sábado, 16 de junio de 2018

Aguinaldos y Parrandas


Escrita por Alejo Carpentier el 14 de diciembre de  .
Tomado del libro “Alejo Carpentier. Visión de Venezuela”: Monte Ávila Editores. Caracas, Venezuela,  2014.

Venezuela es un país que puede mostrarse orgulloso de haber conservado, con sorprendente vitalidad y carácter propio, la tradición encantadora de los villancicos, aguinaldos y parrandas, que en un tiempo acompañaron, en todo el mundo cristiano, las festividades pascuales. Y digo que en un tiempo acompañaron...” porque sorprende, en verdad, que una costumbre tan grata, fuente de la más tierna invención melódica, propiciadora de coplas y pastorales de una deliciosa poesía, haya desaparecido tan completamente  de ciertos países donde esa tradición existió hasta fines del siglo pasado. No hablemos ya de muchas naciones europeas donde el villancico se ha vuelto una cosa erudita, remozada cada año con gran trabajo, sobre manuscritos que nada dicen ya al pueblo. (Debe reconocerse que los ingleses, en cambio, fueron  excepcionalmente  hábiles en conservar y hacer cantar, como una suerte de rito pascual colectivo, sus Christmas Carols). Lo raro es que ciertos países de nuestro continente, que recibieron el villancico de manos de los conquistadores y escucharon coplas de Juan del Encina en los tempranos días de la colonización, hayan perdido, de modo absoluto, la tradición de los aguinaldos. Es inexplicable, por ejemplo, que en un país como Cuba, tan rico en fuerzas creadoras de música popular, el villancico haya desaparecido totalmente, sin dejar rastro. Es probable que algún sacerdote músico haga cantar coplas pascuales en algún templo de la Habana o en alguna vieja iglesia colonial, en noche de Navidad. Pero esto no encuentra ecos realmente en la memoria del hombre de la calle, ni halla resonancia en el holgorio arrabalero de lechón asado y plátano verde. Y sin embargo, mis investigaciones realizadas en la catedral de Santiago me pusieron sobre la pista de una serie de manuscritos maravillosos, de villancicos compuestos, a mediados del siglo XVIII, por el maestro de la capilla de música, que era criollo. Lo que demuestra que allí la tradición fue observada como en México o Venezuela. ¿Por qué se perdió entonces?...¿Y por qué se perdió en tantos otros países de nuestra América?...

En Venezuela, en cambio, el aguinaldo, la parranda, el villancico, son manifestaciones vivientes del regocijo popular en Pascuas. Claro está que la admirable labor de recopilación y difusión del villancico venezolano por obra del maestro Vicente Emilio Sojo  no es ajena a la pervivencia de la encantadora tradición. Pero hay un hecho cierto. Y es que, independiente del conocimiento cabal del villancico y del aguinaldo, a través de los cuadernos que debemos al fervor del insigne músico, basta que una voz se alce  en cualquier lugar del país, al son del:

-¡Tun, tun!
-¿Quién es?
-¡Gente de paz!

Para que un furruco empiece a sonar no se sabe dónde y un coro salido del norte, del sur, añada a compás, y con la melodía exacta:

-Ábrannos la puerta que ya es Navidad.

La conservación, notación, difusión de los aguinaldos, villancicos y cantos pascuales, donde todavía perdura su tradición en América, es labor que incumbe a los músicos de nuestro continente, labor en la que el maestro Sojo ha dado orientaciones y ejemplos fecundos. Aún cuando los espíritus más irreligiosos conocen la emoción del canto pascual, que es una de las manifestaciones más auténticas y puras del alma popualr. (“Villancico” era, originalmente, villanela, canción “a lo villano”, campestre, rústica).


Suerte tiene, pues, Venezuela, de conservar una tradición que le viene de muy lejos, y haber tenido músicos que a tiempo se aplicaron a notar, armonizar, editar, lo que el debilitamiento de una tradición oral ha dejado perderse, irremisiblemente, en otros países.



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