domingo, 9 de septiembre de 2007

Guayoyo

Una de las características más sorprendente y envidiada de los venezolanos es la competencia linguística que poseemos, es decir, esa capacidad de dinamizar la lengua según los diferentes momentos históricos. Me atrevería a decir dentro de mis limitados conocimientos del lenguaje que Venezuela es uno de los países que posee la habilidad de utilizar las palabras y transformarlas para lograr una comunicación más eficaz. Un ejemplo de lo que estoy acotando se percibe cuando nos acercamos a un establecimiento para tomar un simple café. Los nombres de los diferentes cafés servidos sobrepasa el vulgar hecho de tomarlo. Es gracioso e interesante cómo los venezolanos pedimos un café. Hay quienes piden un café con leche, el nombre menos elaborado, otros piden un tetero, una taza de leche con un toque de café, un negrito corto, la mitad de una taza llena de café, ni "muy, muy ni tan, tan", una manera peculiar de solicitar una taza de café ni muy oscura ni tan clara, un guarapo, un café negro claro y no puede faltar el famoso guayoyo, el más tradicional café de panaderías y cafeterías, el cual consiste en una taza de café claro, casi agua. También hay un sector de la población más snob y pide el café con ciertos vocablos extranjeros, tales los casos, café late, capuccino, mocaccino y demás.

Venezuela es un emporio de neologismos y de dinamismo en el habla. Es un país rico en palabras inventadas y estrategias linguísticas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso ver la cantidad de expresiones y palabras que utilizamos cuando hablamos del café. Por lo que veo es un fenómeno que se repite en lugares distantes. Así en Portugal a una taza de café negro se la denomina bica (un bico es un beso). Es una tacita de café, que apenas da para un sorbo. Si se te queda corto, puedes matizarlo y pedir una bica cheia. Si quieres que el café sea de máquina, pides un Çimbalinho. Si quieres que sea de cazuela, un café de saco, si quieres que sea con leche, un galao. Pero si no quieres que tenga tanta leche, una meia... En fin, parece que no sólo en Venezuela el café ha sido una bebida que ha estimulado la creación lingüística. Quizás sea debido a que el café suele ser sinómino de momento de conversación, de alto en el frenesí cotidiano, de diálogo con uno mismo, de encuentro... A.G.

Anónimo dijo...

Entre taza y taza de café he tenido ocasión de leer los cuentos de Oscar Wilde que me recomendaste. Me has gustado mucho, no solo por las historias que narra, sino por la belleza de sus palabras y las comparaciones que hace.
A ratos me recordaba a Lorca. Los dos muestran una sensibilidad especial, tal vez porque los dos coincidían en orientación homosexual. Pero seguro que alguna persona especializada dirá que no tiene nada que ver... A.G.

Ciudad Escrita dijo...

Gracias por tu comentario del café y me alegra de que hayas leido los cuentos de Oscar Wilde, la sensibilidad de este escritor a veces raya en la sutil crueldad.

Por favor, aún no.