martes, 2 de octubre de 2007

Pequeñas líneas para el Guaire



Así, como la imagen, fue el río Guaire en la Caracas de 1914. Yo quisiera cantarle cosas hermosas a un torrente de agua tan prístino como el que se observa; no obstante caería en un falsedad muy grande. Yo he leído poemas, cuentos, ensayos acerca de la hermosura del río. En realidad no la veo. Mi sensibilidad se bloquea frente a una realidad llena de fetidez. Mi río Guaire es un asco. Ahora que estamos en un período extraño de lluvias y truenos su corriente se ha vuelto más deplorable. Cuando se transita por la autopista a la altura de plaza Venezuela, paralelo al Jardín Botánico se puede ver como se destruyó un río que como vemos en la imagen nos revela una atmósfera bucólica. De vez en cuando se para en sus orillas unas garzas blancas. Quisiera verlas como un símbolo de esperanza. Pero no. Sólo percibo una ciudad consumida en si misma. Yo no le puedo escribir a esos ríos que se decriben en la literatura europea. En mi cabeza no existen. Sólo son fotos literarias. Nada más es una ciudad escrita.

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