miércoles, 24 de noviembre de 2010

Por una tesis


por Bruno Mateo
Twitter: @bruno_mateo
IG: @brunomateoccs

Las tesis, en las universidades venezolanas, es un requisito ineludible, por ello cada estudiante debe esforzarse para culminar un trabajo escrito para así demostrar la capacidad que tiene para abordar una investigación después de haber pasado cinco años de estudios. Hay quienes piensan que las tesis son un fastidio, hay quienes piensan que deben ser erradicadas como algo obligatorio para la finalización del grado universitario; la discusión aún no culmina y el tiempo y las argumentaciones decidirán su futuro.

Lo que me propongo en este momento, después de haber sido tutor , es escribir sobre mi experiencia como simple observador de lo qué ocurre en el caso que me atañe: todo comienza desde el momento en que mi tutoreada- es de acotar que me reservo el nombre de la estudiante y de la universidad porque lo que escribo no es una acusación , ni mucho menos un chisme, es sólo una reflexión- me pide que sea su guía en la elaboración de su tesis para optar al título de comunicación social, acepté encantado porque la chica en cuestión es inteligente además de que el tema me gustó mucho: se trata de una investigación documental sobre los medios de comunicación social durante la dictadura del Gral. Marcos Pérez Jiménez. He aquí cuando comienza el asunto.

La estudiante, según me cuenta, había recibido muchas negativas por parte del comité evaluador para aceptar su propuesta, a diferencia de que aceptaron con beneplácito temas tales como: “elaboración de un tríptico para una campaña para favorecer a los niños pobres del Guarataro”; “una entrevista a personalidad: Luis Chataing (comediante-locutor venezolano)”; o “elaboración de un micro de radio para prevenir el VPH”. Todos enfocados a la simple transmisión de unos códigos lingüísticos y visuales utilizando la tecnología o la exaltación de alguien a quien se considera importante dentro del marco comunicacional venezolano. Mi pregunte era: ¿por qué no querían aceptar el anteproyecto de una investigación documental e histórica acerca de los medios de comunicación en nuestro país? Como dice un amigo: “mi no entender”

Al final, fue aceptada su propuesta y ella me pide que sea su tutor, encantado acepté, sin embargo, le acoté que no soy historiador ni periodista que era humildemente licenciado en letras, ella me contestó que ningún periodista ni profesor de historia la quiso acompañar en el tema. Otra duda más. ¡Qué extraño! ¡por qué no aceptaron? Decidimos comenzar, y por supuesto, me preparé en cuanto al período histórico que abordaríamos. Su tesis se enmarca dentro de la modalidad investigación documental, según el manual de de tesis de la Universidad Católica Andrés Bello.

Una vez finalizado la tesis, la estudiante entregó sus copias anilladas al jurado: una profesora de historia y a un alumno recién graduado que ahora daba clases en la Institución. Unos días después la joven me llama angustiada porque el jurado le había acotado que el título y por ende el objetivo general errado, decidimos reunirnos. No podía asistir al día pautado por unas obligaciones académicas y les pedí que colocaran otra fecha, me replicaron que no, mi tutoreada se reunió con el jurado y le objetaron que no debía colocar que su trabajo era un diseño documental, sino que era un ensayo, léase bien: un ensayo. Cuando la joven me comenta eso, el mundo académico de la universidad se viene abajo. ¿Cómo una profesora de historia y un periodista aparte del director de la escuela de comunicación social pueden decir que una tesis es un ensayo? Me imagino que Michel de Montaigne se revolcó en su tumba. Acaso puede existir un ensayo con una estructura de investigación que contenga justificación, objetivo general, objetivos específicos, metodología, marco teórico, referencias bibliográficas, conclusiones y recomendaciones.

Ahí me empecé a preguntar dónde están esos periodistas que provocaba leer sus artículos, esos periodistas que investigan un hecho y lo relacionan con su contexto, aquellos periodistas que no sólo se quedan en el hecho noticioso, sino que van más allá y tocan la sensibilidad social de su entorno, ahora entiendo porque una profesión tan importante para la consolidación de una Sociedad de igualdad y de armonía está tan depauperada. Tal vez, exagero, y lo que pasó en mi caso es un hecho aislado, pero no deja de ser llamativo. ¿Cómo alguien puede intentar imponer su verdad sólo porque tiene a su disposición los medios masivos de difusión como la prensa, la radio y la televisión? Si a un estudiante de comunicación social se le inyectan esos errores conceptuales, en este caso de género escritural, qué se puede esperar en cuanto a la imposición de una ideología política.

Las universidades deben velar por la universalidad del pensamiento y darnos cuenta de que los profesores y profesoras no somos una especie de dioses del conocimiento, por supuesto que sí hemos llegado al puesto de docente universitario es porque se tiene un cúmulo de conocimientos que otros no tienen o los tenemos sistematizados y avalados por alguna institución del Estado. El problema estriba en que algunos docentes pretenden sentenciar cualquier disidencia intelectual del alumno, supongo, porque creen sabérselas todas. A medida que escuchaba al jurado decir durante la defensa oral que: “deberías hacer esto”, “deberías hacer esto otro” no como recomendaciones sino como un “deberías” me espanté. De qué estamos hablando: ¿de la tesis de la alumna o de la tesis que ellos harían?, así mismo se los manifesté, después de tanta discusión de dio el veredicto oficial: aprobada.

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