miércoles, 29 de septiembre de 2010

PISO 13



Original de Bruno Mateo
Twitter:@bruno_mateo
IG:@brunomateoccs

Es acaso acercarse al borde del edificio lo que me produce esa sensación de desapego hacia todo lo que me rodea o por el contrario el desapego que siento hacia lo material lo que me impulsa a acercarme tanto a las orillas del techo del edificio.

Como cada mañana. Temprano. Cuando aún el sol no finaliza de alumbrar todo el verdor del cerro Waraira Repano me dirijo directo a la azotea del edificio donde vivo por allá hacia los lados de Cotiza. Es una sensación difícil de explicar. Caminar. Ver la montaña. Sentir el aire frio que baja y que te penetra en los poros. El estómago vacío. Llegar justo al borde del techo a unos 21 pisos del nivel del suelo. Mirar hacia abajo. Mirar hacia abajo. Para mi es lo máximo. Es como practicar un deporte extremo. De esos que veo en las noches por la televisión por cable. Siempre lo hago aproximadamente hacia las 4 de la madrugada. Todavía Caracas está dormida. De vez en cuando se ve raudo un carro que pasa por la avenida Boyacá, esa tira de asfalto que parece una serpiente bordeando el pie del Guaraira. Negra y solitaria. Reptil que espera a sus víctimas impávidas. Sin moverse. Sólo aguarda en el silencio y la quietud de un espacio sin luz y sin tiempo. Y yo ahí.Parado. Una atalaya que mira lo que podría ocurrir. El observador de un terreno de lo que no ocurre, del lugar del subjuntivo. Desde el borde de la azotea de mi edificio.

Luego bajo al apartamento y comienza mi rutina de siempre. Selecciono la ropa que me pondré para salir a trabajar al Ministerio donde laboro. Busco el interior. Empiezo a tocarme el pene hasta lograr una erección. Me siento en el sillón frente al televisor. Pongo una película porno y me masturbo. Debo hacerlo. No tengo mujer. Transcurre como 15 minutos de onanismo. Me ducho y me voy. Yo vivo en el piso 13. Espero el ascensor. Esa tarde debo ir a ver a mi ex esposa (cosa que no me agrada nada). Ella me estuvo hablando de nuestro hijo Diego. Que está muy rebelde. Que no le quiere hacer caso para nada. Que la otra vez llego tarde a la casa. Pero qué quiere ella. Es un chamo de 14 años. Hijo único de padres separados. Varón. En pleno desarrollo y si salió como yo, ni hablar. Es capaz de dar lo que sea por una buena hembra. Aunque en realidad no lo conozco bien. Tal vez es gay. Me apresuro un poco. A las 5.30 de la mañana la gente comienza a salir. El ascensor se llena de personas y hoy no quiero agarrar tanto tráfico en Caracas. ¡Este ascensor que no llega!, digo en voz alta. Creo que mi mamá tiene razón, pienso, tengo que traer a Diego un tiempo para que viva conmigo. Al final soy su papá. Aunque nunca tuve un Padre que me dijera lo bueno y lo malo que se debía hacer en la vida. Acaso hay alguien que lo pueda decir. Eso no importa. Lo que creo es que a Diego sí le hace falta llamarle la atención. Coloco de nuevo la llave digital para llamar al ascensor. ¡Nada! A lo mejor la vieja del piso 15 lo paró. Ella tiene como cuatro hijos y la muy desgraciada hasta que no entra cada muchacho no suelta el ascensor. Ni modo. Me queda esperar. Ahí viene. Está lleno. Han pasado unos 10 minutos desde que salí del apartamento. Ahora el ascensor baja 13 pisos para después subir y no se sabe si se detendrá aquí.

Diego es un buen muchacho. Un carajo un poco encerrado. No sale de la computadora, según me dijo la bruja de su mamá. Pero, entonces me parece genial que salga a joder por ahí. Le hace falta. El es hombre y necesita conocer la calle para que no le pase lo que a mí. Yo llegué a Caracas hace treinta y cinco. Ahora tengo cuarenta. ¡Este ascensor que no termina de llegar! Antes las cosas en la ciudad estaban más a la mano. Yo voy a tener que escribir la historia de mi vida. Un muchacho oriental que se vino con su mamá hacer alguien en la vida. Que hizo lo indecible para obtener un puestico en el Ministerio y poder tener una quincena. Un muchacho que se acostó con cuanta mujer se encontró a su paso y algunos maricos también, que en realidad fueron los que me dieron el trabajo. ¡Por fin llegó el ascensor al piso trece!

Mañana hablaré con Diego…



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