Maria Teresa Haiek/Domingo Balducci |
Por
Bruno Mateo
Del texto de “El acompañante” puedo
decir que es un fascinante juego en donde Chocrón nos enseña la manera como
escribe su propio texto, es lo que se llama en el lenguaje, función metalingüística,
los personajes de Estela Ramírez y José Lara son epítomes de la dramaturgia
“Chocroniana”, personajes cuyas vidas no son lo que aparentan, esconden las
miserias de su existencia. Los diálogos almibarados de Estela ocultan, como sus
vestidos, pelucas, pestañas y tetas postizas la cruel soledad de ella; al igual
que detrás de la aparente castidad de José hay un monstruo que
quiere morir para escapar de su propia realidad. En esa casa oscura con aire
acondicionado central en Maracaibo pasa algo deliciosamente sórdido.
Los actores entran en contacto
inmediatamente con el texto, su manera
de hablar nos hace olvidar que estamos viendo teatro. Pareciera que viéramos a
través de un huequito de la pared lo que sucede allí adentro, incluso cuando
nos hablan directamente para exponer sus circunstancias. Pasan de un estado de
ánimo a otro, de una situación dramática a otra de forma sutil, trabajan muy
bien con los elementos. Es recomendable
para quienes se forman en actuación. El
diálogo de ambos personajes, acompasados por las más famosas arias operáticas y
la voz de todos los tiempos María Callas, son extremadamente inteligentes.
Denotan algo conciso, pero connotan lo contrario; es por ello que esta pieza
requiere de dos actores que sepan leer entre líneas y María Teresa Haiek nos
muestra su manejo de la técnica actoral
en esta pieza y Balducci logra en su interpretación imprimirle un lado
ambiguo a “Lara” bastante singular. Ambos logran acertadamente sus personajes.
El
montaje es una metáfora de la vida sinsentido, dos personajes que esconden
algo, dos personajes solos en un mundo que parece no corresponderles. Una
realidad que se necesita de un acompañante para vivirla.
@bruno_mateo
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