sábado, 11 de diciembre de 2010

public-Arte: "Teatro infantil" Dic. 2010


Mi carta al niño Jesús.
por Bruno Mateo

Este es el comienzo de una de las épocas del año que más disfruto, se trata de la llegada de la Navidad y con ella viene la alegría de reencontrarse con las personas de las cuales nos hemos, tal vez, alejado un poco por distintas razones; también este mes nos recuerda que debemos reflexionar sobre lo que hicimos durante todo el año y por supuesto, nos inundamos de buenos deseos y muchas metas futuras.

Mi reflexión sobre el teatro infantil que tuvimos en Caracas durante el año 2010 es simple y sencilla: buenos logros, como el caso de “la lección de Pirita” y otros no tan afortunados en cuanto a la receptividad de la audiencia adulto-infantil.
Este es el momento de pensar las razones por las cuales el teatro hecho para niñas y niños en Caracas, quizás, no termina de consolidar un verdadero movimiento escénico, tal como lo hizo hacia los años ochenta, los grupos que conformaron originalmente el TIN (teatro infantil nacional), los cuales fueron: Teatrela, Chichón, Thalía y Caravana (hoy desaparecido) y ni hablar de la influencia que tuvo en la performance infantil el teatro Tilingo mucho antes del TIN.

Me atrevo a pensar que los grupos que se dedican al público de los más chiquitos de la familia no se atreven a probar cosas nuevas en cuanto a contenido y formas no convencionales. Las agrupaciones aún conservan la idea de la grandilocuencia en cuanto a vestuarios y escenografía. Vestuarios llenos de plumas y lentejuelas. Personajes sosos que no se parecen a las niñas y niños de hoy en día. Historias que nos narran episodios de una Europa medioeval, llena de gnomos, dragones, príncipes o princesas- se hace necesario acotar que no son todos los grupos- escenas que se suceden canción tras canción, baile tras baile; puestas en escenas que no permiten que las y los niños imaginen sus propias fantasías, tal vez, me dirán que eso es lo que gusta, por no decir que es lo que vende, pero no lo creo así; pienso que no se ofrecen otras opciones, tipo “la lección de Pirita” en donde hay personajes como cucarachas y demás bichos rastreros, para que el niño y la niña puedan desarrollar su imaginación y la relacione con su entorno sociocultural.

Como bien dijo una vez, Rafael Rodríguez RARS existe una “inimaginable imaginación” y creo que el teatro infantil en Caracas se ciñe a patrones que una vez funcionaron para el entretenimiento y la educación de los niños (as), ahora pienso que sólo se busca la ganancia monetaria, sin importar, realmente lo que se transmite en las puestas en escena. El teatro infantil, a mi modo de ver, se ha convertido en luces, colores, música y vestuario.

Nunca en estos tiempos he podido presenciar una obra para niños y niñas con discapacidades motores y cognitivas, o una puesta infantil en donde se incentive la amistad entre distintas razas, o algún montaje en donde se plantee la muerte de un ser querido.

¡Señores y señoras! La realidad nos quedó pequeña. Ahora, por ejemplo, la familia no la conforman, sólo el padre, la madre y los hijos. Hay y existen familias de otra forma. Nuestros niños(as) viven en un mundo multifactorial; para algunos su realidad será color de rosa; para otros no será un mundo sin complicaciones.

Pienso que el teatro infantil muestra la manera de tener un mundo alternativo, un espacio en donde todo es perfecto, un lugar ya hecho y no se le da la oportunidad a los niños (as) de que ellos(as) participen en la construcción de ese “mundo mejor”.

En esta navidad deseo que las historia que contamos a nuestras niñas y niños sirvan para fomentar el respeto, la solidaridad, el amor, los valores morales, la aceptación de todos y todas sin importar la raza, religión, sexo, orientación sexual, posición económica o discapacidades.

Yo le escribí la carta al niño Jesús y le pedí por los adultos y que nos enseñe a comprender y a amar a los niños (as) y así nos demos cuenta de que ellos (as) son seres pensantes con capacidades que pueden ser utilizadas para las mejoras de nuestra sociedad y le pedí que nunca permitiera que olvidemos que una vez fuimos niños(as).

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