jueves, 30 de julio de 2009

MARAT SADE ¿LOCO O REVOLUCIONARIO?

por Bruno Mateo

Cuando presencié el montaje del texto MARAT SADE por Peter Weiss (1916-1982) en versión libre y dirección general de Ibrahím Guerra en la sala RAJATABLA en Caracas y como propuesta artística y requisito obligatorio para la consecución del título de Licenciado en Teatro en la Universidad Nacional Experimental de las Artes UNEARTE a los 5 días de diciembre de 2008, experimenté una grande y buena sorpresa. El espectáculo llenó mis defraudados intentos por ver algún montaje teatral de calidad: El trabajo escénico fue bastante creativo e inteligente.

Para escribir sobre “la obra” de teatro lo haré bajo tres perspectivas: la primera, como puesta en escena; la segunda como desarrollo de los personajes mediante el trabajo actoral y la tercera, el espectáculo como un todo artístico que se vincula con una realidad y un imaginario socio cultural contemporáneos.

En esta 1era. parte abordaré la puesta en escena; las acciones del montaje se ejecutaron como punto de partida en el llamado “lobby” del edificio sede del grupo RAJATABLA que si lo observáramos en perspectiva desde arriba con una visión satelital, el espacio escénico se sale del tradicional medio cubo (estilo teatro a la italiana), más bien dibuja una “L” no muy larga. En la entrada, el público fue llevado –por ese mágico poder del teatro de la transformación –al escenario mismo de la representación. Los actores hicieron que el lugar se convirtiera en un hospital psiquiátrico de finales de siglo XVIII sin la utilización de grandes mobiliarios y elementos escenográficos de la época. Al abrir las puertas del escenario mismo del teatro, el público fue ubicado en 2 columnas paralelas, una frente a la otra dejando una pasarela para la representación. A continuación palabras escritas por el director de la pieza Ibrahím Guerra en el programa de mano acerca del espacio:

“Es la primera vez que se presenta de la misma forma como lo exige su autor original, en una sala de baños del hospital psiquiátrico donde el Marqués de Sade representaba obras menores para recreación y procesos terapéuticos de los enfermos…”

No obstante, observé que el espacio en su totalidad no cubrió esta afirmación. Sólo –desde mi asiento – la parte derecha del escenario en donde el personaje de Jean Paul Marat estaba dentro de una bañera (por cierto muy acorde con la estética del montaje en cuanto al color).

Me percaté que la dirección de actores fue rígida y profunda. Se utilizó para ello distintas técnicas tales como el naturalismo, la acción física sobre el texto, algunos elementos arquetipos de la Comedia del Arte y la interacción entre el actor y el público tal como fue planteado por Bertolt Brecht (1898-1956).

El ritmo de la puesta en escena pasó por distintas velocidades, desde un ritmo natural como el latido del corazón hasta una frenética taquicardia que hizo muchos amagos de infartos. Guerra, jugó brillantemente con la conexión entre las emociones de los actores y el público con los variados ritmos de cada escena del espectáculo.

La escenografía fue inteligentemente escogida – desde mi silla –a la izquierda en la pared una imagen cuadriculada de Napoleón Bonaparte como un símbolo del poder autoritario y magnánimo en contradicción con la esencia misma de la Revolución y sus ideales republicanos, una reja corrediza y un estrado con una guillotina. Encierro y muerte. Símbolos de cambios en épocas de Revolución (me refiero a la Revolución Francesa de 1789). Vestuarios, peluquería, maquillaje y utilería justos y precisos.

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