Yulima Franco (de azul) y Andy Pérez (de rojo) en Una historia inconclusa |
Original de Bruno Mateo
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que se le quiera dar a esta obra, incluyendo la reproducción total
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Bruno Mateo bmateo@gmail.com
Sociedad de autores y compositores de Venezuela Sacven N° 9.070
Personajes:
Ø Hombre,
cuyo cuerpo asemeja una escultura cincelada a capricho de un esteta, su piel,
color al más puro café, corona la atractiva estampa del joven de unos veintiocho
años, quien al sonreír es capaz de activar las fantasías más escondidas. Es una
persona de pasos firmes que no se detiene en miramientos al tomar y ejecutar
decisiones, aunque éstas, tal vez, sean controversiales. Sólo posee un defecto:
es incapaz de tolerar lo diferente.
Ø Mujer,
su nombre no importa. Lleva sus treinta años de edad con una dignidad apacible,
su cuerpo es el reflejo de los esmerados cuidados durante su adolescencia, la
cabeza redonda no es sólo para lucir los cabellos negros azabache que hacen
juego con su piel tostada por el sol del Caribe, sino que, por el contrario,
está inundada de hermosos pensamientos. Tal vez, su error es amar sinceramente.
Ø Andrógino,
se encuentra en la frontera de los géneros. El cambio que lo hizo traspasar los
límites, al cumplir su mayoría de edad, fue su androlatría, aunque esto, en
realidad, no le ha impedido encontrar sus momentos de felicidad, a pesar del
abandono por parte de su familia y de su querido hermano, quien no es otro que
el apuesto hombre incapaz de la tolerancia hacia lo opuesto. Su dolor: haber
desafiado a la Naturaleza.
Ø Dichos.
ACTO ÚNICO
(Esos ruidos propios de la
urbanidad que logran romper la quietud del conticinio. Sólo la habitación está
iluminada con esos rayos que dibujan los objetos cursis y que los críticos se
empecinan en denominarlos arte “camp”. Los afiches de las actrices del cine
norteamericano y mexicano de los años cincuenta y sesenta intentan,
dolorosamente, tapar las paredes chorreadas por falta de mantenimiento de tiempo
atrás. La voz de una cantante que alguna vez estuvo de moda se percibe,
mientras que el andrógino y la mujer ríen estrepitosamente sin importarles la
impertinencia causada a la relativa quietud de la noche. Su conversación se
entrama con el hermoso tejido que ambos realizan y ofrece al bordado una
calidad un poco más humana).
T.
Eso sucedió esa noche.
M.
Pero, explícame algo, ¿la mujer no sabía nada?
T.
Sólo lo amaba.
M.
Pero, ya se lo habían advertido, ¿o no?
T.
El amor no conoce de esas cosas.
M.
Yo no creo eso.
T.
Eso mismo dijo ella y sin embargo, le pasó. La noche en que todo ocurrió era
bastante extraña. No había ni una gota de luz y para peor, un búho estaba
parado en el techo de la casa.
M.
Ya vas a empezar con tus cuentos. No sigas.
T.
El canto del pájaro no la dejó dormir, además que estaba esperando al hombre de
su vida. Ten cuidado con las puntas, se pueden enredar.
M.
¡Sigue! ¡Sigue!
T.
La pobre mujer se debatía entre la ansiedad de la espera y el miedo que le
producía la noche. En eso, un aire frío entró por la ventana haciendo que las
cortinas se pegaran al techo, cuando de pronto, entró una mariposa negra.
¡Enorme! De esas que dicen que anuncian la mala suerte, ¿sabes cuáles son?
M.
Si. Tu hermano siempre decía que las veía. Pero, como era tan mentiroso, nunca
le creí.
T.
Son esas mariposas que te aparecen cuando menos las esperas. Así como si de
pronto estamos tú y yo aquí y de repente entraran por algún lado. Dicen que
esas bichas traen mala suerte incluso anuncian la muerte de alguien cercano que
las ve. Sus aleteos dejan un sopor. Un olor fuerte que penetra y llega hasta el
miedo.
M. ¡Ay
no! Deja tus exageraciones.
T.
Pero no son exageraciones. Es la pura verdad. ¿No quieres que prosiga la
historia?
M.
No vale no te pongas cursi. Sigue contando
T.
¿Dónde quedé?... Tengo ganas de tomarme
un cafecito caliente… ¡A ver! ¡A ver!... ¡Ya!... La mujer, como te había dicho,
sintió un escalofrío, de esos que te activan los miedos internos (La música se sigue escuchando) No sé si
ella era medio miedosa por naturaleza o era el ambiente que le produjo el
temor.
M.
¿Sigo la línea blanca?
T.
Para ver. ¡Sí! Para que quede mejor. ¡Chica! Te botaste. Has aprendido
bastante. ¡Te felicito!
M.
Es que tengo una profesora maravillosa, pero ¿qué pasó después?
T. La
mujer no sabía que el hombre a quien tanto ella esperaba había muerto unas
horas antes. Yo me pongo a pensar lo terrible que puede ser eso, ¿verdad? Una
esperando a su hombre, tejiendo y destejiendo como Penélope sin conocer que tu
hombre está muerto en alguna parte de la Tierra.
M.
¡Por Dios! Continúa con el cuento… Mira este nudo… ¿Qué hago?... ¿Y las
mariposas?
T. No
tranquila cuando termines de halar el hilo se desaparece. ¿De qué mariposas me
hablas?
M.
Las que me dijiste que habían entrado a la casa.
T.
Revoloteaban por todo el techo.
M.
Eso como que es una mentira tuya.
T.
¡Ah, no! Si sigues con el fastidio no te cuento nada más (Silencio)
M.
No seas necia. Termina de echarme el cuento. No me vas a dejar así.
T.
¡Pobre mujer! Estaba desesperada. Así como tú. Necesitaba ser amada. ¡Chica!
Dime una cosa. ¿Cómo haces tú? A ti no te da cosquillitas en las noches. Tú
estás tan sola que un día de estos te vas a convertir en una vela. Te hace
falta un hombre para que te acaricie de vez en cuando y te muevas esos huesos.
¡Muchacha! Agarra aunque sea un viejo, si no funciona le das una viagra y
listo.
M. ¡Ay
si! porque tú tienes muchos novios. Es impresionante la cantidad. El teléfono
no deja de repicar todo el día. ¡Bicha mala! A ti también te hace falta alguien.
T. Tienes razón amiga .Tú y yo estamos más solas
que la Luna. (El aullido de un perro se cuela a través de
las paredes de la habitación)
M.
Ese perro parece que hubiera visto un espanto.
T.
Tal vez, sí lo vio. Dicen que los animales pueden ver a los fantasmas. Yo tenía
un gato. Bueno, era del susodicho, pero era como si fuera mío. El bendito
animal, todas las noches maullaba exactamente hacia el mismo árbol. La mata que
estaba detrás del patio, ¿te acuerdas? Decían que allí aparecía un muerto
guindado en la rama. Pero yo pasé varias noches despierta tratando de ver al
muerto y nada, lo que pasaba era un frío como una gata ladrona.
M.
¡Claro! ¿A quién se le ocurre creer semejante ridiculez... ¿Y qué pasó con la
mujer?
T.
Estoy cansada. Vamos a parar un poco. Mañana continuamos. ¿No te provoca un
cafecito?
M.
Bueno y entonces no me vas a terminar de echar el cuento.
T.
¡Paciencia! Esa es la virtud de los sabios. Además ya me duelen los ojos de
tanto hilo por aquí, de agujas por allá…Ojalá hubiese sido una top model, así
como la Naomi Cambell o la chiquita de Kate Moss o nuestra Patricia Velásquez.
Puro glamour. No tendría que estar pegada a este bordado todo el día para
ganarnos un poco de plata
M.
¡Ah, no! No vas a empezar. ¿Qué vamos a hacer? Debemos agradecer a Dios que
tenemos salud que es lo más importante en la vida.
T.
Sabes que hablo demasiado. La lengua la tengo seca de tanto que he hablado. Voy
a hacer el café. No te acuestes todavía y me vayas a dejar a mi sola. (Al levantarse se puede notar lo artificial
de su cuerpo que choca a la mirada purista de los partidarios de los cánones
figurativos de la
Naturaleza).
M. A
mi no traigas, después no duermo.
T.
Tú lo que tienes miedo a que te salga el hombre (La mujer comienza a recoger los adminículos utilizados para el
bordado).
M.
Deja de nombrarlo.
T.
Mira para la puerta. Ahí está el hombre
M.
Deja la estupidez. Me estás asustando… ¿Pongo los hilos donde mismo? (No hay respuesta) ¿Cuándo hay que
entregar este bordado? (Silencio)
¡Estoy hablando contigo! ¿Estás sorda?
T. (Desde adentro en la cocina) Deja el
miedo. No te va a pasar nada. Yo no le tengo miedo a nadie ni a nada.
M.
No digas mentiras. El miedo es necesario. Alguna vez en la vida, todos hemos
sentido temor por algo. Sino fueras un marciano.
T.
¿Cómo sabes que los extraterrestres no existen? (Saliendo de la cocina) A lo mejor yo soy uno.
M.
Pero igual sentirías miedo, así fueras de otro mundo.
T.
El miedo, en mi vida, huyó desde hace bastante tiempo atrás. (La dinámica de la conversación se ve interrumpida como si algo
desconocido hubiera hecho una ruptura en el lógico devenir de los
acontecimientos. El silbido de la olla montada en la cocina avisa que el
líquido negro se cuela por entre las sombras de los recuerdos) Demasiado
como para recordar en qué momento. ¡Mejor voy a ver el café! (El silbido de la olla, los ruidos inherentes
a una ciudad que desea, pero no puede dormir y la canción odiosa hacen una
verdadera polifonía urbana. La mujer se detiene un instante, retoma la
recolección del bordado. Impulsada, tal vez por la intuición, dirige su mirada
hacia la puerta principal de la casa. Algunos rayos de Selene deforman las
líneas de los objetos y ese olor penetrante que reconoce. Unos suaves golpeteos
en la puerta avejentada que logra detener la respiración de la mujer. Sólo ella
los escucha. Conticinio. Nuevos golpes. Tiene que investigar. Ese perfume ácido
que entra a la habitación. La voz de alguien. La voz de él)
H. (Desde el exterior) ¿Hay alguien en esta maldita casa? ¡Soy yo!
¡Abran! ¿No escuchan? ¡Soy yo!
M. (abre la puerta) ¡Otra vez llegas
borracho! ¿Hasta cuándo tengo que aguantar todo esto?
H.
No vayas a empezar… Tengo hambre. ¿Qué hiciste de comida?
M.
Chico, ¿tú no piensas? Si sigues así te vas a matar a ti mismo
H.
Tú sabes que me quieres así. (La abraza)
Vamos dame un besito.
M.
¡Suéltame!
H.
¡No! Dame un beso.
M.
¡Suéltame!
H.
¡No! Te dije que no.
M.
Me estás lastimando. Te dije que me soltaras. (Lo empuja) Suelta estúpido.
H.
No me digas estúpido (La golpea)
Ahora te vienes conmigo.
M.
Por favor, no quiero.
H.
Yo soy tu marido y tú me tienes que cumplir.
(La arroja al suelo) Yo soy tu
marido (Le abre las piernas. Se baja el
pantalón y la penetra. Ella queda impávida) Yo soy tu marido… Yo soy tu
marido… Yo soy tu marido (Vuelve el
presente de la situación)
T. (Saliendo
de la cocina con una taza humeante de café) ¡Me quedó divino! ¿No quieres? (La mujer no contesta) ¿Y a ti qué te
pasa? Pareces un fantasma… ¡Niña! ¿Qué viste? Te pregunté si quieres…
M. (Señala la puerta) ¡Es él! Escuché su
voz.
T. Está
divino este cafecito.
M.
Él está ahí afuera. ¿No hueles su perfume? ¡Su voz!
T.
¿De qué estás hablando?
M.
De él. Está afuera.
T.
¿De qué hablas? (Sin dejar de beber su
café).
M.
Está allá afuera.
T.
¡Deja la paranoia! Déjame buscarte algo (Sale)
M.
Está ahí. Te digo que escuché su voz. (El
espacio se llena de una luz mortecina. La mujer está pálida, rodeada de
sombras. Un cuadro del pintor venezolano Cristóbal Rojas. Espejo de una
realidad distorsionada. La mujer habla con la luna)
Dime
hermosa señora de la noche. ¿Dónde está mi amado? Logro escucharlo. Su voz
parece un viento cálido que penetra el frío de mi alma. ¿Por qué no viene? Tú
que sabes lo que ocurre en el mundo, dime si logras verlo. Sombras de dolor,
aléjense de mí. Las dudas golpean mi serenidad; sin embargo, algo en mi
interior me llama a la calma. Mi amado pronto regresará. No debo dudar de su
palabra, él prometió que regresaría y me inclino a su juramento. Nunca
descansaré hasta que sienta sus pasos venir iluminados por tus rayos, luna
engañosa. La noche es misteriosa, la luz platina mis esperanzas.
H.
No sufras más por mi querido amor, aquí estoy. La Luna no hará nada por nuestro
amor. ¿No ves como sonríe allá arriba en el cielo oscuro? Sólo abrázame (La mujer corre y lo abraza) ¡Ay! Amor ¡Cómo siento correr tu
sangre! Late tan fuerte que se une con mis latidos y se funden en un solo
corazón. Te juro por mi vida que nunca nos separaremos. La noche es mágica y
las hadas son testigos de mi juramento de amor.
T. (Silencio .Se regresa al presente. El rostro
de la mujer se vuelve pálido y sudoroso. La música deja de oírse. Al abrir la
puerta, un viento fuerte y frío inunda el espacio, el cual es preámbulo para
que los rayos nocturnos se enfoquen en los rostros de ambos) Seguro que fue
por la historia que te conté. Tómate esta pastilla. Es para que te
tranquilices. Él no puede estar allí. (Se
dirige a la puerta aún con su taza. Abre y se asoma) Te dije que no había nadie.
M.
Yo lo escuché. No sé qué pasó, pero te aseguro que estaba allí afuera.
T. Será mejor que nos vayamos a dormir. (Entra hacia la cocina con su tacita. Los
pequeños sonidos de pasos, que no son más que los insectos de la ciudad, se
intensifican. Seres que roen las paredes. Insectos que vuelan dejando un zumbido
fuera de lo común. La mujer respira con cierta dificultad. Esos bichos
nocturnos comienzan a enfrentársele con
alevosía, por delante, por detrás, por todos lados. Ella no se mueve. Su cuerpo
hermoso empieza a recibir los ataques. Primero en los brazos, luego en las
piernas, todo es confusión, la mujer está vestida de insectos. Ella no intenta
liberarse de ellos. Sólo permite que la invadan) (Todo vuelve a la normalidad)
T. (Entrando) ¿Te dije que la mujer sentía
mucho miedo?
M.
Creo que sí.
T. Esa noche era tan
perturbadora. ¡No! Más bien, fantástica, que se podían escuchar y ver algunas
cosas que, por supuesto, para nosotros son hasta ridículas. La luz de los
bombillos titiló, dando un aspecto raro, no como yo, sino extraño en verdad.
¿Recogiste el bordado? Déjame verlo.
Quedó digno de una princesa de cuentos de hadas, aunque nos faltan algunos
detalles.
M.
Entonces ¿qué sería lo que oí? La voz era idéntica.
T.
No te preocupes por eso, a lo mejor fue, como decía mi psiquiatra, un lapsus.
¿Sabes lo que es un lapsus? ¿No? Te lo explicaré. Imagínate este momento .Un
espantoso momento. Suponte que estás esperando a un hombre fabuloso, todo
oloroso fresco y divino, así como Dios manda…
M.
La única diferencia es que ni a ti ni a mi nos viene a visitar ningún hombre.
Ni el cura de la iglesia nos viene a echar la bendición.
T.
¡Vade retro, Satanás! Eso es de mala suerte. De sólo pensar que un sacerdote
venga a esta casa me dan escalofríos.
M
¡Hereje!
T.
¡Ay si! Porque cuando me vea así con este cuerpo, lo primero que va a preguntar
¿Qué es Usted? ¿Hombre o mujer? Y yo le
digo, yo soy un milagro de la naturaleza o una maldición para la gente. Y
luego, mi niña, se desmaya cayendo cual platano maduro.
M.
Debe ser comiquísimo. Nosotros echándole aire. Y el bendito cura desmayado.
Acostado en el suelo. Debe ser hasta erótico. Un hombre sin sentido en casa de
dos solitarias en busca de la pasión.
T.
¿Y me dices a mi hereje? ¡Niña! Definitivamente te hace falta estar con
alguien.
M.
Tú aún conservas tu atractivo masculino.
T.
¡Muchacha! Aleja esos malos pensamientos. ¡Por Dios! De pensar que tú y yo
podemos acostarnos me da como dentera. Anda báñate con agua fría.
M.
¡Necio! ¿Es que te parezco tan fea?
T.
No mi querida, lo que pasa es que eres tan mujer como yo (Como un quejido venido de la oquedad del tiempo se escucha a alguien.
Un hombre. La voz viene de afuera y los golpes a la puerta, que hacen
estremecer el diálogo, corroboran una presencia inesperada)
M.
¿Qué es eso?
T.
Alguien está tocando la puerta. ¿Qué hora es?
M.
Tarde. (La voz masculina más o menos
identificada se vuelve a escuchar justo con nuevos golpes a la puerta, una
verdadera orquestación de misterio)
T. (Se levanta y abre la puerta)
H.
¿Puedo pasar? (Su pregunta resulta ridícula
frente a la manera tajante con que lo solicita, su acción de entrar sin esperar
respuesta contradice su aparente cortesía).
T.
¡Ya pasaste! (Trata de ubicar con la
mirada a la mujer quien ha desaparecido del lugar. Seguro es que aún teme al
hombre. Silencio) ¿Cómo supiste que vivía aquí?
H.
Siempre lo he sabido.
T. (Sólo lo mira fijo).
H.
Mamá me lo dijo antes de morir. (Al oír
la referencia a su mamá, el hombre logra desarmar a su hermano. Inmediatamente
la luz se torna fría. El tiempo retrocede unos años. El ambiente se comienza
enrarecer. Un ritual de entierro católico. Hombres y mujeres cubiertos de
luctuosos vestidos sollozan frente a un ataúd. El andrógino se dirige, a paso
lento, hacia la reunión de las plañideras. Su hermano le impide al paso)
T.
Sólo vine a despedirme de mamá. ¿Me permites verla en su último momento? Quiero verla. Necesito despedirme de ella.
H.
Mi mamá nunca te necesitó.
T.
Eso lo sabe ella. Ella me amo tanto como a ti. Ella fue la única que me aceptó
como naci.
H. Eso
es mentira. ¡Degenerado!. Ella sufrió por tu culpa.
T.
Por favor, quiero verla. Te lo pido.
H.
Será mejor que te vayas, antes de que te eche. Tú eres una criatura del mal
T.
Sólo un momento. Nunca más sabrás de mí.
H.
¡Vete! ¡Demonio de la creación! ¡No te das cuenta que tu presencia ofende a la
gente decente
T.
Tal vez, tengas razón. No quiero dañarle su último momento en la Tierra (Silencio) Mamá dame tu bendición.
H.
Nunca digas eso en mi presencia. Tú eres un blasfemo (T.se aleja a un lugar distante hasta que finaliza el sepelio. Luego se
acerca y deposita una rosa sobre la tierra).
T. (Volviendo al presente) ¿Qué haces aquí?
(Se siente la tensión entre ellos) Te
pregunté qué haces aquí.
H.
¿Acaso soy tan malo como para que ella se esconda?
T.
¿Qué haces aquí?
H.
No cambias, sigues siendo tan terco…Necesito tu ayuda.
T.
Querrás decir ¡terca!
H.
Estoy metido en problemas.
T.
¡Qué irónica es la vida! ¿Verdad, hermano?
H.
Me metí en unos asuntos turbios con unos tipos, necesito esconderme por unos
días y pensé que podrías ocultarme en tu casa…Esa gente no te conoce…Nunca les
hablé de ti.
T.
Me imagino. ¿Cómo le vas a decir que tienes un hermano como yo? ¿Cómo es
posible que necesites mi ayuda? ¿Y qué te hace pensar que lo haré (La mujer ha salido de la cocina, su cara
evidencia su llanto anterior. Se hace un silencio hasta que las emociones
contenidas durante tanto tiempo logran exudarse a través de sus pieles).
M (Al hombre) ¿Qué quieres? (El andrógino evidencia su molestia y busca
el bordado)
H.
Su ayuda (Intenta abrazarla).
M.
¡No me toques!
H.
Sólo quería demostrarte lo que te quiero
T. (Comienza a narrar el cuento anterior a la
venida de su hermano) La noche era oscura y las luces de la Luna cubrían el rostro
atemorizado de la mujer. Un leve sonido de bichos que hormiguean las paredes
avisa lo extraño de la espera y como si ella presintiera su propio dolor
comienza a llorar.
M. (Al recién llegado) ¿A qué has venido? Dime
la verdad.
H.
¿Tú también me lo recriminas? ¿Hasta cuándo tengo que soportar que la gente me
interrogue? ¿Acaso soy un animal salvaje? (Su
hermano borda el tejido mientras transcurre este diálogo: El hombre grita)
¡Ya lo dije! ¡Necesito su ayuda! Unos tipos me están siguiendo.
M.
¡No me grites! Estás en mi casa.
T.
La mujer rezaba en silencio.
M.
Después de tanto tiempo, vienes sólo por ayuda.
T.
El hombre no llegaba.
H.
¿Me pueden ayudar? ¿Si o no? (La mujer lo
mira)
T.
Ya no está mamá para solucionarte todo.
H.
No nombres a mamá en esto.
M.
¿Qué traes en esa maleta?
H.
Nada importante.
T.
El hombre siempre mentía (La mujer sale
directo a la cocina. Se hace un silencio. Luego entra con una taza de café)
M.
Tómate esto.
T.
¿Por qué le traes mi café?
H.
¡Gracias!
M.
Entonces, estás nuevamente metido en líos.
H.
Ya escuchaste.
M.
¿Y pretendes que te ayudemos?
T.
La mujer no imaginó que su amado jamás volvería, aunque nunca se sabe. (Afuera se siente unos pasos que corren. Hay
movimiento de personas. Sus voces parecen susurros que encierran algún
misterio)
M.
Supongo que es a ti a quien buscan.
T.
El hombre más buscado de la Tierra. Por fin eres importante. Eso es lo que
siempre buscaste. ¿Me das tu autógrafo antes que te…?
H.
Podrías dejar tus comentarios y tus… (Se
muerde la lengua para no cometer ningún error)
T.
Termina de decirlo. ¡Mariqueras!... ¿Qué tiene esa maleta? (El hombre aprieta contra su cuerpo el objeto. Una sola amalgama.
Cuerpo y maleta)
H.
Por favor, necesito ayuda. (Silencio)
M.
Por los momentos estás a salvo.
T.
¿Qué llevas allí?
H.
Ropa.
M.
¿Por qué te persiguen?
H.
Cosas de hombres.
T.
Entonces no me corresponden a mí. (Se
sienten pasos que se detienen en la puerta).
H.
¡Cállate!
T.
Esa noche, la mujer no logró concentrarse en nada más que en su hombre. Las
mariposas negras seguían chocando contra las paredes de su triste habitación. Tal
vez, no quería darse cuenta de que no lo amaba, sólo la utiliza.
H.
Acaso eres loco. No ves que pueden escucharte.
M. Él
no hizo nada malo.
H.
Tú no te metas.
T.
Te agradezco que bajes el volumen.
H.
¿Me vas a pegar?
T.
¡No! Sabes que no
H.
Siempre fuiste una niña miedosa
M. Y
tú un macho desgraciado.
H. (Hace silencio). Mi mamá me enseñó a
no pegarles a las mujeres.
M.
Nunca cambiarás.
T.
Trata de irte mañana bien temprano.
H.
Quizás me quede mucho más tiempo, hasta que todo pase.
T.
Sólo hasta mañana.
M.
Sólo hasta mañana.
H.
No ven que estoy en problemas. (Silencio)
¿No tienen algo que comer? Tengo hambre.
M. Y
yo tengo odio.
T. Y
yo dolor.
H.
¿Por qué? Ambos escogieron sus vidas, nadie los obligó. (Para distraer la conversación)¿No sintieron a alguien en la puerta?
(La mujer sale hacia la cocina)
T.
Yo no elegí, nacimos de la misma Madre.
H.
No vuelvas a decirlo.
T.
¿Te da vergüenza? (El hombre se queda en
silencio) Supongo lo que se debe sentir tener un hermano como yo. Alguien
que fue víctima de un experimento de la creación, ¿verdad?
M. (La mujer entra con algo para comer y se lo da
al hombre) No digas eso.
H.
Tú no eres mi hermano.
T.
Tienes razón. Soy tu hermana.
M.
Por favor, cállate.
H.
¿Quieres saber qué se siente cuando tus amigos te dicen que tu hermano es una
marica?
M.
No digas nada. (Al andrógino) Sígueme
contándome la historia de la mujer.
H.
Las insinuaciones, las burlas, los insultos. Tú tienes la culpa de todo. De
esas noches que no podía dormir. Cuando tenía que esconderme, como lo hago
ahora, de la gente porque no quería que me lastimaran. Mi mamá lloraba casi
todas las noches, ella no decía nada, pero yo sabía que tú eras la causa de su
tristeza (Su hermano no contesta).
M.
No sabes lo que dices (Al andrógino)
No lo oigas. Él habla así porque no te conoce. Por favor, cállate. Sígueme
contando la historia de la mujer.
H.
No digas que esa cosa es mi hermano. (Se
escuchan voces en susurro más allá de la habitación) Nunca te debió parir.
M.
No sabes lo que dices.
T.
No digas más.
H.
Él fue la causa de la muerte de mamá. Nunca lo perdonaré. Sólo piensa en él. No
le importa nada. (A la mujer) Algún
día te abandonará (A su hermano) Tú
no vales ni una lágrima de mamá.
M.
Baja la voz. Alguien está afuera. (Las
luces hacen un cambio lento .El tiempo juega con nuestra imaginación y nos
lleva hacia atrás. La mujer aparece sentada. El hombre camina de un lado a
otro, busca algo en la habitación).
H. (Agarra la maleta) Será mejor que me
vaya. No hago nada aquí. (Silencio)
M.
¿Adónde vas a ir a esta hora? Sabes que no me gusta quedarme sola. ¿Por qué
llevas esa maleta? ¡Contesta, por favor! ¿Yo no significo nada para ti? Supongo
que debí hacerle caso a tu hermano. Claro, soy una estúpida por creer que yo
formaba parte de tu vida. Me imagino que no te volveré a ver. Quizás sea lo
mejor. ¿Puedes escucharme aunque sea la última vez? (El hombre se detiene y la observa) Yo no soy tan tonta como
parezco. Sé que te vas. Pero si lo haces, desaparecerá para siempre. (El hombre sale con maleta en mano) Nunca
más. Nunca más (Vuelve el diálogo del
presente).
T.
Puedes quedarte el tiempo que necesites. (Busca
en una gaveta un cigarrillo y lo enciende con una calma desesperante).
M.
¿Desde cuándo estás fumando?
T.
Desde este momento (Arroja el humo y éste
se dispersa suave por la habitación)
M.
¿Qué hiciste para que esos hombres te busquen?
T.
Iré por unas tazas de café (Al hermano)
Para ti sin azúcar.
H.
Si y muy cargado (Su hermano sale en
silencio) ¿Por qué sigues con él?
M.
Eres un desagradecido. Te ofrece su casa, expone su vida y continúas
humillándolo. ¡No vales la pena!
H.
No quiero hablar de ese degenerado.
M.
¿Por qué viniste? (El hombre queda en
silencio) Te pregunté ¿por qué viniste? No creo el cuento de que tu mamá te
dijo la dirección. Ella sabía que tú odias a tu hermano. Supongo que hiciste
algo terrible para que esos hombres te persigan. (Silencio) ¿Por qué no hablas? ¡Habla de una maldita vez! (El hermano entra) Creo que será mejor
echarlo de aquí. Él nunca trae cosas buenas. (Aparece una imagen del pasado)
H.
¿No les importa que esos hombres me asesinen? (El andrógino vestido como drag queen y la mujer de su hermano
conversan en un bar. Luces y colores propios de la urbanidad nocturna de
Caracas).
M.
Pero es lo pueden matar. Hay que hacer algo.
T.
No te dejes involucrar con sus problemas. ¿Él no dice que puede resolver todo?
Entonces, no deberías preocuparte por sus asuntos.
M. Pero,
solamente te pido que lo escondas.
T.
¡Está bien! Lo hago por ti. Dile que dentro de cinco minutos pase por la puerta
de atrás. La dejaré abierta. Pero, que no se me acerque. No lo quiero ver.
M.
Como tu digas (Vuelve la conversación
anterior).
T.
¿Deberíamos preocuparnos por ti?
M.
En realidad me importa poco si te pasa algo.
H.
Entonces, ¿por qué dejaste que entrara?
M.
Lo hice por él. Nunca ha dejado de pensar en ustedes.
T. La
mujer esperó sentada a que su amor llegara.
H.
Yo no he podido olvidar que tengo una marica como hermano. Un monstruo creado
por Satanás.
T. La Luna la bañó de una pátina de
plata hasta convertirla en una estatua de hielo.
M.
Tal vez, lo hizo Dios.
H.
No digas esas estupideces. Te puedes condenar (Se escuchan voces de hombres) ¡Están allí!
T.
La muerte sabe aguardar su momento.
M.
Yo pienso que lo mejor es que se vaya.
T.
Que pase la noche aquí.
M.
Es peligroso.
T.
Te repito que nunca he sentido miedo.
M.
No confío. Estoy convencida de que nos traerá inconvenientes.
T.
Tal vez. (Bebe un sorbo de café) ¿Qué
puedo hacer? Es mi hermano.
M.
Él no lo considera así. Se está aprovechando de ti ¿No lo ves?
T.
La gente siempre se aprovecha de los maricas y luego los abandonan a su suerte.
M.
No estoy de acuerdo con que se quede (Sale)
¡No estoy de acuerdo
H. (Rompiendo la gelidez de la situación)
Siempre fuiste un estorbo.
T.
¿Tú crees que no lo fuiste para mí? Yo querido hermano lo único que quería era
vivir en paz y cómo es posible que alguien
me odie de esa manera tan amenazante.
Hermano, yo si tuve miedo. Tú me asustabas. Siento que en cualquier momento eres
capaz de cualquier cosa. Sabes desde cuando te temo ¿no? Desde que me separé de
ustedes. No quería que mamá siguiera sufriendo por mí. Estaba harto de tus
recriminaciones y agresiones. ¿Cómo alguien puede sentir tanto rencor hacia
otro? Dímelo. ¿Qué te hace pensar que yo soy un monstruo? Yo siento amor, odio,
miedo, deseos, pasión… como tú. Tal vez, no quieras oírlo, pero esa es la
verdad. Yo no me quiero convertir en ninguna bandera por los derechos de los
excluidos. Yo quiero vivir en paz, ¿no entiendes? Te voy a decir algo que te
sonará raro, pero así soy yo: a mi no me gustan los homosexuales. ¿Te extraña?
Pues a mí no. Te lo repito: no me gustan los gays. Siempre me he sentido humillado. Me siento
excluído y que me perdonen los homosexuales pero todo lo
que siento es gracias a un grupo de locas que no tienen la inteligencia de
saber comportarse. ¡Qué terrible es
odiar lo que tú eres! Sabes que es peor que un hombre nos odie, ¿no? Un gay con
características homofóbicas, es decir, te lo explicaré. Creo que no sabes lo
que estoy diciendo. Cuando una marica no quiere serlo, intenta apartar a las
otras de su lado y hay quienes lo hacen peor, se casan con mujeres. Escúchame macho,
no importa lo que seas, lo que interesa es que te parezcas a lo que crees de ti
y más a lo que deseas ser. Yo lo único que quiero es vivir. Entiéndelo. Quiero
vivir.
H.
¡Qué asco!
T.
Nunca te ha importado nadie. Vives en un mundo irreal. No eres capaz de ver a
tu alrededor. Fuera de ti, existimos otras personas… diferentes… yo nací con un
cuerpo que no me corresponde, ahora tengo
tetas, mis caderas son redondeadas, mi voz es suave y lo peor para ti y los
idiotas como tú. Me gustan los hombres, me encantan sus voces gruesa, su olor
de piel fuerte, su barba a medio salir. Yo naci diferente pero soy humano al
fin y al cabo.
H.
Tú eres un monstruo.
T. Tal
vez sea el hermafrodita a quien Zeus separó con un rayo, condenado a sus partes
masculina y femenina a vivir en un constante deseo de reencontrarse.
H.
No sé quién coño es Zeus. Lo que sí te digo es que eres repulsivo. Un hombre
que se viste y siente como mujer. Eres despreciable.
T.
Pero estoy vivo y eso no lo puedes ocultar. ¡Estoy vivo! (Se escuchan voces recriminatorias).
H. (Un profundo silencio que nos lleve a las
oquedades del Ser. Para este hombre lo “normal” es que el masculino penetre y no
se convierta en “el rajado” que describe Octavio Paz en su texto El laberinto de la soledad específicamente
en el ensayo “Máscaras mexicanas”) Pero eso se puede arreglar.
T.
¿Qué quieres decir?
H.
Nada.
T.
Siempre quise que fuéramos hermanos.
H.
Yo no. Tú me avergüenzas.
T.
Vergüenza deberías tener tú por no ser capaz de sentir. ¿Acaso te he hecho
algún daño? Lo que he tratado de hacer es agradarte y no lastimarte, pero nunca
lo comprendiste.
H.
Mejor te callas.
T.
Imagínate esta situación: alguien que nació sin pedirlo y peor aún, nacer con
diferencias. Te cuento, él siguió creciendo y sintiéndose un bicho raro, ese
soy yo, una cosa de quien todos cuchichean y se burlan. Ya no me molesta. Te lo
aseguro. Gasté mucho dinero en terapias y reconstrucciones para parecerme a lo
que siempre soñé. ¡Sí! Quise ser una mujer y no lo soy. Nací hombre y tampoco
lo soy. ¿Quién puede decirme lo que soy? Soy un límite de la creación. Lo
acepto. Ningún libro ha descifrado mi origen. Sólo yo me he reventado el lomo
para conocerme. ¿Los psicólogos? Casi todos ellos tienen censuras sexuales.
¿Los médicos? Piensan que los pacientes somos objetos de laboratorio. ¿Los
curas? Eso es sólo mierda.
H.
¿Cómo puedes? ¿Cómo puedes? ¡Cállate! ¡Maldito hereje! ¡Monstruo! Mereces que
te desaparezcan de la vida, así libraríamos del mundo de una asquerosidad como tú.
T.
Déjame concluir. Quizás sea la última vez que nos veamos. Mi mayor preocupación
era saber las razones de mi nacimiento (La
mujer ha salido y se queda escuchando rezagada y en silencio) quería
conocer por qué tenía un cuerpo distinto, una manera de sentir contraria a lo
que se espera, un deseo de acostarme y hacer el amor con otros hombres.
H.
No puedo seguir escuchando.
T.
Pero lo harás, después terminarás lo que has venido hacer. Te digo que esas
cosas ya no me importan. Lo acepté. Soy así y no se puede cambiar mi destino.
Tú no tienes el poder de modificar algo, sólo puedes aceptarme o dejarme. No
vengas a criticarme ni a joderme. Estoy cansado de conocer gente estúpida como tú.
Las personas creen liberar sus culpas descargando sus odios hacia mí. Me harté.
Me harté. ¿A qué viniste realmente? Hazlo, sin remordimientos, aunque creo que
los sientes.
H.
¡Dios mío! ¿Cómo podemos tener la misma sangre?
T.
¿Por qué nombras a Dios? Si sientes tanta repugnancia y odio hacia mí. Dios no
puede ser tan cruel ni tan injusto. ¿Cuándo te decidiste a hacerlo? Después de
que mamá murió, supongo. Antes, imposible. Eres demasiado cobarde.
H.
Sabes que te detesto.
T.
Así son las personas que ponen a Dios en sus bocas en cada frase. Piensan que
si lo nombran lavarán sus horrores. Termina de hacerlo. No debes sentir miedo.
Es que acaso no te acuerdas cuando me golpeabas a cada instante cuando éramos
más chicos.
H.
Te lo merecías (El tiempo se regresa
hacia el momento de la adolescencia de los dos hermanos) ¿Dónde estás
niñita miedosa? No te escondas, sólo quiero hablar contigo (Lo busca debajo de la cama y lo encuentra) ¡Aquí estás! (Lo agarra por el cabello) Sal de ahí
marico feo.
T.
Por favor no me lastimes. ¡Suéltame! Me lastimas
H.
No me importa. Te he dicho que no salgas de la casa cuando esté jugando
baseball con mis amigos.
T.
Te juro que no lo haré (lo cachetea)
¡Por favor! ¡Qué me duele!
H.
No vuelvas a salir. Porque sino te tendré que golpear.
T.
Es que mi mamá se siente mal y tenía que ir a comprar una medicina en la
farmacia.
H.
¡Eres una cosa rara! ¡Entiéndalo! Métetelo en tu cabeza. Vamos repite: soy un
pobre marico.
T.
¡Déjame!
H.
Te dije que repitieras (lo golpea). Repite después de mí soy un
pobre marico
T.
soy…
H.
¡Vamos!
T.
Soy…soy un pobre marico
H.
Eso es. Así me gusta. Vamos a decirlo otra vez.
T.
Si lo digo me soltarás ¿verdad?
H.
Déjame pensarlo. Dilo una vez y te suelto, pero recuerda cuando yo esté afuera
jugando con mis amigos tú ni te asomas por la ventana. (Su hermano asiente con la cabeza) Repite: soy un pobre marico.
T.
soy…soy…soy un pobre marico
M. (El tiempo nos devuelve al presente. La
mujer interviene después de su largo mutismo). ¿A qué te refieres? Yo no
soy tan idiota como todos piensan. Díganme qué pasa aquí.
T. Mí
querido hermano sabe a lo que me refiero, ¿verdad?
M.
No entiendo.
H. No quiero hablar de eso ahora además que tengo
sueño.
M.
¡Me importa un carajo tu sueño! Me dices qué pasa aquí. O me lo dices o salgo y
le digo a los hombres que te buscan que estás aquí
T.
Eres muy inocente mi niña No existen tales
hombres. Todo es falso. Tan falso como tu ex marido.
M.
¿Qué dices? No entiendo. Me van a volver loca si no me lo dicen
T. ¡Está
bien! Te lo diré. Tarde o temprano lo sabrás…Mi hermano vino a matarme.
M. (Horrorizada) ¿Qué? Espérate un segundo.
Tu me dices que tú hermano te quiere asesinar ¡No puede ser! (Al hombre) Dime que no es cierto lo que
dice (Silencio) Tú no puedes…Él es tu
hermano. Nacieron de un mismo vientre…Tú no eres un asesino. ¡Desgraciado!
Estamos hablando de matar a tú hermano (Al
andrógino) Cuéntame la historia de la mujer ¿Qué pasó con el hombre que
amaba? Lo que me dices es imposible… ¡No puede ser! (Al hombre) ¡Habla!...No te quedes en silencio… Dime la verdad… No
puedes hacerlo… Serías un monstruo.
H. ¿Quieres
saber la verdad? Pues, si lo soy. Si lo hago estaré haciendo un bien a la
humanidad.
T.
La mujer se consumió de amor.
H.
Me cansé. (El hombre, motivado por un
exceso de energía, saca una pistola de dentro de la maleta). Es hora de
hacerlo y lo haré en nombre del Señor (Comienza a rezar el Padre Nuestro)
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre venga a
nosotros tu Reino así en la tierra como en el cielo...”
T.
¡Hazlo!
M.
¡No! No lo hagas. “danos nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas así
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”
H. (El hombre atenaza a su hermano por el
cuello) Estoy cansado de este degenerado. Ellos son peligrosos. Te está
manipulando. Lo que él hace es un pecado. El hombre es para la mujer.
T.
Así librarías al mundo de su fetidez.
M.
¡Cállate! Piensa en lo que vas a hacer… “no nos dejes caer en la tentación y
líbranos del mal. Amén”
H.
Lo he pensado durante años.
T.
Me sorprende saber que piensas. Creí que no tenías cerebro.
H.
Eres un cerdo.
M.
No lo hagas.
H.
¿Estás temblando? Recuerdas cuando te orinabas de miedo. Me tienes miedo. No lo
niegues. Siempre me tuviste miedo.
M.
¡Por favor!
H.
¿Por qué no lloras por tu vida? No decías que anhelabas vivir. ¿Me tienes
miedo?
M.
¡Dile que le tienes miedo!
T.
No te tengo miedo. Ya no. El miedo se va. ¡Entiéndelo! No te tengo miedo.
Siento un profundo vacío. ¿Sabes lo que pienso? (El hombre no contesta) Pienso que soy más hombre que tú. Si me
matas, ¿Crees que te librarías de mí? Pues te digo que hay muchos como yo
escondidos en las sombras. Matas a una de nosotras y aparecerán dos más ¿No lo
entiendes? No somos seres anormales. Existimos. Estamos viviendo a pesar de
gente como tú. ¡Mátame! Así me librarías de este cuerpo que me ha traído tantos
rechazos. Quiero flotar. Déjame sonreír feliz. Anda dispara. Hazme ese favor.
He sufrido mucho y con una bala me liberaría de todo. Anda estúpido. ¡Hazlo!
H.
¡No me digas estúpido!
T.
Hagas lo que hagas, no dejaré de ser tu hermano.
H.
Cierra la maldita boca de una vez.
T.
¡Soy tu hermano!
H.
Nunca digas eso. No sabes que de pensar en que somos de un mismo vientre me da
asco.
T.
Pero no lo podrás negar nunca. Yo te perdono. ¿Por qué no me aceptas como soy?
(Su
hermano lo suelta). ¡Hermano!
H.
¡Cállate! Yo…yo…
M.
Tú… ¿Qué?... ¡Dilo! Yo sé tú no eres malo.
T. (El
andrógino lo observa con ternura) Siempre admiré tu valentía, yo me siento
orgulloso de ti.
H.
No digas eso. ¡Cállate! Porque no respondo lo que suceda.
M.
Es tu hermano.
H.
No lo es.
T.
Ya no importa lo que pase. No tengo más fuerza para seguir viviendo con tu
odio.
H. Si
hubieras sido de otra manera.
M.
Pero no fue. Tal vez, la vida quiso que todo esto pasara. ¿No entiendes? Tu
hermano es en realidad tu hermana. Él no tuvo la culpa del juego de la
creación. Dios lo hizo de esa manera porque sino no hubiera nacido.
T.
Hermano yo quisiera una última cosa. (Se
abalanza sobre su hermano. Lo abraza y lo besa en la mejilla) ¡Mátame! No
quiero vivir más.
H. (Se ve un poco arrobado por la acción del
andrógino. Agarra la pistola, toma del cuello al hermano y le apunta a un lado
de la cabeza) ¡Basta de sentimentalismo! Tú eres un degenerado. La Biblia
los condena. No puedes seguir viviendo.
T.
Así es.
M.
Esto se puede solucionar de otra manera. Por favor, guarda eso. ¡Vamos a hablar!
H. (Lo golpea) El mundo me lo agradecerá.
T.
Pareciera la historia de Caín y Abel.
M.
No hables. Sígueme contándome de la mujer que habla con la Luna.
T.
Eso era un cuento.
M.
Pero muy hermoso.
H.
¡Basta!
T.
La verdadera vida es ésta. La historia de Caín y Abel. Mi hermano es Caín y yo
soy Abel. La Biblia lo escribió y la historia lo comprueba. Los hombres y
mujeres del mundo no somos iguales. Ojalá que aceptaran a cualquiera no por su
apariencia. Te lo repito mi hermano es Caín y yo soy Abel, por supuesto un Abel
marica. (El tiempo se detiene como un
largo bostezo, la luz de la luna se extingue. Fenecen los temores. Los ruidos
forman un concierto de emociones y sentimientos. Lo que ha de venir, vendrá).
M. (La mujer en un arranque de locura corre
hacia los dos) ¡No! (Las luces se
apagan)
EPÍLOGO.
(Es de noche. Una mesa al
centro. Dos tazas humeantes. Un rico aroma a café. El andrógino con un
cigarrillo encendido, habla con la mujer, mientras tejen el bordado inconcluso)
M.
Ten cuidado con el hilo blanco. Queda muy poco y hay que terminar la parte de abajo.
T.
Mañana habrá que comprar más.
M.
Cuidado quemas el bordado. Ese bendito cigarrillo va acabar contigo. Desde aquella
visita de tu hermano agarraste el vicio.
T.
Nunca dejó de ser una mala influencia.
M.
Así es, pero por favor no fumes más. Te hace daño. Yo no tengo a más nadie que
a ti.
T.
Advertencia: se ha determinado que trabajar con una fastidiosa es nocivo para
la salud.
M.
¿Cuándo dejaremos de bordar y coser?
T. Termina
éste y ya veremos. Se me acabó el hilo blanco. ¿No hay más?
M.
Si. Quedó algo y lo escondí. (Se para y
busca en una gaveta, saca una maleta, la misma que trajo su ex marido aquella
noche) ¡Aquí está!
T.
Para algo nos sirvió la maleta.
FIN.
Registrada
en SACVEN No. 9070
Sociedad
de autores y compositores de Venezuela
Esta obra se estrenó
el año 2005
Lugar: Ateneo de
Caracas
Grupo: Amarcorteatro
Dirección: María
Teresa Haiek
Elenco: Carlos del
Castillo como “T”
Mariela Cisneros como “M”
Aníbal Barrios como “H”
La obra gana el
premio “Mejor dramaturgia” en el 2do
festival internacional de teatro Rosa (Diversidad sexual) de Bogotá Colombia en
julio 2013.
Andy Pérez que
interpretó el personaje de “T”
obtiene el premio “Mejor actor”.
Elenco:
Luis Carlos Boffill
como “H”
María Elena Duque
como “M”
Dirección general: Luis Miguel Sánchez.
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