viernes, 28 de febrero de 2020

LA FURIA DE DIOS. APACUANA 2016



Jesús Farías Rojas (Edo. Anzoátegui, Venezuela 24/12/1969)
Detrás de toda doncella en flor respira la otra, la negra, la que comió el oscuro fruto de Hades.
Ifigenia, Mitología de la doncella criolla.

María Fernanda Palacios.

 A Swarosky Balaguer, mi guaricha.

Esta pieza ganó el Premio Apacuana 2016 conferido por la Compañía Nacional de Teatro de Venezuela. 













NOTA DEL AUTOR.

Escuché de la muerte de Magdalena de Sucre, a los nueve años, de boca de Jesús Dolores Rodríguez Moreno (Chulola), mi maestra, mi madre, mi amiga, mi hacedora, cuando quería sembrar en mí no solo el afán de leer, sino el amor por lo oriental y por lo venezolano. Chulola, claro está, manejaba la versión de la historia oficial, donde Magdalena, la adolescente de catorce años, se lanzaba por el balcón de la casa residencial de los Sucre, para salvaguardar su honor. Y esa primera imagen me quedó grabada en la memoria

En 1983, con motivo de la conmemoración del Bicentenario del Libertador, hubo como un repunte no solo de la vida de Bolívar, sino del periodo independentista; se realizó una serie de televisión El hombre de las dificultades, las imágenes del Himno Nacional eran cromos de la vida de Bolívar, y justamente en un suplemento publicado por el entonces Ministerio de Educación que recreaba con ilustraciones los pasajes de la guerra, me encontré con la imagen; soldados congelados en su intento por darle alcance, y la niña de larguísimas trenzas arrojándose por la balaustrada. Esta es la versión de Rumazo González en el prólogo de Los Documentos Selectos del Mariscal Sucre en la edición de la Biblioteca Ayacucho, quien afirma que la residencia de los Sucre fue profanada, la madrastra y las dos hermanas mayores ofendidas y enviadas a la isla Arichuna, Vicente fue degollado en el hospital y Magdalena se arrojó del balcón a la calle. Herrera Luque, por su parte, en Boves el Urogallo, presenta a los dos hermanos Sucre decapitados en la catedral después de la toma de Cumaná en Octubre de 1814. Para Grisanti, Magdalena fue asesinada y posiblemente violada, por las huestes de Boves que asaltaron su casa. Y finalmente, según el libro de registros de defunciones de la parroquia de Altagracia en su folio Nº 127, la muerte de Magdalena se produjo el seis Enero de 1815, y no a mediados de Octubre, como está escrito en la historia oficial. Yo he querido dejar a la imaginación del lector-espectador, el trágico desenlace.

El Romance del Hermano Infame también me fue cantado muchas veces por Chulola, quién, y ahora lamento mucho no tener la memoria ni los registros, entonaba muchas canciones viejas, sacadas de los libros que leía su tía Crisanta alumbrada por velas en las noches de su infancia en una Punta de Piedras que no conocía el progreso, ni el alumbrado eléctrico. La utilización de este Romance, surgió como un intento de preservar las cosas maravillosas que Chulola me había dado de niño, y pensando que era anónima y ancestral, como homenaje a ella, la incluí en esta obra por la historia que se cuenta. Investigaciones posteriores me arrojaron que era una creación de la tradición oral hispánica y sefardí, muy popular en diversos países de América latina.

Los restos de la inmigración caraqueña a oriente llegaron a Cumaná huyendo de Boves el 25 de agosto de 1814, y la tristemente célebre salida de Bolívar y los jefes patriotas de la ciudad en el barco de Bianchi, ocurrió realmente el 7 de septiembre, me he tomado la licencia de incluirla en esta obra, cuya acción acontece a mediados de octubre, para darle mayor tensión dramática.

La Batalla del Salado ocurrida el 16 de Octubre de 1814, y que significó la única derrota en la brillante carrera militar de Piar, fue una de las más espantosas tragedias humanas acaecidas no solo en el suelo oriental sino en la Guerra de Independencia, donde fueron masacrados más de dos mil civiles y donde perdieron la vida muchísimas mujeres, cuando Boves entró a sangre y fuego en la ciudad no tomó en cuenta si eran patriotas o realistas.

A Boves lo conocí también tempranamente, en la serie de televisión del mismo nombre escrita por José Ignacio Cabrujas y protagonizada por el actor Gustavo Rodríguez, pero no fue mucho lo que me quedó de él, sino que era el malo de la partida. Fue muchos años después, al leer Boves el Urogallo de Herrera Luque, que la figura del Taita se me reveló en todos los matices de su dimensión dramática. Como prototipo histórico, Boves fue un hombre de su tiempo sumergido en una guerra atroz y en un año donde Venezuela conoció El Corazón de las tinieblas, como hombre social uno no deja de preguntarse ¿Qué extraño magnetismo tenía para arrastrar las multitudes que lo seguían ciegamente y se ponían bajo su amparo al punto de llamarlo Taita? Como ser psicológico tenía sus luces y sus grandes oscuridades. Ante esto, es imposible que no nos sintamos atraídos por su figura a la hora de escribir, pues, como personaje literario, cumple con todos los requerimientos exigidos por la mayoría los géneros, el hombre bueno surgido y despojado, devenido en malo, el hombre llano que, atrapado por las circunstancias, se convierte en una fiera llena de rencor y de venganza, el hombre muerto y resurgido para matar. Concluyo citando a Juan Uslar Pietri en Historia de la rebelión popular de 1814 tal y como lo describe en su obra “Boves fue una rara mezcla de paladín y de bestia feroz con sus detalles sombríos y sus momentos hermosos”




LA FURIA DE DIOS; Obra en tres actos. Autor: Jesús Benjamín Farías
Género: Drama.
DRAMATIS PERSONAE.
MAGDALENA DE SUCRE: Moza de catorce años, hija menor de Vicente De Sucre y María Manuela de Alcalá.
ISIDRA: Esclava de la familia  De Sucre, es la vieja Tata negra de Magdalena.
LIBRADA: India guaiquerí, entre cuarenta y cincuenta años, proveniente de la dote de Narcisa Márquez, es la cocinera de la casa de los De Sucre.
BONIFACIA: Mulata de treinta años, propiedad de la familia De Sucre, ayudante de Librada, se encarga de la molienda del maíz, y otras especies.
REMIGIA: Mestiza, de veinticinco años, propiedad de los De Sucre, elabora los dulces y postres, también bajo el mando de Librada.
MALAQUITA: Niña de raza negra, propiedad de los De Sucre, recién llegada a la cocina, es aprendiz a manos de Librada.
NARCISA MÁRQUEZ. Segunda esposa de Vicente De Sucre, y madrastra de Magdalena.
BARTOLOMEO: El esclavo mandadero de la casa de los De Sucre.
PEDRO: El cochero de la casa de los De Sucre.
HOMBRE 1: Hombre del Taita.
HOMBRE 2: Hombre del Taita.
HOMBRE 3: Hombre del Taita.
EL TAITA: José Tomás Boves, nació en Asturias, y llegó muy joven a Venezuela, fue propiciador de la guerra social desatada en 1814, murió en Urica en diciembre de ese mismo año.


LA FURIA DE DIOS.
Jesús Benjamín Farías..
ACTO PRIMERO
Primera Escena
CUMANA, VENEZUELA, COCINA DE LA CASA DE LOS DE SUCRE A MEDIADOS DE UNA MAÑANA DE OCTUBRE DE 1814. AL FONDO, LA GRAN COCINA DE PIEDRA CON SU FOGÓN DONDE HIERVE UN CALDERO. AL CENTRO, UN LARGO MESÓN QUE CORTA EN DOS EL ESCENARIO. ALLÍ, EN EL MEDIO, LA INDIA LIBRADA LE DA ALGUNAS INSTRUCCIONES A LA PEQUEÑA MALAQUITA. EN UNA ESQUINA, ACOMPAÑADA DE SONIDOS GUTURALES LA MULATA BONIFACIA MUELE EL MAÍZ. EN EL OTRO EXTREMO, REMIGIA, LA MESTIZA, BATE UN DULCE DE TAMARINDO, ACOMPAÑANDO SU LABOR SIGUIENDO A BONIFACIA EN SUS MELODÍAS. Y FINALMENTE EN PRIMER PLANO YACE ISIDRA, LA TATA NEGRA, PEINANDO LA LARGA CABELLERA DE MAGDALENA QUIEN JUEGA CON UNA VIEJA MUÑECA.
LA ACCIÓN SE INICIA CON EL GALOPE DE UN CABALLO QUE PASA CERCA. LIBRADA E ISIDRA SE MIRAN. DEJAN MOMENTÁNEAMENTE SUS OCUPACIONES Y SE APROXIMAN A LA PUERTA TRASERA. SE DISPONEN A ESCUCHAR. EL TROTE DEL CABALLO SE ALEJA. LAS MUJERES ATISBAN CAUTAMENTE HACIA EL EXTERIOR. PAUSA TENSA.
LIBRADA: ¿Y el Bartolomeo no ha llegado todavía?
ISIDRA: Yo no lo he aguaitado en toda la mañana…
LIBRADA: Bien que se ha demorado ese cristiano, ¡Ave María purísima!
ISIDRA: No es para menos, nunca en toda mi vida había visto a Cumaná tan agitada como en estos días.
LIBRADA: ¡Ay, verdaderamente, mujer!
ISIDRA: Todo ese gentío que llegó de Caracas ahora antier, asustado, como si vinieran del fin del mundo; esos militares, los que llaman patriotas, matándose entre ellos por la jefatura, y el que mientan El Taita Boves, que al parecer viene persiguiéndolos, tienen a Cumaná con el alma en un hilo… Ojalá que ni se acerque por aquí. (Al cielo) ¡San Marcos de León mete tu mano todopoderosa! Y tú también, Santa Inés bendita, protege a tu pueblo, porque la casa está sin un hombre que nos represente desde que el señor y los muchachos se fueron a la guerra.
LIBRADA: Pero estamos nosotras, negra Isidra, y la señora Narcisa.
ISIDRA: Si de ese demonio dicen más de una atrocidad, se lo oí mentar a don Vicente cuando hablaba con el general Bermúdez, a poco de irse, el mismo día que nos enteramos lo del niño Pedrito.
LIBRADA: ¿Y qué les estaba diciendo, mujer?
ISIDRA: (Misteriosa) Que quiere acabar con todo los blancos, para que manden nada más que los negros, los pardos y los indios… ¿Tú has visto?
LIBRADA: (Santiguándose) ¡Qué barbaridad!
ISIDRA: Ayer en Vísperas, cuando llevaba a la guaricha a la misa, oí a las Fermines decir que ese diablo había arrasado con media Barcelona ahora poco.
LIBRADA: Aléjalo, San Alejo… Menos mal que nosotras no somos blancas…
ISIDRA: Lo mismo pensé yo…
MAGDALENA: (Irrumpiendo) Tata… Tata Isidra, ven a seguir contándome…
ISIDRA: Ahora mismo, guaricha…
LIBRADA: ¡Uju! Ya empezó la muchacha con la repugnancia, que te no deja ni respirar, espera a que se case a ver si va a estar llamándote.
ISIDRA: Es mi deber atenderla, Librada.
(Pausa. A lo lejos se escucha el redoble de las campanas de Santa Inés. Isidra y Librada vuelven a sus ocupaciones)
BONIFACIA Y REMIGIA: (Entonan un pasaje español, las demás, acompañan su canto con sonidos guturales cada una en sus oficios)
                                               En Santa Elena vivía una niña
                                               Linda y bonita como un jazmín
                                               Ella solita se mantenía
                                               Vendiendo flores para Madrid
MAGDALENA: ¿Y entonces, Tata Isidra? ¿Qué fue lo que pasó?
ISIDRA: (Peinándola) ¡Gua!... Que a esa jovencita que llegó aquí, cuando los primeros españoles, se la llevaron los indios Cumanagotos, tú sabes que esos indios de aquí eran Eneas (En secreto) Para muestra ahí tienes a Librada. (Magdalena se cubre la boca y ríe. Isidra retoma) Y, bueno, la subieron por esos montes hasta llegar a la copa del cerro donde estaban escondidos, allí se encontró con el Cacique Caigüire… (Pícara) El Cacique Caigüire no era tan peor porque la señorita esa se encaprichó con él hasta el punto de parirle tres muchachos y todo. Cuando los hermanos de ella los encontraron mataron al pobre Caigüire y a los tres tripones…
MAGDALENA: ¡Qué barbaridad!
MALAQUITA: ¡Ay sí, qué miedo! ¿Y cómo fue eso negra Isidra?
LIBRADA: Cállese la bemba que no es con usted, ¡Asomada!, y ponga cuidado es que, que si la arepa le sale maluca la voy a trabajar. (Docta) La masa le tiene que quedar tequenita, mira, así, ve, como una seda… Haces una bola con ella, así ve… (Abrupta) ¿Estás viendo, no?
MALAQUITA: Si, misia…
LIBRADA: Ese es el secreto, carriza, ni muy salada, ni muy dulce, y suave a las manos, ¡tequenita tequenita!… ¿Estás viendo?
MALAQUITA: ¡Ujú!... Misia ya vide, ya.
MAGDALENA: ¿Y nadie hizo nada?
ISIDRA: Ellos pensaban que esos niños eran obra de Mandinga, es que eran mezclados, como Remigia y Bonifacia, pero peor, porque eran una mezcla de hombre y animal. (Pausa) Tú sabes, guaricha, que los blancos de aquellos tiempos pensaban y hay quienes todavía piensan que nosotros los negros y los indios somos unas bestias.
(Afuera se escucha el tropel de unos caballos avanzando rápidamente. Las mujeres escuchan, esperan, continúan en sus ocupaciones)
LIBRADA: Después agarras un pedacito de masa, y te la pones entre las manos, y la haces una bola, como si fuera bola de plátano… ¡Hazlo para ver!…
MALAQUITA: (Obedeciendo insegura) ¿Así Misia Librada?
LIBRADA: ¡Para ser la primera vez... ahí ahí, regular!… Y después la vas aplanando (Malaquita lo hace) Así no, negra mojina, que te suene en las manos. ¿Tú no sabes que el secreto de una buena arepa está en cómo la suenas y la bailas antes de tenderla en el aripo? Así, mira, con este tumbaíto…
MALAQUITA: No sabía, misia Librada…
LIBRADA: Sépalo pues, fantoche, que para eso está aquí, para aprender.
BONIFACIA: ¡Mi madre! Cométela mejor…
LIBRADA: ¿Qué dijiste, arrastrada? (Bonifacia sigue tarareando con Remigia) En lugar de estar metiéndote en lo que no te importa deberías más bien ocuparte, que tienes toda la mañana moliendo esos cuatro maíces.…
BONIFACIA: ¿Cuatro? Era un costal de maíz, para que sepas.
LIBRADA: Ya yo voy para la segunda comida y no me he dilatado nada.
REMIGIA: (Salvadora ante una posible pelea canta, Bonifacia se le uno en el segundo verso. Afuera voces de vendedores y murmullos de conversación ponen alerta a Librada e Isidra)
                                          A los quince años la pobre niña
                                               Sin padre y madre, sola quedó
                                               Bajo el amparo de un cruel hermano
                                               Vino el infame y la enamoró.
MAGDALENA: ¿Y después, Isidra?
ISIDRA: La pobre madre principió a buscar a sus hijos enloquecida, y se convirtió en un alma en pena que vaga eternamente llorando a sus hijos, mija linda.”Ay mis hijos, ay mis hijos” así llora.
(Se escuchan cantos de pájaros a lo lejos. Latidos de perros)
LIBRADA: Anteanoche yo la escuché…
ISIDRA: ¿A quién, a la Llorona?
LIBRADA: ¡Uju!... Aquí cerquita, en la ribera del Manzanares, la escuché clarito… ¡Mira cómo se me espelusca la piel!... llamando muerte, seguro, la desgraciada… Porque tan pronto la oyeron, los perros empezaron a latir.
ISIDRA: ¡Seguro!… Anoche yo escuché al chaure también cantar tres veces, y no eran cantos de vida, no, eran cantos de muerte.
MAGDALENA: (Estremeciéndose) No hablen de eso que me da susto.
ISIDRA: (Consentidora) ¡Ay mi guaricha! Si es verdad que tú has estado teniendo malos sueños… ¿Soñaste también anoche, mi cielo santo?
MAGDALENA: (Como una niñita) Que la casa estaba llena de gente, con unas lanzas larguísimas, coloradas de sangre, y de unas mujeres y unos hombres que nos veían con odio, otra vez vi al catire ese, al que nunca logro verle bien la cara, agarrándome por el brazo, como agarró Hades a Perséfone, llevándome con él, como se llevó Hades a Perséfone, queriendo hacerme mal, y yo le enterré en el brazo un cuchillo que tenía escondido en el camisón, y la sangre manó vivita manchándome toda. Y ese hombre malo me soltó y yo corrí como loca, corrí hacia el balcón, y  todos me perseguían, y empezaron a rodearme… Después se hace confuso, había como un tropel, una bulla… Otra vuelta me vi cayendo desde el balcón, y tirada en el suelo, como una muñeca rota.
ISIDRA: Primeramente Dios y Santa Inés te favorezcan mi guaricha…
LIBRADA: Lo que deberías hacer, es dejar de estar comiendo tanta broza en las noches, sería mejor. Deberías dejar de estar leyendo tanto y ponerte a rezar, como Dios manda, cien Padrenuestros como mínimo, antes de acostarte.
MAGDALENA: Mejor hablemos de otra cosa… (Mimosa) ¿Por qué no me cuentas la vida de Santa Inés, Tata Isidra? Es que me gusta tanto esa historia...
LIBRADA: ¡Cánsate, muchacha! Por eso es que tienes esos sueños tan feos.
ISIDRA: ¿Librada, tú no puedes dejar de meter la cuchara en todo?
LIBRADA: Por eso es que Magdalena está como está de malcriada y engreída, a causa tuya.
MAGDALENA: (Retadora) Si tú me cuentas la vida de Santa Inés, yo les cuento a todas el cuento de Perséfone, que leí anoche, cuando se la llevó Hades, y el sufrimiento de su mamá buscándola, y la tierra seca, y… ¡Anda Tata Isidra!
ISIDRA: Santa Inés, era una niña que vivió en tiempos antaños, guaricha, trece años tenía y era linda y bella, bella y linda era, y los hombres se volvían locos por la niña pero la criatura decía que su esposo era Cristo, resulta y pasa, que el hijo del rey se encaprichó con ella y….
REMIGIA Y BONIFACIA: (Que van terminando sus faenas)
El cruel hermano le dice un día
                                               ¡Ay hermanita del corazón!
                                               Hoy tu hermosura me tiene loco
                                               Dame hermanita, dame tu amor
                                               La niña dice con voz airada
                                               Yo no te puedo corresponder
                                               ¿Tú no te acuerdas que soy tu hermana?
                                               Morir prefiero a darte querer
 (Comienzan a recoger sus utensilios de trabajo y los guardan, el maíz molido y el dulce de tamarindo, lo colocan en la cocina, trabajan simultáneamente como en una coreografía Las otras tararean y hacen sonidos guturales. Librada desmonta el hervido y lo prueba. Malaquita redondea las arepas imitando el “tumbaíto” de Librada. Isidra terminando su historia, le peina las puntas del cabello a Magdalena quién gime y protesta. Y habla con su muñeca. Los diálogos siguientes ocurren durante estas acciones)
LIBRADA: ¡Ay que canción tan triste, mujer! Deberían cantar algo más propicio, que con estos tiempos que corren tan malucos, nos den un poco de esperanza, de contento…
REMIGIA: ¿Y cómo vamos a hacer? Si después de la muerte del amo Pedrito, en la batalla de La Victoria, doña Narcisa nos ha prohibido hasta reír…
BONIFACIA: Hasta hablar duro ha prohibido…
MAGDALENA: ¡Ay Isidra, que me duele! No me jales tanto el cabello… (Con la muñeca) Mi niña bonita, caracha, Isidra, esa niña es igualita a mi pai…
ISIDRA: Tan jovencito que murió mi muchacho… (Dulce, a Magdalena) Y tú te aquietas, que eso te pasa por no agarrarte un zorongo como yo te digo… Y no estés hablando así, que a doña Narcisa no le gusta que hables como nosotras. (Retomando) ¡Y el pobre Vicentico también, enfermo en el hospital de leprosos!
LIBRADA: (Maliciosa) Y hablando del niño Vicente, desde que mandé a Bartolomeo a llevarle la comida y si se ha demorado. Toditos están picados con la misma tijera…
REMIGIA: Si lo dices por mí, ya terminé.
BONIFACIA: Y si es por mí, zapatea para allá.
LIBRADA: Lo digo por todos, que no hacen si no aprovechar la más mínima oportunidad para estar haraganeando…
BONIFACIA: Desde que doña Narcisa te dijo que te ocuparas de la cocina, tienes los humos alzados, Librada, una no puede sentarse a descansar un momentico porque en seguida te pones con tus retrecherías…
REMIGIA: Bonifacia aquiétate, no le estés buscando la lengua a la misia.
LIBRADA: Mira Bonifacia, a mi no me vengas con marramucias, no hay nadie como yo para trabajar en esta casa que desde que me paro hasta que me acuesto no tengo paranza.
BONIFACIA: Ahora pareces un mayordomo, lo único que te falta es que nos cuerees con el mandador…
LIBRADA: Estuvieran derechitas, porque eso es lo que les hace falta, palo, para que trabajen…
BONIFACIA: Te vas a quedar con las ganas porque al amo no le gusta que nos peguen.
REMIGIA: Bonifacia, quédate tranquila que la que va a salir perdiendo eres tú.
LIBRADA: Y el otro también me va a oír, no es posible que yo lo haya mandado a llevarle la comida al niño Vicente y tenga toda la mañana en eso. Ya casi es hora de almuerzo y hay que llevar la comida al San Lázaro otra vez de vuelta… ¿Por qué Bartolomeo se ha dilatado tanto si no es para amarrar la perra? Y yo necesitándolo aquí para que me ayude a bajar el hervido… Ahora voy a tener que hacerlo yo sola, como siempre…
REMIGIA: (Conciliadora) Si es por eso que estas así yo te ayudo mujer pero ya está bueno. Que bastante guerra hay allá fuera como para estar peleándonos nosotras… Ven, Bonifacia, ayúdanos… ¡Bonifacia!
BONIFACIA: (Enfurruñada) ¿Qué es lo que hay que hacer?
LIBRADA: (Desarmada, bajando el tono) Agarrar el canarín con unos trapos y llevarlo a la mesa del traspatio para que se repose, yo lo sirvo…
(Bonifacia y Remigia lo hacen. Y salen llevándose el caldero. Magdalena que tiene el cabello desparramado por el rostro se lo aparta para mirar)
MAGDALENA: (Consentida) A mí no me sirvas, no quiero sancocho de pescado, no me gusta, gúacala…
LIBRADA: Tú vas a comerte el hervido así tenga yo que dártelo con mis propias manos, como cuando eras chiquita. Si fue esta mañana, dejaste todo el funche con queso que te servimos.
ISIDRA: ¿Y qué expresiones son esas?… Razón tiene doña Narcisa en decir que hablas como una niña cualquiera olvidándote que eres una Sucre.
MAGDALENA: A mí no me importa lo que ella diga, total, ella no es mi mai…
ISIDRA: Guaricha, que te puede escuchar. Y no hables así, te digo.
MAGDALENA: (Levantándose) ¿Qué más puede hacerme de lo que ya me ha hecho? Por ella se fueron todos mis hermanos, José María a Barcelona, Antonio José con el tío Pepe, Pedro y Jerónimo a la milicia, Vicente que se fue a trabajar a la hacienda donde enfermó, hasta Francisco que es casi un niño, está lejos de aquí. Por ella se casó Aguasanta nada más hacerse mujer, y María Josefa, enferma como estaba, se vio obligada a irse a vivir en su casa.
ISIDRA: Mejor te sientas, Magdalena De Sucre, para terminar de desenredarte el cabello (Regañona) Y deja de hablar tanta zoquetería, que…
MAGDALENA: Todos se fueron por culpa de ella.
LIBRADA: Y ustedes que tampoco colaboraban.
MAGDALENA: Tú te callas que no estoy hablando contigo…
LIBRADA: (Dolida) No seas atrevida niña, que yo te he criado, como para que ahora me vengas a faltar el respeto… Estos niños crecen y se les olvida todo lo que uno hace por ellos cuando están tripones.
MAGDALENA: (Pensando) Tienes razón, disculpa. (Salvaje) Pero es que me  enfurezco cada vez que hablo de esa mujer…
ISIDRA: (Suave) Esa mujer es la esposa de tu señor papá y tienes que respetarla, Magdalena. Te escucha y se presenta otra querella en esta casa…
LIBRADA: Lo mismo digo…
MAGDALENA: Ustedes no me entienden.
ISIDRA: Si nosotras te criamos, mija. ¿Cómo no te vamos a entender?
MAGDALENA: Ella reprueba todo lo que hago…
LIBRADA: Pero es que tú también, Magdalena, tú eres muy cabeza tapada, basta con que una te diga una cosa para que tú quieras hacer otra…
MAGDALENA: ¿Y qué quieren? ¿Que sea una niña tonta que haga todo lo que me dice sin protestar?
LIBRADA: Deberías, es lo que corresponde a una señorita bien criada.
MAGDALENA: Pues me niego, prefiero ser una salvaje como ella dice…
ISIDRA: ¡Magdalena!…
MAGDALENA: ¿Por qué Dios no me hizo varón para irme con mis hermanos?
ISIDRA: ¡Guaricha!… Eso es una blasfemia, pídele perdón a Dios…
MAGDALENA: Si fuera varón no estuviera aquí encerrada día y noche, esperando que alguien me procure para casarme.
LIBRADA: Aun te falta mucho para eso…
MAGDALENA: Porque quiero irme de aquí para no escuchar jamás que soy una buena para nada, que soy una soberbia, que soy una entrépita…
LIBRADA: Cálmate muchacha, que vas a hacer que venga doña Narcisa, y se arme la de San Quintín…
ISIDRA: Ven y siéntate para terminar de peinarte, criatura, hazlo por mí…
MAGDALENA: Si me comporto como me comporto es por culpa de ella...
LIBRADA: Deja la cachorrez, Magdalena, que estás armando toda esta intriga para no comerte el sancocho… Lo estoy viendo clarito… ¡Que muchacha tan facinerosa esa!
MAGDALENA: Y si hablo como una blanca de orilla, como dice, es porque desde que tengo uso de razón, estoy aquí en esta cocina con ustedes.
ISIDRA: Si no quieres comer el sancocho no lo comas, pero siéntate para terminar de peinarte que puede venir doña Narcisa… Y si te ve así…
MAGDALENA: Que venga…
ISIDRA: ¿No me escuchaste? Si quieres yo te preparo algo que te guste, pero siéntate para terminar de peinarte…
LIBRADA: Con razón la niña hace lo que le da la gana, porque tú la tienes así de malcriada, de engreída…
ISIDRA: Librada, tu también cierra el pico, te lo agradezco…
(Pausa tensa. Afuera se escuchan las ruedas de un carromato)
MAGDALENA: Esta bien, me voy a sentar, péiname…
ISIDRA: ¿Quieres que te haga un moño tejido?
MAGDALENA: No, voy a parecer una viejita…
LIBRADA: (Punzante) A doña Narcisa no le gusta que andes por ahí con el greñero suelto, porque le puede entrar cabello a la comida…
MAGDALENA: Doña Narcisa no es la dueña de mi cabellera…
LIBRADA: O piojo, como la otra vez…
MAGDALENA: Ella no se tomó la molestia de sacarme uno solo, ni falta que me hizo, para eso tengo a mi Tata…
LIBRADA: A punto estuvo de contarte ese cabello del que te sientes tan mona.
MAGDALENA: Que se atreva nada mas…
ISIDRA: Niña, deja la rezongadera, ¿Cuántas veces tengo que decirte que los mayores se respetan?... Y tú también, Librada, aquieta la lengua, mujer, que lo que te gusta es estar motiniando con la gente (A Magdalena) ¿Cómo quieres que te peine?
LIBRADA: (Alejándose hacia la cocina) Estás muy atrevida niña y eso que recién acabas de matar el chivo…. Estás muy alzada, tú, pero esas alzadas así siempre terminan recibiendo lo que merecen.
ISIDRA: ¿Te hago una cebolla?
MAGDALENA: ¿Qué es matar el chivo?
LIBRADA: Vente, Malaquita, vamos a tender las arepas…
ISIDRA: O te lo amarro con un lazo atrás…
MAGDALENA: ¿Qué es matar el chivo?
MALAQUITA: ¿Dónde las pongo?
ISIDRA: Es lo que te dije la otra vez, cuando te baja la sangra que te convierte en mujer.
LIBRADA: Pon dos aquí y dos allá; con cuidado que no se te desbaraten. Con cuidado, inútil. Quita, es que todo lo termino de hacer yo en esta casa.
MALAQUITA: Fue perdón, misia, perdón…
LIBRADA: Otra más y le digo a la señora que te devuelva al monte.
MALAQUITA: Perdón, misia Librada, perdón…
MAGDALENA: Librada, deja de estar martirizando a esa otra.
ISIDRA: No te metas que su labor es preparar a las nuevas y tú lo sabes; si se equivocan, la responsabilidad es de ella.
LIBRADA: Estás perdonada, pero tienes que poner cuidado…
MAGDALENA: Tengo miedo, Tata Isidra, mucho miedo… Ahora que me bajó la sangre, a convertirme en mujer.
ISIDRA: Estás cambiando mija, un día va a llegar en que tengas que dejar de ser mi guaricha, que tengas que crecer, responsabilizarte por tu casa, por tus hijos, que tengas que llevar con honra el apellido Sucre, como tus hermanos.
MAGDALENA: Ojalá ese día no llegara nunca.
(Pausa. Se oyen pasos. Y todas se vuelven a mirar hacia la entrada)

Segunda Escena
SUENAN CASCOS DE CABALLOS YENDO Y VIVIENDO. VOCES FUERTES. LIBRADA SE ACERCA A UNA DE LAS PUERTAS, MIENTRAS HACE SU ENTRADA NARCISA MÁRQUEZ.
LIBRADA: ¡Y esa tropelía! ¿Qué será? ¡Cómo extraño la tranquilidad de Cumaná, antes de todo este despelote…!
ISIDRA: Lo mismo digo, señora…
NARCISA: Buenas… ¿Se puede saber qué algarabía tienen ustedes? Que desde temprano las escucho picotea y picotea como las propias palomas… Y yo con esta jaqueca que tengo que no me deja tranquila, me acuesto a reposar y no puedo, pero, ¡Qué voy a reposar! Si esto parece una asamblea…
LIBRADA: ¿Nosotras? ¿Usted está segura doña Narcisa? Porque aquí cada quién ha estado en sus faenas, cada quien en su cada cual y ni siquiera entre nosotras hemos comentado ni media palabra…
ISIDRA: ¿No sería allá afuera, que desde temprano eso ha sido bulla y bulla?
NARCISA: ¡Era aquí!… (Descubriendo a Magdalena) ¡Ah, pero si aquí está la niñita! ¡Con razón, parecen gallinas cuidando a sus pollitos! (Acercándose) Está aquí, en camisón, descalza, jugando a las muñecas Y con el cabello suelto.
ISIDRA: (Tratando de sujetarle el cabello) Ella está entrandito, doña Narcisa, y me pidió que se lo recogiera…
MAGDALENA: No me quiero amarrar el cabello…
NARCISA: Aquí no se trata de lo que usted quiera sino de lo que es su deber hacer como señorita de esta casa que es. Y eso es estar aseada, con el cabello bien arreglado, con la ropa adecuada desde bien temprano y con el calzado que corresponde a una niña de su calidad. (Pausa) No es posible, María Magdalena Buenaventura del Sacramento, que a casi mediodía esté usted todavía en camisón de dormir y en la cocina cuando ese atuendo es para estar en la intimidad de su pieza. No es posible que ande por toda la casa descalza cuando yo le he dicho que eso no es lo más decoroso, los pies se le van a poner como unas chalanas… (A las demás) ¿No se lo he dicho o yo estoy loca?…
ISIDRA: (A duras penas) Si… Bueno, si…
LIBRADA: Si, señora, se lo ha dicho…
NARCISA: ¿Por qué, entonces, la desobediencia, María Magdalena? Si es por su bien que yo le digo esto, porque mire mis pies, lindos y bellos, pequeñitos, como deben ser los pies de una dama; pero usted no, usted está haciendo hasta lo imposible por tener patas, como las negras y las indias. (Mala cara de Librada e Isidra) ¿Y el cabello?... Yo no niego tenga usted una hermosa cabellera, pero una doncella bien criada no tiene un solo cabello fuera de lugar, eso también se lo he dicho, ya me duele la lengua de decírselo, ya me duele la garganta de decírselo, que parece a Juana la loca, con ese cabello así y esa camisola y descalza para más ñapa…
ISIDRA: Ya yo la peino, señora, y le recojo el cabello… (Comienza a trenzarle el cabello) Y en cuanto termine subo con ella a ayudarla a cambiarse.
NARCISA: Eso debes procurar hacer antes que salga de la pieza, peinarla y arreglarla y no permitir que esté exhibiéndose por ahí…
MAGDALENA: Yo no me estoy exhibiendo, es que así estoy más cómoda.
NARCISA: No se trata de sus caprichos… Se trata de lo que es correcto hacer, de lo que se espera, que nosotras como damas principales de esta casa hagamos… Y ya que hablamos de eso, va siendo hora que deje las muñecas, ya está demasiado grande para estar jugando con esas chucherías… A ver, deme… (Magdalena estrecha la muñeca) Que me dé, dije…
MAGDALENA: Es mía, es el único recuerdo que tengo de mí mamá y usted no me lo va a quitar… (Pausa. A lo lejos se escucha el cencerro de un buey) Le prometo… Le juro, que ahorita en lo que suba a cambiarme, la dejo en mi pieza, y de allí no la saco para más nada, pero no me la quite.
NARCISA: Me parece razonable si se compromete, yo me comprometo y vivimos en paz. No me vea como la mala de esta historia, no lo soy, Magdalena, yo lo único que quiero es hacer de usted una mujer de bien… (Recorriendo el lugar) En cuanto a ustedes, estoy por pensar que todo el desacato de María Magdalena proviene de su tapadera y de todas las cosas que le alcahuetean… ¿Ustedes creen que le están haciendo bien a la niña? Déjenme decirles que no, que la están echando a perder. Y les aclaro, y ustedes saben que yo no hablo en vano, que como yo las agarre encubriéndole una fechoría mas a la niña, como yo las vuelve a sorprender en una situación como la de hoy con Magdalena aquí en la cocina en esas fachas, haciendo lo que le da la gana, les va a pesar. A mí no me va a importar la confianza que les tengo; cuando se vean trabajando en el campo, cuando se vean recogiendo cacao o café o añil o preparando tabacos, se van a acordar de mí.
LIBRADA: (Después de dudar) Señora usted sabe como es la niña Magdalena, ella no le hace ningún caso a nadie, yo le digo que se vaya a cambiar y se recoja el cabello y ella lo que hace es desafiarme.
NARCISA: (Saliendo) Sin excusas. ¡Ah!, y por favor, mándame un tilo a la recámara, que esta situación ha aumentado mi dolor de cabeza…
LIBRADA: No se preocupe señora que yo misma se lo llevo, enseguida.
MAGDALENA: (Al verla salir) ¡Bruja!
ISIDRA: (Amarrándole la trenza) Guaricha, que te puede escuchar…  Tú no haces nada tampoco por ganarte la voluntad de doña Narcisa…
LIBRADA: (Llevando el guarapo) Y lo peor es que pone a la doña en contra de nosotras… Ya tú la oíste.
ISIDRA: ¡Ay Librada, mejor te callas! Que por salvarte tú, te llevarías por el medio a quién sea, por salvarte le venderías el alma de todas nosotras al mismito diablo…
LIBRADA: (Ignorándola) Ve las arepas Malaquita, que ya yo vengo…
MALAQUITA: Si, señora…
ISIDRA: Vamos arriba para que te cambies… (Magdalena que no puede hablar de la rabia y la impotencia niega con la cabeza) Magdalena, guaricha, tú escuchaste lo que dijo la doña, si no por ti, hazlo por mí, criatura… ¿Es que tú me quieres perjudicar?
MALAQUITA: Ay si, niña, ande, no sea así. Oyó lo que dijo la señora.
MAGDALENA: ¿Por qué es tan mala conmigo?
ISIDRA: Ella tiene razón en lo que dice… Ya tú eres media señorita para estar así en la cocina y descalza, si una dama nunca pisa el suelo con los pies desnudos.
MAGDALENA: A mí no me interesa ser una dama, de esas que se la pasan como unas patiquinas todo el día…
MALAQUITA: Niña, si con esa ropa que se pone parece una virgencita.
ISIDRA: Eso lo decidió tu nacimiento, la familia y la casa donde naciste.
MAGDALENA: ¿Por qué no nací negra esclava o india? Fuera más libre…
ISIDRA: Si hubieras nacido negra o india, igual estuvieras amarrada... (Pausa) Vamos a hacer un asunto, yo voy a ir arriba a buscarte la ropa y te cambias aquí junto, porque no quiero que doña Narcisa venga de nuevo y te encuentre así y te reprenda porque me vas a comprometer a mí. Pero tienes que darme tu palabra que no te vas a poner malcriada y te vas a dejar poner la ropa. ¿Me das tu palabra?... (Pausa) ¿Palabra de una Sucre?
MALAQUITA: Jure, señorita, por Dios, hágalo por Isidra.
MAGDALENA: Está bien…
ISIDRA: Regreso enseguida entonces… Dame la muñeca también, por si acaso…
 (Magdalena abrasza la muñeca y se la da a Isidra que va a la salida, cuando afuera se escuchan sonidos de disparos, gritos de mujeres, hombres y niños, sonidos de caballos avanzando, perros ladrando. Isidra se devuelve hacia donde está Magdalena)

Tercera Escena
ENTRAN REMIGIA Y BONIFACIA CORRIENDO AGITADAS. POR OTRO EXTREMO ENTRAN TAMBIÉN LIBRADA Y NARCISA QUE LUCEN ANGUSTIADAS.
NARCISA: ¿Qué pasaría?
LIBRADA: Ustedes que estaban allá afuera arreglando el patio… ¿Qué fue todo ese tropel?
REMIGIA: Un gentío corriendo a patica o a caballo hacia los lados de El Salao…
BONIFACIA: Y otros viniendo como hacia La Plaza y la Catedral, pero eso es desde endenante, ahoritica fue que se prendió el taparero…
ISIDRA: Pero, ¿Qué fue lo que pasó?
MAGDALENA: Porque hubo hasta disparos… ¿O ustedes no los escucharon?
BONIFACIA: Por eso fue que nos esmachetamos para acá adentro…
REMIGIA: Una no se iba a poner a preguntar, buscando lo que no se le ha perdido…
MALAQUITA: Si yo estaba aquí y me asusté, figúrense ustedes…
NARCISA: Es decir, que ¿no averiguaron nada?…
REMIGIA: Solo que eso fue carrera de allá para acá y de acá para allá.
NARCISA: ¿Es que esta ciudad no va a tener paz? Este mes ha sido terrible...
BONIFACIA: Y con ese gentío que llegó de Caracas, mucho más…
NARCISA: Si, con todo ese gentío ha aumentado la escasez y hemos ido consumiendo las provisiones que teníamos guardadas para cualquier eventualidad… Se ha tenido que sacar comida de donde no tenemos para dar a tanta gente hambrienta…
LIBRADA: Para muestra un botón, medio sancocho del que hice es para mandarlo a la iglesia para que lo repartan…
NARCISA: Por los vientos que soplan nos iremos a morir de hambre, porque, ni los campos ni los comercios están produciendo nada, ¿Yo no sé quién inventaría esta malhadada guerra?
MAGDLENA: ¿Es esa su caridad cristiana? Digo, porque desde que le pidieron la colaboración de la comida hace días, eso ha sido una sola protestadera…
NARCISA: Usted se calla, que están hablando las mayores…
MAGDALENA: Le recuerdo que en esta guerra están participando casi todos los hombres de la familia…
NARCISA: Dije que se callara que usted no tiene edad para estar opinando en asuntos de gente grande…
MAGDALENA: En julio cumplí los catorce…
ISIDRA: (Suplicante) Magdalena…
NARCISA: Así tenga veinte, aquí el ama de casa soy yo; y no es por falta de caridad cristiana que me quejo, es porque tengo que pensar en sus hermanitos, y en usted misma… En esta casa hay muchas bocas que alimentar y no soy yo quién precisamente necesita recordárselo…
MAGDALENA: (Pausa) Es cierto, no había pensado en eso…
NARCISA: Entonces debería pensarlo bien antes de juzgar. ¡Y vaya a vestirse!
ISIDRA: Vamos niña, vente… ¡Vente!
(Va a conducirla al interior de la casa pero se paraliza al escucha el sonido de una carreta y un portón abrirse y cerrarse estrepitosamente. Todas dirigen la mirada hacia la puerta del patio)
Cuarta escena
ENTRA BARTOLOMEO CAMINANDO PARSIMONIOSO. LAS MUJERES LE CAEN ENCIMA AGOBIÁNDOLO CADA UNA CON SUS PREOCUPACIONES. TODAS HABLAN SIMULTÁMEAMENTE.
LIBRADA: ¿Dónde estabas, que llegas a esta hora?
NARCISA: ¿Qué pasó allá afuera?
MAGDALENA: ¿Cómo amaneció Vicente?
BONIFACIA: ¿Cuál fue el taparero?
REMIGIA: Habla cristiano…
ISIDRA: Si, si estás blanco como un papel…
MALAQUITA: Si, Bartolo, que está como encandilado.
BARTOLOMEO: ¿Y cómo voy a hablar? Si no me dejan…
NARCISA: ¿Que fue lo que pasó?
BARTOLOMEO: Gua, que Cumaná amaneció alborotada hoy día, pues…
REMIGIA: Primera noticia, lo que queremos son las novedades…
LIBRADA: La verdad es, Bartolomeo, cuenta algo que no sepamos…
BARTOLOMEO: Andan diciendo por ahí que los militares caraqueños se huyeron con el tesoro que trajeron de la catedral de Caracas…
ISIDRA: ¿Cómo es eso?
BARTOLOMEO: Eso es lo que están diciendo… Y otros dicen que no fue así, sino que el pirata ese, Bianchi, se los llevó a juro con todo y oro.
NARCISA: ¿Y a quienes de ellos?
BARTOLOMEO: A ese que mientan Bolívar y a ese otro que llaman Soublette. Ah, y al margariteño ese, el catire, Don Santiago Mariño…
NARCISA: Pero eso no puede ser cierto, yo no veo al general Mariño en esas... Si él ha venido aquí a la casa, él es amigo de Don Vicente…
BARTOLOMEO: Yo no sé nada, yo lo único que hago es repetir como un loro lo que dicen por toda Cumaná…
NARCISA: Esto se pone feo…
BARTOLOMEO: Al que mientan Piar, estaba como el diablo…
MAGDALENA: ¿Quién es ese?
BARTOLOMEO: Uno ahí que estaba bravuco por la ida de estos otros… (Pausa) ¡Y todavía no he contado lo mas peor!…
NARCISA: ¿Es que hay más?
BARTOLOMEO: Ese, que llaman El Taita, no dilata en portar hoy mismo por Cumaná…
TODAS: (Gritos) ¿Qué?...
BARTOLOMEO: Que está aquí mismito, aquí cerquita, por eso es el tropel.
NARCISA: ¡Ay Santa Inés, mártir! ¿El Taita no es ese realista del que cuentan tantas historias? Ese que mata blancos, mata niños y a las mujeres…
LIBRADA: (Rápida) Ese mismo diablo es…
BARTOLOMEO: La ira de Dios, le dicen…
MAGDALENA: ¿A las mujeres que?...
MALAQUITA: ¿A las mujeres que?...
ISIDRA: Guarichas, hay cosas que todavía no saben y mejor que no sepan…
NARCISA: (Urgida) ¡Mis hijos!… Tengo que sacar de aquí a mis hijos. Remigia, Bonifacia, suban conmigo, vamos a prepararlo todo, pero mis hijos no pasan de hoy que los saque de aquí. Yo no voy a esperar a que llegue ese patibulario… Vamos, apúrense, que si ese hombre llega a venir es capaz de matarlos a todos… 
LIBRADA: Con las barbaridades que dicen de él, no lo dudo…
ISIDRA: ¿Y la niña Magdalena? ¿No se la va a llevar?
NARCISA: ¿Qué clase de pregunta es esa? Ella también se va con nosotros… Que se prepare.
MAGDALENA. ¿Y Vicente? Yo no voy a dejar solo aquí a Vicente…
NARCISA: De Vicente nos encargamos después, ahorita lo importante es sacarlos a ustedes de aquí…
MAGDALENA: Pues no estoy de acuerdo…
NARCISA: Magdalena, no es momento a ponernos a discutir por eso, obedezca… Si ese hombre nos encuentra aquí nos mata…
MAGDALENA: Pero él está con las piernas hinchadas y…
ISIDRA: Niña, mejor haz caso, tú no sabes la gravedad del asunto… (Llevándose a Narcisa) Venga, doña Narcisa, que yo la voy a ayudar a preparar las cosas de los niños y los de esta desobediente… Vente tú también…
MAGDALENA: Ya voy…
LIBRADA: Si, llévate a la doña, yo le voy a servir un guarapito de Santa María, para que calme esos ímpetus… (A las otras) ¿Y ustedes que esperan para ir a ayudar a la doña? ¡Vamos pues!
BONIFACIA: ¡Ay, Dios, con esta mujer! Lo único que te falta es el fuete
REMIGIA: Vente, mijita, que pareces a la niña Magdalena de refunfuñona.
(Bonifacia y Remigia salen detrás de Narcisa e Isidra. Librada se acerca a la cocina y sirve el guarapo y se va también. Magdalena la contempla en silencio)
Quinta Escena
MAGDALENA CIERRA LA PUERTA RÁPIDAMENTE Y CONFRONTA A BARTOLOMEO.
MAGDALENA: ¿Tú vas de regreso al hospital, verdad? A llevarle comida a Vicentico.
BARTOLOMEO: Si, niña…
MAGDALENA: Yo voy contigo…
BARTOLOMEO: Pero, niña, ¿usted está loca? Usted sabe que no la van a dejar salir sola y menos conmigo.
MAGDALENA: Nadie va a saberlo, todas se han ido y van a estar ocupadas recogiendo; anda, Bartolo, no seas malo… Yo necesito ver a mi hermano antes de que me lleven, porque me van a obligar a irme…
BARTOLOMEO: usted no sabe en el compromiso que me está poniendo…
MAGDALENA: Por lo más sagrado, Bartolo, llévame contigo…
BARTOLOMEO: Pero mi niña Magdalena, no llore, no ve que no se puede…
MAGDALENA: Si se puede, lo que pasa es que no quieres…
BARTOLOMEO: Ese hombre que llaman El Taita es Mandinga, niña, si la Cumaná está alborotada así, es porque ese diantre va a venir...
MAGDALENA: Pero aquí hay soldados que lo van a detener…
BARTOLOMEO: Y para usted puede sé peligroso que la vean afuera.
MAGDALENA: Ese hombre no ha llegado todavía.
BARTOLOMEO: Usted no puede salir sin ninguna mujer que la acompañe.
MAGDALENA: Si es así, me llevo a Malaquita, vamos…
MALAQUITA: ¿A mí, caracha? Pero niña… ¿Yo voy a ir?
BARTOLOMEO: Niña, si fuera por mi yo la llevara, pero…
MAGDALENA: Solo un momentico, no puedo irme sin ver a mi hermano…
MALAQUITA: ¡Ay niña Magdalena, me da como pavor con Librada! Mejor, no voy.
MAGDALENA: Si, tú vas a ir conmigo. (A Bartolo) Eso es rapidito, tú vas a ver que ni se van a dar cuenta, solo lo veo, lo beso y me devuelvo para la casa…
BARTOLOMEO: (Pensando) No, niña, mejor no, deje los embelecos…
MAGDALENA: ¿Van a negarme ese favor? (A Malaquita) Y tú si vas, dije…
MALAQUITA: ¿Y si la india Librada me esmoña?
MAGDALENA: ¿Es que acaso yo me he portado mal contigo algunas vez?
BARTOLOMEO: No niña, ni el padre suyo de usted.
MALAQUITA: Si nos descubren, misia Librada me puede desgreñar…
MAGDALENA: Si nos descubren yo me echo toda la culpa, digo que los obligué, no voy a permitir que a ustedes les hagan nada…
BARTOLOMEO: Solo con ese compromiso, que usted responda por nosotros…
MAGDALENA: Así lo haré… ¿Vamos?
MALAQUITA: Usted no puede ir vestida así…
MAGDALENA: ¡Ay verdad! ¿Y ahora? ¿Cómo me cambio? Esto me pasa a mí por porfiada, por no irme a cambiar cuando  Isidra me mandó.
MALAQUITA: Pero niña, suba y se cambia rapidito…
MAGDALENA: Si subo no bajo, no me dejan…
MALAQUITA: En lo que se descuide pega la carrera para acá…
MAGDALENA: Prefiero no arriesgarme (Mirándola) Por cierto tú eres como de mi porte… ¿Tú no trajiste ropa?
MALAQUITA: Si, allá atrás tengo un bojote con unas enaguas, unas cotas y un trapo para el frío y unas alpargatas…
BARTOLOMEO: ¿Niña usted no estará pensando en…?
MAGDALENA: Vamos a buscarlo…
BARTOLOMEO: ¡Ahora si es verdad que se arma la grande!
MALAQUITA: Y también tengo collares y pulseras que hice yo mismita.
MAGDALENA: Mejor, así completo el disfraz.
BARTOLOMEO: Pero niña, usted hace cosas que no se le agradecen.
MAGDALENA: ¡Ay Bartolomeo! Deja la protestadera, pareces a mi Tata…
BARTOLOMEO: Ahora si es verdad que me despescuezan…
MAGDALENA: Nadie te va a hacer nada, yo no voy a dejar, te lo juro.
BARTOLOMEO: (Pausa) Vamos pues… Pero rapidito niña, no se vaya a poner a hablar mucho, mire que si doña Narcisa nos descubre como aquella vez…
(Salen. Oscuro) 


ACTO SEGUNDO
Primera Escena
TEMPRANAS HORAS DE LA TARDE. LUCES AMARILLAS PARA DENOTAR UN SOL INCLEMENTE SOBRE LA CIUDAD DE CUMANÁ. A LO LEJOS CORNETAS DE GUERRA SONIDOS DE MARCHA DE UN BATALLÓN DE INFANTERIA. CAOS DE VOCES DE HOMBRES Y MUJERES. TROTE INCRESCENDO DE LA CABALLERÍA QUE PASA. Y CAMPANAS SONANDO CLAMOROSAMENTE.
EN LA COCINA DE LOS SUCRE ESTÁN ISIDRA Y LIBRADA. ESTA ÚLTIMA CUELA UN CAFÉ CUYO AROMA LLENA LA ESTANCIA. ISIDRA, SENTADA EN PRIMER PLANO MIRA AL VACÍO.
ISIDRA: Solo bastó un descuido mío, un pequeño descuido, para que la guaricha agarrara calle. ¿Dónde se habrá metido esa carriza?... ¡Y con lo peligrosa que está Cumaná hoy! ¡Ojalá que no le pase nada malo!
LIBRADA: Deja el martirio, mujer, esa no debe estar muy lejos, si no conoce a nadie, si nunca ha salido sola de esta casa… Con lo atolondrada que es, debió esconderse para que doña Narcisa no se la llevara a Cachamaure.
ISIDRA: ¿Tú crees?
LIBRADA: Si, esa estará escondida en algún rincón de este enorme caserón.
ISIDRA: Pero si yo eché esta casa abajo y no la encontré, si Remigia y Bonifacia todavía la están buscando y nada…
LIBRADA: A esa chiquilla insurgente, lo que le hacen falta son unos buenos azotes… ¿Pero quién la toca? Se empeñó en que no se iba y mira, no se fue.
ISIDRA: Pensaba en su hermano Vicente…
LIBRADA: ¿Y qué podía hacer ella? No le estés tapando a la muchacha que por eso es que está como está, haciendo lo que quiere.
ISIDRA: Si no le estoy tapando, es que…
LIBRADA: Tú eres una de las grandes culpables de lo caprichosa que se ha vuelto la Magdalena; y yo también, y todas. ¿Cómo no iba una a condolerse de la pobre huerfanita?, ¿Cómo no iba una a engreírla? ¿A cumplirle sus más mínimos antojos? Y ahí está… ¿Habrase visto mayor desconsideración? Desaparecerse así, sin decirle a nadie, preocupando a todo el mundo…
ISIDRA: Yo no lo veo así…
LIBRADA: Porque estás cieguita por ella; y yo también, no te creas. (Acercándose) Tómate esta borra y déjate de estar dándote mala vida, que esa, seguro debe andar por ahí de lo más tranquila y tú aquí preocupada…
(Comienza a tomarse el café. Entran Bonifacia y Remigia)
ISIDRA: ¿Qué pasó?
BONIFACIA: Nada, que no la encontramos…
REMIGIA: Ni en los corrales, ni por la orilla del río, ni en las caballerizas, ni en el fondo de la casa.
BONIFACIA: Para mí que la niña se escapó.
LIBRADA: Mujer deja la alarma que le vas a poner la cabeza a la otra más grande de lo que ya la tiene…
REMIGIA: Pero que otra cosa va a pensar una, cristiana, si no hemos dejado lugar que no hemos registrado y nada que aparece la niña…
LIBRADA: (Pausa) ¿Ustedes no han visto a la Malaquita por ahí?
REMIGIA: Ay la verdad es que yo tengo rato que no la veo.
BONIFACIA: Y yo tampoco… A quién vimos pasar fue a los soldados, hacia los lados del Salao, ¿Verdad Remigia? Y se veían tan bonitos…
LIBRADA: (Después de una pausa) Ya está listo… Esas andan juntas, ¿No te dije yo? El muchacho que es llorón y la mamá que lo pellizca; segurito que la niña Magdalena, brollera como es, convenció a la otra para ir a ver lo que estaba pasando…
ISIDRA: ¿Tú estás loca? ¿Cómo va a hacer la niña algo así? Yo no creo, ella sabe que no tiene permitido salir sola…
LIBRADA: La negrita retinta esa me va a dejar los chicharrones en las manos, empezó muy mal en esta casa, les digo, empezó muy, pero muy mal…
REMIGIA: A lo mejor pasó algo que las hizo salir…
BONIFACIA: O a lo mejor la niña Magdalena se la llevó a juro…
REMIGIA: Con el pavor que te tiene Malaquita, esa no iba a abandonar sus obligaciones así como así…
LIBRADA: ¡Se han visto casos!
BONIFACIA: Si lo dices por nosotras… Terminamos con nuestras quehaceres desde hace ¡uju!...
LIBRADA: Pues, vayan a ocuparse, bastante trabajo hay que hacer en esta casa…
BONIFACIA: ¡Ya hablo la doña!
REMIGIA: Ya Bonifacia, deja de estar buscándole la lengua a esa mujer.
LIBRADA: Doña Narcisa dejó la casa a mi cargo, cualquier alzamiento de alguna de ustedes le será dicho así que ya lo saben…
BONIFACIA: Mi madre, Librada, ¿Y qué más quieres que hagamos? ¿Te parece poco haber registrado toda la casa, el patio y el traspatio, la caballeriza, hasta los huertos, buscando a la niña Magdalena? Mejor mátanos, chica…
REMIGIA: Verdaderamente, ¡Que desconsideración!
ISIDRA: Dejen la peleaderas, mis hijas, que parecen unas guacharacas… ¡No te digo yo! Esmechándose ahí, en vez de ocuparse por saber dónde se halla la niña… ¡Que hasta muerta de hambre estará!
REMIGIA: ¡Para lo que come ella!
LIBRADA: Mujer, pero tú te vas a enfermar, deja la mortificación, ni que la niña Magdalena fuera hija tuya…
ISIDRA: ¡Como si lo fuera! Aún la guaricha era una niña de brazos y me la encomendaron para atenderla, cuando doña María Manuela murió yo me encargué de cuidarla enteramente; esa niña no ha visto más regazo que el mío, porque es que ni cuando don Vicente se volvió a casar…
LIBRADA: Y el mío también, que bastante que la he toreado…
BONIFACIA: Y mío, porque jugaba con ella desde que estaba de meses…
REMIGIA: Y el mío, que bastante que la he bañado, aseado, y la he vestido…
ISIDRA: Pero están muy quietas y la niña perdida… ¡Ay Santa Inés, mija, tú que eres la patrona de las niñas, cuídamela!
LIBRADA: Ay, mujer, pero al mal tiempo buena cara; bastante mal que nos trata la vida, bastante dura es ya la vida nuestra como para que también nos amarguemos por cosas que no tiene ni son ni ton; si algo le hubiera pasado a la niña ya lo supiéramos, con lo chismosa que es la gente aquí…
REMIGIA: Verdaderamente, negra Isidra.
BONIFACIA: Si, deja la alarma que esa aparece en un momento.
ISIDRA: ¿Y si no aparece? ¿Es que ustedes no parecen entender como amaneció hoy Cumaná? ¿Ya se les olvidó lo que hicieron esos bandidos de los realistas el año antepasado con las familias patriotas? ¿Es que se les olvidó que se llevaron preso al niño Vicente, enfermo como estaba? ¿Cómo se comporta la gente en situaciones así?... La gente está huyendo en cambote, ha habido revueltas, hay quienes querían hasta saltear las pulperías en busca de comida para echarse al monte. ¿Y ustedes me dicen que no me preocupe? La niña Magdalena está por esos mundos de Dios y ninguna de nosotras sabe dónde está, no hay aquí ningún hombre de la familia que la ampare. Si llegara a pasarle algo yo no sé con qué cara voy a ver a don Vicente. (Tensión) Entienden ahora, que estamos en un grave aprieto.
LIBRADA: Pero a ella nadie la mandó de aprontada a salir de la casa, si es que salió. (Pausa) ¿Para qué salió?, dime, ¿qué necesidad tenía de salir si no es por las ganas de echar varilla, sino es por el ansia de tenernos a todas nosotras en esta zozobra?
ISIDRA: Tú parece que le tuvieras mala voluntad a la guaricha…
LIBRADA: Ya no vayas a empezar con eso, mujer, que tú sabes que no es así; lo que quiero es que te sientes y te calles la boca porque te mortificas tú y nos mortificas a todas…
ISIDRA: A mí no me hables de ese modo que ya yo soy muy vieja para la gracia, ni soy hija tuya ni soy Remigia o Bonifacia a las que maltratas cuando te da la gana…Y si a ti doña Narcisa te encargo la casa, a mí don Vicente me encomendó a la guaricha antes de irse a guerrear por los lados de Maturín, vela por ella, me dijo, que no tiene en el mundo a más nadie que a ti, así me dijo, y yo sé que es verdad…
(Suena un cañonazo que paraliza a Isidra y sobresalta a las demás)
BONIFACIA: Ave María Purísima, ¿Qué fue eso?...
REMIGIA: Sonó como si fuera el fin del mundo…
LIBRADA: (Grave) Empezó la batalla…
ISIDRA: Y la niña en la calle (Como un lamento) ¡Dios, Dios, Dios, Dios, Dios! ¡Dios, Dios, Dios, Dios, Dios! Santa Inés, envuélvela en tu manto protector.
(Se escucha el tropel de un carromato avanzando, el sonido de un portón abrirse y cerrarse estrepitosamente. Todas se vuelven hacia la puerta cuando suena otro cañonazo. Gritos de susto cuando la puerta se abre)

Segunda Escena
ENTRA MAGDALENA CORRIENDO. LA SIGUEN BARTOLOMEO Y MALAQUITA. ISIDRA ARREMETE.
ISIDRA: ¿Dónde estabas? (Reaccionando la agarra por los brazos y la sacude) ¿Dónde andabas?.. ¿Qué te habías hecho, María Magdalena De Sucre? ¿Es esa la consideración que me tienes?
MAGDALENA: ¡Ay, Isidra! ¡Suéltame que me haces daño!
BONIFACIA: (Alarmada) ¡Isidra!
REMIGIA: Suelta a la niña, mujer…
BARTOLOMEO: Isidra, que te puedes meter en una dificultad con el amo…
ISIDRA: ¿Dónde estuviste? ¿Dónde? (Desparramándose en llanto) No sabes el susto que me has hecho pasar, toda la angustia… Todavía tengo el corazón en la boca, ¿Dónde andabas? ¿Dónde andabas?
LIBRADA: Habla, muchacha…
MAGDALENA: Yo te lo voy a decir, pero primero suéltame, por favor…
(Isidra la suelta. Va a sentarse. Se cubre la cara con el delantal y alivia su desesperación llorando. Magdalena dudando en acercarse a consolarla)
MAGDALENA: No fue mi intención preocuparte, me fui sin pensar, se me ocurrió de repente…
LIBRADA: ¿Dónde fuiste?
MAGDALENA: Tampoco pensé que me iba a demorar tanto…
LIBRADA: ¿Dónde fuiste? ¿Y vestida así? Mira, mujer, ¿Tú no has fijado como está vestida la niña? ¡Fin de mundo!…
ISIDRA: Magdalena ¿Qué significa esa ropa?
LIBRADA: ¿A dónde fuiste que tuviste que ir vestida con esos harapos? ¿Cómo se te ocurre irte a la calle como una percusia? ¿Y seguro que ni te pusiste un trapo en la cabeza como Dios manda?
MAGDALENA: Me puse este manto…
LIBRADA: ¿Te imaginas lo que van a decir las Fermines si te vieron? ¿O las Aristizabal? ¿O las Patiño Méndez? ¿Y doña Narcisa? Porque se va a enterar, eso puedes jurarlo.
BONIFACIA: Librada, yo creo que eso no tiene ninguna importancia.
LIBRADA: ¿Cómo que no tiene importancia?
BONIFACIA: Lo que interesa es saber dónde estaba la niña, y lo que hacía en la calle… ¿O ya se les olvidó?
MAGDALENA: (Acometiendo) Fui a ver a Vicente…
TODAS: ¿Qué?
ISIDRA: ¿Tú estás loca, guaricha?
LIBRADA: ¿Cómo se te ocurrió irte así, sin pedir permiso?
REMIGIA: Y con la ciudad como está…
BONIFACIA: Buscando que alguien se propasara contigo…
MAGDALENA: Tenía que verlo antes de irme…
LIBRADA: Doña Narcisa está muy dolida contigo, no quiero ni pensar cómo se va a poner cuando se entere…
MAGDALENA: ¿Y quién se lo va a decir? ¿Tú?
LIBRADA: Es mi deber…
MAGDALENA: También era mi deber ir a ver a mi hermano, también es mi deber procurar sacarlo de Cumaná ahora que tenemos la guerra aquí cerquita…
LIBRADA: Eso no lo decides ni puedes hacerlo tú, eso es cosa de hombres.
MAGDALENA: Los hombres de la familia no están y Narcisa estaba ocupada arreglando las cosas para alejar a sus hijos, quería traerlo y que nos fuéramos todos juntos, pero no se pudo… ¡Ni siquiera me dejaron entrar al hospital!
LIBRADA: Y menos con esa facha de blanca de orilla…
MAGDALENA: Así que el esfuerzo fue en vano. ¿Y doña Narcisa dónde está?
LIBRADA: Se canso de esperarte y tuvo que irse.
(Pausa. Suena un cañón. Remigia y Bonifacia comienzan a susurrar rezos)
MAGDALENA: ¿Qué?... ¿Y me dejó sola aquí?
REMIGIA: Te buscamos por todas partes y no te hallamos…
MAGDALENA: (Sorprendida) ¡Me dejó sola!
ISIDRA: Sola no, te dejaron conmigo; y yo estoy dispuesta a dar mi vida por ti.
MAGDALENA: Yo lo sé, Tata, y te agradezco profundamente el cariño que me tienes, pero eso no hace que me sienta mejor, me duele la mala acción; Narcisa me dejó sola aquí, Tata Isidra, y se fue con sus hijos, eso no hace más que comprobar el poco cariño que me tiene, lo poco que le importo…
ISIDRA: La señora se enloqueció, mi guaricha, en su mente solo estaban las barbaridades que ese Cervériz y el Zuazola cometieron aquí con las mujeres y los niños el año antepasado... Y de ese Taita, que está llegando dicen lo peor de lo peor…
MAGDALENA: Y aún así me dejó sola aquí… Ese hombre está aquí a la entrada y me dejó sola aquí…
BARTOLOMEO: A lo mejor ni entra niña, ese que mientan Piar, le paró el macho a los españoles en Maturín, eso es lo que decía la gente endenantico.
MAGDALENA: ¿Y a ustedes? ¿Por qué no se las llevó a ustedes?
LIBRADA: Nosotras no importamos, somos indias, negras, cruzadas, ¿Qué puede pasarnos? Son a los blancos a los que busca ese Taita.
ISIDRA: (Retomando) La doña se desesperó porque no llegabas… Ella mandó por ti, pero tú no estabas por ahí…
MAGDALENA: Si la situación no fuera tan patética me diera risa, es que hasta me da risa (Risa) Además, porque me... Porque me duele, odio que me duela, pero me duele… (Levantándose) Acabo de descubrir que estoy sola, pero… ¿Por qué me extraña? Si siempre he estado sola, desde que abrí los ojos al mundo, desde que me conozco estoy sola...  (Con voz distinta) ¡Sola!
ISIDRA: Sola no, yo estoy aquí.
(Afuera se escuchan los sonidos propios de la batalla, ensordecedores, atemorizantes. Magdalena se pasea inquieta por la cocina. Los demás la observan. Malaquita se une a los rezos de Remigia y Bonifacia)
LIBRADA: ¿Vas a comer?
MAGDALENA: No, no tengo hambre…
ISIDRA: Guaricha, yo pienso que deberías comer algo…
MAGDALENA: (Firme) Dije que no tengo hambre no insistan por favor.
(Se escuchan explosiones, gritos, quejidos. Las mujeres se buscan con los ojos. Bartolomeo se acerca a atisbar por la ventana)
MAGDALENA: ¿Y ustedes? ¿Por qué no se han ido?
ISIDRA: ¿A dónde niña?
MAGDALENA: No se, al monte, a los cerros, qué se yo, lejos de aquí.
LIBRADA: La doña nos dejó al amparo de la casa y es nuestra obligación permanecer aquí. “Esta es su casa” nos dijo antes de partir… (Pausa)  ¿Y con quién fuiste al hospital? Hablando de otras cosa, porque me imagino que no has tenido el atrevimiento de ir sola…
MAGDALENA: Me llevó Bartolomeo…
LIBRADA: ¿Cómo es la cosa? Mira retinto insolente…
MAGDALENA: El no tuvo la culpa, no le digas nada…
LIBRADA: Inmundo, ¿Cómo te has atrevido a exponer a la niña…?
MAGDALENA: Que no le digas nada, Librada, yo lo obligué a que me llevara…
LIBRADA: Pero Magdalena, niña, esa es una falta muy grande que merece ser castigada, si te hubiera pasado algo…
MAGDALENA: ¿Es que no me escuchaste?
LIBRADA: ¿Y seguro que también te llevaste a la Malaquita?
MALAQUITA: No, a mí no, ¿Verdad niña Magdalena? Yo estaba en el patio.
MAGDALENA: Si, Librada, para que una mujer me acompañara ¿No es eso lo correcto? Salir con una dama de compañía…
LIBRADA: Yo me figuraba que la negrita faramallera estaba contigo, sepa y entienda negra retinta, que en lo que esto acabe te mando al monte, inútil, que dejaste quemar las arepas que te había encomendado.
MAGDALENA: Librada, que sea la última vez que en mi presencia, tú ofendes a los demás…
LIBRADA: Y de cuando acá, decir la verdad es ofender.
MAGDALENA: Es una orden…
LIBRADA: Si una no los trata con mano dura, ellos van a terminar haciendo lo que les da la gana…
MAGDALENA: Tú eres igualita a ellos, con un poquito más de mando, pero eres igualita a ellos, no tienes por qué tratarlos de esa forma tan humillante.
REMIGIA: Yo se lo he dicho…
BONIFACIA: Y yo también, que ella quiere estar barriendo el piso con una…
LIBRADA: La señora Narcisa me dejó a encargada de la casa… (A las demás) ¡Y ustedes se callan!
MAGDALENA: Eso no te da derecho a maltratarlos a cada momento. (Pausa) Yo no conocí a mi madre pero por lo que me han dicho era una mujer que no necesitaba levantar la voz, para que la obedecieran, ¿Y mi pai? ¿Cuántas veces has visto tú a mi pai dirigirse mal a alguien? Yo no te voy a negar que es distante y seco pero nunca ofende a nadie. ¿Por qué lo haces tú? Si eres una esclava como ellos…
LIBRADA: Señorita me está ofendiendo, ahora poco doña Narcisa me ofreció mi papeleta de manumisa, estoy aquí porque quiero y por agradecimiento a ella y, sépalo, que en lo que llegue se lo digo, que usted me faltó el respeto y que me quitó autoridad delante de la servidumbre.
MAGDALENA: Dile lo que te dé la gana, yo no le tengo miedo, ya no…
LIBRADA: (Furiosa al resto) ¿Y ustedes que miran? Vamos pues, a ocuparse.
MAGDALENA: De aquí nadie se mueve…
LIBRADA: Usted no sabe lo que hace apoyando a la partida de vagabundos estos, por algo la señora Narcisa me dejó la responsabilidad de la casa.
MAGDALENA: La señora Narcisa ahora no está pero estoy yo que soy la hija menor del primer matrimonio… Yo, que soy una Sucre.  ¿Te olvidas de eso? (Larga pausa) ¿Y Sabes qué? Ahorita, es que  me estoy dando cuenta del peso de mi apellido, de la significación de mi apellido. Yo no quería verlo, no quería asumirlo, porque siempre me sentí inadecuada, ajena, y me parecía cómodo seguir siendo la pequeña, la niñita huérfana, pobrecita ella, la guaricha como me llama Isidra, pero me bastó descubrir que…  (Transición) Que estoy sola, que no tengo a nadie, para que me cayeran encima todos los años del mundo… Para descubrir el peso de un apellido.
ISIDRA: Mi niña…
MAGDALENA: Yo no sé que voy a hacer, yo no sé qué está ocurriendo allá afuera, donde los hombres se están matando. No sé ni por qué se están matando, porque eso de la libertad me suena tan lejos, solo sé que ustedes son mi deber, que esta casa es mi deber, la casa de los De Sucre…
LIBRADA: ¿Que sabes tú de llevar una casa? Si tú eres una niña que apenas hoy estaba jugando a las muñecas…
ISIDRA: ¿Qué te pasó mi guaricha? ¡Te noto distinta! ¿Qué te hizo poner así?
MAGDALENA: En el trayecto del hospital hasta aquí, me hice mujer, Tata, vi cosas que nunca había visto, cosas que protegida como estaba aquí jamás hubiera visto, vi a la gente pelearse salvajemente por un caballo o una carreta, vi a unos niños mendigos jugando en la calle ajenos a todo lo que estaba pasando, vi a unos curas negarle el acceso a la catedral a unos señores por el solo hecho de ser morenos y pobres, vi toda la miseria, toda la violencia, Tata, vi a una gente entrar a una pulpería, asesinar a su dueño y luego pelearse entre ellos, en su afán de llevárselo todo. Y yo quería llegar aquí, llegar aquí para escurrirme en tus brazos, Tata, y ocultar la cara en tu regazo como cuando era chiquita, llegar aquí para encontrar a Narcisa aguardándome y a mis hermanos para jugar con ellos, llegar aquí para estar segura, cómoda, protegida… Y llegué aquí, y todo se había desvanecido.
ISIDRA: Pero mi niña, todo sigue igual, nada ha cambiado…
MAGDALENA: No Tata, en estas últimas horas yo he principiado a cambiar.
LIBRADA: Ya no vayas a empezar con tus embelequerías, Magdalena…  Si lo que quieres es que no te llamemos la atención porque te saliste a la calle sin permiso, vestida como la peor gentuza de Altagracia y llevándote además al Bartolomeo y la Malaquita, está bien, ni siquiera le voy a decir a doña Narcisa nada de esto ni de tu agravio de ahorita, lo pasado pisado, pero deja la embelequería, chica.
ISIDRA: Librada, por caridad…
LIBRADA: (Señorial) No digo más, por lo pronto me voy a llevar a Bartolomeo, y a Remigia y a Bonifacia para que vayan a Santa Inés a llevar la parte del hervido que les corresponde a la gente que está por allí cerca…
(Silencio. Remigia y Bonifacia se miran entre ellas. Isidra se levanta)
ISIDRA: ¿Es menester?
LIBRADA: Es menester, la guerra puede estar a dos pasos, el mundo puede estarse acabando, pero nadie dirá que los Sucre, dejan de cumplir con sus deberes. (A Malaquita) Tú te vienes conmigo también…
MALAQUITA: Yo pero… (Mira suplicante a Magdalena) Pero…
MAGDALENA: Déjala aquí, que pueda que yo la necesite para algo… (A Librada) De ahora en adelante Malaquita va a estar solo a mi servicio.
LIBRADA: (Áspera) ¿Y quién decidió eso?
MAGDALENA: (Suave pero firme) ¡Yo! Lo acabo de decidir. ¿Algún problema?
(Se miran retadoras)
LIBRADA: No, como quiera la señorita, con su permiso…
MAGDALENA: Bien pueda…
(Silencio mientras Librada sale seguida de Bartolomeo, Bonifacia y Remigia. Afuera, a lo lejos, rumores de la batalla)

Tercera Escena
ISIDRA VA Y SE SIENTA EN LA BANQUETA QUE YACE EN EL PRIMER PLANO, MAGDALENA LA SIGUE.
ISIDRA: No deberías ponerte de pico y pala con Librada, ya sabes cómo es, esa es de las que no perdonan una afrenta.
MAGDALENA: ¿Y que querías que hiciera? ¿Dejar que se llevara a la pobre Malaquita? Tú sabes que esa es muy capaz de estrujarla por los moños para amainar la rabia que había agarrado conmigo…
MALAQUITA: ¡Ay si, niña! Muchas gracias por no dejar que me llevara…
ISIDRA: Yo lo que digo es que bastante querella hay allá afuera para que también estemos batallando entre nosotras.
MAGDALENA: Es que ella es muy necia.
ISIDRA: (Dulce) Y tú también, Magdalena, y tienes que aprender a respetar; yo te lo he dicho, una puede ser una esclava, una miserable, pero merece respeto. Y más Librada que ha visto por ti desde que se vino con doña Narcisa. ¿Tú no dices que sientes aprecio por mí? Bueno, antes de ponerte de atrevida con una persona mayor, piensa que si te gustaría que alguien me faltara a mí. ¿Te gustaría que alguien de tu edad me gritara, me desafiara?
MAGDALENA: No, y precisamente por el aprecio que siento por ti es que no puedo permitir que Librada trate a los demás con tanto desprecio. He tratado de hacer la vista gorda pero hoy, con todo lo que vi allá afuera, con la guerra tan cerca, sencillamente no pude.
ISIDRA: Esto te va a traer problemas con la señora Narcisa, quiero que lo sepas y yo no voy a poder defenderte.
MAGDALENA: No te preocupes por eso, Tata Isidra, que yo estoy aprendiendo a defenderme sola.
ISIDRA: Aún así, fueron muchas tus faltas de hoy, irte sin permiso y vestida como una negra de casa, retrasar la partida de la doña mientras te buscábamos, retar a Librada delante de todo el mundo, esa no va perder esta oportunidad de mal ponerte con la señora, sobre todo porque piensa, que tú le quitaste autoridad…
MAGDALENA: ¿Y qué me va a hacer la señora Narcisa? Ya no puede mandarme a colocar en un rincón durante horas, ni darme con la palmeta, ni encerrarme en el cuartico de arriba para que reflexione; no temas por mí, que no voy a permitir que nadie vuelva a hacerme daño, ni a mí ni a ti.
ISIDRA: Lo que no quiero es que esta casa vuelva a convertirse en un campo de batalla como cuando estaban tus hermanos.
MAGDALENA: Entonces que no me busquen.
ISIDRA: Y no es que doña Narcisa sea una mala mujer, no creo eso, es que cuando se caso con tu papá era demasiado jovencita y estaba asustada. Si José María y María Josefa, que eran los dos mayorcitos, la cercaban en la edad y, bueno, cometió imprudencias y excesos con algunos de ustedes; no es fácil lidiar con niños tan traviesos como Jerónimo y Pedrito que eran Eneas; no fue fácil torear a María Aguasanta, que se volvía loca cuando se ponía brava y se jalaba los cabellos y se ponía a patalear y a dar gritos y a tirar cosas; a Antoñito, que casi no hablaba pero que te miraba con esos ojos tan profundos que daban miedo; ni a Vicente, que se paraba a comer en las noches cuando todos dormían; ni a Francisco, que todo lo decía llorando. Yo me pongo en el lugar de la señora y pienso que yo no hubiera aguantado, sobre todo porque ella también se llenó de muchachos rapidito, dime tú, nueve hijos en once años de matrimonio…
MAGDALENA: No la defiendas que nada la justifica.
ISIDRA: Digo lo justo.
(Silencio. Se escucha una explosión que las hace saltar a todas y dar gritos)
MAGDALENA: ¡Dios mío! ¡Santa Inés! ¿Hasta cuándo va a durar esto? Me parece eterno este estropicio, toda esa bulla de cañones, de gritos que si mueran unos y otros, de quejidos, me parece eterna esta incertidumbre. ¿Quién va a ganar? ¿Quién va a perder? Si es que gana o pierde alguien porque ante tanto muerto, ante tanta violencia, uno no sabe si finalmente se gana o se pierde. (Pausa) ¿Quién inventó la guerra, Tata, quién?
ISIDRA: Los hombres, mi guaricha, los hombres que no tenían nada mejor que hacer sino inventar matarse unos con otros.
MAGDALENA: (Sin oírla) ¿Quién inventó esta guerra? ¿Y por qué?
ISIDRA: ¿A mí me lo preguntas? ¿A mí?... Los blancos, mi bien, los blancos por la libertad.
MAGDALENA: (Riendo y llorando al mismo tiempo) ¿Por la libertad? ¿Qué libertad? ¿De qué libertad hablas?  ¿De la tuya que eres negra y esclava? ¿De la mía, que soy blanca y mujer? (Ríe tristemente) Por esas simples razones las dos estamos y estaremos siempre encerradas.
ISIDRA: Niña no hables así que si Dios te escucha y te puede castigar.
MAGDALENA. Dios ya me castigó haciéndome mujer, lo demás son detalles.
ISIDRA: ¡Ay Santa Inés!... Tú que fuiste mujer, tú que moriste joven y doncella, mete tu mano misericordiosa por ella ante el altísimo, apiádate de ella, que es una niña, como tú, y tiene miedo. (A Malaquita) Y tú niña, cuidadito con repetir lo que acabas de escuchar.
MALAQUITA: Si yo soy sorda, negra Isidra, no escuché nadita.
(Afuera el rumor de la batalla es ensordecedor, Malaquita e Isidra se persignan)
MALAQUITA: Esto parece el fin del mundo.
MAGDALENA: Un fin del mundo provocado por los hombres, no por la furia de Dios…
ISIDRA: Niña, que Dios te puede castigar.
MAGDALENA: (Retadora) Que me castigue…
ISIDRA: Perdónala, señor, que no sabe lo que dice.
(Pausa)
MAGDALENA: Tengo sed…
ISIDRA: Búscale agua, Malaquita, allí en el tinajero.
MALAQUITA: Si, negra Isidra….
(Malaquita busca el agua en un tinajero en la cocina. Magdalena se levanta. Se pasea inquieta por la estancia)
ISIDRA: Creo que deberíamos subir para que te cambies.
MAGDALENA: ¿Para qué?
ISIDRA: Para que te bañes y te cambies y te quites ese olor a… a...
MAGDALENA: ¿A qué? ¿A negra? Es tu olor también, te recuerdo.
ISIDRA: A calle, iba a decir, a hospital, iba a decir. Yo no soy Librada…
MAGDALENA: A veces te le pareces muchísimo, sobre todo cuando te pones en esas lavativas.
ISIDRA: No es mi culpa querer tener a una niña buena moza, arreglada, que se comporte; la niña más decente de todos estos lados…
MAGDALENA: ¡Ay Tata Isidra! ¿Por qué somos tan desatinadas nosotras las mujeres? Aquí cerca hay una batalla, sabrá Dios cuantos hombres han muerto, y tú estás empeñada en verme como un figurín…
ISIDRA: Una dama es una dama así el mundo se le esté cayendo a pedacitos…
MAGDALENA: Así estoy cómoda como nunca antes había estado en la vida; esto es divino estar así, sin tanto embeleque, esto sí es la libertad. ¿Qué me espera allá arriba? Los escarpines, las medias de seda, los calzones, la enagua, el miriñaque, el corpiño, la camisola, el jubón, atrapada, siempre atrapada, por la ropa, por la casa y todas los portones que tiene.
MALAQUITA: (Acercándose) Tome, niña, su agua.
MAGDALENA: (Riendo cortés) Gracias…
ISIDRA: Como dice Librada, cuando no quieres hacer una cosa, te pones con tus intrigas, para que a una se le olvide.
MAGDALENA: ¿De verdad tú crees eso?
ISIDRA: Yo lo que creo es que el amo no debió consentir que el mozalbete ese que anduvo de amores con María Josefa, el hijo de don Salomón Bello, Andresito, las enseñara a leer y escribir. Hay cosas que es mejor que las mujeres no aprendieran nunca. Te hubiera sido más útil aprender a bordar, a tejer, a tocar la guitarra o el arpa… El deber cristiano de una mujer es procurar casarse, tener hijos y llevar una casa.
MAGDALENA: ¿Y con quién me caso, vamos a ver? Si todos los hombres están en la guerra.
ISIDRA: Voy a buscarte la ropa y te vas a vestir como habíamos acordado. Y no me vengas con que no, me diste tu palabra. ¿O es que tu palabra no vale nada?
(Se escucha una gran explosión que las estremece a todas. Gritos afuera. Todas dirigen la atención a la puerta que conduce al patio)

Cuarta Escena
ENTRA NARCISA MÁRQUEZ  SUDOROSA, DESPEINADA, ATERRORIZADA. LA SIGUE LIBRADA.
MAGDALENA: ¿Narcisa? ¿Qué haces usted aquí?
NARCISA: ¿Cómo que qué hago aquí? Vine a buscarla, hay deberes que son ineludibles, yo no podía irme tranquila con mi conciencia, sabiendo que la había dejado aquí, sin el reguardo de alguien de la familia.
MAGDALENA: ¿Y los niños?
NARCISA: Los mandé con sus hermanas, me las encontré en el camino, ellas pensaban que usted estaba conmigo.
MAGDALENA: Fui a ver a Vicente, por eso mi ausencia.
NARCISA: A mí se me puso eso, pero ya iba lejos como para pasar por el hospital.
MAGDALENA: ¿Y qué vamos a hacer?
NARCISA: Irnos mientras podamos, allí está Pedro afuera, esperándonos con la carreta.
ISIDRA: Voy a subir a buscarle algo de ropa…
NARCISA: No, no hay tiempo, los rumores dicen que los patriotas están ganando la batalla otros dicen que la están perdiendo. Yo creo que es mejor alejarnos de aquí lo más rápido posible... ¡Magdalena! ¿Qué fachas son esas?
ISIDRA: (Pronta) Yo la obligué a vestirse así, doña Narcisa, me la iba a llevar a la hacienda a pie, estaba esperando que oscureciera.
LIBRADA: Esa es mucha mentira doña….
ISIDRA: Librada…
LIBRADA: La niña Magdalena…
NARCISA: Ahorita no hay tiempo, Librada.
LIBRADA: Pero, señora, usted tiene que saber que…
NARCISA: Dije que ahorita no hay tiempo Librada, después conversamos y me cuentas, igual yo no me tragué esa historia… ¿Lista Magdalena?
MAGDALENA: Si, estoy presta…
NARCISA: Entonces vamos… Librada: estás a cargo de que todo marche bien.
MAGDALENA: (Abrazándola) Yo no me voy sin la Tata...
NARCISA: (Imperativa) Si, vamos, por eso me vine sola en la carreta…
MAGDALENA: Y las demás deberían venir, por si pierden los patriotas…
NARCISA: ¿Y la casa? ¿Quién la va a resguardar?
MAGDALENA: ¿Usted cree que cuatro mujeres y una niña van a poder cuidar de la casa? ¿De verdad lo cree?
LIBRADA: (Distinta) Niña Magdalena, yo…
MAGDALENA: Por favor, doña Narcisa, déjelas venir…
NARCISA: Está bien, vamos a decirles, pero rápido, que no carguen nada…
(Se dirigen a la puerta pero voces y sonidos de luchas provenientes del exterior, las detienen. Suenan unos disparos. Las mujeres se alarman. Más rumores de peleas gritos. El galopar de bestias de carga y un coche se dejan oír alejándose. Se abre la puerta.

Quinta Escena
(ENTRA BARTOLOMEO ARRASTRANDO AL NEGRO PEDRO QUE ESTÁ MALHERIDO. AMBOS LUCEN MALTRECHOS, ROTOS)
NARCISA: (Urgida) ¡Dios mío, Bartolo!, ¿Qué pasó?
ISIDRA: Si, cristiano, habla…
BARTOLOMEO: Nos quitaron las mulas, el coche…
NARCISA: ¿Quiénes?
BARTOLOMEO: Yo no sé, ama, la gente que se volvió como loca, a Pedro le dispararon porque defendió la carga.
MAGDALENA: Ayúdame Malaquita…
MALAQUITA: Ahí voy niña…
(Magdalena y Malaquita van a la mesa y la despejan apresuradamente. Isidra y Librada se le unen)
MAGDALENA: Acuéstalo aquí…
NARCISA: (Alarmada) ¿En la mesa?
MAGDALENA: ¿Donde más?…
LIBRADA: ¿Dónde están Remigia y Bonifacia?
BARTOLOMEO: Se huyeron, Librada, llegandito a la iglesia se apearon del coche y se esmachetaron a correr sin rumbo fijo, como alma que lleva el diablo…
LIBRADA: Esas malagradecidas (Acercándose a Narcisa)  ¿Está viendo, ama? Por eso es que yo digo que hay que tratarlos con rigor…
MAGDALENA: Librada, por una vez en tu vida deja el chisme y busca unas tijeras o algo para cortarle la ropa a Pedro…
ISIDRA: ¿Tú vas a desnudar a ese hombre?
MAGDALENA: Si ninguna de ustedes, que son mujeres corridas, atina…
NARCISA: ¿Y por qué mejor no se le improvisa algo en el suelo? Digo, porque esa es la mesa y allí todo el mundo come, y… (Se intimida ante la mirada de Magdalena) Y no me parece. (Airada) ¿Por qué me ve así?
MAGDALENA: ¿Yo? ¿O es usted misma que acaba de descubrir su miseria? Las tijeras, o un cuchillo, Librada…
LIBRADA: Aquí están…
ISIDRA: Dame, yo hago eso…
MAGDALENA: Yo puedo hacerlo, Tata, esto no atenta contra mi pudor, me eres de más ayuda si buscas trapos, colchas, alguna cosa para detener el sangrado…
ISIDRA: (Saliendo) Vengo enseguida…
MALAQUITA: Niña, yo creo que ese hombre se volvió difunto…
LIBRADA: Está agonizando…
MAGDALENA: Pero está vivo…Y debemos hacer lo imposible por…
(Se escucha un bramido como de fiera, de muchas voces que van llenándolo todo a la par del los caballos que se acercan)
MALAQUITA: ¡Ave María purísima! ¿Qué suena así tan feo?
VOCES: (Desde afuera) ¡Mueran los insurgentes! ¡Muerte a los enemigos del rey! ¡Muerte a los patriotas!
NARCISA: ¿Qué está pasando?
BARTOLOMEO: Que el amo Piar perdió la batalla, doña, eso dijeron en la iglesia, y se marchó con lo que quedó de su ejército por el camino de Cariaco…
NARCISA: ¿Qué?
VOCES: ¡Muerte a todos los blancos! ¡Que viva el Taita!
BARTOLOMEO: Esos deben ser el Taita con sus tropas que están entrando a Cumaná…
NARCISA: ¡No… No… No…!
BARTOLOMEO: Usted no escucha lo que dicen…
NARCISA: (Cayendo de hinojos) ¡Dios, apiádate de nosotros en esta hora mala! (Clamando) ¡Apiádate de nosotros Dios!... ¡Apiádate de nosotros!
(Oscuro)

ACTO TERCERO
Primera Escena
NOCHE EN CUMANÁ. EL SONIDO TIENE QUE DAR LA SENSACIÓN DE CAOS, DE CATÁSTROFE, DE FIN DE MUNDO, AULLIDOS LASTIMEROS DE PERROS, GRITOS DE MUJERES Y NIÑOS, GALOPES DE CABALLOS, SONIDOS METÁLICOS DE MACHETES Y ESPADAS, UN “MUERAN LOS BLANCOS” EMITIDOS EN LA LEJANÍA, RUMORES DE PASOS EN LOS ADOQUINES, DISPAROS, CARCAJADAS, SILENCIO. CHILLIDOS DE RATAS. EL COMIENZO DEL CICLO DE ESTOS SONIDOS CADA VEZ MÁS ATROPELLADOS, CADA VEZ MAS FUERTES, ACOMPAÑADOS SI SE QUIERE DE IMÁGENES DE LA MASACRE COMETIDA POR LAS HUESTES DE BOVES CONTRA LA POBLACIÓN CIVIL DE LA CIUDAD. Y LUEGO EL SILENCIO TAN ESPANTOSO COMO LOS SONIDOS MISMOS.
EN LA COCINA DE LOS SUCRE, ISIDRA ABRAZA Y CONSUELA A MAGDALENA, MIENTRAS MALAQUITA TERMINA DE LIMPIAR LA MESA. ENTRA LIBRADA PROVENIENTE DEL INTERIOR DE LA CASA, SE LIMPIA LAS MANOS CON EL DELANTAL.
ISIDRA: ¿Y la doña?
LBRADA: La dejé más tranquila, después de ese ataque...
ISIDRA: La llevaste donde te dije…
LIBRADA: Si, con esa guarapo de valeriana con toronjil que le di, lo más que pido es que duerma hasta mañana, cuando todo éste despelote haya pasado…
ISIDRA: Si Dios quiere.
MAGDALENA: Dormir para olvidar, dormir para escapar, dormir para poder seguir viviendo. ¿Y cómo escapa una de estos olores, Tata? De este olor a humo, a pólvora… De este olor a quemado, a carne quemada… De este olor a sangre que parece llenarlo todo. (Quebrada) ¡De este olor a muerte!
ISIDRA Y LIBRADA: (Cercándola) Magdalena, mija…
MAGDALENA: (Levantándose) ¿Díganme pues?…  ¿Cómo escapa una a esos gritos allá afuera? ¡A todo ese horror de allá afuera! ¿Tapándonos los oídos? ¿Cerrando los ojos? A todo ese horror que imaginamos, que intuimos, mientras estamos aquí a oscuras como fieras agazapadas, esperando… Esperando, si, a que entren a buscarnos…
ISIDRA: ¿Y qué más podemos hacer?
LIBRADA: Salir a la calle sería una locura, aquí por lo menos hay calor y seguridad.
MAGDALENA: ¿Seguridad? ¿Seguridad, dices? Esta casa, esta ciudad ya no es segura para nadie… Esto ya no es el refugio donde pasé mis días infantiles, esta cocina, tan amada, de repente se me ha convertido en un salón de espera, en el salón de espera del infierno…
ISIDRA: (Persignándose) Ave María Purísima, niña…
LIBRADA: (Persignándose) Sin pecado original concebida.
MAGDALENA: Donde esperamos al diablo que va a venir, porque tarde o temprano va a venir…
LIBRADA: Cállate, niña, por Dios.
ISIDRA: No lo invoques, guaricha, porque aparece… ¡Ay, Santa Inés!
LIBRADA: ¡Ay! Si, niña, líbranos señor de todo mal.
(Se abre la puerta violentamente. Todas gritan. Isidra y Librada se levantan. Malaquita se esconde debajo de la mesa, Magdalena se paraliza. Entran Remigia y Bonifacia, agitadas, temblorosas, sollozantes)
REMIGIA: Ya estamos aquí (Riendo y llorando) Ya estamos aquí…
BONIFACIA: ¡Y vivas!
REMIGIA: Yo creí que nunca íbamos a llegar…
BONIFACIA: Por fin aquí en la casa, por fin…
(Se miran, caen en brazos una de la otra, se separaran, se tocan las caras, se abrazan)
ISIDRA: ¿Dónde estaban ustedes?
LIBRADA: La verdad es que yo no sé que hacen aquí, ¿No y que se habían huido pues? Boleras, malagradecidas, que lo que provoca es lanzarlas a la calle…
MAGDALENA: Librada… ¿Tú no ves como vienen esas mujeres de asustadas?
LIBRADA: ¿Y no es verdad, pues? Nosotras le dimos confianza y ellas a la primera oportunidad huyen tratando de salvar su pellejo, ¿no te digo yo? Que perro guatero ni que le quemen la trompa…
ISIDRA: La verdad es que aunque no sea el modo, la Librada tiene mucha razón en regañarlas, en momentos como este es que se ve la gente y la calidad de la gente y ustedes ya dieron lo que son…
BONIFACIA: Ay Isidra, no nos regañes tú también, nosotras hicimos mal, pero es que estábamos asustadas.
REMIGIA: Ni siquiera pensamos en huir, ni nos pusimos de acuerdo ni nada, solo bajamos de la carreta, nos miramos y echamos a correr, no huyendo de la casa, sino de Cumaná, buscando monte para salvarnos, buscando cerro, porque la verdad es que no queremos morir…
(Al escucharla Malaquita, debajo de la mesa, lanza un chillido y solloza)
LIBRADA: (Áspera) ¿Qué pasó muchacha? Que me asustaste, yo pensé que era un gato que andaba por ahí
MALAQUITA: Que yo tampoco me quiero morir, no me quiero morir…
ISIDRA: Aquiétate, cristiana, que nos vamos a poner más nerviosas a todas, ya bastante que toreamos a doña Narcisa…
MALAQUITA: Pero es que tengo miedo, negra Isidra…
LIBRADA: Ya, y dije ya… ¿O es que tú te crees que nosotras no estamos asustadas? Y salte de esa mesa, que te vas a quedar pasmada…
MALAQUITA: (Saliendo) Esa gente va a venir, como dijo la señorita, y nos va a espachurrar a todas… Deberíamos irnos…
BONIFACIA: ¿A dónde si no hay a donde ir? Nosotras que venimos de la calle, que vimos todo lo que está pasando allá afuera, toda esa barbaridad, todo ese salvajismo, sabemos de lo que estamos hablando…
REMIGIA: Nada más irse ese Piar con los pocos hombres que le quedaban, huyendo de los españoles que los estaban coleando, dejando la ciudad desprotegida, hubo un silencio como de principio de mundo, y después con aquel grito que espeluscó todas,  llegaron ellos, a caballo, a pata, llegaron ellos, con sus machetes, con sus lanzas, con sus pistolas, llegaron ellos…
BONIFACIA: Gente como nosotros, no eran los diablos que una se figuraba con cachos y cola, no, eran gente igualitica a nosotros, que uno puede conseguirse en la esquina, en el mercado, en la plaza, en la puerta de Santa Inés o Altagracia, en las riberas del Manzanares.
REMIGIA: Y una se quedó así como paralizada, viendo como se regaban por toda Cumaná, hasta que principiaron los primeros muertos…
BONIFACIA: Mataban sin preguntar si eran realistas o patriotas, ellos venían a matar blancos y mataban blancos…
REMIGIA: Hemos visto toda la maldad del mundo, Librada, Isidra, Niña Magdalena, Malaquita, toda, y nunca protegidas bajo este techo, pensamos que podía existir tanto mal junto. Los negros que estaban realengos por la ciudad se les juntaron y formaron una multitud enloquecida que clamaba por sangre.
BONIFACIA: Todos los suplicios del infierno, que dice el padre Baltasar, todos los castigos eternos los hemos visto hoy… He visto como matan a mujeres sin importar si están preñadas o no, sin importar si son mozas o viejas, he visto como lanzan a los niños contra el suelo, como los descabezan, he visto a un viejo correr y cómo detrás de él una multitud entera lo agarraba y lo dejaba hecho una masa de sangre en el suelo.
REMIGIA: He visto correr ríos de sangre en las calles, correr y resbalarte, correr y correr y volver a caer por tanta sangre y llegar a la otra calle y encontrarte con lo mismo; la calle entera llena de cadáveres y llegar a la plaza y encontrarla llena de muertos y la catedral llena de muertos y el hospital…
MAGDALENA: ¿El hospital?... ¿Vieron a Vicente?...
BONIFACIA: ¡Ay niña!…
MAGDALENA: Pásame el manto, Isidra, y llama a Bartolo…
MALAQUITA: Bartolo está enterrando a Pedro.
ISIDRA: ¿Qué es lo que piensas hacer, criatura?
MAGDALENA: Voy a ir a buscar a mi hermano.
LIBRADA: ¿Es que tú no estás escuchando, mijita, cómo está eso por ahí?…
MAGDALENA: Tengo que ir a buscar a Vicente, no puedo dejarlo allá…
REMIGIA: Niña no…
MAGDALENA: ¿Van a llamar a Bartolomeo o no lo van a llamar? Esto es perentorio…
BONIFACIA: Niña, pero es que…
MAGDALENA: (Yendo a la salida) Si no, me voy sola…
BONIFACIA: Ya no se puede hacer nada por el niño Vicente, niña.
MAGDALENA: ¿Cómo que no? No entiendo…
REMIGIA: Al niño Vicente lo mataron, niña, lo mataron…
MAGDALENA: ¿Qué? ¿Cómo que lo mataron? Si él está enfermo…
BONIFACIA: Esa gente no está viendo eso, niña, para ellos es un blanco, un enemigo…
MAGDALENA: ¿Como puede ser posible? No entiendo nada. (Se dirige a la salida. Isidra la retiene por detrás) Suéltame, Tata, suéltame… que tengo que salir, que tengo que verlo aunque seas por última vez…
ISIDRA: ¿Tú estás loca, guaricha? ¿Cómo te voy a dejar salir así?
MAGDALENA: Que me sueltes, te digo. (Gritando) ¡Suéltame! ¿Es que no comprendes que tengo que ir a buscar a mi hermano? ¡Déjame salir!…
LIBRADA: Niña, ya, no seas cabeza dura, ¿Quieres que te maten a ti también?
MAGDALENA: Lo prefiero, a esperar a que vengan esos hombres a matarme aquí.
ISIDRA: ¿Y tú te crees que nosotras lo vamos a permitir? Sobre mi cadáver…
LIBRADA: Magdalena, aquiétate que puedes tumbar a la otra. (A Malaquita) Anda a buscar a Bartolomeo.
MALAQUITA: ¿Yo?... No yo no.
LIBRADA: Si, está atrás, muchacha, deja el miedo, anda. Que vayas, mijita… (Malaquita no se mueve) Que vayas, dije, si no quieres que te zampe dos cuerazos con el mandador. (Malaquita obedece) Magdalena… ¡Magdalena! ¿De verdad quieres salir? Bueno, está bien, suéltala Isidra, que se vaya, que salga a buscar la muerte, que le de ese dolor también a su pobre padre, porque no va a ser un muerto, van a ser dos, si ella sigue de porfiada.
MAGDALENA: Mi pai… ¡Ay Dios mío, mi pai! Ojalá estuviera aquí.
(Se deja caer en el banco y se dobla sobre sí misma, el cabello que se le ha soltado en el forcejeo, la cubre, Isidra se sienta a su lado y la consuela)
ISIDRA: Niña, ¡Ay, mi niña! Lo que hubiera dado yo, mi vida entera si me la piden, por evitarte este dolor.
MAGDALENA: (Incorporándose) Yo no puedo creer que Vicente esté muerto, yo no puedo creer que todo esto esté pasando, este es otro mal sueño, de esos que siempre tengo…  De esos que me persiguen desde que era una niñita… ¿Verdad, Tata, qué estoy soñando? Librada, Librada dime que nada de esto es verdad… ¡No puede ser verdad!
LIBRADA: ¿Qué más quisiera yo, niña? Pero lamentablemente es asina.
MAGDALENA: Otro hermano muerto y por el mismo hombre… ¡Ojala Dios me lo pusiera en frente! Como no tengo la oportunidad de tenerlo parado delante de mí para matarlo con mis propias manos.
ISIDRA: Guaricha, ¿Qué pensamientos son esos?…
MAGDALENA: Los necesarios para mantenerme viva y no sucumbir a la desesperación. A Pedrito lo mató el Taita ese en La Victoria, ¿No es eso lo que nos dijeron? Y ahora Vicente muere en Cumaná por ese mismo muérgano…
ISIDRA: Así estará de enloquecido el mundo para tener que escucharte hablar de esa manera… El odio no es razón para mantener vivo a nadie, guaricha, y menos a una niña como tú que está empezando la vida, en estos momentos una busca a Dios…
MAGDALENA: ¿Dios…? ¿Dios, dices?
TODAS: ¡Niña!...
MAGDALENA: ¿Dónde estaba Dios cuando se murió mi madre? ¿Dónde estaba Dios cuando mi pai se volvió a casar apenas un año después? ¿Dónde estaba Dios cuando mis hermanos se fueron de esta casa y me dejaron sola?
ISIDRA: No blasfemes…
MAGDALENA: ¿Dónde estaba Dios cuando mataron a Pedro, en la forma tan fea como lo mataron? ¿Y donde estuvo hoy que no pudo evitar esta matanza? Esta mañana, nada más esta mañana yo era una niña feliz, yo estaba tranquila, pero a lo largo de este día desgraciado, de este maldito día, yo he ido cambiando, siento que odio y siento que no voy a tener paz hasta que no mate a ese perro…
ISIDRA: Niña, mi guarichita, ¿Qué te pasó? Esa no eres tú, ¿Qué te hicieron?
MAGDALENA: Que me mataron, Tata, que ya nunca más voy a volver a ser la niñita que era, más nunca. ¿Y sabes lo que significa eso? Significa que ya sé que como blanca estoy expuesta a ser la primera que asesinen cuando entren por esa puerta, pero que yo no me voy a quedar sentada esperando a que vengan a matarme… Que algo, no sé qué, voy a tener que hacer…
LIBRADA: Lo que deberías hacer es esconderte donde tenemos a doña Narcisa en lugar de estar pensando y diciendo necedades…
BONIFACIA: Ahí vienen, ahí vienen…
REMIGIA: Ampáranos señor…
(Afuera se oyen unos gritos y un disparo, todas se inquietan, risas, unos pasos  y entra Malaquita sollozante cierra la puerta detrás de sí)

Segunda Escena
AFUERA EL RELINCHAR DE UNOS CABALLOS Y RUMORES DE PASOS, DE VOCES VAN UNIENDO A LAS MUJERES SIN QUE SE PERCATEN EN TORNO A LA FIGURA DE MAGDALENA. SE ESCUCHAN UNOS GOLPES MUY FUERTES EN LA PUERTA, COMO SI ESTA HUBIERA SIDO GOLPEADA CON UN MADERO.
LIBRADA: (Con voz quebrada) ¿Qué pasó?
MALAQUITA: Que mataron a Bartolomeo… Y me estaban coleando a mí, me vieron correr para acá y van a entrar… ¡Van a entrar!
(La puerta vuelve a estremecerse con los golpes, todas ahogan gritos. Retroceden cuando la puerta vuelve a estremecerse hasta que se abre ruidosamente y entran cuatro hombres de aspecto fiero, armados con lanzas con trapos negros adornando las puntas, al verlo Malaquita, Remigia y Bonifacia echan a correr y son perseguidas y brutalizadas por dos de estos hombres. Ellas se debaten, gritan, golpean y son golpeadas, mientras Isidra, por su parte, cubre a Magdalena con su cuerpo, y Librada, se coloca delante de ellas en vano afán de ocultar a la jovencita. El tercer hombre se aproxima a este grupo y trata de apartarlas para ver qué ocultan. Magdalena se escurre bajo la mesa y se acerca a la cocina donde se arma de un machete que blande sobre su cabeza de manera inexperta primero y más segura después, su cabellera se desparrama en toda su extensión dándole una dimensión de heroína trágica, mientras el cuarto hombre atisba en la penumbra de la entrada)
MAGDALENA: Suéltenlas… ¡Que las sueltan dije!… Si no quieren que les vuele las cabezas, ahorita mismo.
(Silencio. Los tres hombres reparan codiciosos en ella. Isidra se coloca a su lado. Los hombres se levantan con evidentes intenciones. Malaquita corre y se abraza a Librada)
HOMBRE 1: ¿Y esta carajita?
HOMBRE 2: Es guapa, ¿no? No tiene tamaño, ni carne para un pastel… Y miren como alza esa peinilla…
HOMBRE 3: Esas así son las mejores porque uno le quita la guapeza a trancazo limpio.
MAGDALENA: Inténtenlo nada más para que vean…
ISIDRA: Guaricha, por caridad… Suelta ese machete que te puedes hacer daño.
LIBRADA: Si, niña, y mejor te callas…
(Los hombres ríen y se van acercando lentamente)
MAGDALENA: No se acerquen… (Nerviosa) ¡Que no se acerquen dije!… Porque si no los mato a ustedes, me mato yo antes de que me agarren. (Gritando) No se acerquen…
TAITA: (Desde la penumbra) ¿Es que no escucharon a la señorita?.. ¿Ah?
HOMBRE 1: Pero…
TAITA: Además… ¿Qué maneras son esas de entrar a una casa decente? De profanar así una casa decente.
HOMBRE 2: Bueno, nosotros…
TAITA: Pídanles perdón a las señoras inmediatamente…
HOMBRE 3: ¿Cómo es la figura?
TAITA: ¿Es que no me escucharon? Es una orden.
HOMBRE 1: Pero nosotros... Pero usted…
TAITA: ¿Yo qué?... Las órdenes no se discuten, se cumplen.
HOMBRE 2: Usted nos mandó…
TAITA: (Con fingida sorpresa) ¿Cómo?... ¿Que yo los mandé?... ¿Yo los mandé a que ustedes insultaran a estas mujeres? Mujeres de pueblo, además, mírenlas, yo no los estoy engañando. Esas mujeres son negras, indias, pardas, orilleras como yo mismo… ¿Cómo se atreven ustedes a entrar así a lo loco a esta morada? Nosotros luchamos contra los blancos, no contra nosotros mismos… ¿O si luchamos?
HOMBRE 3: Pero Taita…
HOMBRE 1: Esa es una blanca, Taita…
TAITA: ¿Blanca?... ¿Vestida así? ¿Con lo soberbias que son? ¿Ustedes creen que una blanca se va a rebajar a vestirse como una lavandera?... ¡Cómo se ve que no conocen a esas mujeres!
HOMBRE 2: ¿Pero usted no la está viendo Taita? ¡Esa carajita es una blanca!
TAITA: Si, pero una blanca de orilla, porque si no, no estuviera en la cocina mezclada con las criadas de la casa. (A las mujeres) ¿No es verdad?
ISIDRA: Si… Sí, señor, si, ¡¡Sí!
TAITA: ¿Están viendo? Seguro que esta sute es hija de un blanco, con alguna de estas mujeres. ¿Me equivoco?
ISIDRA: (Salvadora) No, señor, ella es mi niña.
(El Taita da unos pasos y se deja ver, es un hombrón, con mirada de ave de presa. Su virilidad llena la estancia)
TAITA: De varilla y cometen un cochino error y todo por aprontados, por no ver más allá de sus narices… Miren como han puesto a esas pobres mujeres, temblorosas, asustadas… ¿Hay necesidad de eso?... ¿Hay necesidad que ustedes entren en una casa a rapiñar? ¿A ofender a sus mujeres? Por cierto, no he escuchado que le hayan dado la satisfacción que les pedí…
TODOS: (A destiempo) Pero Taita…
TAITA: (Perdiendo brevemente su aire bonachón) ¡Que pidan perdón, coño!…
TODOS: (A destiempo) Perdón…
TAITA: Y me disculpo yo también con las señoras, por la salida de tono, pero es que con estos hombres míos no se puede…
(El Taita se pasea por la cocina mirándolo todo, a una señal casi imperceptible de su cabeza, sus hombres se colocan en puntos estratégicos de la cocina, las mujeres todas, se han ubicado del otro lado de la mesa)
HOMBRE 1: (Susurrando a sus compañeros) ¿A que estará jugando ahora?
HOMBRE 2: Yo no sé…
HOMBRE 3: A mí ni me veas… Lo que sí, es que debe ser terrible lo que viene.
MAGDALENA: (A su cofradía) ¿Ese es el maldito Taita Boves?
REMIGIA: Me lo parece.
BONIFACIA: Yo creo que no, dicen que el Taita es feo y deforme. Y este es…
LIBRADA: ¡Chitón!
TAITA: (A las mujeres) ¡Qué lugar tan acogedor este! Desde que salí a guerrear nunca había vuelto a encontrarme una cocina así, con este olor a familia, con este calor, con este sentir tan del pueblo… ¿Me imagino que hasta café caliente debe haber?
LIBRADA: Si, seño… Si, Taita, si hay café. ¿Por qué usted es el Taita, verdad? (Magdalena la mira) Si gusta puedo servirle una taza. ¿O prefiere en totuma?...
TAITA: En totuma por supuesto, yo soy bien castizo sabe, bien de pueblo. Y en el llano, el pie en el estribo y el café en la totuma…
LIBRADA: (Sirviendo) Y en Cumaná igual, no se crea
TAITA: Buen aroma tiene su café, ojalá el sabor le haga los honores…
LIBRADA: (Dándole la totuma) El honor es mío, que un señor como usted se digne a tomar la borra que hace esta servidora…
TAITA: Servidora nunca más, ¿me oye?, servidora de nadie. Por mi cuenta, ustedes ya son mujeres libertas, todas. Sus amos pueden decirles que soy un monstruo, que como niños, que mancilla a las mujeres, que yo lucho en contra de la libertad, pero la verdad y solo la verdad es que yo vengo a dárselas, son libres, pueden irse a donde quieran, con quién quieran y como quieran…
(El Taita sorbe su café lentamente, sus hombres se miran entre ellos sin comprender. Las mujeres permanecen clavadas en sus sitios, se miran. Tampoco entienden)
TAITA: ¿Qué esperan? Pueden irse, no les estoy mamando el gallo.
LIBRADA: ¿Pero cómo nos vamos a ir así, señor Taita? Tenemos que cuidar la casa, es nuestro deber.
TAITA: ¿Su deber? ¿Y el deber de sus llamados amos para con ustedes, que es cuidarlas, protegerlas, preservarlas, dónde queda? Porque supongo yo, y esto no es nada más que una suspicacia mía, que ante la inminencia de la batalla pusieron tierra de por medio y las dejaron aquí cuidando la casa sin preocuparse para nada de ustedes, sin preocuparse más que de su bienestar y lo que pudiera pasarles a ellos. ¿Estoy en lo cierto?
LIBRADA: Bueno… Este… la verdad es que…
TAITA: Estoy en lo cierto.
ISIDRA: Alguien tenía que cuidar la casa.
TAITA: ¿Y por qué no lo hicieron ellos? (Enfático) Es su casa…
ISIDRA: Porque es la costumbre quizás…
TAITA: O por comodidad. Los mantuanos son así, en las situaciones difíciles, ellos siempre les dejan las cargas pesadas a otros y, más aún, cuando tienen a unas pagapeos como ustedes.
ISIDRA: (Irrumpiendo) Para nosotras no es una carga, señor.
TAITA: Eso depende… Yo, a título personal, nunca dejaría a una persona, ¿escucharon bien? a una persona que me es incondicional, desprotegida; prefiero que se lo lleven todo, que quemen la casa, pero mi gente conmigo y a salvo. ¡Dios del cielo! ¿Cómo se les ocurre dejarlas solas aquí en esta casa? Sobretodo conmigo merodeando por aquí, porque déjenme decirles que aquí donde ustedes me ven yo soy el diablo.
MAGDALENA: Eso lo sabemos…
TAITA: (Mirándola) ¿Cómo?
ISIDRA: Nada, señor, la niña no dijo nada…
TAITA: (Ignorándola) ¿Qué fue lo que dijiste?
LIBRADA: Alguna impertinencia, Taita, porque para impertinente esa niña, y grosera y maleducada.
TAITA: Habrá que ponerle preparo…
ISIDRA: En esas estamos…
MAGDALENA: Venga a ponérmelo usted, pues…
TAITA: No me tientes, que ganas no me faltan…
(Pausa. El Taita sigue tomando el café sentado en la banqueta. Los hombres se miran sin saber qué hacer. Librada se acerca a donde Isidra abraza a las jovencitas. Y por señas, cuidándose de que no la vean, le reprocha a Magdalena su comentario)
TAITA: Entonces ¿ustedes están solas en esta casa?
LIBRADA: Si, señ… Si, Taita.
REMIGIA: También estaba Bartolomeo con nosotras.
TAITA: ¿Y qué pasó con él?
BONIFACIA: (Vacilante) Que cuando llegaron sus hombres, lo mataron…
TAITA: Si, lo recuerdo, ese fue el negro que cuando nosotros entramos se nos fue encima con la chícora. ¿Qué más podíamos hacer? Un error lamentable, lo asumo, pero así ha sido nuestro día de hoy, nosotros que venimos a libertarlos, nosotros, sus únicos libertadores, somos atacados como enemigos y actuamos en consecuencia. ¿El resultado? Esas muertes inútiles…
MAGDALENA: (Para sí) Y también la de las mujeres y los niños…
LIBRADA: (Por lo bajo) Si vuelves a abrir la boca, te juro que te doy la pescozada que no te han dado en la vida y que no he podido darte yo y que tanta falta te hace…
TAITA: ¿Qué decían las señoras?
LIBRADA: Nada, queridísimo Taita, que no veíamos el día de ser libertas…
MAGDALENA: (Entre dientes) Traidora, india tenías que ser, como dice Isidra.
LIBRADA: Esto lo hago por ti malagradecida, para que sigas viva. Y no me busques porque te entrego. (Al Taita) ¡Ay Taita! Usted no me lo va a creer, la niña me está diciendo que si gusta un poco del sancocho de pescado que hicimos hoy, que está buenísimo…
TAITA: (Mirando a  Magdalena) ¿Y por qué no me lo dice ella?
LIBRADA: Porque esa muchacha es montuna Taita, a esa le da pena hablar con los hombres, pero es que nosotras de aquí casi ni salimos ni vemos hombres y mucho menos hablamos con ellos. ¿Va a querer el consomecito por fin? Para ponérselo en la candela.
TAITA: No, muy amable, pero ya nosotros comimos… Además, los compañeros acá tienen algunas cosas que hacer aquí…
LIBRADA: ¿Aquí donde? ¿En la casa?
TAITA: Sí, no es que desconfíe de usted ni de su amabilidad, pero hay reglas que tenemos que cumplir para salvaguardarnos…
LIBRADA: ¿Y eso que significa?
TAITA: Que tenemos que revisar la casa…
(Todas se miran alarmadas.  Los hombres del Taita se acercan a la puerta que da al interior de la casa)
LIBRADA: Pero no le dije que…
TAITA: Es una inspección de rutina…  Ustedes no tienen nada que temer. (Las mira a todas con la más preciosa de sus sonrisas) ¿O sí?
LIBRADA: No, la verdad es que no…
ISIDRA: Si, no tenemos nada que esconder…
TAITA: ¿Puedo pedirles un último favor? Esta casa es enorme y no quiero que mis hombres se pierdan en sus laberintos, ¿será que estas buenas mozas, pueden acompañar a mis hombres en el recorrido?
REMIGIA: ¿Nosotras?
BONIFACIA: ¿Por qué nosotras?
TAITA: Es una cuestión de consideración. ¿No me digan que ustedes pretenden que estás dos señoras suban y bajen por toda ese caserón? Estando ustedes aquí, jóvenes y gallardas…
REMIGIA: No, pero…
BONIFACIA: Está bien, vamos…
TAITA: La niña también los va a acompañar.
MAGDALENA: ¿Quién? ¿Yo?
TAITA: No, la otra…
MALAQUITA: Pero yo no quiero ir (A Librada, sollozante) A mi me dan miedo esos hombres…
LIBRADA: Cállese la bemba y compórtese, hágame el favor (En susurros) No le des el gusto de que te vean llorando… (Al Taita) ¿Y no puede ir Isidra, es que la niña es nueva y no conoce la casa, o yo, aunque mi lugar es la cocina?…
TAITA: No, que vaya la niña…
MALAQUITA: Yo tengo miedo, misia Librada…
LIBRADA: (Firme) Tranquila, todo va a estar bueno, anda, enseñas, y vienes rápido… Yo te voy a estar esperando aquí…
MALAQUITA: Pero misia…
LIBRADA: Tienes que tener voluntad…
(Malaquita se acerca a Bonifacia y Remigia, las tres salen tomadas de la mano. Los hombres ante una señal del Taita también salen)



Tercera Escena
AFUERA EMPIEZAN A LADRAR MUCHOS PERROS, RUIDOS DE PELEA ENTRE ELLOS; AULLIDOS LASTIMEROS, GRUÑIDOS VIOLENTOS. LA LUCHA QUE SE PERCIBE ES BRUTAL, PERTURBADORA.
EN EL INTERIOR DE LA COCINA DE LOS SUCRE, EL TAITA SE EXPLAYA EN LA BANQUETA CUAN LARGO ES. MIRA A LAS MUJERES FIJAMENTE, SIN CASI PESTAÑEAR, COMO GATO QUE MIRA A RATÓN. LIBRADA, SE VUELVE A LA COCINA Y SE OCUPA EN ARREGLAR LOS UTENSILIOS. ISIDRA, A FUERZA DE COSTUMBRE, LE QUITA EL CABELLO DE LA CARA A MAGDALENA, ESTA PERMANECE DE PIE CON EL MACHETE EN LA MANO.
LIBRADA: Y esos perros matándose allá afuera, parecen hombres.
ISIDRA: Verdaderamente, mi santa, asustan cuando se ponen así.
MAGDALENA: Pero esta vez se matan por los cadáveres que hay en las calles.
TAITA: (Mirándola) ¿Y cuando piensas tú dejar ese machete en su sitio?
MAGDALENA: La verdad es que no lo sé, una nunca sabe cuándo pueda usarlo.
ISIDRA: Guaricha…
TAITA: Buena respuesta para alguien tan joven…
ISIDRA: Guaricha, por favor, dame ese bicharengo, que te puedes cortar.
MAGDALENA: No, no te lo doy.
LIBRADA: Niña, que el señor tiene razón, pon ese machete en su sitio, no hay necesidad de tenerlo en la mano; el Taita ha dado pruebas de que es un amigo, si hasta nos dio la libertad. Estamos aquí porque queremos.
(Pausa. Las dos se miran. Magdalena obedece de mala gana)
MAGDALENA: Está bien…
TAITA: (A Librada) ¿Y cuántos años tiene la guaricha?
MAGDALENA: Catorce, ¿Por qué?
TAITA: (Firme) Porque eres bien malcriada, lo sabías… Esas alzadas así, lo que requieren es de un macho que las dome y me disculpan la entrepitura y los modales, pero yo no sé hablar de otra manera, somos gente de pueblo, ¿no?, y hablamos así la gente de pueblo, directo, no hay otra manera. (Mirando a Magdalena) .En mi vida he visto muchos casos de mujeres bravías que caen rendidas ante su macho, que se vuelven mansas corderas ante su hombre.
MAGDALENA: (Mirándolo) No es mi caso…
TAITA: (Descarado) ¿No?... Pues estás en la edad del fogaje.
MAGDALENA: (Desafiante) No… Y no se ría así tan arrogante que cuando yo digo no, es no…
TAITA: (Sonreído) Yo no soy hombres de risas…
ISIDRA: ¡Guaricha! Ay, mijo, discúlpela, con todo esto de hoy está muy alterada, bueno, todas lo estamos…
TAITA: Y no es para menos…
LIBRADA: En general, ella es muy malcriada, por eso el sobrenombre de guaricha y bastante que le hemos dicho, Taita, pero ella nada que hace caso. Ya la boca nos duele de tanto decírselo.
TAITA: (Sonreído a Magdalena) ¿Y cómo te llamas tú?
(Silencio. Magdalena, que está acomodando el arma, finge no escucharlo)
LIBRADA: Responde mijita, que están hablando contigo…
MAGDALENA: (Mirándolo desafiante) Magdalena De Sucre…
TAITA: ¿De Sucre?...
LIBRADA: Es la costumbre, yo me llamo Librada Márquez, por mis amos los Márquez,  yo fui parte de la dote de la señora…
ISIDRA: (Cómplice) Y yo, Isidra Sucre…
TAITA: (Fingiendo ingenuidad) ¿Entonces esta es la casa de los De Sucre?
LIBRADA: (Mirando a las otras) Si, Taita. Yo pensé que usted sabía…
TAITA: No, yo no sé nada de esta ciudad, ni de su gente…
ISIDRA: ¿Usted no conoce a los Sucre? ¿A don Vicente De Sucre?
TAITA: De nada, ¿Tendría que conocerlo?
ISIDRA: No, no… Yo creí…
MAGDALENA: (Impulsiva) ¿Y por qué mató a Vicente?
TAITA: ¿Quién es Vicente? (Silencio) ¿Quién es Vicente?... ¿Por qué callan? ¿Por qué se miran entre ustedes?... ¿Quién es Vicente?...
LIBRADA: Nadie, señor, un conocido que falleció hoy.
TAITA: ¿Un conocido, o el niño de esta casa que te metió el ojo?... (Silencio. El Taita escudriña a Magdalena) Mire, niña, yo le voy a dar un consejo, y espero que no se le olvide nunca. Mantuano no se casa con hija de esclavos, olvídese de esa vaina. Si alguna vez pone los ojos en una esclava es con la peor de las malicias. Los mantuanos son la peor plaga que pueda existir sobre la tierra. Una y otra vez, fui traicionado por ellos, cuando era un muchacho ingenuo, lleno de buenas intenciones. Hubo un padre mantuano que me negó una hija y se confabuló con otros para ponerme preso. Hubo unos mantuanos que al comienzo de esta guerra me acusaron de espía cuando yo, que siento este país como si fuera un propio, intenté ser patriota, me encarcelaron, me despojaron de todo, saquearon y quemaron mi pulpería allá en Calabozo, torturaron y mataron a un niño que no tenía más culpa que yo lo estuviera criando, me azotaron públicamente, yo solo tenía un nombre y me lo mancharon. Hubo otros mantuanos que, ya siendo comandante, volvieron a traicionarme, los que se compusieron para asesinarme, los que mataron a la madre de mi hijo en Valencia. ¿Y todo por qué? Porque fui un hombre que me había hecho a mí mismo, ese fue mi pecado, igualármeles. Por eso me metí a realista, para hacerles pagar todo lo que me hicieron, por eso mi lucha contra ellos, juré acabarlos a todos y lo voy a cumplir.
MAGDALENA: ¿Y por que las mujeres y los niños? ¿Por qué los inocentes? Es muy triste su historia, pero por muy triste que sea, eso no le da derecho a creerse Dios en la tierra.
TAITA: No, si yo no soy Dios, yo soy el diablo, lo dije entrandito.
(Silencio. Afuera se escucha un grito femenino. Las mujeres se estremecen. Hay ruidos como que estuvieran rodando muebles. Gritos. Forcejeos. Risas)
ISIDRA: ¿Qué es eso? ¡Ay, Santa Inés pura!
TAITA: Mis hombres, cumpliendo con su deber. (Mirando a Magdalena) ¿Así que la niña es suya?
ISIDRA:(Inquieta) S…S…Si, es mía…
TAITA: ¿Y cuánto tiempo tiene en esta casa?
MAGDALENA: Toda la vida…
TAITA: Con razón…
MAGDALENA: ¿Con razón qué?
TAITA: Su altivez mantuana…
LIBRADA: (Restándole importancia) ¿Qué altivez mantuana ni que altivez mantuana, Taita? Si esa se ha criado aquí en la cocina. Lo que pasa es que como se ve blanquita, se cree más que los demás…
(Un grito desgarrador proveniente desde arriba la paraliza)
ISIDRA: (Angustiada) ¿Qué está pasando allá arriba? Eso es aquí…
MAGDALENA: Yo voy a ver qué pasa…
TAITA: (Agarrándola) Quédese aquí…
MAGDALENA: (Forcejeando) ¿Es que no las oyó?
TAITA: Mis hombres cumplen su trabajo…
MAGDALENA: ¿Qué trabajo? ¿Destrozarlo todo? ¿Deshonrar a las mujeres?
TAITA: (Soltándola) Es una orden, quédese donde está. Y no me siga tentando.
(Se oye un rumor de carrera y gritos. Todas se agrupan y miran hacia la puerta. El Taita ni se inmuta)

Cuarta Escena
ENTRA MALAQUITA CON LA ROPA DESGARRADA, DETRÁS DE ELLA REMIGIA Y BONIFACIA PRESENTAN EL MISMO ASPECTO. REMIGIA Y BONIFACIA SOLLOZAN ABRAZADAS. ENTRA EL HOMBRE 1.
HOMBRE 1: Taita, Taita acabamos de descubrir que estas mujeres nos han estado engañando, Taita, que se han reído de nosotros. (Señalando a Magdalena) Esa niña es blanca, es mantuana, Taita. La negrita esta soltó todo, bastaron unos cuantos estrujones.
TAITA: ¿Estás seguro?
HOMBRE 1: Aquí le traemos la prueba, Taita…
(Entran hombre 1 y hombre 2 arrastrando a Narcisa a quién lanzan en el piso de manera cruel)
NARCISA: Magdalena. ¡Ay, Magdalena de mi alma! ¿Qué es todo esto?
MAGDALENA: (Corriendo a auxiliarla) ¡Narcisa!
HOMBRE 2: La carajita desembuchó todo, Taita, que la blanca era hija de los dueños de la casa, que se había quedado aquí porque el hermano estaba en el hospital y que lo habíamos matado, nos dijo donde tenían escondida a esta otra, Taita.
TAITA: ¿Les dijo que el hermano había muerto en el hospital? ¿Hoy?...
NARCISA: ¿A qué hermano?... ¿Vicente?… ¡Vicente!.... ¡Ay Vicente de mi alma!
LIBRADA: Resignación, señora…
MAGDALENA: No te lo queríamos decir para no preocuparla más de lo que ya estaba.
HOMBRE 3: (Retomando) Y lo peor, Taita, que la blanca quiere matarlo, porque al parecer usted mató a otro hermano de ella hace unos meses en La Victoria.
TAITA: (A Malaquita) ¿Es cierto eso? Ven acércate…
LIBRADA: Malaquita, no…
TAITA: (Agresivo) Usted se calla, desde este instante ninguna de ustedes va a hablar hasta que yo les pregunto. (Suave) Ven acá, preciosa, a donde tu Taita…
MALAQUITA: ¿Yo, Taita?
TAITA: Si tú…
LIBRADA: Malaquita…
TAITA: ¡Cállese! (A los hombres) De aquí en adelante cualquier movimiento que hagan, cualquier intento de abrir la boca me las silencian y ustedes saben cómo tienen que silenciarlas.
HOMBRES: Si señor…
TAITA: Y tú, ven acá, no me tengas miedo que yo no te voy a hacer nada.
(La mira seductor y Malaquita se acerca a él, como hipnotizada)
TAITA: Más cerca, que no te voy a comer. Cuéntame, ¿Qué fue lo que le dijiste a mis hombres? No tengas miedo de decir la verdad que yo estoy aquí para protegerte (La toma por el hombro y la acaricia) ¿Acaso no te di la libertad? Puedes irte cuando quieras, con nosotros cuando nos vayamos, si quieres. (Mirándola a los ojos) Conmigo, si quieres…Pregunto, ¿Es cierto lo que dijiste?
MALAQUITA: Yo, este…
TAITA: Ahora puedes hablar libremente, nadie te va a hacer nada, yo estoy aquí. (La mano asciende del hombro al cuello, le roza la comisura de la boca) ¿No estás inventando un cuento para salvarte? ¿No?
MALAQUITA: No, Taita…
TAITA: ¿La blanca es hija de los dueños de la casa?
MALAQUITA: Si Taita… Ella es una de las Sucre.
TAITA: ¿Y por qué no lo habías dicho antes?
MALAQUITA: Tenía miedo…
TAITA: ¿Miedo?…
MALAQUITA: A que misia Librada me azotara con el mandador, Taita…
TAITA: ¿Misia Librada? Y supongo que misia Librada es la señora que tenían escondida, la dueña de la casa.
MALAQUITA: No, Taita, es ella (Señala a Librada) Ella es malísima conmigo Taita… Ella es muy regañona, me llama negra bembona, retinta, me dice que todo lo hago mal y que me va a mandar al campo y que si no me porto bien me va a dar con el mandador…
LIBRADA: Pero no era así, como dice ella, yo… Era puro bravear… Yo solo cumplía con mi deber.
TAITA: ¿Qué le dije? Vuelve a abrir la boca y la mando a fusilar... ¿Entonces es muy mala, ella?…
MALAQUITA Si, Taita, y a Remigia y a Bonifacia cuando me defienden también les dice mezcladas, ligadas, igualadas, ellas no son tan malas, ellas son buenas, pero misia Librada no. Ella se la tira de blanca…
TAITA: ¿Y tú no crees que esa misia Librada merezca un castigo por tratarte tan mal?
MALAQUITA: (Como una niña pequeñita) A veces si.
TAITA: ¿Y qué castigo le darías tú? ¿Le pegarías con el mandador para que ella sepa lo que es bueno, para que aprenda que no tiene que estar tratando mal a su propia gente? ¿Te gustaría ver cómo la azotamos?
MALAQUITA: (Pensando) No sé, creo que si… (Pensando) Mejor no…
TAITA: ¿No qué? ¿No la azotamos? ¿O no quieres ver?
MALAQUITA: Yo… Este….
TAITA: ¿O prefieres que la pasemos por las armas?
MALAQUITA: ¿Qué es pasar por las armas?
(Los hombres del Taita que están intimidando a Magdalena y su grupo de mujeres con las lanzas, se pasan el índice por el cuello y ríen siniestros. Las mujeres lanzan exclamaciones de pesar)
TAITA: ¿No crees tú, que merece morir? Porque si la dejamos viva ella va a seguir haciéndole eso que te hacía a ti, a otras muchachitas como tú. Entonces es preferible despacharla de este mundo. ¿No te parece? Y así tú tendrías tu recompensa y ella tendía su castigo. (Malaquita que repara en su acción rompe a llorar) Pero no llores, no tienes por qué tener remordimientos porque, si a ver vamos, la que se portaba mal era ella, no tú, la que te decía cosas feas y te trataba como si ella fuera una blanca y tú su esclava era ella, no tú…
MALAQUITA: Pero yo… Yo no quiero que se muera…
TAITA: (Dulce) Pues va a morir…
MALAQUITA: Taita… Taita espera, Taita, yo… Ella no eran tan mala así, ella… (A Librada) Yo tenía miedo, misia Librada, ellos me iban a matar. Yo… No quería decir nada. No quería esto… ¡Ay, Santa Inés! ¿Qué hice? Yo no sabía…
(El Taita le hace un gesto con la mano. Uno de los hombres la amenaza con la lanza para que se calle.  Erguido se acerca al grupo donde Magdalena y las demás mujeres se han ido agrupando)
TAITA: ¿Así que me mintieron?
BONIFACIA: Las cosas no son así, Taita, lo que pasa es que…
TAITA: ¿Me mintieron o no me mintieron?
REMIGIA: Si, pero…
TAITA: Me mintieron. Y eso que llegué aquí con las mejores intenciones, las defendí de mis hombres quebrantando mis propias órdenes, evité que lo destrozaran todo como es la costumbre, hasta les hablé de lo que me había pasado con los blancos y ustedes, en cambio, se estaban riendo de mí.
MAGDALENA: Lo mismo que usted de nosotras, que con el cuento de que tenía que revisar la casa, buscando enemigos que no había, hizo subir a sus hombres con las muchachas nada más que para que las humillaran… ¿Quién es el embustero entonces?
TAITA: (Tomando distancia) Mire, niña, mejor se calla, que no estoy de humor para estar escuchando sus impertinencias…
MAGDALENA: ¿Impertinencias o verdades?
NARCISA: (Suplicante) Magdalena, es mejor que guardes silencio…
TAITA: ¿Usted o es demasiado temeraria o demasiado estúpida? ¿O no ha medido el alcance de todo esto o, comprendiéndolo, no le importa morir?
MAGDALENA: Yo lo único que sé es que usted es mi enemigo.
TAITA: ¿Su enemigo?...
LIBRADA: (Suplicante) Magdalena, que vas a enardecer a ese hombre.
MAGDALENA: Yo lo único que sé es que por culpa suya murieron mis hermanos.
TAITA: ¿Por culpa mía? Yo no inventé esta guerra. Yo más bien soy una víctima de esta guerra como usted misma, como su familia, como la provincia entera.
MAGDALENA: ¿Víctima?
TAITA: Si, una víctima. Al principio de todo esto, yo era un hombre distinto, un pulpero que estaba echando para adelante a fuerza de esfuerzo propio, un tonto domador de caballos que creía en las personas y en la bondad humana, pero ese hombre murió, lo mató tu gente. Y renació este…  ser, que usted ve ahora, como usted dijo hace rato, su enemigo. (Airándose) Y le aclaro que si soy su enemigo se debe más a su gente que a mi voluntad, si soy su enemigo, se debe más a una circunstancia de nacimiento, de casta, de condición de vida… Ustedes los mantuanos se creen dioses donde quiera que estén, los dueños del valle, de las tierras, de los seres humanos y tratan a todo el mundo como seres inferiores. ¿Qué ha hecho usted, señorita, para sentirse que es una privilegiada? ¿Qué ha hecho para sentir que es mejor que yo?… Su único logro es haber nacido hija de un dueño de tierras y esclavos.
MAGDALENA: Yo no tengo la culpa de eso. Y ya que lo dice, me siento orgullosa de mi apellido.
TAITA: En cambio yo… Yo soy el pueblo.
MAGDALENA: ¿El pueblo? ¿Usted que ha arrasado con poblaciones enteras? ¿Usted que no se cansa de matar a ancianos, mujeres y niños?
ISIDRA: (Suplicante) Guaricha, contente ya…
TAITA: (Histriónico) Me olvidaba que yo era el peor de todos los tiranos, peor que el Tirano Aguirre tan popular en estas tierras, pero dígame, señorita… ¿Quién decretó la guerra a muerte? ¿No fue acaso Bolívar? ¿Quién ordenó la masacre de ochocientos españoles y canarios en las bóvedas de La Guaira?... ¿Acaso no fue Arismendi el brazo ejecutor? ¿Quién mata realistas y exhibe la cabeza a la salida de los poblados? ¿No son Ribas y Urdaneta acaso? ¿Quién reconquista ciudades en medio de un matorral de cadáveres? ¿No fueron Bermúdez y Piar? ¿Quién ofrece rangos militares a cambio de la entrega de cadáveres de españoles? ¿Urdaneta, Campo Elías, Soublette? ¿No es el diablo Briceño, el ahorcador de curas? ¿Quién quema? ¿Quién mutila? ¿Quién descuartiza? ¿Quién arrasa poblaciones enteras por el solo hecho de apoyar al bando realista? Su adorado padre y sus hermanos no son diferentes.
MAGDALENA: Eso es mentira, todo lo que dice es mentira.
TAITA: Esta es una guerra de exterminio, de uno y otro bando, yo no soy ni más bueno ni más malo que los patriotas. (A sus hombres luego de un bache) Hablando de patriotas, ¿No les parece que ya la blanca respondió lo que queríamos saber? Que era una mantuana, nada más y nada menos que una Sucre, hija de Vicente De Sucre, hermana de patriotas.
HOMBRES: Si, señor.
TAITA: (En su juego) Y si es así, entonces la otra niña estaba diciendo la verdad. Nos mintieron, compadres, nos mintieron
HOMBRE 1: Y nos llamaron enemigos, Taita…
TAITA: Eso es correcto.
HOMBRE 2: Y lo llamaron a usted asesino de viejos, mujeres y carrizos, Taita.
TAITA: ¿Qué se les hace a los embusteros? ¿A los que traicionan y mienten para tapar a los blancos?
HOMBRE 3: Los pasamos por las lanzas, Taita…
TAITA: ¿Y que están esperando? Vamos, ejecuten la orden…
NARCISA: No entiendo, o mi cabeza no quiere entender… ¿Es que van…? ¿Nos…?
LIBRADA: Si, amita, si.
(Narcisa grita y se desvanece. Es sostenida por Librada y Remigia)
BONIFACIA: ¿Y a nosotras también?
REMIGIA: ¿Por qué a nosotras? Si nosotras no hemos hecho nada…
HOMBRE 1: ¿A todas, Taita?
TAITA: A Todas… Son nuestras enemigas, ¿no? Ellas lo dijeron...
BONIFACIA: Pero si nosotras no hemos dicho nada.
REMIGIA: Si la que habló fue la niña Magdalena.
TAITA: Pero callaron y callar es también una forma de aceptación. (Señala a Malaquita) Esta no, esta merece un trato especial.
HOMBRE 2: ¿Y  las blancas?
TAITA: Dije a todas…
ISIDRA: No, señor, a mi niña no, ella no mintió, fui yo la que mintió, haga conmigo lo que quiera pero a la niña no la toque, solo tiene catorce años y está empezando a vivir. (De hinojos) ¿Quiere que se lo pida de rodillas?
MAGDALENA: (Agarrándola) No, Tata, no te humilles, no vale la pena.
ISIDRA: Y no fui ni mentira, usted me preguntó si era mía y lo es, mi don, yo estoy viendo por ella desde que nació, dos años apenas tenía cuando quedó huérfana de madre y se crió con nosotras aquí en la cocina, esta muchachita no ha conocido más madre que yo… Dígaselo, doña Narcisa, díselo tú Librada…
MAGDALENA: Tata, no le ruegues, mírame, yo estoy tranquila.
ISIDRA: Tranquila y estás temblando, tranquila y estás pálida como la muerte. (Al Taita) Usted no puede ser de tan mala entraña. Somos mujeres. ¿No lo parió una a usted? ¿Qué le hemos hecho nosotras? Usted nos habló de todo lo que le pasó, de cuanto sufrió, uno no puede comportase peor que nuestros verdugos, un hombre que tiene a Dios en la boca no puede ser tan malo.
TAITA: (Ignorándola) ¿Las lanzas o el fusil?
(Los hombres consultan. Las mujeres todas se agrupan en un rincón con excepción de Malaquita)
NARCISA: ¿Qué nos van a hacer? (Gritando) ¿Qué nos van a hacer?
HOMBRE 1: El fusil, Taita.
MALAQUITA: Taita no… ¡No! ¡Usted no las puede matar a toda! ¡No!
(Los hombres se descuelgan las carabinas de los hombros, Malaquita trata de llegar al Taita pero es empujada violentamente y cae al suelo desgarrada de dolor)
TAITA: Entonces preparados… (Los hombres se cuadran) Apunten… (Las apuntan las mujeres se abrazan unas a otras rezando frenéticas) Fuego…
(Disparos con balas de fogueo. Las mujeres gritan. Los hombres ríen. Las mujeres se miran sorprendidas, se revisan, algunas lloran. La acción se repite dos tres veces, haciendo que Bonifacia y Remigia se arrodillen suplicantes al punto de la degradación. Magdalena, Narcisa, Isidra y Librada, desfallecen abrazadas)
TAITA: Ahora sí, vamos a terminar con esto. Preparados… Apunten… Disparen…
MAGDALENA. (Irrumpiendo asustada) Si nos va a matar, mátenos de una vez, pero ya déjese de este juego macabro, de esta degradación, de esta…
TAITA: (Sorprendido) Eres valiente, carricita…. Otras en tu lugar se hubieran chorreado, se hubieran desmayado, hubieran suplicado…
MAGDALENA: Lo odio, ¿sabe?, hasta hoy no había odiado a nadie, la guerra era algo lejano, que solo conocía de oídas, pero que ni me imaginaba ni siquiera en mis sueños más oscuros, solo sabía que allí había muerto uno de mis hermanos y que se había llevado a mi padre, nada más. Pero ahora…
NARCISA: (Histérica) Magdalena, cállate, no nos comprometas más, que por tu culpa estamos en esto.
MAGDALENA: Si hubiera tenido oportunidad, lo hubiera matado con el machete, por eso fue que ellas me lo quitaron…
TAITA: Y tienes guáramo además, nadie dice eso a las puertas de la muerte…
MAGDALENA: ¿Qué más da? Si usted ya nos juzgó y nos condenó… Le deseo lo peor, usted mató a dos de mis hermanos, ¿Sabe lo que eso significa? Tenerlo aquí al frente… Y no poder levantar un arma contra usted…
ISIDRA: ¡Guaricha!...
TAITA: La carriza tiene razón, vamos a acabar con esto de una vez ya que aquí todas las de color están con los mantuanos y rechazan el ofrecimiento de libertad que les di, hay que llevarlas donde están las putas que van para Arichuna…  Vamos, muévanse…  Me dejan, eso sí, a las blancas, porque esta noche hay fiesta en esta casa, hay que traer aguardiente, invitados, y músicos… ¡Ah!, y me dejan también a esta… (Señala a Librada) Que voy a necesitar a alguien que prepare el tálamo nupcial… Vamos pues… ¿Qué están esperando?
LIBRADA: ¿El tálamo nupcial?.... ¿Eso no es…?
NARCISA: Si, eso mismo.
TAITA: (Señalando a Malaquita) Y a la chiquilla esta, me la desnudan en la plaza y me le dan cuarenta azotes para que escarmiente, por traidora, por sapa, si eso hizo con una de sus compañeras, a nosotros nos traiciona más rápido en la primera oportunidad.
MALAQUITA: No, no, no… ¿Qué yo hice? Solo respondí lo que me preguntaron.
TAITA: Llamen a los hombres que están afuera para que se las lleven al campamento, ustedes con otros hombres, resguarden las puertas y llamen algunas mujeres para que vacíen las despensas; mientras tanto yo voy a tomar posesión de mi nuevo cuartel general…
(Uno de los hombres agarra una cabuya y amarra a las llorosas Bonifacia, Malaquita, Remigia e Isidra, que se debate y se suelta para correr donde está Magdalena, esta la abraza)
MAGDALENA: Tata… Tata… (Los hombres la separan brutales) Tata… ¡Tata!
ISIDRA: (Inspirada) Por allá arriba que hay un Dios que nos está viendo, por la caldera hirviente que allá abajo te espera, si le haces daño a mi guaricha, antes de que termine el año estarás muerto como un mismo perro, estarás muerto, muerto. (Escupe a los pies del Taita) ¡Muerto!
TAITA: A esa me la fusilas, por alzada… Por estar lanzando conjuras en mi contra.
MAGDALENA: No, a mi Tata no…. ¿Qué quiere? ¿Qué sea suya? Suya soy, a cambio de la vida de mi Tata…
TAITA: Ya eres mía…
MAGDALENA: ¿Quiere mi vida? Mi vida le doy a cambio de la vida de mi Tata…
TAITA: ¿Es que no lo has entendido, niña? Toda tú me perteneces, desde que entré por esa puerta, tu vida y tu muerte están en mis manos…
(Impulsiva se abalanza sobre el Taita, pero es rechazada por uno de los hombres. Enloquecida corre hacia Isidra y la abraza. Son separadas nuevamente. Magdalena es arrojada contra Librada, que la sostiene desfalleciente)
MAGDALENA: (Gritando) ¡Tata!
ISIDRA: Cuídamela a la guaricha, Librada…
LIBRADA: No te mortifiques… Que yo sabré velar por ella…
TAITA: ¡Llévenselas!
MAGDALENA: ¡Tata!....
ISIDRA: (Saliendo) Mi guaricha…
(Uno de los hombres la empuja. Y se las llevan a todas entre lamentos y pedidos de auxilio. El Taita las mira sonriente)
NARCISA: ¿Hasta dónde va a llegar su crueldad?
TAITA: Hasta que no quede un blanco que traicione y mienta en esta tierra.
(Sale)

Quinta Escena
COMIENZAN A ESCUCHARSE TAMBORES. ALGARABÍA GENERAL DE CELEBRACIÓN. MAGDALENA, NARCISA Y LIBRADA SE MIRAN. AFUERA SE ESCUCHA UN CÁNTICO GENERAL QUE LAS DESESPERANZA.
VOCES: Está del valiente Boves
    La victoria enamoráa.
    Siempre le lleva la lanza
              A donde quiera que va.
 (Del exterior se escuchan risas y gritos desgarradores. La voz de Malaquita llamando a Isidra. Suenan unos tiros. Magdalena que ha estado como en trance corre a la puerta trasera e intenta abrirla sin lograrlo. La golpea. Grita el nombre de Isidra. Se desgarra. Se escucha una voz en off)
VOZ: ¿Qué es lo que pasa ahí? ¡Se me callan! ¿O quieren que entremos y les demos con el cola de gallo para que respeten el descanso del Taita?
(Magdalena corre frenética. Se mesa los cabellos. Se deja caer en un banco y mueve su cuerpo tembloroso en vaivén, Librada se acerca a consolarla)
LIBRADA: Guaricha... Guaricha, mija, tente tranquila, ya tu oíste a ese hombre, con lo bestias que son… Son capaces de entrar a cuerearnos.
MAGDALENA: ¡Mataron a mi Tata! (Como niña pequeñita) Tata, Tata, ¡Tata!…
NARCISA: Magdalena, estate quieta. ¿Podrías dejar de hacer escenas? Una dama guarda la compostura siempre, así se le caiga el mundo y nunca comete el indecoro de llorar en público. Yo comprendo tú dolor, pero ya nada podemos hacer por Isidra.
MAGDALENA: Ella murió por mi culpa… ¡Tata!, yo quiero a mi Tata… ¡Librada, yo quiero verla aunque sea un momentico! Ella murió por mí…
NARCISA: Yo le agradezco infinitamente su sacrificio, pero ahora tenemos que hacer algo por nosotras las vivas, buscar la forma de escapar….
LIBRADA: ¿Por dónde, ama? Si sellaron la puerta… En la casa grande está ese mal hombre… Y aquí afuera los espalderos.
NARCISA: ¿Si pactamos con ellos? Y decimos donde escondimos la cubertería de plata, los objetos de valor, las prendas, a cambio que nos dejen ir…
LIBRADA: Lo que lograríamos es que nos roben y nos maten. Y no digamos en la calle, donde ha cundido toda la bestialidad de los hombres.
NARCISA: Pero algo habrá que hacer… ¿Si no qué va a pasar con nosotras?
LIBRADA: No sé, doña… Ese mal hombre procura a la niña, por eso estamos aquí, y vivas…
NARCISA: ¿Y qué vamos a hacer?
LIBRADA: Será esperar… Esperar aquí a que vengan a buscarnos… Y preparar a la guaricha. (Quebrándose en su dureza) Cuantos años Isidra y yo soñamos este día, preparar a Magdalena, vestirla, acomodarla para que fuera a la iglesia a casarse… Prepararla sintiendo que estábamos vistiendo a una hija, para un matrimonio que no íbamos a poder ver ni de lejos. Y ahora…
MAGDALENA: (Sombría) Librada, Librada... ¿Tienes un cuchillo?
LIBRADA: ¿Cómo, niña? Si esos hombres se llevaron todo.
MAGDALENA: Necesito un cuchillo bien filoso, chiquito, que pueda yo esconder entre la ropa. Un cuchillo…
NARCISA: ¿Un cuchillo? ¿Para qué un cuchillo? ¿Qué nueva locura se te ha ocurrido ahora? No me digas que…
MAGDALENA: Si le digo, yo voy a matar a ese hombre.
NARCISA: Magdalena, yo te prohíbo que…
MAGDALENA: Usted no puede prohibirme nada en este momento…
NARCISA: Tú no puedes enfrentarte sola a ese hombre, no tienes el tamaño ni la fortaleza…
MAGDALENA: Pero tengo el odio, la rabia,  con eso me basta… Y si llego a morir, si ese hombre acaba con mi vida, solo le pido a Dios que no me lleve con él todavía, que me deje aquí persiguiéndolo, atormentándolo, para que no duerma, para que no coma, para que no tenga reposo ni un solo momento, porque mi alma no va a descansar en paz, mientras ese hombre tenga vida.
NARCISA: Por una vez, deja de ser tan impulsiva y piensa.
MAGDALENA: No tengo nada que pensar, por culpa de ese hombre murió Pedro, murió Vicente. ¡Ese hombre acaba de mandar a matar a mi Tata!…
NARCISA: Estamos en medio de una guerra espantosa, estamos vencidos. ¿Qué podemos hacer?
MAGDALENA: Yo voy a luchar, no voy a dejar que ese hombre me ponga una mano encima, ya sé lo que quiere, no soy tan tonta. Pero que se atreva, nomas que se atreva.
NARCISA: Ya basta, Magdalena, deja de comportarte como una cría caprichosa, esta es la vida. Estamos a merced de ese hombre; así no queramos, estamos a merced de él, sin nadie que pueda defendernos. ¿Qué puede hacer una niña como tú? Si no doblegarte, lo importante de toda guerra, Magdalena, es sobrevivir.
MAGDALENA: ¿Y mi deber para mis hermanos? ¿Mi deber para con la Tata? Que debe estar tirada en cualquier calle muerta.
NARCISA: Te recuerdo que es por ti que estamos en esta situación… Si no te hubieras escapado, sino te hubieras empeñado en ir a buscar a Vicente no estaríamos en esta situación.
MAGDALENA: No podría ser de otra manera, tenía que verlo.
NARCISA: Si no fuera por ti, estaríamos ahorita seguras en la hacienda, y yo estaría abrazada a mis hijos, mis niños que no se si vuelva a ver.
VOZ: (En off) ¿Y ustedes van a seguir con el picoteo? ¡Cállense la boca! Si no nos vamos a ver obligados a entrar.
MAGDALENA: Entren a callarnos ustedes.
NARCISA: ¡Magdalena! Definitivamente tú quieres que nos maten.
VOZ: (En off) Vayan preparando a la sute es que es, que ya el Taita va a mandar a buscar por ella.
NARCISA: ¡Líbranos señor de todo mal!
(Afuera hay profusión de voces, gritos femeniles, llanto. Narcisa reza, camina nerviosa. Librada por su parte busca entre unos huecos y saca un cuchillo)
NARCISA: ¿Cuándo se nos perdió el mundo? ¿Cuándo se desató esta locura? Esta ansia de matarnos unos y otros. Librada, ¿Qué vas a hacer?
LIBRADA: Creo que usted tiene razón, Guaricha. (Le ofrece el cuchillo) Tome…
MAGDALENA: Tú sabes por qué lo hago, ¿verdad? (Rota) El mató a mi Tata.
NARCISA: ¿Pero qué es esto? ¿Qué es toda esta insubordinación? ¿Esta desobediencia?
LIBRADA: Ninguna, señora, pero entiendo a la niña; yo, que he visto por ella junto con Isidra, no puedo más que acompañarla en lo que va a hacer. Es mi deber y usted dice que el deber lo es todo.
NARCISA: Eso es una locura, Librada, yo pensé que en ti iba a privar la sensatez.
LIBRADA: ¿Que ha sido sensato este día? Yo creo, señora, que hagamos lo que hagamos todas vamos a morir…
NARCISA: Si hacemos lo que ellos quieren, no. En Barcelona se salvaron algunas mujeres y los niños.
MAGDALENA: ¿A qué precio?
LIBRADA: ¡Nos va a matar a todas! Y que mejor morir que luchando, que mejor que morir dignas y sin tacha…
VOZ: (En off) Vamos abran la puerta… Que abran la puerta, dije.
NARCISA: ¡Ampáranos señor! Vienen por ti, ¿Qué le voy a decir a Don Vicente? ¡Ay, Santa Inés! ¡Cómo has abandonado a tu pueblo!
LIBRADA: (Mirándola) ¿Esta pronta mi Guaricha?
MAGDALENA: (Blandiendo el cuchillo) Pronta, pronta para enfrentarme a ese demonio.
NARCISA: ¡Magdalena, no!... ¡Ese hombre te va a matar, tonta, te va a matar! Librada, a ti si te puedo prohibir…
LIBRADA: Ahora ya no puede prohibirnos nada a ninguna de los dos.
VOZ: (En off) O abren o tumbamos la puerta…
LIBRADA: ¡Esperen, ya vamos a salir, estamos vistiendo a la niña! 
VOZ: (En off) ¿Y Para qué? Si el Taita la quiere desnuda.
(Risas soeces. Se escuchan fuertes golpes en la puerta)
MAGDALENA: Ve a abrir, Librada…
NARCISA: (Sollozante) Esto es una locura, una locura Magdalena. ¿Qué es lo que hay que hacer? ¿Qué es lo que vas a hacer?
MAGDALENA: No lo sé, la verdad, pero le lo juro, por mis antepasados, por la memoria de mi madre, por mis hermanos, los vivos y los muertos, por la Tata, que se sacrificó por mí, que ese hombre no me va a conseguir, si es a mí lo que quiere no me va a tener, no le voy a dar ese gusto, lo juro por Dios, y lo juro por Santa Inés, lo juro por mi pai Don Vicente de Sucre y lo juro por Cumaná y todos su muertos, yo no sé lo que pase allá arriba, yo no sé si me mate allá arriba o lo maté yo a él, pero voy a luchar por mi honor hasta el fin, eso lo juro Narcisa, Librada, por todo lo que me es sagrado, lo juro. Estoy muerta de miedo, pero el miedo no me va a detener voy a luchar, lo juro que voy a luchar, lo juro…
(Afuera se escuchan cantos de chaures y ladridos de perros. Los tambores suenan a lo lejos y las mujeres comienzan a llorar a sus muertos, mientras doblan las campanas de Santa Inés la puerta se abre estrepitosamente)
MAGDALENA: (Con voz cada vez más fuerte y firme) ¡Lo juro! ¡Lo juro! ¡Lo juro!
Fin de La furia de Dios”



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