sábado, 23 de febrero de 2008

A mi Padre

ESO OCURRIÓ UN VEINTICUATRO DE SEPTIEMBRE DE DOS MIL CUATRO… (2004)


¡Día fatal! Murió mi papá. Se dice fácil, se asume terrible.
Sus movimientos reiterados de ir y volver no me dejan otra imagen. Hombre fuerte. Espera del último aliento. Se me caen las realidades. Gente apiñada que respira caliente. El se torna sudoroso. Mis hermanas sollozan. Mi mamá no lo cree. Así es la agonía de la espera. ¿Por qué? ¡No soy tan necio! No pregunto por qué te mueres. Me cuestiono nuestra capacidad de resistencia frente al poder de la muerte.

¡Día fatal! Murió mi papá. Se dice fácil, se asume terrible.
El calor empegosta. Se sube por la frente y baña mis ojos. Mucha gente desconocida. Rostros compungidos. ¡Estampa dura! Soy un bebé. No tengo brazos. No tengo manos. A todos les duele y me miran sin disimular su pena. Su cabeza de izquierda a derecha. Escribo y lloro. Lloro y no escribo. Lo digo sin dignidad de hombre: amé a mi “socio”, él me llamaba así. Algo se rompió entre nosotros. Ahora es débil, ahora estoy en pie. Está muriendo y sin embargo, su paulatina inacción y debilidad es poderosa, penetra mis entrañas. No resisto y debo hacerlo. Lo hice y lo seguiré haciendo.

¡Día fatal! Murió mi papá. Se dice fácil, se asume terrible.
Insisto que hizo mucho calor. La gente afuera espera a que él muera. Nosotros también. Pedimos y pedimos y pedimos. Lloramos y lloramos y lloramos. Su alegría se va. Su arrollador encanto se queda. Su casa no se desvanece. ¿Solos? Tal vez. ¿Infelices? Te afirmo que no. Santa Lucía vigila a su siervo. Espera en penumbras. Ella encenderá la luz. Todos decimos que es natural, pero nadie dice que no deberíamos sufrir. ¿Quién se atrevería a decirlo? Que lance la primera piedra. Mi boca se convierte en un cementerio de sal. Mi Padre exhala un aliento y…muere.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un relato muy bello. A.G.

Ciudad Escrita dijo...

GRACIAS...

Por favor, aún no.