viernes, 24 de noviembre de 2017

Cuando las plumas se caen (Drama homosexual de la 3era. edad en cuatro actos.)


Por Bruno Mateo
Twitter: @bruno_mateo
IG: @brunomateoccs


RESERVADO TODOS LOS DERECHOS.  Prohibido cualquier uso
que se le quiera dar a esta obra, incluyendo la reproducción total
o parcial de la misma, sin el consentimiento escrito del autor.
Para el permiso o cualquier información, escribir a:
Bruno Mateo bmateo@gmail.com

Sociedad de autores y compositores de Venezuela Sacven N° 9.070



Drama homosexual de la 3era. edad en cuatro actos.


PERSONAJES:

  • Omar: hombre de la tercera edad. Masculino. En su juventud fue boxeador. Pareja de Mauricio
  • Mauricio: hombre amanerado sin tanta afectación de la tercera edad. Pareja de Omar.
  • Omar Enrique: hombre de unos cuarenta años. Hijo de Omar. Homofóbico.
  • Agustina: personaje referencial. Esposa de Omar Enrique.



Acto I

(En un pequeña casa con buen gusto. Es un ambiente artístico. Lo único que desentona con la ambientación son unos guantes y un trofeo que se ven al fondo. Mauricio limpia. De fondo musical, oímos  Como llora una estrella” música del venezolano  Antonio Carrillo. Sólo se escucha la música. Los acordes suspendidos en un espacio limpio de todo lo mundano)

Mauricio: (A Omar que está adentro en la habitación) ¿Quién iba a pensar que el tiempo pasaría tan rápido?... Hoy te preparé algo muy especial…. Hoy se cumplen… ¿A ver?... ¿Cuántos años?... ¡Treinta años!...  Hoy se cumplen treinta  años.  Son treinta  años, Omar. ¿Sabes lo que te hice?... ¡Claro que lo sabes! Nos conocemos demasiado… ¡A ver! ¿Qué preparé? (Pausa corta) Preparé el asado negro que tanto te gusta. Bien doradito por fuera y tierno por dentro con su toquecito de papelón y clavitos de especia  como me lo enseñó mamá. Me quedó mejor que nunca. También hice unas papas gratinadas con queso blanco rallado por encima y para rematar una ensalada de aguacate y palmito. ¿Quieres plátano horneado? Ojalá que mamá estuviera aquí. Si ella estuviera viva, seguro que nos acompañaría en nuestro aniversario de bodas. Porque esto es nuestra boda, aunque la gente  no lo quiera reconocer. Te pregunté que si querías plátano horneado… Te imaginas que papá estuviera con nosotros. “Eres un maldito degenerado”… Eso me pegó mucho... Mi mamá decía que debía comprenderlo. ¡Sí! ¡Lo hice! Mi papá era un hombre del llano. Un tipo acostumbrado a estar entre vacas y caballos. Se sentía muy orgulloso de su hijo varón. ¿Y no soy varón, Omar? ¡Dime!, ¿No soy hombre?...Yo siempre me he sentido bien con ser varón… ¿De dónde sacó que yo no era un hombre, sino: “un maldito degenerado”? (Hacia adentro) ¡Omar!... ¿Qué haces?... ¿No vas a salir? ….
Omar: (Desde adentro) ¡Ya va! Me estoy  poniendo esta vaina. ¡Y sí! ¡Quiero plátano horneado! Échale papelón rallado y canela por encima.
Mauricio: ¿Quieres que te ayude?
 Omar: (Molesto) ¡No!
Mauricio: Deja la rabia…. ¿Estás escuchando? (Pausita) Hoy puse al maestro Antonio Carrillo. “Dame la tierna luz que tiene tu mirar que es como un titilar de una estrella de amor…”
Omar: (Sale) Esta vaina me molesta.
Mauricio: Pero se te ve bien.
Omar: (Sarcástico) ¡Buenísimo!
Mauricio: ¡Deja ver! (Se acerca y le arregla el pantalón) Así se te ve mejor. ¡Uyyy! S te ve grande
Omar: ¿Y no lo tengo?
Mauricio: ¡Claro que lo tienes!
Omar: ¡Bastante te lo gozaste!
Mauricio: No seas escatológico.
Omar: Tú empezaste.
Mauricio: Pero, igual eres escatológico.
Omar: ¿Qué vamos a comer?... (Se refiere a la música) Me gusta la música…”Recuerdo aquel amor que fue pasión de un suave titilar que ayer yo vi en tu dulce mirar tu amor sentí…”
Mauricio: No escuchaste nada de lo que te dije.
Omar: ¡Coño! Y ¿qué quieres? Me estaba poniendo este maldito pañal.
Mauricio: ¡No maldigas! Sabes que no me gusta esa palabra.
Omar: (Lo abraza) Nunca te gustó. Ni cuando me ibas a ver al Nuevo Circo.
Mauricio: Menos en ese sitio. No entiendo el boxeo. Unos tipos dándose golpes y un grupo de gente aplaudiéndolos  para que se peguen más.
Omar: Es un deporte.
Mauricio: ¿Deporte? ¡Salvajes! Son unos primitivos.
Omar: Como yo. Yo soy uno de esos salvajes, pero soy tu salvaje (Lo abraza y besa por todos lados)
Mauricio: ¡Deja! (Ríe) ¡Deja! ¡Me estás haciendo cosquillas! ¡Deja, chico!
Omar: Entonces, ¿somos unos salvajes que se pegan coñazos?
Mauricio: Mejor no discutamos ese asunto.
Omar: ¡Ven! Vamos a sentarnos. Deja la pelea. Hoy es nuestro aniversario
Mauricio: Tengo que ver el asado.
Omar: El asado está bien…Siempre está bien. Ven. Siéntate aquí junto a mí. (Se sientan. Pausa) ¡Ya vengo!
Mauricio: ¿Para dónde vas?
Omar: Te compré un regalo. (Entra al cuarto. Pausa. Sale con algo detrás de la espalda)
Mauricio: ¿Qué es?
Omar: Primero, voy a  quitar la música y pongo tu regalo.
Mauricio: ¿No te gusta esa?
Omar: Con el permiso… (Coloca la música. Se oye a María Callas) ¿A qué no adivinas quién es?
Mauricio: ¿Y crees que no sé quién es?  ¡Esa es la Callas! … ¡María Callas,  la Divina! en “La Reina de la noche”
Omar: ¡Sí!... ¿Te gusta?
Mauricio: (Lo abraza eufórico) Me encanta
Omar: Pero eso no es todo.
Mauricio: ¿Cómo que no es todo?
Omar: Hay más.
Mauricio: Pero, mi rey…
Omar: Pero, nada…Mau…Treinta años juntos no es cualquier vaina.
Mauricio: Yo también te tengo una sorpresa.
Omar: Primero yo….Ya vengo… (Sale de la casa)
Mauricio: ¿Para dónde vas?
Omar: (Se devuelve) Lo tiene la vecina
Mauricio: ¿La vecina? ¿Por qué la vecina?
Omar: Porque mi Mauricio es muy metiche….Ya lo traigo (Sale. Desde afuera) ¡Cierra los ojos!
Mauricio: No me gustan las sorpresas. Ya estoy viejo y me puede dar un infarto. Mira que a la señora de la cuadra de arriba le hicieron una sorpresa con un conjunto llanero y todo, la llevaron a pasear, a la peluquería, a un restaurante lujoso y cuando entró a su casa le gritaron ¡Sorpresa! Y la vieja cayó tendida de largo a largo, la sorpresa se la llevaron ellos.
Omar: ¡Cierra los ojos! ¡Carajo! (Obedece. Sale. Pausa corta.  Entra con un cuadro  enorme con la foto de la mamá de Mauricio)
Mauricio: ¿Puedo abrir los ojos?
Omar: ¡Si! Puedes abrirlos.
(Al abrir los ojos, Mauricio observa el cuadro. Queda petrificado. Se le salen las lágrimas. Omar lo abraza)
Omar. (Tierno) ¿No te gustó?
Mauricio: Es el mejor regalo que he recibido en mi vida… ¡Mamá!... Ojalá estuvieras aquí celebrando con nosotros… ¡Gracias!...
Omar: Por nada… (Quedan abrazados un rato) ¿Y cuál es mi regalo? (Pone el cuadro en el mueble)
Mauricio: ¿Qué hora es?
Omar: Van a ser las dos.
Mauricio: Tu regalo viene en camino.
Omar: ¿Cómo que en camino?
Mauricio: (Desvía la conversación) ¿Quieres un poco de vino?
Omar: ¿Quién viene?
Mauricio: ¿Quieres vino?... ¡Ah!... ¡No!.... ¿Una cerveza?
Omar: ¡Carajo, Mauricio Rafael!...Termina de decirme…. ¿De qué regalo me hablas?
Mauricio: (Le entrega una cerveza) Brindemos por nuestro aniversario… (Choca su copa de vino con la cerveza de Omar) ¡Por nosotros!
Omar: ¡Verga!... ¿Me vas a decir qué coño es lo que pasa?
Mauricio: Omar, no te vayas a molestar.
Omar: ¡Dame otra cerveza!
Mauricio: ¿Ya te tomaste la que te di?
Omar: ¿Qué crees tú?... ¡Dame otra! (Mauricio busca la cerveza)
Mauricio: ¡Toma! ¡No vayas a tomar mucho!
Omar: ¿A quién invitaste hoy? (Silencio. Pausa prudencial)
Mauricio: A Omar Enrique.
Omar: (Pausa. Con voz suave. Tensión) ¿Por qué lo invitaste?
Mauricio: Porque es tu hijo.
Omar: ¡Mauricio!...Te voy a recordar que… ¡Mi hijo!...Te quiere caer a coñazo limpio.
Mauricio: Eso pasó hace tiempo.
Omar: Yo no digo más nada...
Mauricio: Esta es una  oportunidad para dejar las cosas atrás.
Omar: ¿Qué te dijo cuando lo invitaste?
Mauricio: Que sí vendría.
Omar: ¡Ummm!
Mauricio: ¡No seas desconfiado!
Omar: Debiste consultarme primero.
Mauricio: Entonces no hubiera sido sorpresa.
Omar: No me has dicho ¿qué te dijo cuando lo invitaste?
Mauricio: Nada. Que quería venir a celebrar con su papá y su esposa (Ríe)
Omar: No le veo el chiste (Pausa) ¿Y viene con Agustina?
Mauricio: Supongo que sí, es su mujer.
Omar: Y una tipa que se quiere quedar con todo.
Mauricio: No empieces…Mejor voy a ver el asado (Hace mutis. Queda Omar solo. Pausa.  Aparece un muchacho musculoso con pantalones de boxeador y unos guantes. Alza los brazos. Se escuchan aplausos)
Voz: Y esta noche tenemos un nuevo campeón de peso mediano…De las costas del Estado Vargas, el tiburón Omar Colina se titula el nuevo campeón. ¡Bravo! ¡Felicitaciones campeón! (Desde adentro, Mauricio habla en voz alta)
Mauricio: Este asado me quedó espectacular (Entra a la habitación. Mutis del muchacho boxeador). Ya puse los plátanos al horno.  Me quedó como mis abuelas de la Pastora. Ya lo vas a probar, Omar. Especialmente hecho para mi marido  (Lo ve. Se percata de su mirada perdida) ¡Omar! ¿Qué te pasa? ¡Mírame! ¿Te pasa algo? (Omar reacciona)
Omar: ¡Mauricio! ¡Dime!
Mauricio: ¿Te pasa algo?
Omar: (Reacciona)¡No! ¿Qué me va a pasar?
Mauricio: Por un momento te fuiste.
Omar: ¿Adónde me fui? (Ríe) ¿A Caraballeda? ¡No seas pendejo! ¡No me pasa nada!
Mauricio: ¿Seguro?
Omar: ¡Qué sí! No me pasa nada. ¡Anda a ver el asado!
Mauricio: (Se queda mirándolo) Lo acabo de ver. ¿No me viste cuando fui a la cocina?
Omar: Coño, claro que te vi. ¡Hay que poner otra música! ¡Estamos celebrando! (Se levanta. Se dirige al aparato musical. Coloca “La quiero a morir” de Sergio Vargas).
Mauricio: (Sirviéndose otra copa de vino. Mientras Omar baila solo en la sala) ¡Omar! ¿Tú crees que tu hijo, de verdad, se quiere acercar a nosotros?
Omar: (Agarra a Mauricio) ¡Ven! ¡Vamos a bailar! Olvídate de todas esas pendejadas.
Mauricio: (Se resiste) ¡No quiero bailar! ¡Contéstame!
Omar: (Hace amagos para convencerlo) ¿Ya no bailas? Cuando te conocí bailabas muy bien.
Mauricio: Ahorita no quiero.
Omar: ¡Estás viejo! Y se te puede romper la pata.
Mauricio: No es eso.
Omar: ¡Qué vaina! Y eso que bailabas muy bien.
Mauricio: (Sobreponiéndose) ¿Bailaba? Tú no me aguantas ni dos canciones.
Omar: Dale pues. ¿Me estás retando?
Mauricio: ¡Ya va! (Va a hacia el equipo de música) Vamos a ver si recuerdas esta canción (Se oye “Si tú eres mi hombre y yo tu mujer” de New York Band) Esta fue la primera canción que bailaste conmigo (Lo agarra, bailan y ríen)
Omar: Yo tenía  mucha vergüenza.
Mauricio: Parecías un niño asustado.
Omar: Te vi bailando, vestido de mujer. Una canción de una española.
Mauricio: (Sigue bailando) No has perdido el ritmo.
Omar: ¿Cómo era que se llamaba?... Ya va ¡Yo me acuerdo! ¡Ya va!
Mauricio: ¡No vayas a empezar! Mira, que me da pena.
Omar: ¿Y por qué, pues? Eso fue hace tiempo. ¿Dónde fue?
Mauricio: A mí no me veas.
Omar: Tú sí sabes, pero te estás haciendo el pendejo para no decirme. Anda, dime, ¿en dónde fue?
Mauricio: En el bar La Gioconda cerca del Congreso Nacional.
Omar: ¡Claro! Era un lugar de maricos.
Mauricio: No digas esa palabra que es ofensiva.
Omar: Yo entré pensando que era un burdel y me quedé impactado cuando te vi.
Mauricio: Porque pensaste que era una mujer, además que estabas tomado.
Omar: Tú estabas con un vestido de española. Estoy tratando de recordar la canción.
Mauricio: ¡Chico! Me da vergüenza.
Omar: (Agarra otra cerveza) Pensé  que eras una mujer. Una puta, pues. Una muy bella.
Mauricio: ¡Grosero! No bebas mucho.
Omar: ¡Ajá! ¿Vas a empezar con la vaina?
Mauricio: No quiero que te enfermes.
Omar: ¡Anda! Hazlo otra vez.
Mauricio: ¿Qué es? Yo ya estoy viejo para la gracia.
Omar: ¿Cómo se llamaba la canción?
Mauricio: (Se toma de un sopetón la copa de vino. Busca más y se sirve) ¡No te lo voy a decir!
Omar: (Va a hacia el aparato de música) Aquí debe estar el disco porque a ti te gusta mucho.
Mauricio: “Limosnas de amores
Omar: ¿Qué? ¿Qué dijiste?
Mauricio: La canción se llama “Limosnas de amores” (Se detiene la escena. Aparece un joven ataviado como Lola Flores y comienza a hacer la fonomímica de “Limosnas de amores”. Omar ríe estrepitosamente)
Omar: (Al finalizar la canción el joven se desvanece tal cual apareció) ¡Mauricio! ¡No te vayas! ¡Mauricio!
Mauricio: (Reacciona) ¡Dime! Estoy aquí
Omar: (Lo observa)
Mauricio: ¿De qué te reías?
Omar: ¿Yo? Yo no me estaba riendo. ¿Por qué?
Mauricio: No sé, de pronto te fuiste y empezaste a reír. Como si…
Omar: ¡No! No es nada. (Cambia de tema) ¿Ya está lista la comida?
Mauricio: ¿Te preocupas por la comida? A mí me da miedo. Algo te está pasando.
Omar: ¡Anda a ver la comida! ¡No tengo un carajo!
Mauricio: ¡Está bien!  Iré a ver (Mutis. Pausa mediana. Desde adentro) ¡Sí! Ya está todo listo...
Omar: Apaga todo y déjala reposar un rato… ¡Vente pues!  (Entra Mauricio) Siéntate aquí, a mi lado.
Mauricio: (Entra. Se sienta al lado de Omar) ¡Cuántas cosas hemos pasado juntos!       
Omar: Y las que nos faltan.
Mauricio: ¡Qué raro que no ha llegado tu hijo!
Omar: Ese no va a venir.
Mauricio: ¿Por qué lo dices?
Omar: Porque lo conozco.
Mauricio: Pero ¿por qué no me quiere?
Omar: Porque es homofóbico. No te perdona que por ti  me separara de su mamá.
Mauricio: ¡Qué absurdo es!
Omar: Para él es difícil aceptar que su papá esté con otro hombre, si lo fue para mí, imagínate para un muchacho homofóbico.                                                                                    
Mauricio: Si, supongo que sí.                   
Omar: Nunca pensé que yo siendo boxeador me fijara en alguien así como tú.
Mauricio: ¿Cómo yo? No entiendo.
Omar: Antes de ti, tuve muchas mujeres, de todos los tamaños y colores.
Mauricio: ¡Ya entiendo! (Sarcástico) Quieres decir con un marico.
Omar: Yo los llamaba así, sin darme cuenta que también soy marico, pues.
Mauricio: La palabra correcta es homosexual y no es una ofensa ser “marico”
Omar: Yo estoy bien.
Mauricio: La vida da muchas vueltas.
Omar: ¡Qué extraña es la vida!
Mauricio. Mejor voy a llamar a tu hijo. (Hace amagos por pararse. Omar lo ataja)
Omar: No vas a llamar a nadie. Si no quiere venir que no venga.
Mauricio: Pero quiero que venga.
Omar: Mejor sirve la comida
Mauricio: Vamos a esperar un poco más.
Omar: No va a venir.
Mauricio: Insisto que esperemos un poco más.
Omar: ¡Coño! ¿Por qué eres tan terco, Omar Enrique?
Mauricio: ¿Cómo me llamaste?
Omar: ¿Qué?
Mauricio: Me dijiste Omar Enrique.
Omar: (Molesto) ¡Deja la vaina! No te llamé así.
Mauricio: ¡Omar! Me estás asustando.
Omar: Anda a servir la comida.  Deja la pendejada.
Mauricio: ¡Voy! Será mejor que empecemos tú y yo, si viene que nos acompañe.  (Suena el teléfono. Lo coge) ¡Aló! (Escucha. Pausa. Mira a Omar) Tu hijo no vendrá.

Acto II

Mauricio: (En la misma sala. El retrato de la mamá de Mauricio puede estar colgado en alguna pared. Toma el teléfono. Marca. Aguarda. En voz baja) ¡Aló! ¡Buenos días! ¿Omar Enrique? ¡Sí! ¡Soy yo! ¡Mauricio! (Pausa) ¡No! No te llamo para reclamar nada. Si no vinieron, sus razones tendrán. ¡No! ¡No! ¡Escúchame! No quiero escuchar tus excusas. Si no vinieron a cenar con nosotros, no vinieron y ya. No más discusión. Te llamo por otra cosa. Es sobre Omar, tu papá.  ¡No! No  está enfermo. (Asombrado) ¿Cómo va a tener sida? ¿Acaso que porque seamos homosexuales vamos a tener sida? De verdad que eres bruto. Tu papá solo tiene un comportamiento raro. ¡Nada más! Él está bien. Lo único que creo que tienes que venir en algún momento. (Pausa) ¡Coye! ¿Hasta cuándo vas a estar con eso? ¡Tienes que aceptarlo! Además estamos hablando de tu papá, no de mí. (Pausa) Contigo es imposible dialogar. Haz lo que tú quieras, yo ya te lo dije. Ya cumplí. Después no vengas a reclamarme nada.  Omar  se está comportando de una manera rara y es tu deber, (Enfático) como hijo, venir. (Pausa) ¡Como quieras! Que estén bien tú y tu mujer  (Cierra el teléfono. Queda pensativo. Se oye la voz de Omar desde adentro).
Omar: ¡Mauricio! ¡Mauricio!
Mauricio: ¡Hola! Estoy aquí en la sala. (Sale Omar con una bata).
Omar: ¡Buenos días!
Mauricio: ¡Buenos días! (Se besan)
Omar: ¿Qué tienes? ¿Estás triste?
Mauricio: (Trata de ocultar su ánimo) ¡No! No tengo nada ¿Quieres desayunar?
Omar: Estás así desde anoche.
Mauricio: Tal vez sea gripe.
Omar: No seas pendejo. Ninguna gripe. A mí no me vas a joder con eso.
Mauricio: Voy  a hacer unas arepas.
Omar: Te pegó lo de Omar Enrique, ¿verdad? Yo te dije que mi hijo no vendría. Él es muy rencoroso. Nació a su mamá.
Mauricio: Te confieso que pensé que sí vendría.
Omar: Hay que olvidarse de eso. Tú y yo somos felices. Él está bastante grandecito y se sabe cuidar solo.
Mauricio: Tú fuiste un buen padre.
Omar: Anda a hacer las arepas y no te preocupes más. (Mutis de  Mauricio. Queda Omar solo en la sala. Recoge algunas cosas. De repente queda petrificado en medio del salón. Se oye la voz de Mauricio desde adentro)
Mauricio: ¿Quieres sardinas? (Omar no responde) ¿O quieres otra cosa? (Omar no responde. Entra Mauricio) ¿Qué te gustaría comer? (Lo observa) ¿Qué te pasa? ¿Por qué no me contestas? ¡Omar! ¿Qué tienes? (Lo zarandea) ¡Omar! ¡Por favor! ¡Contesta!
Omar: (Lo observa) Señor, por favor ¿dónde queda el  gimnasio? No lo consigo.
Mauricio: ¿Qué? (Se desespera) Omar, por favor, ¡No me asustes! ¿Qué tienes? ¡Soy yo! ¡Mauricio!
Omar: Quiero ir al gimnasio. Tengo que ir a entrenar.
Mauricio: (Lo toma por los hombros) ¡Escúchame! Yo soy Mauricio. Estás en tu casa, en nuestra casa.
Omar: (Reacciona) ¡Mau! ¿Qué te pasa? (Mauricio lo abraza)
Mauricio: ¡Volviste!
Omar: Que yo sepa no me he ido a ningún lado.
Mauricio: Es cierto.  (Disimula) Yo que estoy un poco loco.
Omar: ¿Pasa algo?
Mauricio: ¡No! ¡Dios quiera que no!
Omar: Desde anoche estás raro.
Mauricio: Omar, ¿qué te parece si vamos al médico?
Omar: ¿Para qué? Yo me siento bien.
Mauricio: Sólo para hacernos un chequeo de rutina.
Omar: Déjame pensarlo. Huele a arepa quemada.
Mauricio: ¡Las arepas! (Mutis)
Omar: ¡Mira que si estás loco!
Mauricio: (Desde adentro) Estoy preocupado, Omar.
Omar: ¿Y las arepas?
Mauricio: Ya las llevo. Quiero hablar contigo.
Omar: Deja ese tono…. ¿Es algo grave?
Mauricio: (Entra a la sala)  No tanto. Es sólo que últimamente te has comportado un poco extraño.
Omar: No entiendo.
Mauricio: ¿No te has dado cuenta?
Omar: ¿De qué? Deja la vaina y termina de hablar.
Mauricio: Se te olvidan las cosas.
Omar: ¿Eso es todo? ¡Gran vaina! A los viejos se nos olvidan las cosas. ¡Trae las arepas! ¡Tengo hambre!
Mauricio: No banalices esas cosas.
Omar: ¡Trae las arepas!
Mauricio: Tú siempre tan obstinado (Mutis)
Omar: (Hacia adentro) Mau, eso no es importante. Hay otras cosas más importantes que eso. Además, a mí no me gustan los médicos. Uno va para su consulta y lo primero que te preguntan es que si tienes seguro, si le dices que sí, te quieren operar. Los médicos han perdido la ética. Para un médico… ¡No voy!
Mauricio: (Entra con unas arepas rellenas) Pero para mí, tú eres lo más importante. (Le da una arepa)
Omar: ¡Una reina pepeada! ¡Estamos de fiesta! ¡Sale una  “Susana Duijm”!  
Mauricio: (Ríe a carcajadas y luego se transforma en llanto) Tú eres lo más importante. No tengo a nadie. Mamá murió y quedé solo. A papá nunca le importé. Él falleció pensando que yo era una especie de anormal, “un maldito degenerado
Omar: No te pongas así, vale. No me gusta verte así.
Mauricio. A veces, me gustaría tener tu fortaleza.
Omar: ¿La mía? Siempre pensé que tú eras el más fuerte de los dos.  Mauricio tú eres  fuerte de carácter.
Mauricio: Por fuera, por dentro, creo que muero cada día, sino fuera por ti.
Omar: No digas eso, te jodes a ti mismo.
Mauricio: Pero es cierto. Ellos  me abandonaron por ser (Imita la voz de su papá) “marica”. Lo único que me quedaba era mamá y ya no está, por eso, no quiero que te pase nada.
Omar: No me va a pasar nada... (Se refiere a la arepa) Esta arepa está rica.
Mauricio: No me cambies la conversación.
Omar: Pero, ¿qué vaina es? Yo no estoy enfermo. No lo estoy.
Mauricio: ¿Qué te cuesta ir conmigo al médico?
Omar: (Se para) ¡No voy a ir, coño! No estoy enfermo y no quiero que me fastidies más con esa pendejada (Sale con el plato a la cocina)
Mauricio: (Queda en la sala. Hacia adentro) Deja el plato allí. Ahora friego.
Omar: (Desde adentro) Ya estoy fregando.
Mauricio: Ya que estás fregando, aprovecharé  de ir a buscar el mercado. Lo pagué y le dije al “portu” que me lo guardara. Voy  salir un momento. Regreso enseguida. (Entra Omar)
Omar: (Entra) ¿Para dónde vas?
Mauricio: A buscar el mercado. Voy por la cartera y salgo.
Omar: ¿Me traes algo?
Mauricio: Pareces un niño. ¿Qué quieres que te traiga?
Omar: Algo sabroso. No sé. Un chocolate.
Mauricio: No puedes comer chocolate.
Omar: Uno solo no me va a matar.
Mauricio. Está bien. Mientras tanto te portas bien. No tardo nada.
Omar: Vete tranquilo. (Mauricio sale. Omar va directo al equipo de sonido. Coloca “Todo me gusta de ti” cantada por Alberto Beltrán. Hace como si bailara con alguien.  Después de  un minuto de canción, aparece un joven)
Joven: (Comienza a bailar con Omar) ¿Es la primera vez que bailas con un hombre?
Omar: (Apenado. Voltea para todos los lados) ¡Ujú!
Joven: ¡Te pusiste rojo! ¿Te dio pena? No te preocupes. Aquí nadie te va a ver. Este es un lugar secreto. Hasta la policía viene a bailar con su (Sonríe pícaro) parejita. (Pausa) ¡Yo soy Mauricio! ¿Cómo te llamas?
Omar. (En voz baja) Omar.
Joven: ¿Cómo dijiste? No te escuché.
Omar: ¡Yo soy Omar!
Joven: Mucho gusto, Omar. Creo que tú y yo seremos grandes  amigos.
Omar: ¡Ummm!
Joven: ¿Y qué haces para ganarte la vida?
Omar: Soy boxeador.
Joven. ¿Boxeador? ¿Quién lo diría? Omar, el boxeador.
Omar: No sé qué hago aquí.
Joven: Si no te gusta, puedes irte.
Omar: No debería estar aquí.
Joven: Pero lo estás y presiento que vendrás más.
Omar: ¿Tú estabas vestido de mujer hace rato?
Joven: Sí, lo hago para divertirme.
Omar: Pensé que eras una mujer.
Joven: ¿Te gusté como mujer?
Omar: Pero eres un hombre.
Joven: (Ríe estrepitosamente) Pareces un muchacho grande. (Se empieza a ir) Pareces un muchacho grande (Sigue caminando hasta desaparecer)
Omar: (Al joven) ¡Ya va! No te vayas.  (Llama al joven) ¡Mauricio! ¡Mauricio! ¿Dónde estás? (Entra Mauricio azorado con unas bolsas. Las arroja al mueble)
Mauricio: ¡Omar! ¡Omar! ¡Estoy aquí! ¿Qué pasa?
Omar: (Lo observa) Tú no eres Mauricio.
Mauricio: Si soy yo.
Omar: ¡No! ¡No! No eres Mauricio. Busco al que estaba vestido de mujer.
Mauricio: ¡Omar! ¡Me estás asustando! ¿De qué hablas? Aquí no hay nadie.
Omar: ¡No! ¡No! No eres tú. ¿Dónde está Mauricio?
Mauricio: Yo soy Mauricio. Por favor Omar. Respira profundo y cálmate.
Omar: (Ya más calmado) Se fue. El muchacho se fue. (Mauricio lo abraza)
Mauricio: Ya se fue. Ya se fue. Todo estará bien. Todo.
Omar: ¿No me vas a  dejar? ¿Verdad?
Mauricio: ¿Cómo dices esas cosas? ¡Nunca te voy a dejar!
Omar: ¿No me vas a  dejar? ¿Verdad?
Mauricio: Nunca haría eso.
Omar: Tengo miedo…Mucho miedo…Mucho, Mauricio.
Mauricio: ¡No te preocupes! ¡Todo saldrá bien! Todo... Todo. (Se comienza a bajar la iluminación)

Acto III.

(En la misma sala. Hay una tensa calma. La iluminación nos indica que estamos en un atardecer. Mauricio escucha “La Reina de la noche” de “La Flauta Mágica” de Wolfang Amadeus Mozart interpretada por María Callas que fue el regalo de “aniversario de boda” que le dio Omar. Pensativo. Espera. Al cabo de un rato tocan la puerta.  Mauricio se dirige a la puerta. Durante toda la escena se escuchará la selección de música de ópera interpretada por María Callas de fondo musical)
Mauricio: (Al abrir la puerta) ¡Pasa! (Entra Omar Enrique, hijo de Omar) Siéntate, por favor
Omar Enrique: Prefiero estar de pie. Agustina está cerca. Fue a comprar algunas cosas…
Mauricio: ¿O no quiere vernos?
Omar Enrique: ¡No empieces! ¿Qué tiene Omar?
Mauricio: (Hace énfasis en la palabra) ¡Tu papá! Está mal.
Omar Enrique: ¿Lo llevaste al médico?
Mauricio: ¡Sí! Y de allí nos remitieron a un neurólogo.
Omar Enrique: ¿Neurólogo? ¿Qué tiene?
Mauricio: Está perdiendo facultades y es degenerativo.
Omar Enrique: Pero, ¿qué tiene?
Mauricio: Le diagnosticaron Alzhéimer. (Hace amagos por disimular el llanto) Aunque está comenzando (Pausa corta). Todo irá bien. No te preocupes. Él y yo superaremos esto.  Juntos siempre hemos superado las malas situaciones. Te llamé porque eres su hijo y debes saberlo, claro está, pero no quiero que te preocupes por eso.
Omar Enrique: (Pausa. Observa a Mauricio) ¿Y piensas que no debo preocuparme? Él es mi padre. Sea lo que sea, es mi papá. ¿Lo sabes, verdad?
Mauricio: ¡Claro que lo sé! Por eso te llamé.
Omar Enrique: Si él estuviera casado con mi mamá….
Mauricio: Pero no lo está.
Omar Enrique: Lamentablemente se le torció el camino.
Mauricio: Lo importante aquí es la salud de Omar.
Omar Enrique: (Enfático) ¡De mi papá!
Mauricio: (Enfático) ¡Sí! ¡De tu papá! (Pausa) Y de mi esposo.
Omar Enrique: (Traga grueso) (En tono burlón) Tú no eres su esposa. (Silencio. Se escucha atrás “Un Bel Vi Vedremo” de “Madama Butterfly” (1904) de Giacomo Puccini)
Mauricio: Tal vez más adelante, tu papá, necesite una enfermera particular.
Omar Enrique: O meterlo en algún lugar que lo cuiden mejor.
Mauricio: ¿Estás pensando meter a Omar en un asilo?
Omar Enrique: Sería lo mejor para él.
Mauricio: Yo no estoy de acuerdo (Omar Enrique hace silencio. Mauricio se percata de lo que piensa Omar Enrique) Ya sé que no te importa lo que yo piense.
Omar Enrique: Omar no necesita a alguien que lo cuide. (Enfático) Necesita a una mujer que lo cuide.
Mauricio: Creo que nuestra conversación terminó además debes ir a buscar a tu esposa. Tu esposa de tres años, pero una relación de treinta años, como la de tu papito y yo, no es una relación, ¿verdad?
Omar Enrique: Por ahora, nuestra conversación terminó… Por ahora. (Comienza a salir. Se para y se voltea.) Dile a Omar que pronto nos veremos. (Sale. Pausa. Entra Omar)
Omar: Escuché la voz de Omar Enrique y no quise salir. Mauricio lo que dijiste ¿es verdad?
Mauricio: Si. Todo lo que escuchaste es verdad.
Omar: ¿Y es degenerativo?
Mauricio: Si.
Omar: Pero, yo me siento muy bien.
Mauricio: Eso es bueno.
Omar: Pase lo que pase, no quiero que me metan en ningún asilo.
Mauricio: No haría eso nunca. (Pausa) ¡Basta! Ya no hablemos de enfermedades. (Va hacia el equipo de sonido y coloca la canción de Gloria Gaynor “I will Survive”) Escuchemos el himno de los bares. ¿Cuántas veces fuimos al “Zig zag”? A ti no te gustaba mucho ir a los bares de ambiente.  A mí me fascinaba ir al “Ice Palace”. Nosotros teníamos como un tour; primero, íbamos a una tasca o  a un bar; “Las dos barras”, ¿eso existe todavía? ¡No importa! ...de allí, salíamos entonaditos directo al “Zigzag”, veíamos el show travesti de la Isabel Pantoja con la Tuti o de la Olga Guillot y por último, el “Ice Palace”, allí bailábamos hasta  el amanecer. (A Omar) ¿Lo recuerdas? A pesar de todo siempre estamos alegres. Siempre entre risas, tal vez, para escapar de la realidad. Una realidad que nos pesa. Una realidad histórica. ¿En qué puede perjudicar a la gente,  que dos hombres o dos mujeres estén juntos y hagan una pareja estable, muchas veces más estable que las parejas tradicionales?  
Omar: Mau, quiero decirte que debes ser fuerte. Mi hijo no te quiere.
Mauricio: Por ti lo que sea.
Omar: Antes de que olvide hasta como mear, quiero decirte que muchas gracias.
Mauricio: ¿Qué es? Deja la cosa. Te pones lúgubre.
Omar: ¡Es en serio, Mauricio! Quiero darte las gracias.
Mauricio: (Triste) Gracias, ¿Por qué?
Omar: Por darme treinta años de felicidad.
Mauricio: Tú también me la has dado.
Omar: Me quiero disculpar en nombre de mi hijo. Se parece tanto a su mamá.
Mauricio: Tú y tu hijo son dos personas. No tienes la culpa de nada.
Omar: Mau, debes estar preparado para todo. Mi hijo no es buena persona.
Mauricio: Ya lo sé.
Omar: Y su esposa tampoco.
Mauricio: ¿Qué te parece si no hablamos más de ellos? (Suena el teléfono. Mauricio va y lo coge) ¡Aló! ¿A qué hora vienes? ¿Cómo me va a molestar que vengas a ver a tu papá? Él ya se despertó (Silencio) No tienes que decir nada. Los esperamos.
Omar: ¿Omar Enrique no se fue hace rato?
Mauricio: Me dijo que Agustina quiere saludarte.
Omar: ¿Quién es Agustina?
Mauricio: ¡Omar! ¡Agustina!
Omar: ¿Es tu hermana?
Mauricio: ¿No sabes quién es ella?
Omar: Mi hermana.
Mauricio: No importa, Omar. Por ahí viene Agustina. Ya la conocerás.
Omar: ¡Qué vaina!
Mauricio: ¿Qué te pasa?
Omar: ¡Nada!
Mauricio: No te voy a negar que tu hijo me da miedo.
Omar: ¿Y eso, por qué?
Mauricio: Porque la gente ignorante es capaz de hacer cosas malas.
Omar: No quiero que me separen de ti.
Mauricio: Ni a mí de ti. No creo que Omar Enrique se atreva a separarnos.
Omar: Ese carajo es capaz de todo.
Mauricio: Iré mañana a un abogado.
Omar: ¿Para qué?
Mauricio: Para ver si podemos hacer algo.
Omar: Nosotros no estamos casados de verdad.
Mauricio: ¿Cómo que de verdad? Treinta años no son suficientes para que  sea “de verdad”.
Omar: No somos una pareja legalizada.
Mauricio: Que las leyes aún no nos reconozcan como pareja, no implica que no seamos “de verdad”.
Omar: Pero, ¿qué vamos a hacer, Mau?
Mauricio: Por lo pronto, mañana voy a ir a hablar con un abogado.
Omar: ¿Y si no se puede hacer nada?
Mauricio: ¡Sin pesimismo! La peor diligencia es la que no se hace.
Omar: (Lo abraza).
Mauricio: Tú no sales de aquí.
Omar: Ojalá. (Se escucha el timbre de la puerta) ¡Ese es Omar Enrique!
Mauricio: ¡Vete para el cuarto!
Omar: ¡No! ¡Esta vez me va escuchar! (Suena el timbre por segunda vez) ¡Anda Mauricio! Abre la puerta. (Mauricio abre la puerta. Entra Omar Enrique)
Mauricio: ¿Y Agustina?
Omar Enrique: No quiso entrar.
Omar: Porque le da asco entrar a casa de dos “maricos”.
Omar Enrique: Hola, Omar. Y no digas cosas que no sabes.
Omar: Si no conoceré a tu esposa, pero, dejemos eso así… ¿Cómo has estado, hijo?
Mauricio: ¿Cómo has estado, hijo?
Omar Enrique: ¿Ahora soy tu hijo?
Mauricio: Siempre te consideré mi hijo. Tú eres el que no me tomas en cuenta para nada.
Omar: ¿A qué viniste?
Omar Enrique: A ver por tu salud.
Omar: Estoy bien. Mauricio me cuida muy bien.
Omar Enrique: Pero una mujer te cuidaría mejor.
Mauricio: Yo cuido bien a tu papá.
Omar Enrique: Pero  igual, no eres nada de él.
Omar: ¿Por qué dices eso?
Mauricio: Treinta años con Omar, ¿te parece que no es nada?
Omar Enrique: Su relación no existe.
Omar: ¡No seas pendejo!  ¿Tú crees que estar con alguien durante treinta años durmiendo  en una misma cama no es nada?
Omar Enrique: A mí no me interesa si duermes con él.
Mauricio: Ni a ti ni a las leyes.
Omar Enrique: Eso no puede pasar. Dos hombres juntos. ¡Es imposible!
Omar: ¡Claro que es posible! No ves que Mauricio y yo lo estamos.
Omar Enrique: No soporto saber que mi papá es un pobre… (Se calla)
Omar: ¡Termina de decirlo!
Mauricio: Lo diré yo: “No soporto que mi papá sea un pobre marico”.
Omar Enrique: Así es. Y todo es por tu culpa, Mauricio.
Omar: Con él no la cojas.
Omar Enrique: Él es una mala influencia. Si no te hubiera conocido, nada de esto sucedería.
Mauricio. Hubiera conocido a otro.
Omar: Es cierto, Omar Enrique. Nunca lo has entendido.
Omar Enrique: ¿Qué, carajo, quieres que entienda? Que mi papá se acuesta con otro hombre y hacen cochinadas (A Mauricio) ¡Es tu culpa! Y nunca te aceptaré.
Mauricio: No digas eso, hijo.
Omar Enrique: (En voz alta) Yo no soy hijo de ningún marico afeminado.
Omar: ¡Baja la voz! No te permito que trates a Mauricio de esa manera.
Mauricio: (Se acerca a Omar Enrique que está de espaldas a él. Le toca el hombro) Por favor…
Omar Enrique. (Se voltea y empuja  a Mauricio. Éste cae al suelo) ¡No me toques viejo marico!
Omar: (Se va encima de Omar Enrique): ¡No te permito que… (Cae al suelo en desmayo).
Mauricio: (Corre hacia Omar) ¡Omar! ¡Omar! ¿Qué tienes? Por favor, levántate… ¡Omar! ¡Omar!¡¡No te vayas! (A Omar Enrique) ¡Ven! Ayúdame a levantarlo. Hay que llevarlo a un hospital. (Omar Enrique paralizado) ¡Omar enrique! ¡Muévete y ayúdame a levantarlo! (Éste obedece) Lo llevaremos en tu carro para un hospital. ¡Rápido! ¡Rápido!  (Hacen mutis los tres)

Acto IV.

(Omar Enrique y Mauricio, vestidos de negro,  regresan del cementerio. Entran a la casa que fuera de Omar)

Omar Enrique: No has hablado nada desde el entierro de Omar.
Mauricio: (Lo mira fijamente) Prefiero no hacerlo.
Omar Enrique: ¿Por qué no quieres hablar?
Mauricio. Te dije que prefiero no hablar.
Omar Enrique: (Enciende un cigarrillo) ¿Tienes algo fuerte para tomar?
Mauricio: (Señala a un pequeño gavetero cerca del equipo de sonido) ¡Allí hay ron! ¡Sírvete!
Omar Enrique: (Mientras se sirve un vasito de ron, se hace una pausa con mucha tensión. Se toma el ron de un solo trago) ¡Me voy!
Mauricio: Como quieras.
Omar Enrique: Después vengo a buscar los papeles de la casa.
Mauricio: (Sorprendido) ¿Para qué quieres los papeles?
Omar Enrique: Para hacer la sucesión de bienes. Yo soy su único heredero.
Mauricio: ¿Cómo puedes pensar en eso en estos momentos? Acabamos de enterrar a tu papá…. A mi Omar… A mi amor de treinta años.
Omar Enrique: Hay que dejar las cosas claras para evitar malentendidos.
Mauricio: ¿Malentendidos?
Omar Enrique: Así es. Esta casa me pertenece.
Mauricio: ¿Ahora si te pertenece? ¿Será porque no tienes donde vivir?
Omar Enrique: Por lo que sea, pero esta casa es ahora mía.
Mauricio: ¿Y yo? ¿No te importa lo que será de mí?
Omar Enrique: Tú sabes que nunca te acepté.
Mauricio: Y ahora es tu momento de vengarte, ¿no es así?
Omar Enrique: No me importas.
Mauricio: Ni tampoco te interesó tu papá. ¿Qué crees que pensaría Omar de todo esto?
Omar Enrique: Tú no sabes  nada, viejo…
Mauricio: Te faltó marico. ¡Viejo marico! Pues sí lo soy. Y fui feliz con tu papá.
Omar Enrique: ¿Cómo puedes decir eso?
Mauricio: Porque soy feliz y no me importa que la gente se entere. Soy feliz. Omar y yo fuimos felices.
Omar Enrique. No quiero oírte. Me voy.
Mauricio: (Levanta un poco el volumen de la voz) Pero, ya es hora de que escuches y te comportes como un hombre.
Omar Enrique: Yo sí soy un hombre.
Mauricio: Y yo también lo soy y ahora me vas a escuchar. Vas a dejar de ser el carajito pendejo que siempre has sido.
Omar Enrique: No te pases.
Mauricio: Ni intentes hacer nada. Tu papá me enseñó a defenderme a los coñazos. ¿Sabes por qué lo hizo? Porque él me decía que nosotros los homosexuales afeminados, ¡Sí! ¡Soy amanerado! Nosotros, a los que tú llamas maricos, debíamos a aprender a dar golpes, o coñazos como decía Omar, para defendernos de energúmenos…Primitivos como tú… Y eso no lo digo yo, lo dijo tu papito sobre ti. Él te conocía muy bien. Sabía de lo que eras capaz y no se equivocó…
Omar Enrique: Por eso lo odié.
Mauricio: En cambio él no. Todo lo contrario. Te amó demasiado. Siempre me decía que algún día lo aceptarías y murió por tu culpa.
Omar Enrique: Yo no lo maté.
Mauricio: ¡Sí lo hiciste! Él sabía que tú eras capaz de muchas cosas malas y también conocía a Agustina… Tu esposa… O mejor, tu chula.
Omar Enrique: No hables de Agustina.
Mauricio: No soy yo. Lo dijo tu papá. ¿Oíste bien? ¡Tu papá!
Omar Enrique: ¡Esta conversación se acabó! Hoy mismo sales de mi casa. ¿Ahora, tú me oyes bien? Hoy te vas de mi casa… ¡Mi casa!
Mauricio: ¡No me voy a ir a ningún lado! Esta es mi casa. La casa que construimos tu papá y yo. No me vengas con cuenticos.
Omar Enrique: Si no sales por las buenas, sales por las malas.
Mauricio: ¿Sabes qué? Pensé que la muerte de Omar, te haría cambiar un poco, pero me doy cuenta de que no fue así. No te importó que por tu culpa, él muriera.
Omar Enrique: (En voz alta) ¡Yo lo maté!
Mauricio: ¡Sí lo hiciste!
Omar Enrique: Sólo digo que te vas de aquí.
Mauricio: (Con calma) La otra vez hablando con tu papá sobre ti y de lo mala persona que eras…Para desgracia de él… Nos dimos cuenta de que algún día, podía pasar, exactamente lo que está pasando ahorita y resolvimos hacer algo.
Omar Enrique: ¿Qué hicieron?
Mauricio: Más bien, pregunta  ¿Qué hizo él?
Omar Enrique: No te entiendo.
Mauricio: Tu papá me vendió la casa antes de que el Alzhéimer lo atacara más.
Omar Enrique: ¡Eso es mentira!
Mauricio: ¡Eso es verdad! ¿Te muestro los papeles?
Omar Enrique: ¡Coño de la madre! Omar no me pudo haber hecho eso… ¡A mí!... A su único hijo.
Mauricio: Él te conocía muy bien.
Omar Enrique: Por eso les tengo arrechera a los maricos….Por traidores.
Mauricio: Ahora soy yo quien te dice: ¡Sal de mi casa! Y no los quiero ver más nunca en mi vida.
Omar Enrique: ¡Ojalá que te mueras, marico viejo! (Hace mutis. Mauricio queda solo. Se dirige al equipo de sonido. Coloca la canción “I will survive” de Gloria Gaynor. Se sirve un trago. Detrás aparece Omar en forma de fantasma.  Levanta la copa)
Mauricio: ¡Por nuestro aniversario, Omar! (Ríe)


Final.
Caracas, 2017






















No hay comentarios:

Por favor, aún no.