Original de Bruno Mateo
Twitter: @bruno_mateo
IG: @brunomateoccs
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Voy
camino a un lugar desconocido, la primera vez que escuché hablar sobre ese
lugar fue una noche cuando caminé sin rumbo fijo hacia los lados de Sabana
Grande. Recuerdo que era una noche muy peculiar. No había luna, o mejor, la
luna estaba escondida de los ojos humanos. La noche más oscura de lo normal. Yo
soy un hombre poco bebedor, sin embargo esa, y no otra noche, me provocó
acercarme, cosa que no hacía desde mis
años de estudiante de Letras de la Universidad Central de Venezuela. El bulevar
no es el mismo que conocí, no digo que era peor ni mejor, sólo que era distinto.
Caminé
como si fuera extranjero en mi país. La gente tenía ojos agresivos, sentía que
en cualquier momento iban a saltar sobre mí para destrozarme. Tuve miedo. Los
viandantes parecían antropófagos en busca de su presa y yo era la presa que
camina inocente en esa noche sin luna. De pronto, sentí la necesidad de buscar
un lugar donde esconderme. Así lo hice. Me metí en la primera tasca que vi. Era
una calle que une al bulevar con la avenida Casanova. Estaba tan distraído que
no me di cuenta que era un bar de ambiente, como no soy homofóbico, me quedé a
tomarme unas cuantas cervezas en el bar gay. El lugar estaba inundado de
alegría, o por lo menos, eso aparenta. La música variaba desde una canción
romántica hasta piezas de cantantes de los años setenta, ochenta y noventa.
Toda la polifonía del lugar hizo que mi estado de ánimo cambiara. Salí cantando
canciones de Gloria Gaynor y con muchos recuerdos de cuando era más joven por
allá por los años ochenta.
Deambulé
por el bulevar y noté que estaba solo. No vi a nadie. Me pregunté dónde estaría
la gente. Entre mis pensamientos y el caminar sin rumbo fijo, veo, de repente,
una figura humana que cruzó frente a mí, al principio creí que era una
alucinación porque pasó tan rápido que no la pude distinguir, sin embargo veo
que a unos cuantos metros delante de mí, esa figura desdibujada, se transforma
en una niña, ¿una niña? ¿Qué hace una niña sola a estas horas por el bulevar?,
me pregunté a medida que avanzo hacia ella con cierto temor. Ella me veía y
sonreía como si hubiera oído mis dudas. De pronto, me detuve justo frente a
ella. Quise devolverme, pero por alguna extraña razón, no lo hice. La niña se
me acerca y sentí mucho temor. “No tengas
miedo” me dijo. A pesar de sus palabras, sentí mucho terror. Quise salir
corriendo. No lo hice. De repente, me vi caminando tras esa extraña niña. No
tuve la voluntad de preguntarle quién era o para dónde íbamos. Ella solo
caminaba y reía. ¿Qué le causaba tanta
gracia?, pensé. Caminamos un buen trecho. El bulevar quedó atrás. No logré
divisar algo conocido. No sé dónde estábamos. Seguimos caminando. No quise continuar.
Presentí algo malo. La niña reía. No me habló durante nuestra caminata. A mí no
me salió palabra alguna y como idiota la seguí sin poner ninguna resistencia. A
unos cuantos metros logré divisar una casa con una arquitectura antigua que
contrasta con los edificios que dejamos atrás. Me distraje viendo la atípica
casa cuando de repente recordé a la niña y la busqué con la mirada. Me di
cuenta de que no estaba. ¡Qué raro!
¿Dónde estará esa niña? , pensé en voz alta. Decidí acercarme a la casa. No
quise devolverme. Fue así como decidí a entrar a la casa. Abrí la puerta con
cierto temor. La puerta parecía que se iba a caer de lo vieja que estaba. Lo
primero que veo al entrar son unas escaleras en forma de caracol. El interior
de la vivienda me hizo recordar a la
casa de Heathcliff de Cumbres Borrascosas.
No tuve opción y subí las escaleras. Al llegar al final de los escalones,
otra puerta cerrada. Al intentar tocarla, ésta se abrió delicadamente como
invitándome a pasar. Lo primero que vi fue un salón principal bastante amplio.
Quise saber si había alguien en el lugar. No logré ver a nadie. Me dirigí a un
cuarto que logré percibir. Mi intención es encontrar a la niña. Entré a la
habitación y lo que vi allí me paralizó. Allí estaban mis padres. Mis padres
fallecidos. Los llamé. No me oyeron. Quise aproximarme a ellos para abrazarlos.
Tenía contenida toda mi emoción al verlos allí. Tan cerca de mí. Los volví a
llamar. No me oyeron. Ni me vieron. No podía creer que eran mis padres ya
muertos. Fue en ese instante que caía en cuenta de que era una trampa de mi mente.
No podían ser ellos. Imposible. Salí de inmediato de aquel salón. No pude
aguantar más. Me fui del sitio sin saber
si fue una ilusión o una realidad. Estaba sobresaltado. Quise salir de esa
casa. No pude hacerlo. ¿Qué hago en este
lugar tan irregular?, me pregunté varias veces, ¿Y la niña? ¿Dónde estará? De inmediato comencé a buscarla. Mis
ojos se metían en lugares totalmente sin luz. Estuve a punto de desfallecer en
mi intento por buscar a la niña misteriosa cuando de repente, como una sombra
en la oscuridad, la pequeña me sonreía. Una sonrisa un poco triste. Me le
arrimé con mucho cuidado a lo que ella se alejó de mí como temiendo que la
lastimaría. Me detuve. Por un rato, la niña y yo sólo nos observamos a una
distancia prudencial. Nos veíamos como si quisiéramos descubrirnos. Nos
auscultamos. Igualmente que yo, ella me temía. Por fin, decidí romper el
silencio que rodeaba. Ella decidió hacer lo mismo. Dió la media vuelta y
comenzó a andar muy lentamente. No tenía alternativa. Debía seguirla si quería
salir del lugar.
La
casa se me hacía cada vez más grande. No podía que un sitio como éste estuviera
tan cerca del bulevar de Sabana Grande, ¿o era un sueño? Por un momento, me
distraje en mis propias reflexiones. La niña me esperaba frente a una puerta con
figuras extrañas como decoración. Eran siluetas de personas y demonios. Una
estampa totalmente medioeval. Me señaló que debía entrar. Obedecí. Abrí la
puerta. Al principio, no logré ver nada. Estaba oscuro. Sólo percibí un olor
ácido. La atmósfera se sentía pesada. El olor era cada vez más fuerte, una
mezcla entre sudores humanos y paredes envejecidas por el tiempo. Avancé un
poco más. Mis ojos comenzaron a adaptarse a la oscuridad. Empecé a distinguir
el lugar. Estatuas en posiciones un tanto grotescas. Comencé a avanzar
lentamente por el espacio desconocido. Logré afinar mi visión. Las esculturas
ya no me eran difusas. Eran figuras humanas en posiciones sexuales. Eso no me
impresionó, lo que sí me llamó la atención es que eran adultos con jóvenes, casi
niñas, en actos eróticos. No me imaginé
que esas figuras eran la antesala de lo que vería más adelante. ¿Y La niña?
¿Cómo pueden dejar a una niña presenciar semejantes escenas? La busqué con la mirada. Rezaba por no verla
en ese lugar tan macabro. Así fue. Quise salir de aquel espacio. No hallaba la
puerta. Escudriñé incesamente. No encontraba la puerta por donde entré. Pensé
en gritar y al parecer lo hice porque todos en el salón voltearon a verme.
Niñas que no exceden de quince años con posturas lascivas. Era un triste
espectáculo. Sus pequeños ojos con miradas infantiles que aguijoneaban mi
cuerpo en un instinto inútil de seducirme y lo único que producían en mí era el
efecto contrario. Al lograr afinar mi visión en aquella semioscuridad, me
percato que muchas de esas niñas, en realidad, eran pequeños varones
travestidos en un horrendo carnaval de erotismo. Hombres, niños y niñas en un
lugar que me hizo recordar el infierno de la “Divina Comedia” Por un
momento, me sentí desfallecer. Me agarré de la primera pared que mis manos
tocaron. No aguanté. Vomité. Debía hacerlo. Sentí alivio y como pude, logré
salir. Como un desesperado busqué a la niña misteriosa que me trajo hasta aquí.
Me tocaba salir solo porque no la hallé a pesar de que tanteé por horas aquella casa.
Al
despertarme, lo hice sobresaltado. Miré
a mí alrededor, al principio no logré divisar nada. Paulatinamente las
cosas empiezan a tomar formas en mi cabeza. Ya comienzo a recordar. Eran
figuras espectrales con curvas retorcidas en posiciones grotescas. Siluetas
churriguerescas. Retazos de imágenes. Risas. Y una sensación de haber estado en
un lugar nauseabundo, una especie de infierno en a tierra. Traté de recordar
más allá y sólo vi en mi mente una niña que camina por el bulevar de Sabana Grande.
Una casa vieja que nunca había visto. Me levanté con un fuerte dolor de cabeza.
La luz del sol me golpeó la mirada. Me aturdí por unos segundos. Estoy acostado
en pleno bulevar. ¿Entonces no lo soñé? ¿La niña es de verdad? ¿O solo una
pesadilla? Esa noche fue de lo más
extraña. Me paré como si tuviera cien años de edad. El bulevar ya empezaba a su
rutina normal. La gente me ve extrañadamente. Se aparta de mí. Así será mi
apariencia. Comienzo a caminar y me alejo lo más rápido que mis piernas me permiten.
Me voy del lugar con la sensación de que aquella casa alberga el pecado
original en las noches sin lunas.
FIN
Caracas, Venezuela
Julio, 2017
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