lunes, 25 de enero de 2010

La Devocionalidad a los Muertos o Ánimas Milagrosas

Autor: José Antonio Matos Contreras

La devoción de los muertos milagrosos o ánimas es una de las prácticas de religiosidad más difundida en toda la geografía de Venezuela y en Latinoamérica. Esta devoción es parte de la vivencia religiosa de los pueblos latinoamericanos. Tienen sus orígenes desde hace muchos años como lo muestran los testimonios y leyendas sobre la difunta Deolinda Correa en Argentina en 1835, cuya historia versa que al atravesar un desierto con su hijo aún de meses de nacido, no pudo sobrevivir a las calurosas temperaturas, pero en un último esfuerzo subió a un pequeño cerro en busca de orientación y ayuda, al fracasar en su empeño decidió resguardarse de la intemperie, pidiendo al cielo que permitiese que sus pechos se mantuvieran con vitalidad para alimentar a su pequeño hijo. Se cuenta que en el lugar aparecieron unas personas que, transitando por el cerro, notaron aves de carroña merodeando ese lugar. Al verificar cuál era el motivo de la inquietud de las aves, treparon el cerro encontrándose el cuerpo muerto de Deolinda Correa y a su bebé aún con vida alimentándose de su pecho.

En Vallecito, provincia argentina de San Juan, lugar donde fue hallado el cadáver de Deolinda, se realizó posteriormente un santuario, que desde hace muchos años es visitado por personas que vienen de todas las regiones para pedirle y pagarle favores a la difunta Correa. Además, esta devocionalidad se ha propagado como señala un catálogo informativo(1) sobre creencias populares, al país vecino de Chile, donde se construyen pequeños santuarios donde representan a Correa como una joven muerta acostada con el brazo extendido, pidiendo agua y al bebé tomando de su pecho. Otras historias antiguas de muertos deificados por el pueblo en la Argentina, se encuentran Juana Figueroa de 22 años, asesinada en 1903 por su marido celoso. La Sibila, como le dicen, era una niña que fue violada y asesinada. A ambas difuntas, la gente acudía a sus tumbas a alumbrarlas con velas y rezarles. Con el tiempo se transformaron popularmente en ánimas milagrosas. El Gauchito Gil, el gaucho Bazán Frías y el gaucho Lega se convirtieron en leyendas en vida, al compartir el ganado y dinero con los pobres y campesinos más necesitados. Estos bandidos generosos(2) después de muertos, se convirtieron en emblema de justicia, debido a sus acciones en vida. Las tumbas de los últimos hasta la actualidad se encuentran repletas de numerosas placas con agradecimientos por los milagros otorgados, velas, flores, cintas rojas y testimonios de alguna promesa cumplida.

En la actualidad se suman a la devoción de muertos milagrosos cantantes como Rodrigo y Miriam Alejandra Bianchi, ésta última conocida como “Gilda la bailantera”, muerta el 7 de septiembre de 1996, en un accidente de carretera cuando se encontraba realizando una gira artística por el interior del país. Con ella murieron también su hija mayor, su madre y otras cuatro personas. Su muerte estremeció al país, en especial a sus fanáticos que se convirtieron en devotos de la artista a quien consideraron santa. A pocos metros del lugar del accidente se encuentra el “santuario de los milagros de Gilda”, repleto de ofrendas y objetos de reconocimiento por los favores concedidos a sus seguidores.

En efecto, es común observar en las carreteras y en los cementerios de las ciudades y provincias latinoamericanas, sepulcros en donde se realizan tributos a algún muerto milagroso. El reconocimiento o santificación de los difuntos milagrosos ocurre por varios motivos entre los más comunes: (1) Empieza por ser un culto privado hacia algún muertos conocido y apreciado por sus cualidades humanitarias por un grupo reducido (familia, vecinos, etc.). Luego se le atribuyen cualidades de hacedor de favores, se corre la voz y se extiende a un culto público, colocando las ofrendas acostumbradas (velas, flores), peticiones y placas de reconocimiento por los favores obtenidos en sus tumbas. Cabe destacar que las ofrendas en el mejor de los casos van a depender de la petición solicitada por los devotos. En las tumbas se encuentran objetos referentes a las peticiones como vestidos de novia, cuadernos de estudiantes, fotos de carros, entre otros. (2) Al morir trágica e inesperadamente como el caso del accidente automovilístico de Gilda, o de forma violenta como Sibila, en ese sentido se extiende a aquellas muertes por agonía y/o privación, como la difunta Correa. (3) Por la santificación del espacio, suele ocurrir que donde aconteció un accidente, se produzca posteriormente un suceso extraordinario como, por ejemplo, al salvarse un chofer, otorgándole el mérito al muerto que había padecido en ese lugar en una carretera. (4) Por el carácter humanitario del muerto en vida y de milagroso después de su muerte, en tal sentido un valor que adquiere cada vez más énfasis entre los creyentes es la solidaridad que caracterizó a los muertos milagrosos durante sus vidas, emergiendo así figuras populares que brindaron solidaridad a los más pobres y necesitados. Un caso paradigmático son los bandidos y delincuentes, desde los antiguos gauchos Gil y Bazán hasta el contemporáneo Víctor Vital, y los delincuentes venezolanos tipo Negro Antonio y Machera, que robaban para abastecer a los de su comunidad. Estas figuras establecen, como el sociólogo argentino Daniel Míguez dice: “un orden moral donde la justicia, vista como la distribución equitativa de la riqueza, es superior al valor de la propiedad individual. Por eso, un ladrón puede ser santo si roba para compensar una injusticia mayor” (Míguez, 2004: 78). Incluso, algunos muertos más vinculados a proezas históricas y procesos de liberación (héroes de la independencia o guerrilleros) son portadores de “promesas utópicas” o como dice Francisco G. Franco, ellos “traducen una sociedad imaginaria, una sociedad más justa e igualitaria que parece haberse encarnado en aquellos personajes, quienes “resumen” aspiraciones sociales de la comunidad o del grupo al que pertenecen” (Franco, 2004: 70). Otro aspecto que en las últimas décadas ha incidido en el culto a los muertos milagrosos y se distancia de las tradicionales interpretaciones católicas sobre el fenómeno de los muertos milagrosos es, como señala María Carozzi: “la amplia difusión mediática de algunos nuevos difuntos que hacen milagros, como ha ocurrido con los artistas Rodrigo y Gilda en la Argentina (Carozzi, 2006: 48). Según la autora, la articulación entre medios y santificación relativiza el rol privilegiado de las enseñanzas de la Iglesia como única fuente de la tradición que posibilita las canonizaciones populares.

Cabe destacar que no pretendo agotar las motivaciones(3) de las canonizaciones populares, lo que me parece significativo es desvelar sociológicamente en el culto, la profunda recreación de un “mundo imaginal” en donde la muerte se convierte en el pretexto para refundar vínculos societales entre los vivos y los muertos a través de, por una parte: la construcción y proliferación de narrativas orales sobre los aspectos bibliográficos de los muertos milagrosos en vida y sus favores o milagros después de muertos, convirtiéndose en un “mito vivo”(4), dando lugar a lo que Carozzi, apoyándose en Calavia Sáez llama “mitologías mínimas”; es decir, la elaboración de distintas versiones biográficas que posibilitan mantener viva la memoria de los difuntos, dando origen a “un minimalismo que es común a la memoria de muchos santos populares – puede contribuir justamente a la extensión de su culto y la aceptación de su carácter milagroso por parte de amplios sectores de la población, dado que posibilita que distintos segmentos puedan proyectar sobre ellos escenas, guiones e imágenes divergentes” (Carozzi, 2006: 101); y por otra al valorizar el carácter práctico y vivencial de la religiosidad, ya que los creyentes propician “la intervención mágica” de los muertos en los asuntos más nimios y cotidianos, como buscar cosas perdidas, protección diaria contra los ladrones, ayuda en el trabajo, conseguir dinero, etc. (Franco, 2004: 72). Estableciendo así una fe religiosa de reciprocidad e intercambio donde los vivos y los muertos pueden ayudarse mutuamente. A los últimos se les brindan ofrendas por proporcionarles a sus creyentes favores, le colocan en sus tumbas velas, flores, placas de reconocimiento, entre otros; o incluso cumplen promesas hechas a los difuntos como las realizadas a los santos católicos oficiales (peregrinaciones, caminatas, ayunos,…). Además se produce entre los creyentes y allegados al culto relaciones de proximidad o de familiaridad extendida al compartir espacios de devocionalidad y creencias en comunes.

En otro sentido, es conveniente acotar que a pesar del predominio de la religión católica y su proceso de adoctrinamiento a partir de 1492, en el culto a los muertos al igual que otras expresiones religiosas de América Latina, se ha evidenciado que los valores de la ortodoxia cristiana no han logrado imponerse, sino que se ha creado por parte de los practicantes religiosos, en términos de Michelle Ascencio, una “conciencia de la diferencia y continuidad” entre el catolicismo y otros sistemas religiosos (vudú, santería, candomblé, …).
“Esta conciencia de la diferencia y de la continuidad se suma la consideración de estas religiones como propias, religiones del pueblo, proveedoras y guardianas de una identidad y de unos valores diferentes de la religión católica considerada como religión dominadora, oficial y oficialista” (Ascencio, 2004: 63).

En el caso particular del culto a los muertos o ánimas milagrosas, se crea al parecer una hibridez sincrética “donde se cruzan y mezclan elementos de la historia, regional, venezolana y mundial, de rituales y creencias tanto del catolicismo como del culto a María Lionza” (Franco, 2001: 113). Estos sistemas religiosos (el catolicismo y el espiritismo marialioncero) en Venezuela poseen vinculaciones con el culto a los muertos milagrosos. En el caso del catolicismo, muchos devotos sobre todo los más apegados al mismo, desean el “reconocimiento de la santidad de sus muertos milagrosos por parte de la iglesia católica” (2001, 113), tal es el caso emblemático del doctor José Gregorio Hernández. Aunque no es algo decisivo en el culto, ya que los devotos crean espacios y estrategias ritualistas no vinculantes exclusivamente al catolicismo oficial. El culto de María Lionza, por tener una estructura religiosa dinámica en constante apertura a lo exógeno, y a la vez mantener ciertos referentes simbólicos y culturales del país, posibilita la incorporación de algunos muertos milagrosos a su panteón como Machera, Lino Valles, Juan Vicente Gómez y el propio Dr. José Gregorio Hernández, entre otros. Además por ser un culto de posesión, brinda la posibilidad que sus devotos puedan comunicarse con esos espíritus a través de las materias (personas que reciben a los espíritus en sus cuerpos en el espiritismo marialioncero) en las sesiones ritualistas del culto espiritual. De lo anteriormente mencionado, es importante destacar como dice Francisco Franco, que el culto a los muertos en Latinoamérica es un “sistema de culto independiente” y “puede ser difundido y actualizado en distintos ámbitos o sistemas, ya sea católico, espiritista (marialioncero), íntimo, escolar, familiar, nacional, etc.” (p. 113).

Santuario del Ánima Negro Antonio

En el Cementerio Municipal de Valencia, se encuentra la tumba de Miguel Ángel Barrios, mejor conocido como “Negro Antonio”, muerto el 19 de mayo de 1965. El Santuario del muerto o ánima milagrosa está repleto de placas de reconocimientos y agradecimientos por los favores concedidos, fotografías de casas, tiendas, automóviles, cruces con sus nombres grabados, dedicatorias e incluso hasta un vestido de novia. Todas son señales de agradecimiento de los devotos por el cumplimiento de sus peticiones. En ese espacio, es habitual presenciar cómo los devotos realizan sus rituales colocando las ofrendas más comunes a los muertos: flores, velas. También pequeños vasitos de licor, latas y botellas de cervezas, cigarros, dulces, entre otras. Conversando con algunos devotos que frecuentan el santuario, me participan que los más constantes se organizaron y se encargan de su mantenimiento. Crearon ciertas normas para conservar el santuario, han ampliado el espacio, se encargan de la limpieza y de alejar a los grupos y personas interesadas en mercantilizarlo. Este aspecto, me asevera un devoto, “no tiene nada que ver con la fe cultivada al culto a las ánimas o muertos milagrosos, ya que otras expresiones religiosas se han visto afectadas por una progresiva mercantilización de sus cultos”. Esto sucede en sus términos cuando surgen embaucadores que aprovechándose del desconocimiento de algunas personas con problemas de todo tipo, les ofrecen consultas y trabajos espirituales a cambio de significativas cantidades de dinero. Aunque reconoce que es difícil frenar este tipo de acciones, en el santuario estamos los devotos más tradicionales atentos a ese tipo de actividades que desvalorizan al culto.

Por otra parte, el santuario del Negro Antonio es un escenario donde se mantiene viva la devocionalidad a las ánimas, es común observar como en ese espacio de culto, los devotos expresan su agradecimiento abiertamente por cumplirles sus peticiones al ánima. Luisa, una creyente que heredó su fe de su madre, que conoció en vida al Negro Antonio, afirma que ella “primeramente cree en Dios y luego ellos (las ánimas) ¡Realmente! Le debo mucho al Negro, vengo los viernes para orarle, traerle ofrendas y agradecerle por ayudarme en mis dificultades”.

El “guardián” o “cuidador” de la tumba, el señor Luis, que se encuentra en el recinto sagrado popular desde los 14 años, asegura que “es cada vez mayor la devocionalidad en esa alma milagrosa”. Nos cuenta que Miguel Ángel Barrios era un hombre que fue objeto de acusaciones injustas como la de haber matado a un gran hacendado, el doctor Luis Borges, cuando en realidad fue por su hijastro que utilizó al Negro Antonio como carnada para su fechoría, motivo por el cual el Negro Antonio se convirtió injustamente a partir de lo acontecido en un fugitivo de la Ley. Otros relatos de devotos resaltan que el Negro Antonio era reconocido por ser un delincuente de gran envergadura en sus acciones, dedicándose a atracar bancos, además de tener un sentido de solidaridad con los pobres. Se trataba de un personaje temido y perseguido por la ley, como lo testifica un panfleto de la década del 60: “Miguel Ángel Barrios, conocido como “Negro Antonio”, buscado vivo o muerto”; y querido por la gente, motivo por el cual dificultaba su captura, ya que le ofrecían hospedaje y ocultamiento en varios sectores populares.

Notas

(1) “Devotos de la Fe. Creencias en la Virgen, Santos y Mitos Populares. 2006. Buenos Aires, ed. Dos Tintas.
(2) Para mayor información sobre los bandidos rurales de la Argentina, ver: www.elortiba.org/bandidos,html. Sobre los bandidos generosos el clásico libro del historiador Eric Hobsbawn “Los Bandidos”.
(3) En ese sentido los estudios etnohistóricos de Francisco G. Franco son aclaradores. Ver: “El Culto a los Muertos Milagrosos en Venezuela: Estudio Etnohistórico y Etnológico”.
(4) Como dice Francisco G. Franco: “la repetición de relatos y cuentos sobre personas muertas no siempre produce muertos milagrosos; aquellos deben ser tales que como dice Detienne, sean aceptados por el auditorio al que están destinados; esta condición se cumple cuando la muerte de la persona conmueve y afecta a la comunidad” (Franco, 2001: 126).

Bibliografía

Ascencio, Michelle (2004). “¿Ni Santa Bárbara ni Changó? (Reflexiones del Sincretismo)” en Religión e Investigación Social. Libro homenaje a Angelina Pollak–Eltz. Caracas, ed. UCAB.
Carozzi, María Julia (2006). “Antiguos Difuntos y Difuntos Nuevos. Las Canonizaciones Populares en la Década del 90” en Entre Santos, Cumbias y Piquetes. Buenos Aires, ed. Biblos.
Franco, Francisco G. (2004). “Lo Religioso como Cotidianidad: Los Muertos Milagrosos en Mérida” en Religión e Investigación Social. Libro homenaje a Angelina Pollak–Eltz. Caracas, ed. UCAB.
Franco, Francisco G. (2004). “El Culto a los Muertos Milagrosos en Venezuela: Estudio Etnohistórico y Etnológico” en Boletín Antropológico. Universidad de los Andes, Nº 52, mayo – agosto de 2001.
Míguez, Daniel (2004). “Pibes Choros”. Buenos Aires, ed. Capital Intelectual.
Sin Autor (2006). “Devotos de la Fe. Creencias en la Virgen, Santos y Mitos Populares”. Buenos Aires, ed. Dos Tintas.

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