domingo, 8 de abril de 2012

La vieja Josefina

La vieja Josefina Por Bruno Mateo Obra: Josefina, la viajera Autor: Abilio Estévez Grupo: Teatro El Público (Cuba) Dirección general: Carlos Díaz Lugar: Teatro Municipal de Caracas Fecha: 07 de abril de 2012. Monólogo interpretado por el veterano actor cubano de televisión y teatro Osvaldo Doimeadiós, quien se ha especializado en personajes característicos, tendentes a la comicidad, esta vez de la mano del director Carlos Díaz trae a escena Josefina, la viajera de Abilio Estévez, un trabajo arduo, no solamente por la duración del montaje, el cual fue de una hora y treinta minutos, sino por la exigencia en la concepción de este personaje que dice tener más de cien años. La historia se refiere a un viaje ¿imaginario? que hace Josefina desde que abandona la casa paterna en el Oriente de Cuba para llegar a la Habana con el deseo de ver izar la bandera que sentenciaría a la isla como República. El periplo realizado no lo hace sola porque lleva a cuestas a manera de espejos a su hermana, quien no es más, según mi interpretación, que su propia imagen. Otra realidad de ella misma. La puesta en escena fue limpia y honesta, es decir, no hubo jactación de imágenes impactantes que buscan el estremecimiento del público, por el contario, las imágenes, o lo que sería para el cine la fotografía, son productos lógicos, teatralmente hablando, del diálogo que su vez produce acciones, emociones y viceversa. La dirección del monólogo apunta hacia un objetivo claro: el viaje a través de la imaginación. Esa herramienta poderosa que tenemos los seres humanos para crear, destruir o hacer lo que nos venga en gana, y en el caso de Josefina, que la usa para viajar por la cubanía. Es toparse con la imagen identitaria de una verdad, aunque con esta pieza “la verdad es un juego que contiene muchos espejos”. Los vestuarios completamente simbólicos al igual que los elementos de utilería, encajan perfectamente con la puesta onírica con visos góticos esbozados por los colores, la iluminación semi oscura en buena parte del montaje. Carlos Díaz maneja dos estilos dentro de una misma puesta. El uso de la energía provocada por los movimientos, sean rápidos o lentos, que el actor que ejecuta para caracterizar a los distintos estadios del personaje. Una técnica grotowkiana. La otra cuando rompe y la graciosa Josefina interactúa, directamente, con la audiencia. Ella busca su zapato que nos asegura que los dejó en el escenario. Un momento esplendoroso que logra el actor Doimeadiós lo que hizo valerle la espontánea ovación del público por medio de los aplausos. Justo allí cuando se sienta en el proscenio a conversar “orgánicamente” con los espectadores es cuando vemos a la técnica stanislavskyana. De la interpretación de Osvaldo Doimeadiós se puede hacer una monografía, pero todo me llevaría a decir que fue deliciosamente atractiva. Mis felicitaciones hacia ese maestro de la actuación. Estoy seguro de que los muchachos que servían de soporte en la puesta aprenden en cada función el goce de la técnica y arte de la actuación. Hubo momentos en que sentí el peso del tiempo. Por momentos breves, pero hay que acotarlo. Lo único que puedo decir, y he aquí mi gusto personal, es que el final del montaje, o mejor dicho, los últimos diez minutos se hacen monótonos, tal vez, porque venimos de una “guachafita” cuando Josefina “jode” con el público. Sin embargo, no hace mella en la impecable puesta en escena de Josefina, la viajera.

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