domingo, 28 de marzo de 2010

El rey Midas




Midas era rey de Macedonia. Una mañana, en los jardines de su palacio, apareció un viejo sátiro borracho. Midas pidió que lo llevaran ante su presencia para darle un escarmiento, pero resultó que el sátiro era Sileno, tutor de Dioniso.

Sileno narró muchas historias sobre sus viajes a la india, ganándose así al rey, que le hospedó en su casa.

Transcurridos cinco días Midas devolvió a Sileno a Dioniso. Este, como muestra de gratitud, ofreció a Midas cumplir cualquier deseo que pidiera. Midas escogió transformar en oro todo lo que tocara. Dioniso cumplió la petición.

Midas convertía todo en oro, las plantas, los animales... hasta que tocó a su hija.

Los alimentos y la bebida se transformaban en oro al intentar ingerirlos, de forma que casi muere de inanición.

Midas imploró a Dioniso que le librara de esa maldición. El dios aceptó y le dijo que volvería a la normalidad lavándose en el río Pactolo.

En una ocasión Apolo y un pastor de Frigia, Marsias, se retaron a un duelo musical, Apolo con la lira y Marsias con la flauta. Apolo pidió a Midas y a la Musas que fueran jueces de la contienda.

Ambos tocaron de forma tan perfecta que ni las Musas no Midas pudieron decretar un vencedor, entonces Apolo retó al pastor a tocar su instrumento boca abajo. Apolo dio la vuelta a su lira y tocó. Evidentemente Marsias no podía hacer lo mismo con la flauta y las Musas declararon ganador a Apolo.

Midas se opuso a este veredicto alegando lo injusto de la prueba, pero el voto de las Musas fue inamovible.

Apolo mató al pastor por desafiar a un dios y, seguidamente, toco las orejas de Midas que comenzaron a crecer llegando a ser iguales a las de los burros.

A partir de entonces Midas siempre llevaba un gorro cubriéndole la cabeza. El barbero del rey se enteró del hecho y Midas le amenazó de muerte si contaba algo.

El barbero, que no podía permanecer callado sin poder contarlo cavó un agujero al lado del río y susurro dentro -El rey Midas tiene orejas de burro-. Después tapó en agujero y se marchó.

Junto al agujero creció un junco que, al crecer, contó a los otros juncos -El rey Midas tiene orejas de burro-.

La noticia pasó de las plantas a los pájaros, y de las aves a Melampo, que podía entenderlas. Melampo lo contó a sus conocidos, y así todo el pueblo supo la noticia y gritaba pidiendo al rey que se quitara el gorro y enseñara las orejas.

Midas ejecutó al barbero tal y como había decretado y, a continuación, se dio muerte él mismo.

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