lunes, 27 de agosto de 2007

En defensa del habla

27 de agosto de 1635. Muere en Madrid Félix Lope de Vega. Poeta, dramaturgo y novelista español.

"Y pues las pago el vulgo, es justo hablarle necio para darle gusto"

Ángel Rosenblat (1902-1984) quien se nacionalizó venezolano el año 1950, estudio e investigó la manera de hablar del venezolano, al igual que lo hizo con los argentinos. El vivió su niñez en Argentina. A manera de defensa del uso particular que se le hace a una lengua en la dinámica del habla, transcribiré algunos artículos de este investigador publicados en la mayoría de los casos en el diario El Nacional en Venezuela.

¿Los analfabetas o analfabetos? (publicado en "la vida de las palabras, en Periscopio, Caracas, No 2 y 3, 1952)


En nuestra literatura oficial y pedagógica es frecuente hablar de los analfabetas. No es raro que se diga: "Ese profesor es un analfabeta", lo cual parece una "contradictio in terminis", y en realidad no siempre lo es. En 1907 escribía Manuel Díaz Rodríguez en carta a Gil Fortoul (Entre las colinas en flor): "Pizarro, analfabeta..." Y en 1909 Rómulo Gallegos (Una posición en la vida): "nuestros analfabetas preceptores".

El mismo uso de analfabeta en masculino se ha señalado en Colombia, Méjico, Guatemala, Nicaragua, Puerto Rico, Cuba, Perú, Chile, etc. Pero en el castellano general se dice: "Juan es un analfabeto", "María es una analfabeta". El latín tardío formó, con raíces griegas, la palabra analphabetus para designar al que no conocía ni las letras. De ahí el analfabeto moderno, documentado en castellano ya en 1609. ¿Cómo se explica entonces esa difundida forma en -a- para el masculino?

Sanin Cano, en la Revista de Indias, de 1945, dice que él fue el primero en usar analfabeta en Colombia, al traducir en 1887 Il secolo nevrotico, de Paolo Mantegazza. La palabra no figuraba en ninguna forma en el Diccionario de la Academia y la adoptó del italiano por analogía con otros masculinos en -a-: ilota, poeta,nauta, atleta, acróbata, autodidacta, esteta, etc. Pero hay que distinguir los acabados en -a- etimológica (poeta, nauta, etc) de los que tienen una -a- ultracorrecta, que no se justifica ni por el griego ni por el latín. De este tipo es autodidacta, muy usado en Hispanoamérica ("Sarmiento es una autodidacta"), aunque hay actualmente una fuerte tendencia a favor de autodidacto, que es lo etimológico y lo académico. Del mismo tipo es analfabeta.

Analfabeta y autodidacta no son de ningún modo casos excepcionales. Una cantidad de cultismos de origen griego tienen -a- final en masculino a pesar de que en en griego acababan normalmente en -o- (ómicron). En la Lengua general parece impuesto políglota, que la Academia admite hoy junto a polígloto, que trató de imponer en vano. Y también hermafrodita (la Academia también admite hermafrodito), rapsoda (se usa también bastante aeda, aunque lo académico es aedo) y estratega (la Academia prefiere estratego). En nuestros tiempos se han impuesto de manera análoga psiquiatra y pediatra (iatros es el médico en griego), que en rigor etimológico debieran ser psiquiatro y pediatro.

Claro que no vamos a rehacer la Lengua, porque tendríamos que retroceder dos mil años y hablar el latín de los clásicos, que por lo demás también había evolucionado bastante. Por fortuna, nos basta con hablar en buen castellano. La Lengua ha impuesto una serie de "incorrecciones", y sus razones tendrá, aunque a veces la razón gramatical no las entienda. Pero ¿cuál será el criterio para determinar si una forma está bien? Me parece sencillo: si está impuesto en la Lengua general de España y América, en el habla de la gente culta, estará bien aunque rabie el criterio etimológico. El uso es señor absoluto de las lenguas. Por eso me parecen correctos autómata, pediatra, psiquiatra, etc. Pero si sólo se emplea en una región (o varias) y contrasta con el uso culto de las demás, no estará bien. La universalidad hispánica es criterio de corrección.

La universalidad hispánica en la lengua culta. Pero si se trata de objetos locales o de utensilios domésticos hay que resignarse al particularismo, porque la lengua familiar tiene sus propios fueros. Aunque ya nadie prepare en él el ponche, se llamará ponchera en Venezuela (y en algunas partes en Colombia) el recipiente para lavarse, y el que se atreva a decir alijofaina correrá grave riesgo de que no lo entiendan. Se dirá platico, gatico, etc. porque es el uso general de la familia venezolana (también en otros países), y parecerá afectado que una persona nacida en esta tierra diga platito o gatito. Se llamará tetero (igual que en Colombia) a lo que en otros países de América (la Argentina, Chile, Méjico, Guatemala, etc) llaman mamadera, y en España (lo han tomado del francés en el siglo XIX) biberón. Pero si es voz culta, de la lengua científica o literaria, debe corregirse. Por eso me parece mal que los médicos digan diábetes o que los pedagogos usen el analfabeta: analfabeta será probablemente la mujer, pero es malo que lo sea el marido.




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