valor primario de ‘libertad’, un valor muy positivo, pero en ese caso, específicamente interpretado como libertad de empresa, la libertad del mercado, o estar liberado de la interferencia del gobierno en el mercado. En el caso de las acciones y amenazas, el discurso antiterrorista celebra el valor de la seguridad, asignándole una prioridad más elevada que, por ejemplo, al valor de los derechos civiles o de la equidad (Doherty & McClintock, 2002).

Vemos cómo la dimensión cognitiva de la manipulación implica los procesos de comprensión estratégica que afectan el procesamiento en la MCP, la formación de modelos mentales preferidos en la memoria episódica y, por último y más fundamentalmente, la formación o cambios de las representaciones sociales, tales como conocimientos, actitudes, ideologías, normas y valores. Los grupos de personas que de este modo adoptan las representaciones sociales preferidas por los grupos o instituciones dominantes, prácticamente no necesitan más manipulación: tenderán a creer y actuar de acuerdo a estas manipuladas cogniciones sociales porque las han hecho propias. Así, tal como lo hemos visto, las ideologías racistas o xenofóbicas manipuladas por las élites servirán como base permanente de discriminación –como culpar a las víctimas– de los inmigrantes: una estrategia muy efectiva para dirigir la atención crítica lejos de las políticas del gobierno o de otras élites (van Dijk, 1993).

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