Verónica a los veinticuatro años se tropezó con una veterana de mil guerras veinte años mayor que ella, aquella mujer veterana y deslumbrante de atractivo dorado y terrible como el de una leona la convirtió en lava, la despertó, la volvió loca, la destruyó, la hizo reptar en el lodo, la hizo olvidarse de las maduras, pero entendió finalmente porque le gustaban tanto las veteranas. En sus manos Verónica fue puta de a pie, puta de prostíbulo, puta de ricos, yegua y caballo, hombre y mujer, vulgar y refinada, una lady inglesa y un camionero, jamás volvería a amar de ese modo aunque sí de otros.
Por primera y última vez el universo de Verónica fue uno solo, sin mundos paralelos, sin deseos ocultos, el mundo uno y completamente real. Cuando todo acabó Verónica tardó años en levantar cabeza y en comprender que la pasión también se aprende y se aplica.
Gisela Kozak Rovero. Pecados de la Capital y otras historias.
sábado, 17 de noviembre de 2007
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