domingo, 27 de agosto de 2017

Una Mañana Inusual.


Original de  Bruno Mateo
Twitter: @bruno_mateo
IG: @brunomateoccs


Como cada mañana el señor de las escaleras de arriba, baja a comprar pan, justo enfrente del edificio. Yo lo observo desde que oigo la cerradura de su puerta hasta que llega a la panadería y pide, como siempre, una canilla, un poco de queso paisa y otro poco de jamón de pavo. El hombre de aproximadamente unos 70 años se queda un rato parado en el mostrador tomando, tal vez, un guayoyo o un café negro fuerte. No lo sé. El señor habla animosamente con el dependiente. Se  le ve lo apasionado. Mi curiosidad va  más allá y me gustaría escuchar lo que hablan. Puede ser que de política o de economía mundial –que es el tema favorito de mis connacionales-, o quizás de una trivialidad. La vida de un soltero como yo es simple. Se limita a apoderarse de la vida  de los demás. Es una rutina pararme temprano. No sé para qué. Escucho al señor de las escaleras de arriba. Les sigo los pasos. Luego él se va de la panadería y yo a lo mío. Leer por Internet las nuevas noticias del día. Noticias que sólo cambian de espacio y tiempo. Son iguales día tras días. Iguales como las mujeres que conozco. La de ayer en la tarde era morena. La de la semana pasada rubia, en realidad teñida. La de la otra semana ¿cómo será? Todas las tipas son iguales. Yo soy igual. Me voy directo a la despensa saco el café en polvo. Los panes o la harina para hacer arepas. Lo que sea. Medio preparo el desayuno y lo trago. Me desvisto y voy directo a la regadera. Por un momento me distraigo en algunas cosas que debo hacer esta mañana en la oficina. Me empiezo a enjabonar. Empiezo con el pecho. Los pectorales están duros y las tetillas paradas. El gimnasio surte su efecto. Los abdominales son delineados con firmeza por el constante ejercicio   y mis nalgas duras como piedras. Escucho que suena mi teléfono móvil. No le paro. Seguro es la mujer de ayer. Yo hice lo que ella quiso que le hiciera. Nada más. No hay más. Mis muslos no están mal. Yo soy hombre cuarentón interesante. No había pensado en eso. Estoy bien formado. No soy feo. Y mi orgullo varonil está firme. Es mi llave del éxito. No es chiquito, más bien es grande. Grande y grueso. Así me lo dijo una vez una mujer de quien conservo sólo sensaciones de lujuria. Me lo enjabono con cuidado. Un buen miembro es pasaporte al poder. Si este bicho hablará, le digo con cariño. Yo soy un varón. Tremendo varón. Vuelvo a escuchar el teléfono móvil. Termino de ducharme. El bicho está alborotado. Pero ya no soy un muchacho para satisfacerme solo con mi mano. Me quedo tranquilo. Se bajará solo. Me seco con la toalla de batalla. Le digo la toalla de batalla porque es la que utilizo para secar  a mis conquistas repentinas después que las baño suavecito. Es acolchada y la tela te excita. Mi bicho aún está encarpado. Trato de no pensar en ello. Pero no puedo dejar de hacerlo. Es demasiado grande para hacer caso omiso. Será mejor que encienda la televisión. Un email me llega por el computador. Es mi hermana. Me da un poco de vergüenza leerlo en estas condiciones de evidente masculinidad. Mi hermana no lo va a ver. Pero yo si lo veo a él. Está firme. Apunta en una perfecta perpendicular con mi cuerpo. Hasta en eso es perfecto el desgraciado. No es curvo ni doblado. Es derecho. Si lo detallo, el bicho resulta muy apetecible para las mujeres y para los gays supongo que también. Ahora que lo pienso, el jefe mío que no tiene novia conocida, vive solo y cocina bien. Él siempre me invita a ver los juegos en su casa. Dice que tiene un televisor de plasma casi tan grande como las pantallas de cine. El tipo me  invita desde que una vez fuimos al gimnasio y nos metimos desnudos al vapor como hacemos todos los hombres.   Nunca he ido a su casa y ahora estoy seguro de que no lo haré. Pero el hombre insiste mucho. ¿Será marico? Él no es amanerado. Eso no importa hay hombres casados con hijos que son gays. Y ahora que veo a este bicho  aquí parado y en plena condición máxima de dureza no culpo a mi jefe ni a las mujeres con quien he estado. El carajo está bueno. Lo digo sin echonerías. “Al César” lo que  es “del César”. Pero, no es hora de ponerme sensible. Tengo que ir al trabajo. Y el bicho no se baja. Me veo en el espejo y me siento bien. Suena de nuevo el teléfono. Otro email de mi hermana. Ella dice que recuerde el cumpleaños de mamá. No estoy para recordar nada. Quiero vestirme y no puedo. Mi compañero no me quiere obedecer. ¿Será que me masturbo como un chamito de 15 años? ¡Coño! Pero a estas alturas de mis años. Es triste pensar que un tipo en plena vigorosidad de su energía sexual tenga que recurrir a esas salidas fáciles. Pero,  ¿qué hago? Se está haciendo tarde y el “tipo” no se quiere bajar. Me pondré el interior. ¡Nada! El bulto es demasiado. Me lo agarró suave y empiezo a acariciarlo. De verdad que es grande y grueso. Mi mano sube y baja. Empiezo a sentir un cierto placer. Le doy con más vigor. Las sensaciones son más intensas. Si estuviera aquí cualquier mujer no tendría necesidad de esto. Le sigo dando con un ritmo medio. El “tipo” se agita y se pone duro. ¿Cuántas veces no hizo saltar de placer a muchas? Y ahora está solito como desesperado. Mi mano se mueve de arriba hacia abajo. Suena el celular.  Las sienes me palpitan. El teléfono suena. Le doy más rápido. Sigue sonando. Emito un quejido. Parezco un toro bufando. El bicho está demasiado duro. En pleno fervor. El celular suena. Lo tendré que agarrar. ¿Quién será? Ufff. ¡Demasiado! Quiero una mujer. No la tengo. Veo la hora. Estoy retrasado. Nada que puedo desahogarme y le doy más rápido. El celular ya no suena. Los movimientos de mi mano son más fuertes. Me lo aprieto más.  El bicho se pone rojo intenso. Tengo que llegar. Le doy. Le doy. El teléfono vuelve a sonar. Ya llego. Le doy. Me acuesto. Las piernas se endurecen y se estiran. Me arqueo hacia arriba. Las nalgas no tocan el colchón. Le doy más rápido y me detengo. Suena el teléfono. Me miro al espejo. Tengo cara de sexo. Me paro y me doy frente al espejo. El “tipo” es grande. Le doy. Le doy. Le doy. Siento que ya viene. Siento que sale. Sale. Sale. Ahí viene. No veo nada más. Alcanzo verme en el espejo. Es lo último que vi.
***
La hermana abrió el apartamento como a eso de las diez de la mañana. Su hermano nunca le respondió el teléfono y no lo hará más. El yacía muerto frente al espejo. El cumpleaños de su madre será el más infeliz de su vida.


Caracas, diciembre de 2008


VII Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares

BASES

El Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través del Centro Nacional del Libro, la Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello y el Gabinete Cultural del estado Trujillo, conjuntamente con la Gobernación Bolivariana del estado Trujillo,  y las Alcaldías Bolivarianas  de Boconó, Trujillo y Escuque, convocan a la VII Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares, a partir de la publicación de las presentes bases:

1.   La VII Edición de la Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares se celebrará en las Ciudades de Boconó, Trujillo y Escuque del  estado Trujillo, durante los días 26, 27 y 28 de Octubre de 2017, y honra la memoria de uno de los más grandes poetas en lengua castellana del siglo XX y XXI, quien dejó una profunda huella como pedagogo, formador de generaciones.
2.   Para esta edición se abre la convocatoria en la mención LITERATURA INFANTIL. La temática es libre.

3.   Podrán participar escritores venezolanos y extranjeros, residenciados en la República Bolivariana de Venezuela, con permanencia mínima de 5 años. No podrán participar integrantes del Comité Organizador del evento. 

4.   Las obras participantes deberán ser inéditas; que no hayan sido  publicadas ni premiadas en otros certámenes.

5.   Las obras participantes serán recibidas desde la publicación de las presentes bases hasta el 1 de Octubre de 2017, únicamente por el correo electrónico:bienalramonpalomares2017@gmail.com
6.   En dos archivos adjuntos, independientes, se recibirán: Archivo  A) La obra, con una extensión mínima de 60 cuartillas y máxima de 80,  espacio 1,5; en letra Times New Roman, tamaño 12 puntos, en formato  PDF, firmada bajo seudónimo o lema. Archivo B) El nombre de la obra, seudónimo, y los datos del autor (nombre completo, Nº de cédula, lugar de nacimiento, dirección de habitación, Nº telefónico, dirección electrónica y breve biografía literaria).
7.   Se otorgará un Premio único, que no podrá ser compartido. No habrá premios honoríficos ni menciones especiales.

8.   La autora o autor de la obra ganadora recibirá un certificado y un premio en metálico de cien mil bolívares (Bs. 100.000,00), además de la publicación y distribución de la primera edición de las obras por la Casa Nacional de Las Letras Andrés Bello.
9.   El jurado estará constituido por tres (3) escritores o escritoras de reconocida trayectoria, cuyos nombres se darán a conocer oportunamente. El fallo será inapelable.

10.               El anuncio público del veredicto y premiación se realizará el día 28 de Octubre de 2017, durante el acto de clausura de la VII Bienal Ramón Palomares.

11.               Lo no previsto en la presente convocatoria será resuelto a criterio del jurado y el equipo organizador. La participación en este concurso es libre y gratuita, y supone el conocimiento y aceptación de las bases.

12.               Para mayor información comunicarse por el correobienalramonpalomares2017@gmail.com, así como por el teléfono 0272-2366629


miércoles, 23 de agosto de 2017

LA NOCHE SIN LUNA



Original de Bruno Mateo
Twitter: @bruno_mateo
IG: @brunomateoccs



Voy camino a un lugar desconocido, la primera vez que escuché hablar sobre ese lugar fue una noche cuando caminé sin rumbo fijo hacia los lados de Sabana Grande. Recuerdo que era una noche muy peculiar. No había luna, o mejor, la luna estaba escondida de los ojos humanos. La noche más oscura de lo normal. Yo soy un hombre poco bebedor, sin embargo esa, y no otra noche, me provocó acercarme,  cosa que no hacía desde mis años de estudiante de Letras de la Universidad Central de Venezuela. El bulevar no es el mismo que conocí, no digo que era peor ni mejor, sólo que era distinto.

Caminé como si fuera extranjero en mi país. La gente tenía ojos agresivos, sentía que en cualquier momento iban a saltar sobre mí para destrozarme. Tuve miedo. Los viandantes parecían antropófagos en busca de su presa y yo era la presa que camina inocente en esa noche sin luna. De pronto, sentí la necesidad de buscar un lugar donde esconderme. Así lo hice. Me metí en la primera tasca que vi. Era una calle que une al bulevar con la avenida Casanova. Estaba tan distraído que no me di cuenta que era un bar de ambiente, como no soy homofóbico, me quedé a tomarme unas cuantas cervezas en el bar gay. El lugar estaba inundado de alegría, o por lo menos, eso aparenta. La música variaba desde una canción romántica hasta piezas de cantantes de los años setenta, ochenta y noventa. Toda la polifonía del lugar hizo que mi estado de ánimo cambiara. Salí cantando canciones de Gloria Gaynor y con muchos recuerdos de cuando era más joven por allá por los años ochenta.

Deambulé por el bulevar y noté que estaba solo. No vi a nadie. Me pregunté dónde estaría la gente. Entre mis pensamientos y el caminar sin rumbo fijo, veo, de repente, una figura humana que cruzó frente a mí, al principio creí que era una alucinación porque pasó tan rápido que no la pude distinguir, sin embargo veo que a unos cuantos metros delante de mí, esa figura desdibujada, se transforma en una niña, ¿una niña? ¿Qué hace una niña sola a estas horas por el bulevar?, me pregunté a medida que avanzo hacia ella con cierto temor. Ella me veía y sonreía como si hubiera oído mis dudas. De pronto, me detuve justo frente a ella. Quise devolverme, pero por alguna extraña razón, no lo hice. La niña se me acerca y sentí mucho temor. “No tengas miedo” me dijo. A pesar de sus palabras, sentí mucho terror. Quise salir corriendo. No lo hice. De repente, me vi caminando tras esa extraña niña. No tuve la voluntad de preguntarle quién era o para dónde íbamos. Ella solo caminaba y reía. ¿Qué le causaba tanta gracia?, pensé. Caminamos un buen trecho. El bulevar quedó atrás. No logré divisar algo conocido. No sé dónde estábamos. Seguimos caminando. No quise continuar. Presentí algo malo. La niña reía. No me habló durante nuestra caminata. A mí no me salió palabra alguna y como idiota la seguí sin poner ninguna resistencia. A unos cuantos metros logré divisar una casa con una arquitectura antigua que contrasta con los edificios que dejamos atrás. Me distraje viendo la atípica casa cuando de repente recordé a la niña y la busqué con la mirada. Me di cuenta de que no estaba. ¡Qué raro! ¿Dónde estará esa niña? , pensé en voz alta. Decidí acercarme a la casa. No quise devolverme. Fue así como decidí a entrar a la casa. Abrí la puerta con cierto temor. La puerta parecía que se iba a caer de lo vieja que estaba. Lo primero que veo al entrar son unas escaleras en forma de caracol. El interior de la vivienda  me hizo recordar a la casa de Heathcliff de Cumbres Borrascosas. No tuve opción y subí las escaleras. Al llegar al final de los escalones, otra puerta cerrada. Al intentar tocarla, ésta se abrió delicadamente como invitándome a pasar. Lo primero que vi fue un salón principal bastante amplio. Quise saber si había alguien en el lugar. No logré ver a nadie. Me dirigí a un cuarto que logré percibir. Mi intención es encontrar a la niña. Entré a la habitación y lo que vi allí me paralizó. Allí estaban mis padres. Mis padres fallecidos. Los llamé. No me oyeron. Quise aproximarme a ellos para abrazarlos. Tenía contenida toda mi emoción al verlos allí. Tan cerca de mí. Los volví a llamar. No me oyeron. Ni me vieron. No podía creer que eran mis padres ya muertos. Fue en ese instante que caía en cuenta de que era una trampa de mi mente. No podían ser ellos. Imposible. Salí de inmediato de aquel salón. No pude aguantar más. Me fui del sitio  sin saber si fue una ilusión o una realidad. Estaba sobresaltado. Quise salir de esa casa. No pude hacerlo. ¿Qué hago en este lugar tan irregular?, me pregunté varias veces, ¿Y la niña? ¿Dónde estará? De inmediato comencé a buscarla. Mis ojos se metían en lugares totalmente sin luz. Estuve a punto de desfallecer en mi intento por buscar a la niña misteriosa cuando de repente, como una sombra en la oscuridad, la pequeña me sonreía. Una sonrisa un poco triste. Me le arrimé con mucho cuidado a lo que ella se alejó de mí como temiendo que la lastimaría. Me detuve. Por un rato, la niña y yo sólo nos observamos a una distancia prudencial. Nos veíamos como si quisiéramos descubrirnos. Nos auscultamos. Igualmente que yo, ella me temía. Por fin, decidí romper el silencio que rodeaba. Ella decidió hacer lo mismo. Dió la media vuelta y comenzó a andar muy lentamente. No tenía alternativa. Debía seguirla si quería salir del lugar.

La casa se me hacía cada vez más grande. No podía que un sitio como éste estuviera tan cerca del bulevar de Sabana Grande, ¿o era un sueño? Por un momento, me distraje en mis propias reflexiones. La niña me esperaba frente a una puerta con figuras extrañas como decoración. Eran siluetas de personas y demonios. Una estampa totalmente medioeval. Me señaló que debía entrar. Obedecí. Abrí la puerta. Al principio, no logré ver nada. Estaba oscuro. Sólo percibí un olor ácido. La atmósfera se sentía pesada. El olor era cada vez más fuerte, una mezcla entre sudores humanos y paredes envejecidas por el tiempo. Avancé un poco más. Mis ojos comenzaron a adaptarse a la oscuridad. Empecé a distinguir el lugar. Estatuas en posiciones un tanto grotescas. Comencé a avanzar lentamente por el espacio desconocido. Logré afinar mi visión. Las esculturas ya no me eran difusas. Eran figuras humanas en posiciones sexuales. Eso no me impresionó, lo que sí me llamó la atención es que eran adultos con jóvenes, casi niñas,  en actos eróticos. No me imaginé que esas figuras eran la antesala de lo que vería más adelante. ¿Y La niña? ¿Cómo pueden dejar a una niña presenciar semejantes escenas?  La busqué con la mirada. Rezaba por no verla en ese lugar tan macabro. Así fue. Quise salir de aquel espacio. No hallaba la puerta. Escudriñé incesamente. No encontraba la puerta por donde entré. Pensé en gritar y al parecer lo hice porque todos en el salón voltearon a verme. Niñas que no exceden de quince años con posturas lascivas. Era un triste espectáculo. Sus pequeños ojos con miradas infantiles que aguijoneaban mi cuerpo en un instinto inútil de seducirme y lo único que producían en mí era el efecto contrario. Al lograr afinar mi visión en aquella semioscuridad, me percato que muchas de esas niñas, en realidad, eran pequeños varones travestidos en un horrendo carnaval de erotismo. Hombres, niños y niñas en un lugar que me hizo recordar el infierno de la “Divina Comedia Por un momento, me sentí desfallecer. Me agarré de la primera pared que mis manos tocaron. No aguanté. Vomité. Debía hacerlo. Sentí alivio y como pude, logré salir. Como un desesperado busqué a la niña misteriosa que me trajo hasta aquí. Me tocaba salir solo porque no la hallé a pesar de que tanteé  por horas aquella casa.

Al despertarme, lo hice sobresaltado. Miré  a mí alrededor, al principio no logré divisar nada. Paulatinamente las cosas empiezan a tomar formas en mi cabeza. Ya comienzo a recordar. Eran figuras espectrales con curvas retorcidas en posiciones grotescas. Siluetas churriguerescas. Retazos de imágenes. Risas. Y una sensación de haber estado en un lugar nauseabundo, una especie de infierno en a tierra. Traté de recordar más allá y sólo vi en mi mente una niña que camina por el bulevar de Sabana Grande. Una casa vieja que nunca había visto. Me levanté con un fuerte dolor de cabeza. La luz del sol me golpeó la mirada. Me aturdí por unos segundos. Estoy acostado en pleno bulevar. ¿Entonces no lo soñé? ¿La niña es de verdad? ¿O solo una pesadilla? Esa noche fue de lo  más extraña. Me paré como si tuviera cien años de edad. El bulevar ya empezaba a su rutina normal. La gente me ve extrañadamente. Se aparta de mí. Así será mi apariencia. Comienzo a caminar y me alejo lo más rápido que mis piernas me permiten. Me voy del lugar con la sensación de que aquella casa alberga el pecado original en las noches sin lunas.


FIN
Caracas, Venezuela
Julio, 2017

miércoles, 9 de agosto de 2017

EL MUNDO ME QUEDA PEQUEÑO

Dayana López como La Muerte y Maria Elena Duque es Lola

Original de Bruno Mateo
Twitter: @bruno_mateo
IG: @brunomateoccs

RESERVADO TODOS LOS DERECHOS.  Prohibido cualquier uso
que se le quiera dar a esta obra, incluyendo la reproducción total
o parcial de la misma, sin el consentimiento escrito del autor.
Para el permiso o cualquier información, escribir a:
Bruno Mateo bmateo@gmail.com

Sociedad de autores y compositores de Venezuela Sacven N° 9.070



(En el escenario, un pequeño camerino, en el cual se encuentra una silla, con su consola de espejo, encima de ésta un ramo de rosas blancas, rojas y negras, al lado, un diván y al fondo, en el centro, una puerta) 


Lola: (entrando por la puerta central de fondo)  ¡Estuve maravillosa! ¡Cómo siempre! El público lloraba de sólo verme. ¡Pensaron que moría de verdad!. ¿Qué haría la gente sin mí?. Es que soy una excelente actriz (levanta la voz. Se dirige a alguien fuera del camerino) ¡Me iré más tarde! No se preocupen por mí. Como si alguna vez lo hicieran (Levantando la voz) Yo cierro el camerino...¡Adiós!...¡Hasta mañana! Cuando vuelva a morir en el escenario. (Silencio. Se nota cansada. Se recuesta en el sillón. La mujer suspira profundamente. Pausa. Se escuchan golpeteos en la puerta.)  ¡Ay! ¿Quién es? Me quiero ir sola. Ya se los dije. Déjenme tranquila (Se escuchan nuevos golpeteos y la mujer se dirige a abrir la puerta. Al abrirla, se nota un sobrecogimiento. Pausa. La actriz cierra violentamente la puerta. Se escuchan nuevos golpeteos, aún más fuertes que los anteriores)  ¡No puede ser! ¡Es imposible!  (Se escuchan los golpeteos en la puerta) ¡No insistas! ¡No te voy a abrir!. No lo haré (Nuevos golpes a la puerta) ¿Qué quieres? No quiero saber nada de ti. ¿Cómo llegaste? Hace tiempo que no te veo ¿Por qué no buscas a otra cándida que quiera irse contigo? ¡No! Tenía que ser justamente yo. (Pausa) ¿Qué suena como a parlamento de telenovela? Bueno, y que crees que soy yo. ¡Una actriz! Además, como si no tuviera en que ocupar mi valioso tiempo. ¡Tú no existes! (Nuevos golpeteos)  Te agradezco que te retires de la puerta. Si no lo haces voy a formar un escándalo que todo el teatro se va enterar. ¡Vete! No te quiero ver más. Óyeme. Yo creí que nunca ibas a aparecer. ¡Qué atrevimiento! Yo he conocido atrevimientos, pero como éste ninguno y ¡Ay! Si he visto cosas que dejarían boquiabiertos a cualquiera. Incluso a ti. ¿Qué no? Déjame decirte algo. Yo...Yo...Yo he estado en los mejores lugares del mundo: Roma, Milán, Londres, Nueva York y en París. Por mí se han peleado hombres para que les dirigiera la palabra, aunque sea eso. (Silencio) ¿Por qué no te vas? Creo que me quieres decir que ya es hora de irme contigo. Que encontraré tranquilidad contigo. Que abandone todo y me vaya a vivir contigo. Que mi tiempo como actriz pasó y que contigo... ¿Quién te dijo que contigo seré feliz? Tengo mucho que dar. ¡El mundo me queda pequeño! ¿Viste la función? La gente lloró de emoción. Cuando bailo, canto, actúo o hago cualquier cosa en el escenario; el público quisiera poseerme. (Recita)

En esta oscuridad tan oscura

Tu sonrisa es la luz que me guía
No pretendo dejar la vida,
a menos que me la pidieras,
entonces con un puñal de alegría
yo gustosa accedería a abandonar mi cuerpo 
y volar a la cueva del eterno 
¿Te encontraré?
La duda invade mi alma, 
El miedo mi corazón.
Y aún, estando muerta, si no te encuentro allí 
Me mataría nuevamente para regresar a la vida;
Como los vientos raudos,
volaría para buscarte por el mundo entero,
trenzaría con los rayos del Sol una cadena
para amarrarte a mi esperanza;
y si todavía así,
no te viera,
¡Perdóname vida!
Pero no te quisiera

(Pausa) ¡Magistral! Tienes el gusto de verme. ¡Sin pagar! Claro. Fue algo improvisado, tal vez si le hubiera dado más intención en la última frase. ¡Estuve maravillosa! Aún hago delirar de emoción. Te das cuenta que debes marcharte. ¿Por qué no me dejas sola? Por allí, hay muchas mujeres que te estarán esperando para acabar con sus vidas simples y sin destino. ¡Anda! ¡Búscalas! Déjame en paz. No permitiré que estropees lo que he logrado. Ya tengo muchos problemas resueltos y ahora es cuando estoy disfrutando de mis sacrificios. No te abriré la puerta. Vete. Ahí te quedarás. (Pausa)  ¿No haces otra actividad que no sea fastidiar a la gente decente? Yo fuera tú y me hubiera ido hace rato. No tienes dignidad. ¿Eres normal? Me imagino que tienes familia o amigos. ¿Tú comes? No es porque me preocupa, sino que sé lo que es pasar hambre. Cuando todo el mundo te cierra las puertas y peor si tienes dos niños pequeños que mantener, sin un hombre como protección. No sabes lo que se siente. No lo debes saber. Nunca has parido un hijo. (Cambiando de actitud)  Señor, usted ¿podría emplearme en su teatro? Yo soy buena trabajadora y estoy interesada en...y ¡Paf! Un tortazo en la cara. Estuve tentada de alejarme de los escenarios, sin siquiera empezar, pero enseguida unas ganas enormes de actuar, no sé, si es que las actrices no estamos conformes con nuestras vidas, por lo que deseamos encarnar otras o es que tenemos unas ansias de dominación incontrolables. No me arrepiento de lo que he hecho en mi pasado. Quiero dinero. ¡Mucho dinero! Y lo lograré. Quiero fama y popularidad y no hay duda que estoy gozándola. Era una cuestión de escogencia. Mis hijos o yo. Ellos perdieron. Pero no me vengas con que no soy feliz. Ese es el argumento de la frustración. ¿Qué felicidad te puede dar los hijos cuando lo que hacen es estorbarte? (Pausa) Sé que estás pensando que soy una madre desnaturalizada. Una mujer que realizó un contrato con Mefistófeles. Una especie de engendro satánico. ¡Ah! No tengo tiempo de discutir ni deseos de hacerlo, así que puedes desalojar la entrada. Debo salir. (Se para frente a la puerta) ¡Fuera! ¡Fuera! ¿Crees que te tengo miedo? ¡No! No le temo a nadie. No quiero tener problemas contigo. Sería una pérdida de tiempo. Estoy apurada. Muévete. Llevo prisa. ¡Vete! Córrete un poco. No voy a ir contigo. Se me está haciendo tarde para mi nueva cita. Si no te quitas, te empujo. Te dije que no le temo a nada ni a nadie. Te advierto que si no te apartas de mi camino, te llevo por el medio. ¿No lo crees? Te lo advierto. Sal de allí. Está bien, como quieras (La mujer se acerca a la puerta)  tu no sabes de lo que soy capaz de hacer (Golpea la puerta y corre al extremo contrario) ¡Ay, qué susto! No te atreverías a golpear a una mujer ¿Verdad? (Pausa) Es más, no tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo y no tengo miedo (Se dirige a la puerta y ésta comienza a abrirse. La mujer la cierra violentamente) ¿Cómo te atreves? Eres una tramposa. Tratabas de hacerme caer en tu trampa. Eres cruel e implacable como...(Pausa)  ¡Sí! Como Lady Macbeth. ¡Traidora! ¡Judas! Es que no lo puedo creer. Esto es traición. ¡Alabado sea el Señor! Quiero dar voces a todo el pueblo. Que me claven cuchillos en la lengua si no digo la verdad. ¡Señores! Vengan a mí. Aquí se ha cometido una injusticia. Es que acaso nadie me va a defender. Hombres amujerados. Hela allí. Un monstruo con cabeza de Hidra. Damas respetuosas y caballeros manifiesten su repudio por este Ser. Detrás de esa puerta se oculta la maldad. ¡Oh, Pandora! Tú que abriste los secretos del hombre, dame fuerzas para impedir que penetren en mi alma. No abran la puerta. Es mejor que se retiren. No puedo responder por lo que ese Ser cometería contra la Humanidad. No estamos preparados para recibirlo. Lo oculto detrás es una fuerza incontrolable. Juntemos nuestras almas para amansarla. Es la única posibilidad que tenemos para salvarnos. Con mucha precaución intentaremos escudriñar su pensamiento. Concéntrense. Siento que se está calmando. Lo percibo. No pierdan la concentración. Se puede dañar todo. (Pausa) Ahora, viene la parte más difícil. Trataremos de entrar en contacto. Que no se oiga ningún ruido. El silencio es básico. Entraremos en lo desconocido por el Ser Humano. ¡Perfecto! Su aura está disponible. Quiere entrar en comunicación. Ahí viene. Ahí viene. ¡Lo tenemos! ¡Bienvenido al mundo de los hombres! Sigamos concentrados. No rompamos la cadena que nos une. Siento el cordón de plata que nos permite el paso de lo humano a lo divino. (A la puerta)  ¿Quieres hablar? ¿Me escuchas? Sé que estás allí. ¿Por qué no hablas? ¿Tienes miedo de una mortal? Comunícate. No te haré daño. ¡Eso es! Sin temores. ¿Qué dices? Te siento cerca, pero no logro entenderte. No oigo lo que dices. Se pierde el contacto. ¡Habla! Se está alejando. ¡Regresa! Quiero que hables. Te ordeno que hables. ¿Por qué te vas? ¡Ah! Tienes miedo de una pobre mujer que está al filo de la desaparición. Que no se te olvide a lo que has venido ¿Qué pasa? ¿Crees que no soy digna? O es que piensas que mi muerte no es importante. ¡Ah! Por supuesto. Lo que sucede es que no me perdonas el asunto ese de mis hijos y piensas que soy una bastarda sin escrúpulos. ¡Es hora de poner orden! Yo soy una mujer como cualquiera otra y si así no lo fuera, no puedes hacer distinción de ningún tipo. ¿Qué te crees? Tu vienes aquí a tratar de arreglar las cosas. ¿Acaso eres algún tipo de juez? ¿Dónde estabas cuando te necesité? Mis hijos nunca hicieron nada por mí, ni tu tampoco. ¡Qué fácil! Ahora vienes y pretendes llevarte lo que es mío. Esos aplausos son para mí. ¡Sí! Para nadie más. Mi mundo está allí afuera. La gente me da vida. Mi piel está llena de cicatrices, de imágenes. Cuando estoy sola puedo verlas. Ni los vestidos, ni las pieles,  ni las joyas pueden desaparecerlas, ni siquiera un maldito perfume disimula el olor.  Esto no me gusta. Creo que eres clasista. Contéstame algo: si te pusiera a escoger entre una persona rica y a alguien sin dinero, pero honrada. ¿A quién escogerías? (Pausa) Usted, como buen oligarca, por supuesto elige a la persona con dinero. Porque su muerte sería pomposa. Es alguien con clase, ¿verdad? Y yo sólo soy una actriz. Mi trabajo es hacer reír al público. ¡Está bien! Pero sus risas me las tienen que entregar. Pues, aquél que desee cambiar esa situación, no tiene que hacer grandes esfuerzos para salir. Sólo debe depositarme su confianza. ¡Un voto! ¡Un voto! Un solo voto puede cambiar el cambio. Cambien de cambio para conseguir el cambio. En sus manos tienen el control de sus vidas. ¡Confíen en mí! Haré que individuos como éste (señala la puerta) sean borradas del país. Personas manipuladoras de las conciencias sin ningún remordimiento. ¡Todos somos iguales! No deben existir discriminaciones en la educación, en la salud, en la alimentación y en la cultura. Por eso, les pido que me den un voto de confianza para destruir a aquellos que desean controlarnos para su beneficio personal. ¡Todos debemos morir iguales! Y usted debe cumplir con ese precepto. Si no lo hace y sigue discriminando a gusto personal se puede meter en líos con la justicia. Lo que usted hace es ilegal. (Pausa) Aunque no todos somos iguales ni morimos iguales. Hay quienes mueren como un gran acontecimiento. Hay otros que mueren como un árbol en el desierto, nadie advierte su final. Yo no moriré así. Yo soy una estrella y como tal debo partir. Los dioses me esperan. Si he de morir e irme contigo. Lo haré triunfalmente. (Busca el florero y coloca las flores hasta cerrar un círculo) La vida es un círculo. Cualquier pregunta posee su respuesta, aunque tratemos de evitarla. Un paso antecede al otro y éste es la continuación del primero. (Se coloca al centro del círculo formado por las rosas) ¡Estoy lista para el viaje sin regreso! ¿Qué se hace cuando se está a la puerta de la muerte? No sé. Supongo que esperar. Entonces, esperaré. (Pausa) Bueno ¿qué pasa?. Me estoy comenzando a poner nerviosa. ¡Relájate! Déjame arreglar el círculo ¿Será eso? ¡Ya está! (Pausa) Te comento, sólo por comentar, que no siento nada. Creo que estás perdiendo facultades. Te estás poniendo vieja. ¡Qué horrible es ponerse viejo!, ¿verdad? Las arrugas en la cara. El cabello sin brillo. Las pupilas de los ojos recubiertas con ese velo que no te deja ver la luz.  Anoche noté en el espejo que soy la sombra de aquella niña fresca y lozana. ¿Por qué no se podrá mantener la juventud? Yo leí una vez...Yo leo, en silencio. Una historia de un pintor que inmortalizó a un joven en un cuadro para que permaneciera bello por siempre. El final no me gustó. El muchacho de la historia envejece... ¿Qué hacemos? ¿Esperar? No sirvo para esperar tanto.  Lo siento. (Se levanta y comienza a recoger las rosas) Desearía permanecer en el tiempo. Flotar. La gente siempre diría: ¡allí está! Esa jovencita tiene la gracia de la naturaleza.   Rosas blancas, rosas rojas y rosas negras. ¡Hermosas! Realmente bellas. Las blancas, según se dice, simbolizan la pureza de la mujer. La castidad en las vísperas del matrimonio, luego se conocen las palpitaciones nocturnas y nuestras copas se rompen; aparecen las rosas rojas, después, mucho después, cuando las copas están rotas, queremos volver a las rosas blancas. (Toma las rosas negras) ¡Las rosas negras! Son muy especiales. No existen en la naturaleza. Éstas son teatrales. Parecen rosas, pero no lo son. Representan la hipocresía. ¡A mí me encantan las rosas negras! Todas las rosas deberían negras. Así no me sentiría tan sola.(Pausa) Mientras hay más personas a mí alrededor, yo desaparezco. Como si me absorbieran. Quizás si se pudiese retroceder el tiempo hasta llegar al punto oscuro de nuestra existencia, pudiéramos enderezar los rumbos, pero el camino ya se hizo. “Caminante no hay camino, se deja camino al andar...” No sé de quién es esta frase, pero es de alguien famoso. Durante nuestra travesía se dejan amistades, amores...incluso hijos. ¡Hijos! Según aquello del instinto maternal, son lo más importante para una mujer. ¡Los abandoné! Y lo que se hace en vida se paga en vida también. (A la puerta) Tú eres necesaria. ¿Cómo sería la humanidad si no muriéramos? No deseo morir con tantas culpas sobre mis espaldas. Quisiera arreglar entuertos. Encontrarme con mis hijos para brindarles el amor que les he negado. ¡Hazme un favor! No por mí, sino por ellos; dame unos días. Necesito encontrar a mis pequeños, aunque ya no serán tan pequeños. Me urge pedirles perdón, concédeme esa gracia. La dicha de abrazarlos, por última vez ¡Por favor! Te lo pido ¿Qué dices? ¿Me regalarás unos días más?. Apiádate de esta pobre, inútil e infeliz mujer, que en una ocasión soñó algo hermoso para su vida, pero que luego se convirtió en una inacabable pesadilla. ¡Quisiera ser feliz! Feliz como aquella mujer, al lado de su marido, con sus hijos, viviendo en una casa, chiquita. ¡Grande en felicidad! (A la puerta) ¡Ayúdame! Hablaré con ellos. Estoy segura que lo entenderán y después... después... moriré... moriré con la satisfacción de haber cumplido. Me iré gustosa. Querida muerte, ayúdame. ¿Qué estoy diciendo? Perdóname. Sé que es imposible. Debes cumplir tu misión. Fue sólo un momento de locura. Es hora de marcharme, sólo que no estaba preparada. No se puede hacer esperar a lo que tiene que ser. ¡Vamos! Estoy lista (Se dirige a la puerta. Se detiene. Voltea y echa un vistazo al camerino) ¡Adiós! (La mujer trata de abrir la puerta) La puerta no abre. ¿Qué pasa? ¿Estás ahí? Por favor, ábreme la puerta. ¿Me oyes? ¡La puerta! Estoy lista para irme. Te digo que abras la puerta. ¿Estás ahí? ¿Te fuiste? (Pausa) ¡Sí! No está. Se fue la muy imbécil. Se lo creyó todo. Lo de mis hijos. Lo de mi arrepentimiento. Gracias mis pequeños. Mis adorados hijos. ¡Imbéciles! Como se le ocurre que me voy a ir en estos precisos momentos. ¡El mundo me queda pequeño! (La mujer ríe. Se escuchan sus risas casi histéricas, confundiéndose con unas risas infantiles) ¿Qué es eso? ¿Quién se ríe así? No puede ser. ¿Son ustedes? ¡Niños! ¿Dónde están?  No se escondan. Sé que están en algún lugar. No se rían de su madre. ¡Óiganme! Ustedes dos no se van a burlar de mí. Me van hacer molestar. Seguro que están aquí. (Se asoma por debajo de la consola)  ¡Escaparon! A los dos los dejaré sin comer esta noche. ¡Malcriados! Claro. Como soy una mujer sola, creen que se van a burlar de mí. Ni lo sueñen. Los castigaré. Salgan de donde estén. Salgan. ¡Ya basta! ¿Me oyen? ¡Estos niños! Ojalá nunca los hubiera parido. (Con angustia)  ¿Por qué me haces esto? Ellos no existen. ¿No me crees? Te juro que no existen. Era sólo un juego. Yo nunca he tenido hijos (Se escucha música alegre de Latinoamérica de los años cincuenta) ¿Qué es eso?. ¡No puede ser!. Ni intentes hacerme recordar (Sigue la música) ¡Malvenido sea ese momento! Quisiera arrancarme el cuerpo para no volver atrás (Pausa)  Esta noche. Yo la gran Lola. Estoy dispuesta para los hombres. El único requisito es que me resistan y por supuesto, pagar la tarifa. A ti, querida amiga te lo hago gratis. Quiero salir y no me lo permites. ¿Qué quieres que haga? Nunca lo he hecho con alguien como tú. Bueno, ¡está bien! No te mentiré. Sí he tenido mis aventuras, no muchas. Yo no soy tan mala. Sólo juego. Siempre juego. Jugué con mi padre, con mis hermanos, con mis primos. Ellos nunca entendieron. Siempre querían montarse encima. A mi no me gustaba. Porque me dolía. Cuando querían que les tocara eso, me causaba tanta risa. Los hombres se ven tan graciosos con eso. Son, hasta antiestéticos. Eso parece que les sobrara. Rompen con la  armonía del cuerpo. Mi papá me regaló una muñequita negra y me dijo que no dijera nada a nadie ni a mi mamá. Yo se lo dije, pero no me hizo caso.  Anda, si me dejas salir, te prometo que te daré algo que nunca te han dado.  Mi furor ardiente eclipsará la bella noche (Ríe de una manera grotesca. Se va la música) ¿Por qué me haces esto? Nadie conoce ese pasado. Los huecos se tapan de abajo para arriba. Siempre tienen un fondo. Siempre. (Retando a la puerta) No serás tú quien me descubra. Prefiero terminar con esta mentira de mujer para que todo quede en una verdad. No te darás el placer de aniquilarme. Ningún ser por fuerte que sea podrá eliminar lo conseguido. Si vienes del más allá, yo pertenezco al más acá y me niego a que te conviertas en el calvario de mi peregrinación. No eres esa pesada cruz reposada en mi espalda. Hubo un solo Jesús. ¡El Cristo! Y ese murió crucificado. Yo soy yo y más nadie que yo. Antes que me mates. Te mato yo. ¡Llegó la muerte de la muerte! (La mujer se abalanza violentamente contra la puerta. Apagón súbito. Pausa. Se enciende la iluminación y la mujer despierta del sueño) ¡¿Qué es esto?! ¿Dónde estoy? No puede ser. Por un momento pensé...Es que era imposible...Era mentira. No fue nada. No pasó nada. Gracias, Dios mío. ¡El mundo me queda pequeño! (La mujer ríe hasta llegar casi a una histeria. Se escuchan golpeteos fuertes en la puerta. La mujer se sobresalta. Apagón)

 

FIN




Caracas-Venezuela

Agosto 1995



Estrenada en el Instituto Pedagógico de Caracas
Año 1995
Grupo Teatro Tracodra
Dirección General Carlos Del Castillo
Actrices Marielena Duque y Mayré Oliveros
Diseño de vestuario Efrén Porras






lunes, 7 de agosto de 2017

BIOGRAFÍA DE UN SOBADOR


[Crónicas morrocoyunas]
Por Miguel Otero Silva.
[1943]

Hoy, cuando los grandes titulares de los periódicos más venerables son acaparados por las hazañas de gánsteres en cuadrillas, los contrabandistas de drogas, los tratantes de blancas, las bandas fascistas y otros peligrosos especímenes del subgénero humano, nos hemos sentido reconfortados al enterarnos de la reciente y desusada  aparición de un sobador por los lados del Callejón Lourdes. El sobador  es una silueta evocadora de las cariñosas costumbres venezolanas del siglo pasado; una sutil remembranza de las deleitables historias que nos relataban nuestras tías solteronas entre aromas de albahaca y versos de Abigaíl Lozano.
Yo te saludo, sobador caraqueño que brotaste anacrónico a mediados del siglo veinte, trasnochado exponente de un goce humilde e inofensivo, intrépido galán que –lejos de escurrirte cobardemente entre las multitudes como los rascabucheadores modernos- expones las facciones de tu cara al furor de las uñas de tus homenajeadas. Yo ensalzo la sinceridad de tus intenciones, tu preocupación hedonista en demostrar que no todos los rumores nocturnos son pisadas aviesas de rateros en ejercicio, sino que todavía existes tú, Quijote del amor fugaz, Romeo de la caricia escamoteada, Abelardo de las Eloísas desconocidas, dispuesto a arriesgar la libertad y la vida en aras de una platónica percepción de la belleza femenina dormida. Hace unos cuantos años conocí a un sobador profesional en el ocaso de sus facultades. Fue mi amigo. En mis conversaciones con él logré justipreciar la pureza de sus ideales y la firmeza de sus principios. En homenaje a Toribio García, que así se llama el sobador descubierto anteayer en el Callejón Lourdes, traigo hoy a estas páginas los rasgos biográficos de aquel ilustre colega desaparecido, Casimiro Manosalva nació en la esquina de Quita Calzón hace más de cincuenta años. Su padre, un amolador italiano con veleidades ducales (óigase a Rigoletto), lo abandonó antes del parto, es decir, antes de que la madre diera a luz a Casimiro. En cuanto a la madre, la pobre Mary (Mary Tornes) murió cuatro meses después con más bacilos de Koch entre pecho y espalda que la Dama de las Camelias. Es una historia muy triste. Casimiro habría seguido los pasos de su progenitora a no ser por un caballero chapado a la antigua que aspiraba a conquistar el cielo por medio de la caridad practicante, las oraciones al Santo Niño de Atocha y unas piedras en la vejiga que ríase usted de los sufrimientos de Job. El filántropo se llamaba modestamente Guillermo Tell Bolívar y tenía establecida una venta de fajas abdominales en la calle Real de la Candelaria.
Sin embargo, al intentar la educación cristiana de Casimiro, el señor Bolívar pasó más vergüenza que un fraile capuchino en una casa de lenocinio. El chaval demostró desde pequeñito desmedidas aficiones al manoseo: practicaba un catch as catch can desenfrenado con las diversas cargadoras que el señor Bolívar le puso. Más tarde, su paciente tutor vióse obligado a encerrar a las sirvientas y cocineras con candado, y también a las gallinas, y a las pelotas de foot ball, y a las trampas de ratones, ya que Casimiro, en cuanto no divisaba cuerpo de mujer a quien pasarle la mano, se la restregaba a cualquier animal u objeto del sexo femenino, así se tratara de una penca de tuna.
Al percatarse Casimiro de la desconfianza de su padre adoptivo le profesaba, abandonó dignamente el hogar en una noche oscura, sin más equipaje que dos moldes de gelatina y una estatuilla de la Venus de Milo que el señor Bolívar tenía en la sala y con cuyas curvas solía entrenarse Casimiro despiadadamente. Para esa época  el sobador de nuestra historia contaba 14 años y no había leído en su vida sino dos libros, a cual más corruptor: El Catecismo de Ripalda y Bola de sebo de Maupassant.
¡Qué amargo se comprobó el destino de aquel adolescente descarriado en una época en que no existían casas hogares ni institutos reeducacionales! La única protección para la infancia era el garrote paterno; la pedagogía moderna la ponían en práctica los curas salesianos a palmetazo limpio. Casimiro fue recapturado por su tutor y vagó de internado en internado, conformándose con moldear muñequitas de cera en los recreos y atisbar por el ojo de la cerradura los retratos de bataclanas desnudas que ornamentaban la celda del padre Velandia.
A punto de cumplir su mayoría de edad, Casimiro se enamoró y fue correspondido, para desgracia suya.  Sucedió que la novia tenía tal cantidad de espinillas en el cuerpo que, al cabo de dos semanas, a Casimiro se le pusieron ambas manos como lomo de puercoespín. Dejóla Casimiro por otra y esta segunda le resultó maniática del adelgazamiento voluntario; no comía sino ensaladas; a los tres meses era hueso no más; Casimiro recibía más puyazos que un toro de lidia; también la dejó.
Ante aquel cúmulo de fracasos y decepciones, Casimiro decidió morirse. Y se murió. Al menos se contrató como muerto en un centro espiritista durante varios años que fueron los mejores de su vida. Su trabajo consistía en asistir en calidad de difunto a las sesiones metapsíquicas que se celebraban en esta capital. Fue la única etapa de legalidad que disfrutaron los sobidos de Casimiro. Los organizadores lo introducían de antemano en el cuarto donde iba celebrarse el experimento él esperaba, disimulado detrás de un escaparate, la hora del trance.
-¡Napoleón! Yo te convoco, Napoleón, ven a nosotros, Emperador…- decía el médium, o mejor, la médium, porque si el médium era varón Casimiro no aparecía. Pero si era una médium, Casimiro se fajaba como los buenos, sin poner atención a las protestas de teósofa: -Napoleón, Napoleoncito, por favor, ¿tú cómo que te imaginas que yo soy Josefina?
(Dígame el banquete que se dio Casimiro una noche que cuatro señoras solas decidieron convocar al espíritu del general Cipriano Castro. Aquello fue la batalla de Tocuyito)
Pero tanto bienestar concluyó para Casimiro por culpa de su indebida preparación escolar, ya que los padres salesianos le habían enseñado a jugar foot-ball y a rezar el yo pecador pero no le dijeron una palabra de la literatura francesa. El desastre ocurrió cuando una señorita rubia, bastante apetitosa y medio bachillera, exclamó en mitad de una sesión:
-Yo quiero que venga Jorge Sand. Y Casimiro, a quien no podía pasarle por la mente que Jorge Sand- con ese nombre fachendoso de cantador de rancheras mexicanas- hubiese sido en vida una escritora romántica, respondió con apasionada voz de barítono:
-Aquí estoy, amor mío. Tócale los bigotes a tu Jorgito-armándose en el acto tal prendera de luces y tal sampablera que Casimiro salió con diez puntos de sutura y perdió el empleo.
Después sobrevino una época dura y clandestina de saltar tejados, agazaparse bajo los catres, colarse como una sombra en los internados de señoritas, huir a la desbandad perseguido por policías, maridos y padres de familia. Cansado a la postre de tanta lucha, cruzado el cuerpo de cicatrices y el alma de desilusiones, Casimiro decidió dedicarse a la mendicidad.
Iba de puerta en puerta, pidiendo el pan para los hijos que no tenía, arrastrando su vocación esteticista como quien arrastra por el rabo a un gato muerto. Hasta que un día aciago llamó a la verja de una quinta y salió a recibirlo una hermosa señora, envuelta en un transparente kimono japonés.
-Una limosnita por el amor de Dios-dijo Casimiro.
-Perdone, hermano.
-Aunque sea un centavito.
-No tengo sencillo.
-Aunque sea un bollo de pan.
-Hoy no vino el panadero.
-Aunque se aun vaso de agua.
-Tampoco vino el agua.
Entonces Casimiro exclamó filosóficamente:
-Pues me conformaré con una sobadita porque lo que soy yo no pierdo mi viaje. Y la sobó en gran escala, desde el estrecho de Bering hasta la Patagonia. Pero, cuando andaba por las inmediaciones del itsmo de Panamá, se apareció el marido de la paciente y le metió cuatro tiros a Casimiro, dejándolo esta vez más difunto que mejillón de pote.
Desde aquel engorroso incidente, mi amigo Casimiro Manosalva descansa en paz, soflamado en el caldero más caluroso del infierno, lo más lejos posible de las once mil vírgenes, amén.


Tomado de Un Morrocoy en el infierno. Humor…humor…humor…de Miguel Otero Silva. Editorial Ateneo de Caracas. Caracas 1982

sábado, 5 de agosto de 2017

LAS CELESTIALES (1)

Caricatura de Pedro León Zapata
Milagrosa Santa Rita
de lo imposible abogada:
¡enséñame a hacer cosita
sin que me dejen preñada!
[Las Celestiales]
Por Miguel Otero Silva.


Santa Rita de Cassia es reputada universalmente como “abogada de lo imposible”, en virtud de los inverosímiles milagros que solía y suele realizar. En vida practicaba esos prodigios inesperados, en forma tal que en su jardín de Roccaporena se daban rosas rojas y bananas tropicales en pleno invierno, nevando y con 7 grados bajo cero.

La propia Rita nació de chiripa, ya que para entonces su padre tenía 95 años y su madre 85, y nunca habían tenido hijos anteriormente, y no por falta de traqueteo, ni mucho menos porque cometieran el pecado mortal de evitarlos. Nació Rita en el último tren, y a  los 16 años ya estaba casada con un marido tan pendenciero que lo asesinaron en una reyerta, y la dejó viuda y con dos hijos. Estos últimos, al llegarles la mayoría de edad, decidieron vengar a su progenitor, y sucedió en seguida lo que se cuenta enternecidamente en un bello libro editado en Zaragoza en 1955 por orden de Lino, Obispo de Huesca: “Dio entonces Santa Rita muestras de verdadero amor de madre; cayendo de rodillas, con los ojos bañados en lágrimas, pidió al Señor que si no había medio de que sus hijos desistieran de sus vengativos propósitos, se sirviese llevárselos de este mundo antes de que cometieran el horrendo delito que proyectaban. El Señor escuchó las súplicas de su sierva y no tardó en aumentarse el duelo de ésta con la muerte de sus hijos”.  Conmovedora historia que demuestra cómo nuestra Santa Religión, si bien prescribe en forma inquebrantable el uso del aborto, propicia en cambio en ocasiones justificadas ejercer la eutanasia (dar muerte a alguien sin sufrimiento), así se trate de jóvenes de 21 años.

La imploración que le hace la muchacha de la copla a Santa Rita (que le permita disfrutar de su cuerpo sin correr el riesgo de embarazo), está más que justificada porque ha sido esa la más grande preocupación del género humano desde tiempos inmemoriables. Los primitivos hotentotes se hacían incisiones de cuchillo en el miembro para procurar que los espermatozoides se derramaran antes de llegar a su destino. Las mujeres  egipcias se untaban las vulvas con estiércol de cocodrilo y mucílago fermentado. Y ya en el Talmud babilónico se hablaba a fines del siglo V del coitus interruptus (“derramar a Dios fuera” lo llamaba San Agustín y lo condenaba vigorosamente), práctica que todavía se sigue empleando y que ha conducido a millones de mujeres a la frigidez y a millones de hombres al manicomio.

En la actualidad se acostumbran diversos métodos, todos prohibidos por nuestra Santa Madre Iglesia: la ducha vaginal, que es la preferida por las infelices prostitutas y que falta en el 45 por ciento de las veces; el preservativo de goma para el hombre, que es el más popularizado (en Suecia los venden en maquinitas públicas como los cigarrillos) y que falla en un 14 por ciento; los diafragmas para la mujer (metrissalus, vimule, dutch y otros), que fallan en un 25 por ciento; las almohadillas y esponjas vaginales, que fallan en 32 por ciento; y el anillo intrauterino (inventado por Aristóteles para las camella y que consistía en introducir una pajita en espiral en el útero de dichos animales-“pajita aristotélica- y adaptado en este siglo a las mujeres por un profesor alemán), que resultaba el más eficiente porque no fallaba sino en un 3 por ciento. Nuestra Iglesia, por su parte, no autoriza a hacer cosita sin busca de embarazo sino en el llamado “período de seguridad”, que en la práctica resulta ser más peligroso que la ruleta rusa, porque falla en un 39 por ciento y es mucho el muchachito social cristiano que ha nacido por error de esos almanaques seudocientíficos. En cuanto a los rocheleos extra-reglamentarios entre marido y mujer, constituyen el más espantoso de los pecados. Hay que ver lo que dice San Bernardino a ese respecto en sus sermones Seráficos: “Es mejor para una esposa copular con su propio padre de un modo natural que con su esposo contra la naturaleza”. ¡Recórcholis!


Afortunadamente para la humanidad sucedió que Santa Rita, aunque con siete siglos de retardo, accedió finalmente a realizar el milagro genital que tan fervorosamente le pedía su devota de la copla. La asombrosa campesina de Cassia, reencarnada en el sabio norteamericano Makepeace, llegó en 1937 a la conclusión de que la progesterona podía suprimir la ovulación de las conejas. ¡Allí nació la píldora! ¡La píldora que no falla sino en el 0.2 por ciento, por no decir en el 0 pelado! El estilo desconcertante de Santa Rita está patente en el descubrimiento de esa pastilla que se ingiere por la boca y surte efecto en la recóndita matriz. ¡Gloria a la más milagrosa y a la más anticonceptiva de todas las Santas!

Tomado de Un Morrocoy en el infierno. Humor…humor…humor…de Miguel Otero Silva. Editorial Ateneo de Caracas. Caracas 1982

MIENTRAS NO LLEGA EL AUTOBÚS.

Novela corta.
Por Miguel Otero Silva.

[1944]
Hace ya algún tiempo salió de la escuela, rumbo  a su casa, la niña Nelly Vinagreta, hermoso querubín de nueve años de edad y chupeta en mano. Para ese entonces Nelly cursaba primaria elemental y la única mala palabra que conocía era “pupú”.

Serían las once y pico de la mañana de un viernes cuando Nelly, respetuosa de la disciplina municipal y de las buenas costumbres, tomó su puesto en la cola de una de las paradas que amenizan los alrededores de la Plaza Bolívar. El autobús que esperaba habría de conducirla a su lejana, proletaria y polvorienta parroquia de Catia.
La presencia de Nelly pasó inadvertida para sus compañeros de resignación. Su vecino de la izquierda era un estudiante de Derecho, algo pedante como suelen ser los estudiantes de esa Facultad en todas partes del mundo, que ni siquiera se dignó bajar los ojos para cerciorarse de la proximidad de la chiquilla. Su vecino de la derecha era un modesto y antiguo empleado de la Cancillería, oloroso a cerveza y a sándwich de anchoa, que ningún Ministro se atrevía a destituir porque era el único que sabía manejar los archivos.
La cola era una sola sombra larga. Nelly logró divisar a lo lejos y a lo cerca los más variados especímenes de la sociedad contemporánea: obreros con el sindicato disuelto; padres de familia maldiciéndole la ídem a la Junta Reguladora y persiguiendo en las nubes la ruta astral de los comestibles; cocineras con la cesta en el brazo y Jorge Negrete en el corazón. Nadie prestó a atención a la pequeña Nelly, salvo un anciano de barbas freudianas y freudianas inclinaciones que le metió un pellizco.
En aquel rígido desfile empezó la niña a conocer la vida y sus complicaciones. Cuando se planteó el problema del voto femenino, una dama de atildados modales allí presente, afirmó que ella no deseaba votar porque se sentía muy burra, comprendiendo Nelly que a confesión de parte relevo de pruebas. Y cuando se habló de la urgencia de un segundo frente de guerra para derrotar a Hitler, un escritor barrigoncito se puso a tronar “que aquello sería hacerle el juego al comunismo”, quedándole a Nelly serias dudas con respecto al supuesto anti-fascismo de quien tal cosa decía.
Pasó el tiempo dulcemente y con el tiempo fue creciendo Nelly. Su vecino el estudiante comenzó a prestarle atención. En efecto, los soles y las lluvias habían transformado a la pequeña escolar en una espléndida mujer. El estudiante de Derecho se enamoró de ella y se volvió rastrero y suplicante, como suele acontecerles a los estudiantes de Derecho cuando se enamoran.
Una noche de luna en el cielo y retreta en la plaza, se le declaró. Y como Nelly lo aceptase, cautivada por su sabiduría y por su parecido fisonómico con el Doctor Luis Villalba Villalba , desde aquel instante fueron novios y su espera en la cola se hizo mucho más llevadera. Los vecinos escuchaban a toda hora el arrullo de los tórtolos, sus preguntas babiecas destinadas a dilucidar quién era el propietario de la boquita de ella y quién el ama y señora de los bigotes de él, sus pleitos injustificados, sus promesas matrimoniales. Un noviazgo clásico, en fín.
La presencia del jefe civil de Altagracia en aquella ristra humana, setenta metros más atrás, fue aprovechada por los enamorados para transformar en tangible realidad sus dorados sueños. Se casaron un sábado de abril. La entera cola entusiasmada, celebró el acontecimiento. La muchacha derramó unas cuantas lágrimas, conmovida por la ausencia de sus padres que la seguían esperando en Catia, pero el flamante esposo se bebió el llanto de la recién casada y así principió la luna de miel y se estableció la felicidad conyugal. La vida matrimonial tuvo un desarrollo ejemplar. El marido de Nelly, decidido a no perder su puesto en la cola, se abstenía de visitar botiquines y cabarets, ni despilfarraba sus ahorros en las carreras de caballos. De esa manera, Nelly lograba realizar el ideal impertinente de toda mujer casada: el consorte a su lado permanentemente, las 24 horas del día, aburrido como una ostra pero a su lado.
A los nueve meses vino al mundo el primogénito. Un carricito rubio como Nelly y pretencioso como su papá, que no fue muy bien recibido en el primer momento por los colistas. Sus destemplados berridos nocturnos no los dejaba dormir. Sin embargo, a todo se acostumbra uno, según Aristóteles. Al poco tiempo el pequeño Nicolás que así lo bautizaron para perpetuar el nombre del lugar de su nacimiento, era el niño mimado de los 1.583 ciudadanos que esperaban el autobús de Catia.
Después el espectáculo se hizo monótono. Nelly tenía un hijo todos los años. Su bíblica fecundidad provocaba ruidosas protestas entre los colistas, hasta la coronilla de aquellos chillidos en mi menor, pellizco sostenido y cachetada bemol.
Por último, la vitalidad de Nelly comenzó a declinar: la maternidad redundante, la cría de los niños, las contrariedades peculiares del hogar, el precio de la mantequilla, las noches pasadas al aire libre, influyeron aciagamente en la salud de doña Nelly, como se le llamó en la cola durante su postrera etapa. Una tarde llorosa de noviembre, entre el tejido de la llovizna, los cornetazos de los automóviles, los gritos de los pregoneros y las preguntas de los reporteros de Últimas Noticias que no dejaban morir a nadie tranquilo, doña Nelly entregó su alma al Creador.  Murió sin confesión porque los curas (“más sabe el diablo por cura que por diablo”, decía Voltaire), los curas prefieren andar a pie que hacer cola. El fallecimiento de doña Nelly fue un tremendo golpe moral para toda la hilera. Allí se amaba por sus virtudes y se le respetaba por sus avanzada edad.
La enterraron compungidos al pie de un poste de teléfonos. Sus hijos enlutados recibieron el pésame. Su viudo inconsolable juró solemnemente no volverse a casar. Entretanto, los aliados no habían abierto el segundo frente, ¡qué esperanza! En cuanto al autobús de Catia, continuaba accidentado en la plaza Pérez Bonalde.


Tomado de Un Morrocoy en el infierno. Humor…humor…humor…de Miguel Otero Silva. Editorial Ateneo de Caracas. Caracas 1982

Por favor, aún no.