Al anochecer, cuando me voy a dormir, las estrellas chicas empiezan a lucir.
Gentiles Margaritas de alabastro,
que en la bóveda celeste dejan rastro.
A menudo, mientras sueño,
doña Luna asoma con empeño.
Dulce y cauta, grácil señorita,
viene a recoger a cada Margarita.
Por eso, cuando por la mañana me despierto,
no queda ni una sola estrella en el firmaneto;
la Luna con ternura y amor las ha tomado
y en las praderas verdes las ha depositado.
Frank Dempster Sherman
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