lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Quién nos vendió la luna?


Por Bruno Mateo
@bruno_mateo

 

Durante el XXI Festival de teatro de occidente que dirige Carlos Arroyo se presentó, en el Centro de bellas artes Doña Amanda Muñoz de Urriola de la ciudad de Guanare, estado Portuguesa, la pieza para público infantil y familiar ¿Quién nos vendió la luna? autoría y dirección de Manuel Manzanilla, coproducción del Centro nacional de teatro y el grupo Batahola año 2013.

El montaje resultó un trabajo con un contenido social que pocas veces se ve en el teatro para niños sin que por ello, mengüe  la calidad estética. Un verdadero acierto de la agrupación Batahola fundada en el año 1980 por Rodolfo Castro, Arturo Aranguren y Federico Collado. El texto literario dramático nos cuenta las picardías de dos personajes estafadores Don Menti y Corroncho, interpretados por el actor Alver Morón y Elvis Collado, que llegan al pueblo San Patricio y venden la luna a la alcaldesa, personificado por Mayeli Delfín.

La puesta en escena fue dinámica con un ritmo vertiginoso muy adecuado para los espectadores infantiles, los vestuarios apuntaron hacia la  correcta significación de cada personaje, tal vez, podrían utilizar un poco más las diagonales para romper  con el primer plano. El elemento lúdico, importante cuando se trata de un producto que va a ser apreciado por las niñas y niños, estuvo presente en todo el montaje.

Las actuaciones de todo el elenco estuvo  atinada, hay que mencionar, especialmente a la actriz Deymar Oropeza en su personaje Pepita que logra una performance pulida, usa todos sus recursos, desarrolla un carisma que inunda toda la sala con su presencia, maneja a su antojo el espacio escénico para lograr así el desarrollo a plenitud de cada unidad de acción del texto; asimismo el actor Elvis Collado en su personaje de Corroncho nos convence con su creación, en donde encontramos elementos de la comedia del arte en su gestualidad , una buena expresión corporal junto con una  buena administración de la intencionalidad de los parlamentos hace de este personaje una delicia al espectador.

El montaje de ¿Quién nos vendió la luna? con elementos de circo y de trovadores nos reconforta con el difícil teatro hecho para niños. Vayan mis felicitaciones al Centro nacional de teatro por apoyar al  grupo Batahola en la realización de tan entregado montaje con un contenido conceptual y estético que deja muy en alto el teatro en el Estado Portuguesa.

 

sábado, 9 de noviembre de 2013

Frankestein quiere ser Frankistín

Foto: Henry Delgado. Cortesía de El nacional

Por Bruno Mateo
@bruno_mateo

“Frankestein o el moderno Prometeo” (1818)  de Mary Shelley, inscrita en lo que los críticos literarios llaman el género de la novela gótica considerada por muchos como la primera novela de ciencia ficción que nos habla sobre un científico que crea y da vida  a un hombre hecho de pedazos de muchos seres humanos, de allí  el subtítulo que hace una metáfora con este mito griego de Prometeo que roba a los Dioses el fuego de la vida para entregarla a los mortales humanos.

Esta novela un tanto escalofriante, fue  la inspiración para que Ricardo Nortier hiciese una versión para niños y presentarla como  producción teatral bajo el  Circuito de arte cénica  teatro multimedia en La Caja de fósforos de Bello Monte el pasado 3 de noviembre de 2013  llamada “Mi amiguito Frankestein” con vestuario de Freddy Mendoza , escenografía de Ricardo Nortier  y pintura escénica de Jesús Barrios.

Hay que reconocer el intenso trabajo actoral de Elvis Chaveinte como el Dr. Frankestein que para tratar de deslastrarse del nombre de su padre se hace llamar Dr. Frankistín, una composición de personaje muy acertada en cuanto a la corporal, a los gestos, la voz, y las características psicológicas amén del manejo del espacio físico. Un trabajo premiable. Su compañera Sahara Álvarez, con su personaje de asistente del doctor, luce bastante creíble y simpático para los niños quienes rieron durante todo el espectáculo con su performance;  Ángel Pájaro,  Saraí Pérez, Antonio Ruiz y Homero Díaz completan el cuadro de actores quienes derrochan talento y simpatía.

Es de acotar que también puedo observar que el montaje, en niños menores de seis años, produce un efecto de miedo, tal como quedó demostrado cuando dos niños de esa edad les pidieron a sus mamás que los sacaran de la sala; en tanto que los chicos de más edad disfrutaron con la aventura y la aparición del monstruo quien además se regocija cuando oye  joropo. Acierto en la escogencia musical.

Mi amiguito Frankestein” es una puesta en escena que juega con la estética gótica mezclado con el imaginario cultural de monstruos del siglo XIX.

 

 

lunes, 4 de noviembre de 2013

Celebremos la “Celebración”.

Foto cortesía de Edgar Gil

Por Bruno Mateo
@bruno_mateo

 
Obra: Celebración.
Autor: Thomas Vinterberg
Dirección y puesta en escena: Diana Volpe.
Grupo: Hebu teatro.
Lugar: La caja de fósforos. Bello Monte. Caracas.
Fecha: domingo 3 de noviembre de 2013. Hora: 6 pm

 
Desde que comenzó  a funcionar el pequeño espacio La caja de fósforos en Bello Monte Caracas como lugar de representaciones teatrales, he tenido la oportunidad de ver “Macbeth”; “Saverio, el cruel”, “El día que cambió la vida del señor Odio”; “Agreste”, “Mi amiguito Frankestein” y “Celebración” , de la cual me ocuparé en las siguientes líneas, pero antes es necesario acotar que el grupo de actores, actrices y creadores que allí laboran  merecen todo el respaldo que se le pueda dar ya que puedo observar cómo sus producciones tienen un sello de alta calidad en cuanto a puestas en escenas y trabajos de investigación y creación respaldados por el enorme esfuerzo que hacen  estos hacedores de escena.

 Celebración” (1998) del guionista danés Thomas Vinterberg (1969) nos dice de una reunión para celebrar el sexagésimo cumpleaños del patriarca de la familia, único momento en el cual se destapa el secreto, el hijo menor revela que su padre lo violaba constantemente y a su hermana gemela fallecida. Recordemos que “Festen”  (Título original en danés) se hizo originalmente como filme. La puesta en escena de Diana Volpe logra muy bien la progresión dramática del texto; haciendo hincapié en los silencios, algo realmente fascinante del montaje, esos instantes mudos de palabras, sin embargo tremendamente reveladores y escalofriantes, la gran mesa colocada al centro del escenario nos ubica en el interior de la cena de la familia, sin que por ello obstaculicen los movimientos de los actores: Algo difícil de lograr porque al poner un objeto tan grande en el mero centro del escenario limita la movilidad actoral. Volpe exprime el histrionismo de cada uno de los actores para lograr una atmósfera enrarecida entre la apariencia y la verdad oculta. Todo está latente como una bomba de tiempo. “Celebración” es una puesta en escena de detalles, cada gesto, cada acción nos detona un cambio que va acumulándose hasta reventar como una ráfaga desbordada de odios.

 El grupo de actores que conforman esta “Celebración” realmente nos deja una profunda conclusión  sobre el talento nacional: en nuestro país Venezuela la calidad histriónica de  sus actores es de muy alto nivel. Hay una entrega total en cada uno de los personajes; tal vez, unos logran hacer una interpretación memorable, y lo digo en el sentido literal de la palabra, son interpretaciones que las recordaremos, tales son los casos de Matilda Corral y su personaje de Paula; Rossana Hernández como Helena; Citlalli Godoy en su papel de Elsa; Elvis Chaveinte y su explosivo Michael, Gabriel Agüero como el atormentado Christian y el hipócrita Víctor interpretado por Germán Manrique. Esto sin desmeritar las actuaciones de Ángel Pájaro, Giovanny García, Layla Vargas, Antonio Ruiz, Julio César Marcano, Nakary Bazán y Djamil Jassir.

 Celebración” es un montaje con muchas virtudes que logra conmover la estabilidad rutinaria del espectador. Altamente recomendable para ser vista.

 

 

sábado, 2 de noviembre de 2013

JULIO RIERA, un titiritero con alma de Tilingo

Julio Riera
Por: Eddy Díaz Souza
Fuente: CentroMolinos
Revista especializada en Teatro para Niños y Jóvenes
Volumen I, Número 1
Caracas : Enero 2003

(Agradecemos a la Sra. América Riera de Picasso la colaboración prestada para la realización de este artículo).

PRIMER VIAJE

Llegó a Caracas en 1967. Presumimos que trajo un pequeño equipaje; tal vez algunos libros, un trozo de plaza o portal habanero, algún que otro perfume nocturno que le recordara a su patria y, obviamente, su talento y su genuino amor por los retablos y los títeres. Por supuesto, nos referimos a Julio Riera, quien hiciera del teatro, y muy especialmente del teatro para niños y jóvenes, la vía más expedita para comunicar su fantástico universo.

A su llegada a Venezuela, Julio Riera se involucró con los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela. Dirigió entonces para el Teatro Experimental de Arquitectura la farsa de Federico García Lorca, Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señorita Rosita, contando con la telúrica voz de la popular cantante venezolana Soledad Bravo quien, como apunta E. A. Moreno-Uribe (crítico del diario El Mundo) “(...)era una desconocida; él la llevó a escena y la puso a cantar”. También pasó por el Nuevo Grupo y, finalmente, encontró su casa en un pequeño teatro ubicado en el parque Arístides Rojas, teatro que abrió sus puertas en 1968 y que aún hoy lleva el nombre de Tilingo. De la mano de Clara Rosa Otero, Presidenta de la Fundación de Marionetas de Venezuela, Julio se convirtió en el primer Director del mencionado Teatro, compartiendo la dirección de espectáculos con Elybeth Hernández.

LA POESÍA SE HACE TÍTERE
Primera Parte

Si hacemos un repaso de aquellas puestas en escena de Julio Riera, encontraremos más de una veintena de títulos. Su primer montaje para Tilingo: Caperucita vence al lobo feroz tuvo una excelente acogida (El Nacional, Caracas: Domingo 11 de febrero de 1968): "Comentarios muy favorables mereció la farsa (...) adaptada y dirigida por Julio Riera. Tanto éste como sus colaboradores se desenvolvieron con gran acierto, manejando a los diversos personajes de la historia -Caperucita, el gato, la abuela- con admirable precisión y destreza". Las notas que destacan la calidad de sus entregas, reaparecen con su segundo trabajo (Ras-guños. Especial para "El Nacional", marzo 1968): "(...) ’El Gato con Botas’ del Teatro Tilingo en versión realizada y dirigida por Julio Riera, con escenografía, diseños, muñecos y vestuario -muy buenos- de Elías Martinello, despertó gran entusiasmo entre los niños, en llenos absolutos. El texto, gracioso y divertido hasta para mayores, muy bien dicho por el grupo de actores y actrices que ya han cogido el tono de estos títeres. Los diálogos con el público infantil, un acierto de comunicación". Continuando con el orden cronológico de estas pequeñas obras que Riera llevó a las tabalas del Tilingo, hallamos los siguientes títulos: Mambrú viene de la guerra, El hacha de oro, La cola de Tío Tigre, Tío Tigre y el arriero, El flautista de Hamelin, El país de los peces, Juan y las habas mágicas y Las vacas de Tío Conejo. Hacemos un alto en esta última pieza para traer un fragmento del artículo de Adolfo Schwarzenberg, publicado en El Nacional del 22 de noviembre de 1968, que nos vierte un poco de luz sobre la interesante y acertada propuesta teatral que despliega Julio: "Entre las piezas observadas destacaba la leyenda folklórica ’Las vacas del Tío Conejo’ de la señora Clara Rosa Otero de Altamirano. Los animales de la selva venezolana cobraban vida, el Tío Tigre era denunciado al Tío Conejo por los niños, los pájaros en vistosos plumajes intervenían al igual que el caimán somnoliento, y tantos más, y qué algazara cuando los protagonistas aparecían con figuras humanas y enormes máscaras delante del escenario para desarrollar una escena con intervención de actores reales. El nexo entre una y otra forma de presentación estaba bien logrado, pero el impacto más importante lo ejerce el hecho de que se trata de una materialización acertada del mundo de ensueños subconscientes del paraíso infantil, en una trama concebida de forma hábil y creadora".

A los espectáculos anteriormente mencionados, siguieron otros. Alrededor de once obras cortas fueron adaptadas y dirigidas por Julio para el Tilingo, sólo en el año 1968. A éstas, seguirían: La cucarachita Martínez, Pinocho y el monstruo marino y Un ángel cayó del cielo (1969), por sólo mencionar algunas.

Con la serie de aventuras de Pinocho, el dueto muy creativo, conformado por Julio y Elías Martinello, ahondan en el mecanisno de los títeres. Volvamos a El Nacional del sábado 3 de mayo de 1969: "La obra (...) ha sido adaptada para su presentación en el ’Tilingo’ por el Director de este Teatro, Julio Riera quien es un auténtico experto en los espectáculos de titeresca y marionetas.

La escenografía es de Elías Martinello, quien es un cuidadoso artesano en la elaboración de los muñecos, a muchos de los cuales dota de mecanismos ingeniosos que movilizan los ojos o las manos o, como sucede en el caso de ’Pinocho’, estira y encoge la nariz, apéndice fundamental de este personaje collodiano. Todo ello requiere una inventiva y un ingenio mecánico digno de reconocimiento".

Segunda Parte

Para 1970 el Teatro del Parque Arístides Rojas cautiva una vez más a su público con un texto de la consagrada escritora y dramaturgo Elisabeth Schon. La obra, concebida especialmente para Tilingo, lleva por título: La nube y el limpiabotas. La puesta en escena es de Julio Riera, quien además realiza este año los siguientes montajes: Ya vienen los astronautas (de Clara Rosa Otero), Pedrito y el lobo (de S. Prokofiev), La luna nueva (Rabindranath Tagore), Las guayabas de Tío Tigre (Clara Rosa Otero), El príncipe que todo lo aprendió en los libros (Jacinto Benavente), Juan Bimba y el aseo urbano y Jaimito y su loro Lorenzo (ambas de Clara Rosa Otero).

Podríamos continuar enumerando la extensa lista de piezas infantiles que Riera rescató del sueño de las gavetas para hacerlas sueño sobre la escena, pero evitaremos el inventario para dar paso a la reseña de El Nacional del 21 de agosto de 1971, donde se comenta ampliamente sobre la puesta en escena de El flautista de Hamelin, en versión y dirección de Julio Riera: "El montaje de dicha obra ha sido hecho sobre tres escenarios y una pantalla de sombras, donde se escenifican los diferentes episodios de la obra (...) La trama de la obra está llevada al teatro de marionetas con una sencillez y un encanto que hacen las delicias de los niños y los adultos que llenan el Teatro Tilingo en cada representación".

SEGUNDO VIAJE

Llega el momento (1973) en que Riera siente la necesidad de ser el capitán de su propio barco y se lanza a la aventura de recorrer otros espacios. Con su compañía: "Los títeres de Julio Riera", desembarca en Cine Mundo Infantil y Cine Teatro Los Carricitos, acompañado por Larry Herrera. Para recordar algunas de las producciones de esta época, mencionaremos: El muñequito rebelde, El muñequito triste, El chinito y la culebra, El conejo y la Pájara Pinta y Carlitos y el pícaro lobo. cabe destacar que por este mismo local (Los Carricitos), pasa Armando Carías con su grupo, alternando presentaciones con Riera.

EL REGRESO DEL TITIRITERO

Pero su nave no se detiene. Si bien parece que el mar encrespado lo obliga a resguardarse en algún puerto, más tarde, volverá a las mismas aguas donde lanzará sus redes para atrapar imágenes y fábulas. Apasionado admirador de Lorca, retorna a la escena capitalina con nueva agrupación -Taller Teatral Ensayo- y un viejo proyecto: Los títeres de cachiporra y escenas del Retablillo de don Cristóbal. Paralelamente, se desempeña como Promotor Cultural en la Biblioteca Nacional, donde realiza una importante labor en favor de la lectura.
Más tarde regresa a su pequeña casa del Parque Arístides Rojas, para llevar a escena una versión muy personal de la novela de Alejandro Dumas (padre): Los tres mosqueteros, puesta que obtuvo el Premio Municipal de teatro a la mejor dirección en 1990.

Su último trabajo para el Tilingo se estrenaría en 1995: Mamá, el rey baila en calzón, inspirado en los cuentos El Rey está desnudo, de H. C. Andersen y el relato El Conde Lucanor.

El 26 de diciembre de 1999, Julio Riera retomaría el timón de su nave para abandonar definitivamente las aguas de este mundo.

Alguna vez se dijo, según nos contó Gladys Pacheco, que el primer títere que llevó el nombre de Tilingo se construyó a partir del rostro de Riera. No hemos querido corroborar esta anécdota pues nos complace pensar que Julio aún está aquí, en el alma de un títere o en el espíritu de un teatro que vive en nosotros.
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Tomado de la revista CentroMolinos, Volumen I, Número 1, año 2003.

Por favor, aún no.