sábado, 1 de marzo de 2008

Antonia Palacios


En esta casa no miro el cielo. Miro la dura extensión que me circunda, escucho lejos batallar el viento. Sus límites me marginan de lo abierto. Es una casa cerrada, nada en ella se revela. No hay espacios ni columnas ni aleros donde aniden pájaros inquietos. Una casa desnuda sin el hondo temblor de lo secreto. Me pego de sus muros, de su olor a desierto. Es mi casa.

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Irse desbordando sin saberlo. Irse apagando en una luz que tiembla. Irse decantando casi disminuida en una delgadez de filo hiriente. Irse perdiendo en las ausencias, sin la piel, sin el roce, sin aliento. Irse quedando sin forma, sin presencia. Irse volviendo polvo lentamente, polvo soplado por el viento.

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Todavía quedan labios, ojos que miran las cosas. Quedan los brazos alzados en un intento de vuelo. Queda el sexo palpitante, húmedo todavía. Y este caer del rocío en la secreta espesura de mi bosque ya desnudo.


Tomado de: Hondo temblor de lo secreto (1979-1980) de Antonia Palacios

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