miércoles, 1 de octubre de 2014

NUESTROS CÓMICOS DE AYER

Rafael Guinand Caracas (1881/1957)

Comencemos por el más viejo que conocí: Lucio Delgado que de barítono, con los años pasó a bajo. Lo recuerdo en “marina” haciendo el papel de Roque. Admirable, poniendo toda su maestría y gracia en las coplas. Una vez se organizó una Marina estupenda. Hizo el papel de Marina su hija maría (su debut). Tan dulce, tan gentil y tan bella, esa misma noche prendo al General Bartolo Yépez que la hizo su esposa, obligándola así a no continuar en las tablas donde se le auguraba una vida de artista. Esa noche representó el papel de Jorge nuestro amigo y tenor lírico Eduardo Corser que con su bella y melodiosa voz arrancó prolongados aplausos al presentarse cantando el saludo a las “Costas de Levante”.

Después teníamos a Jesús Izquierdo, cómico de nacimiento, con una gracia única y una mímica admirable. Nos hacía deleite en todas esas zarzuelas españolas tan en boga en aquel entonces. Donde yo más lo preciaba era en “La Gran Vía” como en “La Marcha de Cádiz”, donde ponía toda su gracia. Luego Saavedra con sus oportunas intervenciones que descuajaba la risa del numeroso público asistente siempre a sus actuaciones.

Pero la gracia criolla estuvo siempre refundida en aquel admirable Rafael Guinand. Como un recuerdo a su ingenio de verdadero artista criollo, me voy a permitir insertar en esta crónica una de la más cómica de su repertorio: “El embrujao”.

“Me siento mal de verdad, verdad. ¡Ahora como que es verdá que voy a cantá las cuarenta! Me siento ese malestá en too el cuerpo, y esa bostezaera, y sobre too, esa picazón en el cuero cabelludo que francamente me tiene más desconfiao que un turco vendiendo por cuotas en “El Silencio”. Lo que trabaja a mi too esto, es que no me han dejao curarme como yo sé, que es como los perros, comiendo yerbita y bebiendo agua, sino que me han entregado en mano de los médicos que francamente es como ponelo a uno al borde de un precipicio. Porque los tales médicos no saben naa, no los saca usted de la quinina, el bicarbonato y los baños de asiento en batea. Porque a mí no me vengan a decí que ninguno sabe lo que tiene el otro, y que agarrándole la muñeca y sintiéndose el pumpuneo del pulso. Y tales inyecciones ipodérmicas que se las sampan a uno, juá, allá le va entre cuero y carne y con una aguja que cose mochila. Y para probarle a usted que tales médicos no saben naa,le voy a contá lo que me pasó con elúltimo que me vido en estos días..."

Ya con la decadencia del teatro, Guinand se dedicó a la radio, donde nos brindó su comicidad e ingenio artístico en sus “galerones” y todavía aún después de muerto nos lega su gracia incomparable en su hija Ana Teresa, a quien Caracas debe rendirle su merecido homenaje.

Ana Teresa Guinand llena páginas de nuestro folklore en la radio y televisión, ha sido la artista nuestra que más se ha acercado a las costumbres y vida de su pueblo, interpretando a cabalidad del ambiente sencillo y rural de nuestra época pasada.

Siempre para los caraqueños, gustaba sobremanera la montura en los escenarios de obras nacionales y más si éstas eran interpretadas por actores nuestros. De allí el éxito que tuvo nuestro Guillermo Fernández de Arcila y que luego, siempre entusiasta la dedicó a clases de declamación.

Todos nuestros costumbristas, siempre tuvieron una obra que presentar. Don Francisco de Sales Pérez, Fernando Bolívar, Jabino Márbol, Nicolás Bolet Peraza, Francisco Tosta García y tantos otros. Los sainetes cómicos de Leoncio Martínez tuvieron grandes éxitos como los delicados pasajes de Eduardo Innes González.

¡Cuánta historia del teatro nos contarían los viejos muros del Teatro Caracas. El fuego en una película destruyó el pasado y de sus escombros nacería un edificio moderno, y ya nadie más se acordaría de aquel simpático teatro de Caracas que fue algo muy íntimo en nuestra vida ciudadana de entonces.

Tomado de Reminiscencias. Vida y costumbres de la vieja Caracas de José García de La Cocha (Año no especificado)

De la biblioteca personal de Efrén Porras

 

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