sábado, 8 de septiembre de 2007


Teresa de la Parra

"La mujer proyectándose en la obra"

Teresa de la parra, seudónimo de Ana Teresa Parra Manojo, nace en París en 1890. Su familia estaba vinculada al hombre fuerte de Venezuela; Juan Vicente Gómez, que detentó el poder entre 1903 y 1935, primero como presidente y luego como dictador. Esta familia formaba parte de la aristocracia venezolana y, dentro de ella, al sector de los terratenientes; en consecuencia formará parte de la aristocracia de ese país..
Desde los dos a los nueve años vive en la hacienda de caña de sus padres en la localidad de Tazón, cerca de Caracas. En 1898 muere su padre y la familia se traslada a España. En 1909 regresa a Caracas, en 1922 viaja a París. Su vida se vuelve itinerante hasta pocos años de su muerte, ya que la enfermedad que padece (tuberculosis), le impide viajar. Reside entonces en España y muere en Madrid en 1936.
Sus primeras realizaciones literarias fueron los relatos orientales publicados en un periódico bajo el seudónimo de "Frufrú", a los que siguen otras publicaciones en diarios y revistas.
En 1923 publica en París su primera novela: "Ifigenia": "diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba", la cual es celebrada por R. Roland y M. De Unamuno. Es una de las primeras mujeres sudamericanas en ganar un premio literario en Europa. Sus vínculos con la intelectualidad europea e hispanoamericana se multiplican. Es amiga de Gabriela Mistral, con quien mantiene asidua correspondencia.
En 1927 viaja a La Habana donde conoce a la escritora cubana Lidia Cabrera con quien inicia y mantiene durante toda su vida una estrecha amistad.
Varios años le insume la completa realización de su segunda novela: "Las memorias de Mamá Blanca", la cual se publica en 1929 y marca el hito más alto de su producción literaria.
En 1930 trasciende con sus conferencias sobre mujeres, una en La Habana sobre: "La influencia oculta de las mujeres en la independencia del continente y en la vida de Bolívar"; y tres en Bogotá sobre la influencia de las mujeres en la formación del alma americana, en la época de la conquista, de la colonia y de la Guerra de Independencia. Son conferencias feministas, pero de un feminismo particular, conservador, en oposición a los movimientos feministas radicales.
Teresa de la Parra estaba en contra del voto de la mujer y de su participación en la vida política. En una de las conferencias en Colombia dice tener nostalgias de la vida de 200 años atrás, de la vida en el convento, de la vida de Sor Inés, que estudiaba, que no dependía de un marido, ni de padres o hijos. Aspira a que una mujer pueda vivir su vida y su destino con libertad (en realidad ese era el mundo de la mujer letrada intelectualizada)
No comparte las aspiraciones de los movimientos feministas sufragistas, ni el destino de la mujer que se casaba, no aspiraba a ninguna de las dos cosas. Ella es una mujer autodefinida como feminista, pero que no cuestiona el orden político, ni el social, ni el económico. Lo que propugna es el rol de la mujer a estudiar, escribir y llevar una vida intelectual.
Posteriormente mantiene una importante correspondencia con el historiador Vicente Lecuna, la cual es preparatoria para una novela feminista sobre Bolívar que no llegó a escribir.
Teresa de la Parra es una figura icónica de la cultura venezolana, todos los cursos de literatura la incluyen. En Venezuela llevan su nombre escuelas, teatros, monumentos, premios literarios.
Pero antes del S.XIX en América hispana, la escasa literatura femenina se circunscribía a los auto sacramentales escritos en los conventos. El caso de Sor Juana Inés de la Cruz se destacaba como el único con un discurso no convencional. Recién a principios del S.XX la escritura femenina comienza a abordar el género narrativo y en especial la novela. Con Magdalena Mondragón de Méjico, María Luisa Bombal de Chile, Victoria Ocampo de Argentina, entre otras, se abre el camino este género donde Teresa se destaca en la narrativa femenina por la temática abordada y la perspectiva particular de su enfoque.
Para poder comprender e interpretar mejor la perspectiva ideológica que trasunta la obra de esta escritora es imprescindible tener en cuenta el contexto socio-político y económico por el cual atravesaba Venezuela en esos años.
En 1922 estalla un chorro de petróleo en Maracaibo marcando el inicio de una Venezuela petrolera y relegando cada vez más a la Venezuela agropecuaria del café y del ganado; junto con la aparición del petróleo llegan a este país compañías norteamericanas e inglesas.
En 1298 se produce una sublevación contra el régimen de Gómez liderada por estudiantes intelectuales, Rómulo Gallegos se encuentra entre los últimos. En su pasaje por La Habana, la escritora había tenido expresiones laudatorias hacia J.V.Gómez y sus logros en el gobierno.
Este hecho político marca el quiebre con el pasado con la Venezuela del S.XIX. Desde el punto de vista literario la generación del ‘28 es la generación de la vanguardia venezolana. Teresa de la Parra no la integra. Está fuera de ella por edad y por su procedencia cultural y política.
De la Parra está en tránsito de la vieja a la nueva Venezuela. En su obra no hay referencias a los avatares políticos de su país, ni elementos que permitan juzgar su posición al respecto.
Pero es en "Las memorias de Mamá Blanca" donde puede visualizarse con mayor claridad la perspectiva ideológica de la autora, a su vez, su vida nos permite entender la posición central de Mamá Blanca. Es esto una novela nostálgica de la celebración de un pasado no muy lejano.
La crítica tradicional ha querido ver en la novela una especie de relato autobiográfico. Pero, aunque la autora vuelque en ella recuerdos de su infancia, "Las memorias…" no es una reconstrucción del espacio y el tiempo de la infancia de Teresa de la Parra (Venezuela hasta 1914); puesto que el acontecer está situado de modo explícito alrededor de 1860, y tampoco es un intento de reconstruir en la ficción la Venezuela de esa época. La historia del país en esos años está teñida de de luchas internas entre caudillos; ese escenario no está presente en la novela, salvo por el personaje de "Vicente Cochocho", que va y viene de la guerra, pero estos avatares históricos no integran el mundo feliz de "Piedra Azul"
Esta novela es la celebración de un pasado feliz, místico, desprovisto de los referentes histórico-político mencionados, es la celebración de un mundo perdido.
Desde el inicio las voces que se escuchan son femeninas. La novela comienza con una "Dedicatoria": "A ti…", es un tú femenino desconocido para el lector; la autora dedica esta novela a una mujer.
Luego viene "Advertencia", es la voz de la editora, personaje de la novela que recibe los manuscritos y "reordena", para su posterior edición, los recuerdos de "Mamá Blanca". Contraponiendo el estilo de "Mamá Blanca": sencillo, amable, pleno; la editora hace una crítica a la estética contemporánea, a las vanguardias, a las que define como "obras de un esplendor hermético…", y luego añade: "La escuela de lo hermético (…) ha logrado colocar los placeres del espacio y las sonrisas de la idea al alcance de nadie" (pág. 25)
Si bien el universo de la novela es patriarcal, los hombres tienen el poder; este mundo tradicional está desarticulado relegado a un segundo plano, porque lo que aparece en primer plano es el mundo de las mujeres: "Blanca Nieves" y sus cinco hermanas, la madre, Evelyn, especie de institutriz, y el resto de las mujeres que servían dentro de la casa; y a pesar de los avatares diarios entre todas ellas reinaba la armonía.
En la novela se celebra la amistad femenina. Ya desde la "Dedicatoria" se trabajo lo afectivo, el recuerdo, la relación entre un "tu" y un "yo" femeninos.
En la "Advertencia" se narra la relación afectuosa entre la que luego será la editora de "Las memorias" y "Mamá Blanca", entre una anciana y una niña.
Para esta autora las mujeres ocupan el privilegiado lugar del afecto.
En el desarrollo ficticio de la novela surge la contraposición de dos mundos: el "presente" de la escritora de la "Advertencia" y de "Mamá Blanca" a los 75 años, y el "pasado", los recuerdos de "Mamá Blanca" en su niñez en la hacienda de "Piedra Azul".
Hay en la novela una perspectiva ideológica crítica sobre ese mundo "real", actual, y un mundo "ideal" y pasado. Se cuestiona sobre todo las nociones de progreso de la civilización industrial, de la modernización. Se idealiza un pasado patriarcal, para mostrarlo como un modelo de orden regido por la naturaleza en oposición a una modernización que sería contraria a lo natural. La obra sustenta una idea casi mística de la naturaleza, concebida como una instancia reguladora e integradora; en cambio el mundo moderno, la civilización y la cultura moderna hacen perder al hombre su comunión con la naturaleza degradándolo y haciéndolo infeliz.
En "Las memorias…" la naturaleza aparece como principio de valorización positiva: "Mamá Blanca" poseía una exquisita, sutil inteligencia que más que en los libros se había nutrido en la naturaleza (Págs. 18-19)
Ya en "Ifigenia" se insinuaba la alianza entre la naturaleza, el instinto y la tradición en oposición a la inteligencia, la lógica y el progreso. Desde otra perspectiva en "Las memorias de Mamá Blanca" se acentúa y desarrolla esta alianza. Los personajes que aparecen son los que se describen como más próximos a la naturaleza, como por ejemplo "Vicente Cochocho"
Desde la perspectiva de la novela son conformes a la naturaleza el orden y la jerarquía: "cada cual en su puesto".
Es una novela clasista, pero no racista, hay conciencia del problema racial: del indio, del negro, "V. Cochocho", que por un lado es la escoria, mezcla de indio y de negro, el peón para todo oficio; no es un personaje negativo, no es denigrado; es querido por "Blanca Nieves" y sus hermanas. La autora (Teresa de la Parra) eleva al personaje, "Vicente Cochocho" es la idealización del hombre porque es un rebelde al sistema, porque es un hombre que vive en unión con la tierra.
Hacia el final de la novela la hacienda es vendida, el nuevo dueño de "Piedra Azul" es un rico capitalista, amante del progreso, que introduce innumerables cambios y reformas, que lesionan y transforman el "mundo natural" que allí reinaba. Por eso cuando las niñas visitan la hacienda luego de dos años, "Blanca Nieves" dice: "Todo estaba cambiado: era el triunfo del revés sobre el derecho" (Pág. 280). Se había perdido lo positivo, lo conforme a la naturaleza. Los valores positivos habían sido sustituidos por los negativos. En la visión del mundo de esta mujer venezolana el campo es un espacio idílico por estar más cerca de la naturaleza que de la sociedad moderna; otro tanto puede decirse de la infancia porque es anterior al proceso de educación y "civilización". La mujer, según los rasgos convencionales que se atribuyen a lo femenino, está más cerca de la naturaleza que el hombre; y el lenguaje llano, sencillo, natural, próximo a la oralidad, se opone por las mismas razones a la lengua escrita, literaria, artificiosa.
Las nuevas lecturas críticas de la obra de Teresa de la Parra han elevado la valorización de sí misma. Se destaca así la modernidad de su escritura, la claridad de su prosa, su virtuosismo en el manejo del lenguaje, su ironía, su fino humor, a veces negro con que va describiendo la sociedad latifundista en decadencia, asaltada por la capitalista y vulgar del petróleo. No hay inocencia ni ingenuidad en su escritura sino una particular perspectiva ideológica.
Todos estos valores le han significado su incorporación al canon de la literatura hispanoamericana.
Tomado de monografias.com

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