domingo, 18 de noviembre de 2007

Perdida

Verónica sin tristeza rememora que hace años se pasó horas recordando como en un largometraje cuidadosamente editado cada caricia, beso, suspiro, mirada, gemido de una mujer perdida. Enajenada veía a la mujer perdida por todas partes y sentía en el pecho un peso muerto que jamás cesaba. Aunque estaba destruida, Verónica vivía humedecida y expectante, sus manos no le bastaban, ensimismada soñaba con el regreso de la mujer perdida e imaginaba escenas desbordantes de todo lo que perdió. Verónica sonríe pensando que esa mujer no se merecía tanto y que ella la revistió de un traje que no estaba hecho a su medida. Verónica desde entonces decidió que nadie volvería a abandonarla.

Gizela Kozak Rovero. Pecados de la capital y otras historias. Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2005

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