El sobreviviente
por Bruno Mateo[i]
Caracas, diciembre de 2012
Al abrir la nevera me encuentro con
una cantidad de cosas que dicen son necesarias para vivir, tal vez, tengan
razón, debo tomar algo antes de que los
vómitos aparezcan de nuevo. No quiero sentir el sabor amargo de la
regurgitación. En estos momentos son los que me hacen sentir cada vez más lejos
de mi propio centro. “Reloj no marques las horas” se escucha la eterna canción
de Roberto Cantoral en la voz de “El puma” salir del viejo radio sobre la
nevera. “yo sin su amor no soy nada, detén el tiempo en tus manos”, parece el
epitafio de mi vida. No sé que qué momento me duermo sobre la alfombra del
gato.
Las imágenes gravitan sin ningún
orden establecido por mi cabeza. Es inevitable lo que soy. Es evitable lo que
fui. El pasado ya no existe, pertenece a otra dimensión, es un espacio
solitario y privado, la memoria colectiva se desvanece en la levedad del existir. Personajes que dialogan
con animales, sillas voladoras, la voz de María Callas entona “La casta diva”. Atrás,
el hombre con odio en su voz, habla y habla por la radio acerca de Gadafi y la
actuación de los buenos contra el eje
del mal árabe. ¡Hipócritas! Lo que quieren es su petróleo. ¡Qué democracia
nada! Muchos libros. Muchos libros. No
hay nada. Sólo es un hombre consigo mismo. Tanto camino recorrido. Tantas cosas
gastadas. Tantos cuerpos desnudos y yo aquí tratando de comer algo para poder
soportar este dolor que me carcome desde hace años. Se notan los estragos
en mi cuerpo que una vez fue el depositario de infinitas ilusiones. ¿Qué
hora es? Por supuesto nadie responde. ¿Cómo ha de hacerlo alguien si no hay
nadie? Aún queda camino al nadar, como dice el poeta Machado y yo he recorrido
bastante. Las ansias por vomitar se calman. ¿Dónde dejé el cambur? Comerlo me
calma el ardor del estómago. Acaso vivir es morir un poco. Mientras se camina,
se avanza, pero también nos desgastamos, ¿o no? En mi mente hay tantas caras y
en realidad tan pocas, por no decir ninguna. Con un cuerpo bello, joven,
saludable, las caras se multiplican. Si lo sabré yo. Ahora, sólo parecen unas
imágenes sueltas. Un bostezo en el tiempo. Una tras otra entran en mi cuerpo.
Día tras día las tomo para vivir. Y ahí estoy, recibiendo los golpes a mi
organismo, sin embargo, estoy de pie, mirando siempre al frente. Me dijeron una
vez que soy un sobreviviente y sí lo soy, no sólo he superado tantas molestias
a mi salud, sino que he sobrevivido a algo
peor: al Sida social.
1 comentario:
Excelente el trabajo! me agrada ser tu alumna se que voy aprender mucho de ti... pero tengo que comentar y no lo puedo evitar cuando colocaste y ¿Dónde esta el cambur? enseguida se me vino el recuerdo de una anécdota que no es mía pero cuando me la contaron fue muy graciosa mi esposo tenia 8 años era tipo 9 de la noche hora en la que habitualmente comienzan los culebrones de Venevision su tío enseguida lo mando a acostarse a dormir pues no le permitían ver novelas por su contenido muchas veces sexual y el pues se estaba comiendo un cambur y le respondió ¡yo no tengo sueño! basto y sobro esa respuesta para que el tío le metiera una bofetada que en instantes mando a volar el cambur y sin mas remedio se fue derechito a la cama al siguiente día se paro buscando el cambur donde cayo y pues nunca lo consiguió le pregunto a su tía y nadie lo vio "El Misterio del Cambur" jajajjajaja abrazos profe felicitaciones muy buen contenido en su blogg
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