Rafael Guinand Caracas (1881/1957) |
Comencemos
por el más viejo que conocí: Lucio
Delgado que de
barítono, con los años pasó a bajo. Lo recuerdo en “marina” haciendo el papel
de Roque. Admirable, poniendo toda su maestría y gracia en las coplas. Una vez
se organizó una Marina estupenda. Hizo el papel de Marina su hija maría (su
debut). Tan dulce, tan gentil y tan bella, esa misma noche prendo al General
Bartolo Yépez que la hizo su esposa, obligándola así a no continuar en las
tablas donde se le auguraba una vida de artista. Esa noche representó el papel
de Jorge nuestro amigo y tenor lírico Eduardo
Corser que con su
bella y melodiosa voz arrancó prolongados aplausos al presentarse cantando el
saludo a las “Costas de Levante”.
Después
teníamos a Jesús
Izquierdo, cómico de
nacimiento, con una gracia única y una mímica admirable. Nos hacía deleite en
todas esas zarzuelas españolas tan en boga en aquel entonces. Donde yo más lo
preciaba era en “La Gran Vía” como en “La Marcha de Cádiz”, donde ponía toda su
gracia. Luego Saavedra con sus oportunas intervenciones que
descuajaba la risa del numeroso público asistente siempre a sus actuaciones.
Pero
la gracia criolla estuvo siempre refundida en aquel admirable Rafael Guinand. Como un recuerdo a su ingenio de
verdadero artista criollo, me voy a permitir insertar en esta crónica una de la
más cómica de su repertorio: “El embrujao”.
“Me
siento mal de verdad, verdad. ¡Ahora como que es verdá que voy a cantá las
cuarenta! Me siento ese malestá en too el cuerpo, y esa bostezaera, y sobre
too, esa picazón en el cuero cabelludo que francamente me tiene más desconfiao
que un turco vendiendo por cuotas en “El Silencio”. Lo que trabaja a mi too
esto, es que no me han dejao curarme como yo sé, que es como los perros,
comiendo yerbita y bebiendo agua, sino que me han entregado en mano de los
médicos que francamente es como ponelo a uno al borde de un precipicio. Porque los
tales médicos no saben naa, no los saca usted de la quinina, el bicarbonato y
los baños de asiento en batea. Porque a mí no me vengan a decí que ninguno sabe
lo que tiene el otro, y que agarrándole la muñeca y sintiéndose el pumpuneo del
pulso. Y tales inyecciones ipodérmicas que se las sampan a uno, juá, allá le va
entre cuero y carne y con una aguja que cose mochila. Y para probarle a usted
que tales médicos no saben naa,le voy a contá lo que me pasó con elúltimo que
me vido en estos días..."
Ya
con la decadencia del teatro, Guinand se dedicó a la radio, donde nos
brindó su comicidad e ingenio artístico en sus “galerones” y todavía aún
después de muerto nos lega su gracia incomparable en su hija Ana Teresa, a
quien Caracas debe rendirle su merecido homenaje.
Ana
Teresa Guinand llena
páginas de nuestro folklore en la radio y televisión, ha sido la artista nuestra
que más se ha acercado a las costumbres y vida de su pueblo, interpretando a
cabalidad del ambiente sencillo y rural de nuestra época pasada.
Siempre
para los caraqueños, gustaba sobremanera la montura en los escenarios de obras
nacionales y más si éstas eran interpretadas por actores nuestros. De allí el
éxito que tuvo nuestro Guillermo
Fernández de Arcila y
que luego, siempre entusiasta la dedicó a clases de declamación.
Todos
nuestros costumbristas, siempre tuvieron una obra que presentar. Don Francisco
de Sales Pérez, Fernando Bolívar, Jabino Márbol, Nicolás Bolet Peraza,
Francisco Tosta García y tantos otros. Los sainetes cómicos de Leoncio Martínez
tuvieron grandes éxitos como los delicados pasajes de Eduardo Innes González.
¡Cuánta
historia del teatro nos contarían los viejos muros del Teatro Caracas. El fuego
en una película destruyó el pasado y de sus escombros nacería un edificio moderno,
y ya nadie más se acordaría de aquel simpático teatro de Caracas que fue algo
muy íntimo en nuestra vida ciudadana de entonces.
Tomado
de Reminiscencias.
Vida y costumbres de la vieja Caracas de José García de La Cocha (Año no especificado)
De
la biblioteca personal de Efrén
Porras
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