martes, 7 de agosto de 2007

Cara de injusticia

La avenida Urdaneta en el centro de Caracas es otra arteria que pareciera venir de un mundo paralelo. No sé cómo logramos caminar a través de sus múltiples tarantines, la avenida no deja de ser fascinante. Allí encuentras de todo, desde una moñera para el cabello hasta una moto taxi. Una verdadera economía informal. Las caras de la gente conforman un caleidoscopio de sentimientos y emociones, las hay con rostros violentos, llenos de grasa, hay caras lindas de frescura (sí las hay), ojos que reflejan esperanzas, hay personas que se paran en plena avenida a engullirse sendas empanadas con su respectiva malta, el típico desayuno de la clase trabajadora del país, aunque después un tiempo deban ir a controlarse el peso, los lípidos y la presión. Así somos los seres humanos. Yo me fui caminando hasta llegar a la esquina de las Ibarras, me tropecé con un muchacho indigente acostado en plana acera, me detuve un rato frenta a él porque me pareció que no respiraba. No fue de esa manera, sólo estaba dormido. Las gentes pasaban al lado de este joven como si no lo vieran, él no existe para nuestra percepción urbana, sin embargo, si está allí, es consecuencia de la indiferencia de años. Mientras yo tenga, no me interesan los demás. Yo soy yo y me pre-ocupo por mí. No juzgo esta premisa, sólo sé que algún día se necesita la ayuda de alguien. La solidaridad se aloja en cada persona y el egoismo también. El joven indigente dormía el sueño de las injusticias sociales. Su rostro, a pesar de sus marcas y su suciedad, estaba relajado, a diferencia de los transeúntes que corrían con el corazón en la boca y con rostros angustiados y estresados.

No hay comentarios:

Por favor, aún no.