Julio Riera
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Fuente: CentroMolinos
Revista especializada en Teatro para Niños y Jóvenes
Volumen I, Número 1
Caracas : Enero 2003
(Agradecemos a la Sra. América Riera de Picasso la colaboración prestada para la realización de este artículo).
PRIMER VIAJE
Llegó a Caracas en 1967. Presumimos que trajo un pequeño equipaje; tal vez algunos libros, un trozo de plaza o portal habanero, algún que otro perfume nocturno que le recordara a su patria y, obviamente, su talento y su genuino amor por los retablos y los títeres. Por supuesto, nos referimos a Julio Riera, quien hiciera del teatro, y muy especialmente del teatro para niños y jóvenes, la vía más expedita para comunicar su fantástico universo.
A su llegada a Venezuela, Julio Riera se involucró con los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela. Dirigió entonces para el Teatro Experimental de Arquitectura la farsa de Federico García Lorca, Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señorita Rosita, contando con la telúrica voz de la popular cantante venezolana Soledad Bravo quien, como apunta E. A. Moreno-Uribe (crítico del diario El Mundo) “(...)era una desconocida; él la llevó a escena y la puso a cantar”. También pasó por el Nuevo Grupo y, finalmente, encontró su casa en un pequeño teatro ubicado en el parque Arístides Rojas, teatro que abrió sus puertas en 1968 y que aún hoy lleva el nombre de Tilingo. De la mano de Clara Rosa Otero, Presidenta de la Fundación de Marionetas de Venezuela, Julio se convirtió en el primer Director del mencionado Teatro, compartiendo la dirección de espectáculos con Elybeth Hernández.
LA POESÍA SE HACE TÍTERE
Primera Parte
Si hacemos un repaso de aquellas puestas en escena de Julio Riera, encontraremos más de una veintena de títulos. Su primer montaje para Tilingo: Caperucita vence al lobo feroz tuvo una excelente acogida (El Nacional, Caracas: Domingo 11 de febrero de 1968): "Comentarios muy favorables mereció la farsa (...) adaptada y dirigida por Julio Riera. Tanto éste como sus colaboradores se desenvolvieron con gran acierto, manejando a los diversos personajes de la historia -Caperucita, el gato, la abuela- con admirable precisión y destreza". Las notas que destacan la calidad de sus entregas, reaparecen con su segundo trabajo (Ras-guños. Especial para "El Nacional", marzo 1968): "(...) ’El Gato con Botas’ del Teatro Tilingo en versión realizada y dirigida por Julio Riera, con escenografía, diseños, muñecos y vestuario -muy buenos- de Elías Martinello, despertó gran entusiasmo entre los niños, en llenos absolutos. El texto, gracioso y divertido hasta para mayores, muy bien dicho por el grupo de actores y actrices que ya han cogido el tono de estos títeres. Los diálogos con el público infantil, un acierto de comunicación". Continuando con el orden cronológico de estas pequeñas obras que Riera llevó a las tabalas del Tilingo, hallamos los siguientes títulos: Mambrú viene de la guerra, El hacha de oro, La cola de Tío Tigre, Tío Tigre y el arriero, El flautista de Hamelin, El país de los peces, Juan y las habas mágicas y Las vacas de Tío Conejo. Hacemos un alto en esta última pieza para traer un fragmento del artículo de Adolfo Schwarzenberg, publicado en El Nacional del 22 de noviembre de 1968, que nos vierte un poco de luz sobre la interesante y acertada propuesta teatral que despliega Julio: "Entre las piezas observadas destacaba la leyenda folklórica ’Las vacas del Tío Conejo’ de la señora Clara Rosa Otero de Altamirano. Los animales de la selva venezolana cobraban vida, el Tío Tigre era denunciado al Tío Conejo por los niños, los pájaros en vistosos plumajes intervenían al igual que el caimán somnoliento, y tantos más, y qué algazara cuando los protagonistas aparecían con figuras humanas y enormes máscaras delante del escenario para desarrollar una escena con intervención de actores reales. El nexo entre una y otra forma de presentación estaba bien logrado, pero el impacto más importante lo ejerce el hecho de que se trata de una materialización acertada del mundo de ensueños subconscientes del paraíso infantil, en una trama concebida de forma hábil y creadora".
A los espectáculos anteriormente mencionados, siguieron otros. Alrededor de once obras cortas fueron adaptadas y dirigidas por Julio para el Tilingo, sólo en el año 1968. A éstas, seguirían: La cucarachita Martínez, Pinocho y el monstruo marino y Un ángel cayó del cielo (1969), por sólo mencionar algunas.
Con la serie de aventuras de Pinocho, el dueto muy creativo, conformado por Julio y Elías Martinello, ahondan en el mecanisno de los títeres. Volvamos a El Nacional del sábado 3 de mayo de 1969: "La obra (...) ha sido adaptada para su presentación en el ’Tilingo’ por el Director de este Teatro, Julio Riera quien es un auténtico experto en los espectáculos de titeresca y marionetas.
La escenografía es de Elías Martinello, quien es un cuidadoso artesano en la elaboración de los muñecos, a muchos de los cuales dota de mecanismos ingeniosos que movilizan los ojos o las manos o, como sucede en el caso de ’Pinocho’, estira y encoge la nariz, apéndice fundamental de este personaje collodiano. Todo ello requiere una inventiva y un ingenio mecánico digno de reconocimiento".
Segunda Parte
Para 1970 el Teatro del Parque Arístides Rojas cautiva una vez más a su público con un texto de la consagrada escritora y dramaturgo Elisabeth Schon. La obra, concebida especialmente para Tilingo, lleva por título: La nube y el limpiabotas. La puesta en escena es de Julio Riera, quien además realiza este año los siguientes montajes: Ya vienen los astronautas (de Clara Rosa Otero), Pedrito y el lobo (de S. Prokofiev), La luna nueva (Rabindranath Tagore), Las guayabas de Tío Tigre (Clara Rosa Otero), El príncipe que todo lo aprendió en los libros (Jacinto Benavente), Juan Bimba y el aseo urbano y Jaimito y su loro Lorenzo (ambas de Clara Rosa Otero).
Podríamos continuar enumerando la extensa lista de piezas infantiles que Riera rescató del sueño de las gavetas para hacerlas sueño sobre la escena, pero evitaremos el inventario para dar paso a la reseña de El Nacional del 21 de agosto de 1971, donde se comenta ampliamente sobre la puesta en escena de El flautista de Hamelin, en versión y dirección de Julio Riera: "El montaje de dicha obra ha sido hecho sobre tres escenarios y una pantalla de sombras, donde se escenifican los diferentes episodios de la obra (...) La trama de la obra está llevada al teatro de marionetas con una sencillez y un encanto que hacen las delicias de los niños y los adultos que llenan el Teatro Tilingo en cada representación".
SEGUNDO VIAJE
Llega el momento (1973) en que Riera siente la necesidad de ser el capitán de su propio barco y se lanza a la aventura de recorrer otros espacios. Con su compañía: "Los títeres de Julio Riera", desembarca en Cine Mundo Infantil y Cine Teatro Los Carricitos, acompañado por Larry Herrera. Para recordar algunas de las producciones de esta época, mencionaremos: El muñequito rebelde, El muñequito triste, El chinito y la culebra, El conejo y la Pájara Pinta y Carlitos y el pícaro lobo. cabe destacar que por este mismo local (Los Carricitos), pasa Armando Carías con su grupo, alternando presentaciones con Riera.
EL REGRESO DEL TITIRITERO
Pero su nave no se detiene. Si bien parece que el mar encrespado lo obliga a resguardarse en algún puerto, más tarde, volverá a las mismas aguas donde lanzará sus redes para atrapar imágenes y fábulas. Apasionado admirador de Lorca, retorna a la escena capitalina con nueva agrupación -Taller Teatral Ensayo- y un viejo proyecto: Los títeres de cachiporra y escenas del Retablillo de don Cristóbal. Paralelamente, se desempeña como Promotor Cultural en la Biblioteca Nacional, donde realiza una importante labor en favor de la lectura.
Más tarde regresa a su pequeña casa del Parque Arístides Rojas, para llevar a escena una versión muy personal de la novela de Alejandro Dumas (padre): Los tres mosqueteros, puesta que obtuvo el Premio Municipal de teatro a la mejor dirección en 1990.
Su último trabajo para el Tilingo se estrenaría en 1995: Mamá, el rey baila en calzón, inspirado en los cuentos El Rey está desnudo, de H. C. Andersen y el relato El Conde Lucanor.
El 26 de diciembre de 1999, Julio Riera retomaría el timón de su nave para abandonar definitivamente las aguas de este mundo.
Alguna vez se dijo, según nos contó Gladys Pacheco, que el primer títere que llevó el nombre de Tilingo se construyó a partir del rostro de Riera. No hemos querido corroborar esta anécdota pues nos complace pensar que Julio aún está aquí, en el alma de un títere o en el espíritu de un teatro que vive en nosotros.
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Tomado de la revista CentroMolinos, Volumen I, Número 1, año 2003.
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